Cuatro gatos pueden cambiar las cosas: apoya a los que no votan

Una colonia felina.

Cada día más personas nos preocupamos por el bienestar de los animales y las plantas. Cada día somos más los que nos movilizamos para defender su derecho a una vida digna. Por lo tanto, cada día los animales y las plantas deben votar más. Me pregunto si el 28 de mayo, de alguna manera, los llevaremos a las urnas. Un nuevo tema ‘asombrario’ para la reflexión de cara a cómo votaremos este domingo.

Neruda sabía que el hombre quiere ser pescado y pájaro, el ingeniero quiere ser poeta… el poeta trata de imitar a la mosca, pero el gato sólo quiere ser gato… pequeño emperador sin orbe, conquistador sin patria. Y yo sé que cuatro gatos pueden cambiar las cosas, y también sé que ya no somos cuatro gatos…

Leyendo los programas electorales para Madrid, queda claro qué papeleta cogerían si pudiesen los pinos, los gatos de las colonias felinas de cada barrio o los perros abandonados en la perrera municipal. Y queda demasiado claro qué papeleta tendremos los que nos preocupamos por ellos como no cambien los aires políticos por estos lares.

Miro el árbol que me da sombra mientras escribo y continúo preguntándome qué le preguntaría este viejo olmo a Almeida si lo tuviese delante. ¿Le pediría explicaciones por sus 80.000 compañeros talados en esta legislatura? O tal vez le explicaría al alcalde cómo sobrevive un árbol alquitranado hasta las raíces. También podría hablarle de cómo se han secado por falta de riego miles de hermanos suyos el pasado verano. Le podría pedir explicaciones sobre el plan “alcorques cero” que se ha encargado de tapiar los alcorques vacíos de esta ciudad en vez de reponer un árbol en cada uno de ellos. Lo imagino con sus ramas erguidas a dignidad gritándole ¡alcalde arboricida!, y no sería para menos.

Se dice rápido: el 22% de los árboles de las calles madrileñas se han perdido desde 2019. Lo miro y sé que se sabe un superviviente de la indiscriminada tala y despreocupación que ha asolado esta capital los últimos cuatro años. Lo que ni él ni yo sabemos es si estará ya desahuciado como no cambien los políticos por aquí.

Hay estudios que corroboran que las ondas que emite un árbol al ser cortado son las mismas ondas de terror y sufrimiento que emiten los animales en los mataderos. Este Madrid que amo debe de estar temblando, así que también tiemblo, pero recuerdo con más firmeza que cuatro gatos cambian las cosas y que ya no somos cuatro gatos.

En este pensar mío siempre he querido aferrarme a que los animales y las plantas no son de izquierdas ni de derechas; supongo que lo hacía para intentar imaginar que a más gente nos importa su destino. Pero esta realidad nuestra me escupe a la cara que no es así. Hace unas semanas, sin ir más lejos, un concejal de Vox arrastraba y pateaba la cabeza con una fiereza escalofriante a una chica antitaurina. Ayuso de tiros largos, muy goyesca ella como siempre, patrocina con el dinero de todos los contribuyentes la sangre y la tortura desde un tendido en la Feria de San Isidro. La misma, de nuevo ella muy goyesca, que ha reabierto la escuela taurina en la Casa de Campo metiéndonos una verónica en toda regla a los contribuyentes, o la misma goyesca que lleva en su programa electoral el apoyo sin fisuras y con buena parte del presupuesto público al sector taurino. Eso sí, se le sube el ecologismo a la cabeza pidiéndonos a cada ciudadano que tengamos una maceta en nuestros balcones, claro, porque en nuestras calles no va a quedar una planta a este paso.

Hace apenas tres meses PSOE y Unidas Podemos aprobaron la primera Ley de Protección Animal de ámbito nacional excluyendo de ella a los perros de los cazadores, un pacto de la vergüenza que sólo servirá para inmortalizar el abandono y el maltrato en este país de galgueros. Y, mientras tanto, Almeida saca pecho en campaña electoral a favor de su querida fiesta nacional y, por supuesto, tala cualquier árbol que le haga sombra a su paso; por lo tanto, demasiados.

Así que este panorama de rancio desprecio por la vida del resto de seres vivos me enseña cada día que me equivocaba; y ahora sé que los animales y las plantas son rematadamente de izquierdas, pero no de toda la izquierda. Y sigo pensando que cuatro gatos cambian las cosas, y que ya no somos cuatro gatos. Me despido del olmo que acompaña estas líneas no sin antes prometerle que el último domingo de mayo le llevaré conmigo a depositar nuestro voto para que su sabia verde no tiemble más. Dirijo mis pasos a refugiarme de tantos avatares en ese pequeño vergel que es el jardín de la Real Fábrica de Tapices. Ante el espanto de mis ojos, ni ser Patrimonio Nacional lo ha salvado de las motosierras a las que tanto se ha aficionado el gobierno de esta capital. Pido explicaciones y se me habla de poda, ¿poda en mayo?, ¿los árboles se podan de cuajo? Conclusión: ¿qué más le da a este gobierno municipal árbol arriba o árbol abajo?

Hago un minuto de silencio por tanto muerto e inmediatamente recuerdo que hace unos meses hemos asistido al desmantelamiento del Bosque Urbano de Barajas. Un bosque plantado con el esfuerzo vecinal, cuidado durante más de una década por barajeños de todas las edades, un bosque que hablaba por sí solo del amor de muchos por la naturaleza. Pues sin más, la concejala de PP /Ciudadanos Sofía Miranda se lo cargó, sin temblarle el pulso. Alegó que es ilegal cuidar árboles en espacios públicos por parte de la ciudadanía, olvidando que eso sería un secarral sin el esfuerzo de esos vecinos a los que denominó “okupas”, quedándose tan ancha.

A ver en qué cabeza humana cabe que intentar cuidar un bosque no es bueno para todos, encima un bosque cerca de un aeropuerto para ayudar a compensar las emisiones de CO2… Había árboles que llevaban el nombre del niño que los había plantado años atrás y que crecían a la par, había una asociación de jóvenes con discapacidad intelectual que todos los jueves pasaban su tiempo haciéndose tanto bien mutuamente, había colegios de la zona que iban de excursión para entablar una sana y necesaria relación de los pequeños con la naturaleza, había sueños, había esfuerzo, había vida y ¿qué se le ocurre al equipo de gobierno municipal?, ¿ayudar a que ese proyecto continuase adelante?, ¿agradecer a los voluntarios sacar adelante a esos árboles? Nada más lejos de la realidad, lo único que se les ocurrió es cargárselo; supongo que pensarían que para qué queremos un bosque. Por supuesto, esa misma concejala ha dejado secar el arbolado de medio distrito por falta de riego, y ha alquitranado árboles por doquier… Pero no es una rara avis, esto es lo que ha ocurrido en los 21 distritos de esta capital. Cada uno a su manera, pero en el fondo haciendo lo mismo. Nos llevan a una ciudad de cemento sin pensar que una ciudad sin árboles es una mala ciudad para vivirla, es una ciudad con más contaminación, con menos lluvia y con menos vida. ¿Dónde piensan que cantarán los pájaros, en los plasmas de las terrazas que tanto fomentan?

Me viene Miguel Hernández a la cabeza, que sabía que un solo árbol ocupa con su verdor la geografía, que robustece el viento y a su corriente muda imprime voz, acento, palabra de los cielos…, la alegría del pájaro fomenta, el bienestar y la salud de paso. Tiene fisonomía y sentimiento. Árbol, te maltratan los viles y tú los perfumas.

Ante tanto sin sentido, no me moveré de mi sitio, con más fuerza pienso que cuatro gatos cambian las cosas, y que ya no somos cuatro gatos. Y encamino mis pasos a El Retiro con la esperanza de reconciliarme con el día, y lo que me encuentro son cientos de gatos vagando sin que los responsables públicos hagan nada por ellos. Mininos de todos los tamaños se agolpan con la llegada de una pareja, una pareja de voluntarios que los alimentan y atienden de forma totalmente altruista. Hay aproximadamente 1.650 colonias felinas repartidas por todos los barrios. Colonias felinas atendidas diariamente por alimentadoras que dejan su tiempo y dinero en ello. Esas personas hacen un esfuerzo sobrehumano. No son personas que no tienen otra cosa que hacer, son personas de buen corazón que no pueden moralmente dejar animales desnutridos o enfermos por nuestras calles. Son personas que, llueva o truene, salen de la comodidad de sus casas para preocuparse por los más indefensos. No son “las locas de los gatos”, son los ángeles de demasiados animales abandonados por este ayuntamiento.

En las colonias felinas madrileñas se aplica el método CER; es decir, los gatos son esterilizados para intentar controlar su población y son devueltos a su hábitat. Todo esto lo hacen esos voluntarios día tras día. El mes pasado murieron varios gatos en el distrito de Fuencarral tiroteados en plena calle, sí, tiroteados, ¿creen que estos gobernantes nuestros se despeinaron? Y así un suma y sigue de tristes despropósitos. De dramas que deberían indignarnos hasta el tuétano. Y todo se resume en algo bien sencillo: que les da igual. Las colonias felinas son responsabilidad de cada ayuntamiento, pero en esta capital nuestra eso se les ha olvidado. Aquí se olvidan con excesiva facilidad de su responsabilidad con los que no hablan, pero espero que los votos este 28 de mayo se lo recuerden.

Protesta contra la tala de cientos de árboles prevista en Madrid Río. Foto: Rosa M. Tristán.

¿Y qué decir de las pobres cotorras tiroteadas en nuestros parques?, ¿alguien puede pensar que eso es medianamente civilizado? Les invito a darse una vuelta por la perrera municipal, La Fortuna; literalmente no cabe un animal más. En resumidas cuentas, aquí si tienes cuatro patas o plumas lo llevas verdaderamente mal, y luego nos hablan de Madrid como la ciudad de la libertad. Supongo que será la libertad de tomarse cervezas en bares abarrotados, porque otra libertad, ni buscándola, se encuentra.

Conociendo una de esas colonias felinas del barrio de la Concepción y a sus alimentadoras me encontré con Amanda Romero y Chisco Fernández, ambos concejales de Más Madrid, ahí estaban a pie de calle preocupándose por esos gatos. Eso es hacer política animalista, eso es querer cambiar las cosas. Me acerqué a su programa electoral y uno entiende para qué sirve la política. Buscan hacer de Madrid una ciudad amiga de los animales con multitud de medidas totalmente factibles de realizar desde una Concejalía de Bienestar Animal. Medidas tan necesarias como un apoyo real a las colonias felinas o la creación de un nuevo centro de protección animal, porque, por desgracia, La Fortuna, la perrera municipal, se nos ha quedada pequeña de tanto animal que se abandona. Crearán por fin un programa de rescate y evacuación de animales en peligro. Así como actividades educativas y culturales relacionadas con los animales y la naturaleza para ir haciendo concienciación en el respeto a todos los seres vivos desde pequeños; eso es apostar no sólo por el presente sino también por el futuro. Tienen las cosas claras, son animalistas de base y entre otras medidas que buscan para esta ciudad es la creación de un bono veterinario para las familias con rentas bajas, apoyar a las mujeres víctimas de la violencia machista permitiéndoles ir a los centros y pisos de acogida con sus animales, ayudar a los animales de las personas sin hogar.

Todo esto y más se puede hacer simplemente dando ayudas cero a la tauromaquia. Si esta gente llega al ayuntamiento, no se autorizará ningún circo con animales y se prohibirá el tiro al pichón. Ya han conseguido que en las fiestas de los barrios en sus casetas se puedan encontrar opciones de comida vegana. De esos fangos rancios que tenemos y que no dejan avanzar a esta capital hay otros que destilan otra forma de hacer. Simplemente esta gente respira otros aires.

Poco después di un voto de confianza a Unidas Podemos y leí su programa, hay que reconocer que está también lleno de buenas medidas para los animales, tanto en Ayuntamiento de Madrid como en Comunidad. Pero creerlos cuesta, tras sacar una Ley de Protección Animal Nacional que ha hecho retroceder en derechos a los más indefensos: los perros de caza. Esta Ley tiene un agujero tan negro que se ha tragado las pocas esperanzas de erradicar el abandono y el maltrato de los perros en este país.

Tras ello, me puse con el programa de PACMA. Estos son el partido animalista español por excelencia. Sus medidas, impecables; al igual que la labor que llevan haciendo décadas por la defensa de los derechos de los animales.

Y tras indagar en el resto de programas electorales lo único reseñable que encontré al respecto es el compromiso inquebrantable del PP con la tauromaquia, con aumento de presupuesto incluido.

El Ayuntamiento de Madrid se va disputar por unos cientos de miles de votos entre Más Madrid y PP. Y en la Comunidad, Ayuso está más goyesca si cabe frente a una Mónica García dispuesta a dar ayuda cero a la tauromaquia. Esas son las opciones reales. Creo que el pino, el gato y el perro tendrían pocas dudas en qué papeleta meterían en la urna.

No debemos perder de vista que no podremos apenarnos ni quejarnos cuando talen sin sentido un árbol de nuestro barrio, cuando nos conmueva un gato durmiendo aterido debajo de un coche, no podremos indignarnos cuando los gorriones no canten, no podremos, si no votamos o si votamos a los que ya han demostrado que no les importan. No me duele en prenda pedir, es más suplicar maullando, que el movimiento animalista se mueva en las urnas, que este 28 de mayo no nos dejemos ni a un animal ni a una planta cuando escojamos papeleta. Es nuestro deber hacerlo simplemente porque ellos no pueden. Acercaos a los programas electorales y veréis cómo no todas las políticas son iguales, como no todos se olvidan de los seres vivos más indefensos.

Como canta mi querido Julián Hernández, preguntémonos quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Ojalá seamos muchos los que reconsideremos ir a votar junto a los tan olvidados animales madrileños y nuestra corteza aún se rebele a la tala indiscriminada de tanto inocente. Todo depende de nosotros, nosotros somos quienes dejaremos gobernar y no podemos olvidar que aún existen muchos que anhelamos hacer de esta una ciudad mejor en la que las cotorras canten, las nubes se levanten y caiga un chaparrón. Un chaparrón de esos que limpian todo, de esos que tanta falta nos hacen. Y recordemos siempre que cuatro gatos pueden cambiar las cosas, y nosotros ya no somos cuatro gatos.

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