Mercado de San Fernando, otros brotes verdes
Fotografía ©Manuel Cuéllar
Tras varias semanas saliendo al campo, hoy El Asombrario se vuelve plenamente urbano, para visitar en el barrio madrileño de Lavapiés un proyecto distinto, que nos puede aportar pistas interesantes de que otro mundo es posible. Entramos en el Mercado de San Fernando, un microuniverso donde se combinan los puestos de carnes, pescados, embutidos, verduras y frutas de toda la vida con otros que acogen ideas novedosas, sobre la base de un consumo más ecológico, más razonable, menos despilfarrador. Volver a lo tradicional desde lo último, desde lo más vanguardista. Estas son algunas de las historias de ecoemprendedores que germinan allí.
Lucía Herrero se encarga de KomoenKasa, cuyo lema es: «comida preparada de calidad». Un pequeño puesto al fondo del mercado que cuida la elaboración casera, con productos de temporada y recetas tradicionales. Lleva un año. Y su intención es que este proyecto se convierta en su medio de vida. «La filosofía es que la gente que está tan ocupada no pierda la costumbre de comer recetas caseras, tradicionales, sanas; facilitarles el gusto por comer bien y con cierta tranquilidad, a pesar de los tiempos de tanta prisa en que vivimos». Prepara cuatro menús, según las estaciones. Ahora, por ejemplo, encontramos crema de calabaza, brócoli con bechamel, marmitako y chipirones en su tinta. «Eso sí, las albóndigas nunca fallan».
Lucía se encarga también de coordinar las actividades que se organizan en el mercado, sobre todo los fines de semana, y que tratan de mantenerlo vivo y atraer otro tipo de público además del habitual, que va teniendo ya una edad… Repasamos el tablón de acceso al edificio para ver lo que han programado en octubre, y ahí encontramos taller de sellos personalizados, pisada de uvas infantil, taller de ganchillo, otro para aprender a portear al bebé con distintos tipos de fulares y mochilas, cuenta-cuentos, algo de música en directo, domingos de swing, una exposición con paneles poéticos… Actividades muchas promovidas por puestos del propio mercado, como La SiempreLlena, La Casquería y La Fruslería; y que se cuidan de no tener un pensamiento político demasiado definido, ya que el recinto es propiedad del Ayuntamiento y entre los comerciantes, sobre todo entre los de toda la vida, hay muchas maneras de pensar y de votar. Se trata de convivir en un proyecto que aporta energía nueva, y no crear tensiones.
La historia del resurgir de esta plaza de abastos distinta se escribe, como muchas otras, a partir de una etapa de tocar fondo. En 2011, la asociación de comerciantes se planteó que, ante el cambio de hábitos, había que hacer algo para relanzar el mercado. En otros casos, como en San Miguel y San Antón, el Ayuntamiento intervino con una cirugía de choque para convertirlos en mercados gourmet, cool, orientados sobre todo al visitante y al turista, más que al vecino; con un resultado espectacular de éxito de público. Pero en San Fernando, el camino que decidieron tomar era distinto, más a tono con Lavapiés, más multicultural y mirando al barrio, más arriesgado y emergente. De consumo consciente. Y ahí van, un poquito a pie y un poquito caminando. Despacio; pero, como dice Lucía, han conseguido volver a recuperar ese espíritu que siempre tuvo la plaza de abastos: de encuentro de la gente del barrio.
Paseamos entre los más de 70 locales, entre los que hay una veintena abiertos por gente distinta a los comerciantes tradicionales del mercado, con ideas sugerentes basadas en una economía distinta, sostenible, más natural. Junto a las fruterías, carnicerías, charcuterías, pescaderías, mantequerías y bares de tortilla de patata de toda la vida, encontramos propuestas con otro aire, que buscan la convivencia y el apoyo mutuo para atraer gente. Ahí están: La Huerta del Sol, cooperativa de espíritu 15-M -nació de la Asamblea de Desempleados de Sol-, especializada en alimentos ecológicos. El despacho de pan La Pistola. Los quesos y las conservas ecológicas de Los Panchitos de Enfrente. La floristería La Rosa de Lavapiés. La frutería ecológica La Repera (en proceso de cambio de nombre, pues su nombre coincide con el de la frutería online puesta en marcha por el Grupo Cortefiel). La Fruslería, tienda de artesanía y regalos monos que promueven una crianza distinta, más natural, de niños y niñas. Los productos extremeños más auténticos de Lo Mejor de Mi Tierra. La Chiguita, con «producto riojano fino». Y Exarcia, con comida griega, y los Caprichos de Granada, y…
Lucía cuenta que, gracias a la promoción de cesión de puestos hasta 2038 (no pagan alquiler, sino la parte proporcional de los gastos generales del recinto, según los metros cuadrados de cada puesto), desembarcó en poco tiempo en San Fernando un grupo de gente dispuesta a poner en marcha muchos de los proyectos que tenían en el cajón, muchos planes B que, por lo difícil de los tiempos, deberían convertirse en la opción A.
Fran, fotógrafo profesional especializado en publicidad, forma parte de la asociación Maniobras Reciclantes, cinco personas que apuestan por distintos tipos de artesanía basados en el reciclaje: desde complementos para la bicicleta a anillos, veleros y pulseras, jabones… Abrieron en mayo de 2012; y esta actividad les sirve de complemento para tirar adelante.
Cristina cuenta que La SiempreLlena lleva año y medio abierta; son un grupo de amigos que se trajeron una idea que vieron que en Italia funcionaba bien e intentan que cunda el ejemplo en Madrid: la venta de vino y aceite de calidad a granel, y en la mayoría de los casos, con sello ecológico. «Por el tema de reducir la huella ecológica, trabajamos principalmente con vinos de Madrid». Pero Cristina subraya que su filosofía va más allá: «Queremos participar del proyecto general de cambiar las inercias últimas de consumo en cadenas y grandes superficies, recuperar el hábito de comprar en el mercado, y que a la vez sirva como un espacio de encuentro del barrio».
Juanma es plenamente consciente de la dificultad de su empeño, pero ahí está, insistiendo en su puesto de cervezas artesanas, no industriales, de cerveceras pequeñas. «Soy ingeniero de Teleco y me quedé en el paro con 46 años. Con esa edad, tuve claro que debía montar mi propio negocio, porque ya era difícil que me contratara nadie. De lo otro que sabía era de cervezas, así que puse en marcha La Buena Pinta». Entre sus 80 referencias, en torno a un tercio son españolas, otro tercio europeas y otro tercio inglesas y de Estados Unidos, «país que marca las tendencias, y donde empezó la afición real por este tipo de cervezas distintas». ¿Y cuál es ahora la tendencia? «Pues estamos pasando de los lúpulos muy aromáticos, que pegaron muy fuerte, a lo que llaman levaduras salvajes, que aportan un sabor amargo, algo que en principio no está bien visto, pero que si logras domarlo, aporta un punto muy interesante». Cuenta que los precios son más altos que los de las cervezas de gran tirada, lo que, unido a que en Madrid no hay gran cultura cervecera, lleva su negocio al estrato de auténtico reto. De hecho, empezaron dos socios. Y como no daba para tanto, ahora se ha quedado él solo. «Por ahora lo que hago es pagar deudas».
La Casquería es una librería también con el marchamo de alternativa. Son seis socios que creen en el proyecto, más como filosofía para hacer accesible la cultura a partir del axioma de reutilizar, que como medio de vida, según nos explica Raquel. Se abastecen de donaciones de libros que la gente ya no quiere o le estorba o no puede llevarse en la mudanza… Luego los venden al peso, todo mezclado, poesía con novelas negras con cuentos infantiles con enciclopedias, con una tasa única: un euro cada 100 gramos, con un tope de ocho euros por libro.
Ahí están, un planeta distinto, germen de otra manera de ver el mundo, mirando hacia atrás y hacia delante a la vez, hacia la tradición y hacia el futuro, progresista en cualquier caso, avanzando despacio, un ratito a pie y otro andando, dando ideas, echando semillas, que, por la fuerza de los tiempos, habrán de prender. Seguramente esos sean los brotes verdes de verdad.
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