¿Le ha echado todo el frasco de pastillas en la leche a su padre?
Quinta y última entrega de los retratos de mujeres que Sara Palacios ha desplegado en su libro ‘Inventario de las mujeres que soy’ (‘Con M de Mujer’). Terminamos con ‘La mujer monstruo’. “Al mismo tiempo que lo desea, teme el final, y precisamente ese es el dilema del que se haya presa y que le causa tanto pesar”.
Sólo un segundo, que ni siquiera recuerda, y ya lo era.
Su padre se había bebido la leche que ella misma le había preparado.
No lo recuerda, ¿había echado o no todas las pastillas? ¿Lo había pensado? ¿Lo había hecho?
La verdad es que poco importaba, ella ya se había convertido en un monstruo.
Cuando está a solas, verbaliza lo innombrable, fantasea con aberraciones, con ser libre: libre de ataduras morales, sentimentales y convencionales.
La mujer monstruo rompe leyes naturales, humanas y divinas, que la sitúan en esa omnipotencia, de lo que denominan monstruosidad.
Juega con el “y si”… en el borde del abismo al que conduce la locura.
Se repite una y otra vez su condición de humana, para alejar esa nube negra que amenaza la calma.
Pero el monstruo existe, está dentro de ella aunque permanezca dormido, tendrá que caminar de puntillas toda su vida, para no despertarlo.
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