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Cómo lograr lo verosímil en la literatura fantástica

Por manuelcuellardelrio, el 7 de octubre de 2016, en clases

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Un fotograma de la película 'Un monstruo viene a verme' basada en la novela de Patrick Ness que también firma el guion de la cinta.

Un fotograma de la película ‘Un monstruo viene a verme’ basada en la novela de Patrick Ness que también firma el guion de la cinta.

La profesora y escritora Inés Arias de Reyna nos acompañará durante el mes de octubre como profesora de la Escuela de Escritores. En la primera entrada, nos da las claves para lograr que una historia fantástica sea verosímil. En su propuesta de escritura al final de la lección podéis ver las bases del Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario de este mes. Tienes hasta el 20 de octubre para enviar tu texto.

Cuando construimos un microcosmos en un relato estamos fabricando al mismo tiempo la verosimilitud de ese universo en el que va a suceder la historia. La cualidad de otorgar la apariencia de verdadero a lo que no lo es resulta común a toda obra de ficción. Sin embargo, en el fantasismo la construcción de la verosimilitud es uno de los puntos clave, porque jugamos a romper las reglas del mundo conocido por el lector. Cuando leemos, no nos gusta que nos señalen que eso que estamos imaginando no es verdad. Y eso es exactamente lo que sucede cuando no atendemos a la verosimilitud: que rompemos las reglas que nosotros mismos habíamos establecido.

Pondré un ejemplo sencillo (y muy visual) de esto que acabo de decir. Cuando uno está viendo una película de romanos, espera que la vestimenta sea la propia de la época (aunque aceptamos ciertas licencias al respecto); lo que desde luego no se espera es que el gladiador de turno mire la hora en un reloj de pulsera marca Casio. Eso es romper las reglas del juego: si estamos en una de romanos, los personajes se deben comportar lo más parecido posible a lo que suponemos que eran los romanos del siglo I d. C.

Para que nuestros relatos sean verosímiles, al margen de si contamos una historia realista o fantasista, debemos construir argumentos y personajes coherentes, lograr una voz narrativa auténtica, con autoridad, y aportar visibilidad a nuestro relato.

Los argumentos y los personajes han de ser coherentes también en la literatura fantasista, pero entendiendo esa coherencia como la que se establece dentro de la propia historia. No importa que en la realidad no existan unicornios, si en el microcosmos generado para ese relato sí existen.

Mientras mantengamos esas leyes que hemos establecido dentro de nuestro mundo, la verosimilitud no se quebrará, aunque, cuidado, porque en la literatura fantasista la ruptura del pacto es más fácil (estamos jugando en una cuerda floja: la de hacer creer a alguien lo que sabe que es imposible) y, además, una vez se rompe es muy difícil que el lector vuelva a confiar en el narrador.

La voz narrativa, en la literatura fantasista, juega un papel ligeramente distinto al de la realista. Partamos de la base de que ha de sonar igualmente auténtica, estar dotada de autoridad para contar esa historia y resultar, cómo no, convincente. No obstante, el papel del narrador en este tipo de literatura ha de ser, además, el de un encantador de serpientes, un hipnotizador. La voz narrativa de la literatura fantasista hipnotizará al lector para que, como decía Gardner, «no ponga objeciones, esto es, para que suspenda la incredulidad».

En más de una ocasión, la voz narrativa fantasista deberá saltarse algunos detalles adrede, porque de otra forma rompería el pacto. Digamos que el narrador fantasista pasa de puntillas sobre aquello que puede romper el pacto ficcional, pero sigue ofreciendo el máximo de detalles sobre todo lo que no lo pueda quebrar y ofrezca al lector la información que necesita para comprender la historia.

La visibilidad en cualquier ficción, ya lo hemos dicho, es primordial. Ahora bien, en literatura fantasista, si no hay visibilidad, no hay forma humana de que el lector se entere de algo. Si hemos decidido inventarnos un mundo entero, pero no damos detalles para que el lector lo visibilice (lo dibuje en su imaginación), ¿cómo va a comprender de qué se le está hablando?

Nos falta una última cuestión a tratar sobre el tema de la verosimilitud en los géneros fantasistas: el elemento imposible. Para mantener el sueño de la ficción y la incredulidad apagada en el lector, no podemos contradecir al elemento imposible. Dicho así, parece que este elemento fuera un señor repelente que no permitiera que le llevaran la contraria. Pero, no, no es eso. El elemento imposible es la columna vertebral de estos géneros, si el narrador o los acontecimientos que se narran desmienten su existencia, sin que haya una justificación para tal negación, estaremos impidiendo al lector que se crea la mentira.

Un mundo inventado

En esta forma de construir la verosimilitud, situamos la historia en un mundo que no existe. Es decir, el relato se ambienta en un mundo que se rige por leyes propias —inventadas por el autor— y que no tiene relación con el mundo real (el autor reniega —al menos en parte—de la recreación del mundo conocido por el lector).

El hobbit, de J. R. R. Tolkien, funciona a la perfección como ejemplo del tipo de mundo inventado:

«En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad». (El hobbit, J. R. R. Tolkien).

En este primer párrafo, Tolkien nos ha introducido en un mundo que no es el nuestro ―lo sabemos porque en nuestro mundo no existen hobbits― y aceptamos que estamos en ese otro mundo con naturalidad; además, nos resulta fácil imaginarnos la escena porque nos habla de algo que conocemos: los agujeros en el suelo, las cuevas donde nuestros antepasados vivían.

Lo que sin duda nos despierta el interés es que habla de los hobbits como de algo normal, como si tuviéramos que conocerlos de toda la vida. Sin embargo, después de leer ese párrafo no tenemos ni la más remota idea de qué es un hobbit, lo único que sabemos es que viven en cuevas confortables, pero no nos importa, ya hemos asumido con la mayor naturalidad que en ese mundo habitan los hobbits, sean lo que sean.

Sumergimos desde el principio al lector en un mundo desconocido y fantástico; no damos pie al realismo, pero rodeamos lo imposible con elementos habituales para el lector; así este asume desde la primera palabra que está en otro mundo distinto al suyo, pero es capaz al mismo tiempo de visualizarlo.

Un mundo realista

También podemos situar una historia fantasista en una ambientación que recrea el mundo real. No trasladaremos a los personajes a ningún otro sitio, claro está, ni nos inventaremos un mundo porque usaremos el nuestro, que recrearemos con la mayor fidelidad posible, exactamente igual que haríamos si escribiéramos un relato realista.

Cuando el mundo en el que transcurre la historia es realista, este se ve sacudido por un hecho de índole fantástica. Situamos a los personajes en una ambientación realista, pero los rodeamos de acontecimientos imposibles.

La novela de Bram Stoker, Drácula, es un ejemplo magnífico de una historia fantástica que ocurre en el mundo real. El joven Jonathan Harker se encuentra encerrado en el castillo del conde Drácula, en Transilvania. Al principio todo parece normal, pero pasados unos días Harker empieza a sospechar que algo extraño ocurre con el misterioso conde. Finalmente lo descubre en su ataúd. A partir de ahí, ya nada será igual.

«¡Allí, en una de las grandes cajas, de las cuales había unas cincuenta en conjunto, sobre montones de tierra recién excavada, yacía el conde Drácula!

Estaba muerto o dormido. No podía saberlo. El cuerpo mostraba los ojos abiertos y pétreos, sin que estuviera en ellos la vidriosidad de la muerte. Las mejillas mostraban el calor de la vida en la amplitud de la palidez, pero los labios seguían siendo tan rojos como siempre. No observé ninguna señal de movimiento, ni pulso ni aliento ni palpitar del corazón. Me incliné sobre él, intentando hallar alguna señal de vida. Fue en vano». (Drácula, Bram Stoker).

En cierta medida, la inclusión del elemento imposible en este tipo de recreación es parecida a la del mundo inventado. La diferencia con este es que la línea de la verosimilitud aquí es más frágil. Cuando el lector acepta el pacto del mundo inventado, amplia la suspensión de la incredulidad (está predispuesto a asumir una gran cantidad de elementos imposibles); sin embargo, en el pacto con una ambientación realista, el lector no tiene esa predisposición, por lo que la inclusión del elemento imposible debe ser muy cuidadosa.

La transportación de un mundo a otro

En este tipo de construcción de la verosimilitud, en algún momento el personaje salta del mundo realista al inventado (o viceversa). Es decir, la historia comienza en nuestro mundo ―el que todos conocemos―, pero en un momento dado los personajes se trasladan a otro desconocido.

La historia interminable, de Michael Ende, es un buen ejemplo de este tipo de mundo, en el que el protagonista se transporta a un mundo inventado.

«Muy suave dijo otra vez Bastián en la oscuridad: «¡Hija de la Luna! ¡Voy!». Sentía que de ese nombre brotaba una fuerza indescriptiblemente dulce y consoladora, que lo llenaba por completo. Por eso dijo aún para sí unas cuantas veces: «¡Hija de la Luna! ¡Hija de la Luna! ¡Voy, Hija de la Luna! Enseguida estoy ahí».

Pero ¿dónde estaba?

No podía ver el menor resplandor, pero lo que le rodeaba no era ya la helada oscuridad del desván, sino una oscuridad aterciopelada y caliente en la que se sentía feliz y seguro. (La historia interminable, Michael Ende).

Bastián acaba de llegar al mundo inventado: Fantasia (sin tilde en la «i»: se lee FantAsia, tal como estableció el traductor Miguel Sáenz) y a todos nos parece lo más lógico, puesto que era lo único que podía pasar después de lo leído en las 190 páginas anteriores.

Como podemos deducir, el punto más frágil al que nos enfrentamos cuando escribimos este tipo de historias es el momento del salto. Deberemos buscar que sea creíble dentro del género elegido: no es lo mismo viajar de la Tierra a un planeta muy lejano gracias a una nave espacial, que utilizar un armario para viajar de nuestra habitación a un reino mágico. En estos dos casos, lo que produce la credibilidad es la nave espacial y el armario.

Ahora te toca a ti. Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario

Existen tres mundos distintos según la forma de construir la verosimilitud; así nos encontramos con el mundo de transportación, el mundo realista y el mundo inventado. Lo que os voy a proponer es que escribáis una historia en un mundo de transportación, es decir, en la que el personaje salte del mundo real a otro inventado. Poned especial atención al momento del salto y recordad que debéis argumentar bien cómo viaja de un sitio a otro para que no se rompa la verosimilitud. En esta ocasión, están prohibidos los espejos, las naves espaciales y las máquinas del tiempo. El texto no debe sobrepasar las 500 palabras. Envíalo al Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario antes del 20 de octubre. El relato ganador se publicará en las páginas de este blog y su autor podrá disfrutar de un mes gratis en cualquiera de los cursos de la Escuela, tanto presenciales como por internet.

Para enviar el texto pincha aquí.

Todos los cursos de la Escuela de Escritores.

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