Las constelaciones oscuras, de Pola Oloixarac
Reseña de Las constelaciones oscuras, de Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977), Literatura Random (2016) 240 páginas
Por Gaizka Ramón
No quiero ni imaginarme la presión que habrá sentido Pola Oloixarac al encarar la publicación de su segunda novela. Los siete años transcurridos desde la aparición de Las teorías salvajes, celebrada a ambas orillas por popes de la talla de Ricardo Piglia o Ignacio Echevarría, tal vez hablen por sí solos. Fueran producto del bloqueo, de la dispersión o de una noble autoexigencia, esos años condenaron a los devotos de Oloixarac a calmar sus ansias lectoras viéndola debutar como libretista para la ópera Hércules en el Mato Grosso y rastreando los artículos que publica en la crème de la crème de la prensa internacional. Ahora bien, ¿ha servido el inquietante hiato, como las doce horas de un guiso de alta cocina, para dar fruto al libro con el que muchos fantaseábamos? Me temo que es preciso reajustar las expectativas.
Las constelaciones oscuras se articula en torno a tres historias: la del explorador Niklas Bruun (ambientada en 1882), la del hacker argentino-brasileño Cassio (que arranca en 1983) y la de la bióloga Piera (que salta hacia un cercano 2024). Si, con el decadentista Bruun, Oloixarac se regala en un exotismo de flora y fauna que domina, la segunda trama plantea un acelerado Bildungsroman del nerd informático, y la tercera una incursión en la geopolítica de la big data y los bancos de genes. Todo ello se narra desde la fascinación por las ciencias naturales y el mundo virtual, con capítulos de un cripticismo poético alucinatorio que despuntan dentro de una tónica estilística ya de por sí arriesgada y, por supuesto, entre abundantes digresiones que dotan a lo enciclopédico de un halo de referentes pop (desde los videojuegos a Guns ‘n’ Roses y la MTV). «El entretenimiento para mí tiene que ver con que haya mucha información y que uno esté como un paranoico dentro de una sopa muy rica de estímulos (…), pero preferiría pensar que no abrumo a nadie», aclara la autora, que en su parentesco con Borges, Nabokov y David Foster Wallace desmonta los manidos prejuicios sobre la narrativa femenina.
Aunque mantiene los rasgos distintivos de su predecesora (lujuria teórica, afán de sistematizar la contemporaneidad, intertextualidad, suntuosidad verbal, etc.), Las constelaciones oscuras no brilla, a mi juicio, del mismo modo. Es admirable la sofisticación de los intereses y la ambición en cuanto a punto de vista, que la lleva a trascender la Facultad de Letras de Buenos Aires para ensayar un enfoque continental. No obstante, el encaje estructural de esta segunda novela resulta menos eficaz, haciéndola avanzar a trompicones de voltaje irregular. También el estilo se siente más aguado, a veces lastrado por tintes cientificistas («propuso que quedaran más seguido para ingerir café»), y el retrato de personajes y ambientes queda más neblinoso. En definitiva, no es síntoma de superación que las partes más logradas, las del cypherpunk y hacedor de virus Cassio, revisiten la contracultura del genio-friki porteño desmenuzada ya con gran acierto en Las teorías salvajes.
Pola Oloixarac tiene un talento desbordante. Es dueña de una literatura propia, en la que elucubra con humor y erudición sobre nuestra fibra sentimental en la era digital. Pero ese tour de force que ilumine rincones de nuestra intimidad en el Nuevo Orden Global, y que lo haga con un lenguaje fastuoso, todavía se resiste. Hay indicios, sin embargo, para pensar que se avecina.