Aprendices de chamán y el cáncer
El autor, cuya primera novela se llamaba precisamente ‘La Sombra del Chamán’, se detiene en varios acercamientos cinematográficos a la sabiduría de los chamanes frente a las enfermedades, con especial énfasis en el cáncer, que se está convirtiendo en plaga en Occidente, y en la película ‘Los últimos días del Edén’, protagonizada por Sean Connery.
Hace ya algunos años tuve la magnífica oportunidad de cenar con Mark Plotkin, uno de los mejores etnobotánicos norteamericanos, en su casa en Washington, D.C. Estaba de viaje oficial y el departamento de Estado y la embajada de EE UU habían seleccionado a un grupo de periodistas internacionales para realizar un viaje de varias semanas para obtener una visión amplia de la política conservacionista estadounidense. Eran los tiempos en los que el presidente Bush había decidido quitar la firma de su Gobierno en el tratado de Kioto, y en los que se estrenaba la película The Day After Tomorrow, de Roland Emmerich, que se convertiría en un altavoz popular contra la política oficial respecto al cambio climático. Los tiempos en los que las políticas medioambientales del entonces gobernador Schwarzenneger chocaban frontalmente con la política oficial de apartar al dióxido de carbono de la lista de contaminantes del aire por su valor estratégico y económico.
Hacía un calor tremendo y Washington D.C. sufría una invasión de cicadas, insectos grandes y alados que resurgen en ciclos biológicos cada 17 años. Estaban por todas partes, alfombraban las aceras y te caían como bombarderos desde el cielo. Me había desplazado a la dirección de la compañía que Mark no tenía muy lejos de su casa, Amazon Conservation Team, y me recibió sonriente. Yo había leído su obra, Tales of a Shaman´s Apprentice (Cuentos de un Aprendiz de Chamán), una de las mejores narraciones que jamás se han escrito acerca de los encuentros de un etnobotánico con auténticos chamanes de la Amazonia, y fue una de mis dos principales fuentes de inspiración para La Sombra del Chamán, mi ópera prima literaria, que resultó tan exitosa que me pilló completamente desprevenido.
Caminamos durante 20 minutos hasta llegar a su casa, algo que era bastante raro en una ciudad donde se suele ver a poca gente por la calle. Conocí a su mujer, Liliana. Mark me había enseñado numerosos mapas sobre las tierras indígenas, y una de sus preocupaciones consistía en ayudar a esas comunidades a reclamar ante la ley la propiedad legítima de los territorios de sus antepasados. Mark se reía cuando reaccionaba con cierto susto cada vez que una cicada me golpeaba la cara (jamás tuve aversión a los animales, incluidos los insectos, pero se notaba mi inexperiencia de campo). Estuvimos durante algún tiempo bebiendo vino español y hablando sobre los límites entre la leyenda y la ciencia. Fue una noche inolvidable.
Los chamanes son los médicos de la selva. Se educan en una tradición oral que transmite el conocimiento aprendido mediante el ensayo y el error durante miles de años, conocimiento sobre las mezclas de plantas que curan efectivamente las enfermedades. Los chamanes han acumulado lo que en ciencia se llama conocimiento empírico, extraído de la experiencia. Dejan en ridículo a los mejores botánicos del mundo. Entre sus historias, Mark narraba el caso de una mujer de una tribu de Sarawak, al norte de Borneo, que conocía ¡200 tipos de plantas para curar 180 tipos de enfermedades!
Con mi novela bajo el brazo, le confesé a Mark mis otras fuentes de inspiración, entre ellas las aventuras del investigador colombiano Carlos Pérez Santos, una persona increíble y generosa que maneja serpientes y ranas venenosas y que tiene una tremenda experiencia en el trabajo de campo en plena selva tropical. Carlos fue el primero que me llamó la atención sobre los tepuyes, esas increíbles estructuras geológicas que se alzan por encima de la selva venezolana y la sabana y que ya fueron utilizados por Arthur Conan Doyle como mundos perdidos en cuyas cumbres sobrevivían criaturas prehistóricas como dinosaurios. Entre sus historias y las que narraba Mark surgió la idea que palpita tras La Sombra del Chamán.
Los tepuyes ya estaban grabados en mi memoria, gracias a esas increíbles imágenes mostradas en aquellos maravillosos documentales del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente filmados en Venezuela, cuando accedió a las cumbres de estos mundos perdidos a bordo de un helicóptero. Pero hay otras influencias de las que uno no es consciente cuando intenta enhebrar ficción. Más tarde, una vez finalizada la obra, visioné por casualidad Los Últimos Días del Edén, dirigida por John McTiernan e interpretada por el gran Sean Connery y por Lorraine Bracco, y descubrí que en realidad ya había visto la película cuando se estrenó en la década de los noventa, diez años antes de que me convirtiera en escritor.
El filme narra la historia de un botánico que se fue a la selva a montar su laboratorio y del cual no se sabe nada en tres años, hasta que pide a la compañía farmacéutica que lo mantiene un cromatógrafo y un ayudante, sin dar más explicaciones. El doctor Campbell (Connery) recibe para su disgusto a una bióloga, la doctora Rae Crane (Lorraine Bracco), que no tiene ninguna experiencia en trabajo de campo. La casa de Connery consiste en una especie de laboratorio improvisado en medio de la selva. Nuestro hombre blanco está rodeado por una comunidad de indios, y se ha mimetizado con ellos.
Connery ha descubierto una sustancia extraída de una especie de bromelia que tiene la virtud de acabar con el cáncer. Ha probado el suero con éxito en los indígenas que desarrollaron bultos en la garganta. Sin embargo, hay un componente que se le escapa, presente en el extracto original. El resto de las preparaciones no funcionan. Necesita la ayuda de la doctora. Y para empeorar las cosas, los bulldozers van a destruir precisamente el lugar donde está ubicada esa aldea, ya que tienen que cercenar la selva para construir una carretera.
Plotkin me confesó que el filme de Connery era bastante malo. Hay otras películas que han corrido mucha peor suerte. La magnífica obra The Serpent and the Rainbow, del explorador Wave Davis, que forma parte de mi biblioteca, tuvo una versión cinematográfica a cargo de Wes Craven que el mismo Davis deploró y le hizo cortar toda relación con Hollywood (y que conste que aunque son obras muy distintas, como espectador acepto la ficción propuesta por Craven, fallecido recientemente).
La Sombra del Chamán centra su argumento en el hallazgo de una bala mágica contra el cáncer en las selvas de Venezuela. Si me preguntan ahora ¿sería factible encontrar una fórmula contra el cáncer en las selvas tropicales?, mi respuesta tiene que ser afirmativa. Pero no de la manera en la que lo hace Connery en la película.
Para empezar, la naturaleza es el laboratorio más poderoso. Millones de años de evolución de plantas y animales dejan en ridículo a la más genial imaginación de los químicos. Todos los principios activos que encontramos en una farmacia proceden de la naturaleza. La bala mágica podría consistir en un hongo que sobrevive a la sombra de una caverna desconocida situada en medio de un ardiente desierto; en alguna planta a decenas de metros de profundidad, o quizá en una orquídea que florece de vez en cuando en ese misterioso universo aún desconocido que es el dosel selvático.
Las compañías farmacéuticas lo saben. De vez en cuando, realizan tareas de prospección, enviando a sus propios exploradores o pagando a otros científicos por las muestras de tierra, de animales o plantas que recojan en su trabajo de campo.
Por otra parte, el cáncer no es una enfermedad común en las comunidades indígenas, como se nos quiere hacer creer. Es un mal más propio de los países desarrollados, que suele aparecer con la edad y la contaminación. Las escasas comunidades de indios que aún dependen de la selva –debo confesar que es posible que ninguna a estas alturas– tienen otros problemas y enfermedades que combatir, pero el cáncer no suele estar entre ellos. No forma parte de su cultura medicinal, así que resultaría improbable encontrar un chamán que estuviera tratando tumores.
Las balas mágicas fueron un concepto de moda en los años ochenta. Se hablaba de fármacos tan precisos que sólo se adherían a las células malignas, dejando las sanas intactas. ¿Es eso posible? En la práctica, los fármacos cada vez son mejores y más precisos, pero están aún muy lejos de esta magia. Teniendo en cuenta además que el cáncer no es una enfermedad, sino más de 200 tipos de patologías.
David Newman, un prestigioso investigador del National Cancer Institute de Estados Unidos, ha argumentado sobre la existencia de un fármaco que funcionara como una bala mágica “al impedir la metástasis”. En un tumor grave, las células malignas tiene la habilidad de escurrirse y abrirse paso entre los tejidos sanos para alcanzar el torrente sanguíneo. Si esa sustancia impidiera este viaje, el tumor no podría escapar. Se transformaría en una suerte de prisionero, y al tenerlo localizado, se facilitaría su destrucción. Una molécula podría controlar muchos tipos de tumores, y en suma, se convertiría en esa bala mágica cuyo secreto hace posible crear una historia de intriga a su alrededor.
Es inevitable que las películas caigan en estereotipos. El tratamiento que el filme de Connery hace del chamán de la tribu, al que llama el hechicero, lo convierte en un estúpido ignorante presa de las supersticiones. Connery –que representa aquí la ciencia– hace un flaco favor al auténtico chamanismo. Pero, pese a todos sus defectos, el filme es muy efectivo a la hora de acentuar el peligro de las talas indiscriminadas y las referencias que se comentan respecto a las sequías. Al ritmo de las talas y quema de árboles para conseguir terreno cultivable, se especula con la desaparición parcial o total de las selvas dentro de sólo 40 años –la estadística dice que se pierden 137 especies de plantas y animales al día, y que el ritmo de deforestación en Brasil es de unos 50.000 kilómetros cuadrados al año. Esa destrucción de conocimientos, formas de vida, recursos farmacológicos en potencia, alimento y biodiversidad, tendrá consecuencias muy graves sobre el clima y nos golpearán en el momento más inesperado.
Desgraciadamente, Connery pierde al final su batalla para impedir la destrucción de la aldea. Mucho me temo que ese final es anticipo de lo inevitable.
Los Chamánes hoy son el pueblo victima de todo tipo de injusticias, para que ese derrumbe capitalista pueda sobrevivir. No menospreciemos el valor de todos los pueblos desde el Norte al Sur que han luchado por un mundo más justo, donde no tenga espacio la corrupción, el saqueo la mentira de los poderes mediáticos, los mal llamados periodistas y los mercaderes que destrozan, manipulan e insultan la inteligencia de todos los ciudadanos.Dejen de engañar con mentiras, mediáticas golpistas que insultan al mas «pintado» un día si otro también.
Mis antepasados se curaban con medicina natural, es decir en «romano paladín» las plantas que llenan nuestros campos o quizás debía decir llenaban en su día esos campos ,antes que la avaricia capitalista los convirtiera en erial. De esa naturaleza , se han favorecido las multinacionales farmacéuticas, para hacer sus productos químicos y enriquecerse y que la día de hoy solo sirve para educar a sus futuros comerciantes los jóvenes médicos y poco más. Y si no quedan los paliativos para vender la morfina que nos sale a todos los ciudadanos , nunca mejor dicho por un riñón.Los Virus sus famosos virus que son el triste escudo, para justificar la pobreza la miseria infantil, las guerras y el exterminio de pueblos enteros en Africa, como lo fue el Ébola , y me temo que ahora lo va a ser el Zika, todo ese circo orquestado por las grandes fortunas , con nombres propios, para controlár el nuevo orden mundiales ya algo que se empieza a saber en su lenguaje pervertido lo llamaran conspiración , en el del pueblo se llama genocidio.
Y no olvidemos que detrás de todo esto ¡Oh curiosa casualidad¡ mira por donde esta el TTIP,y a la cabeza las Farmacéuticas, entre otras Monsanto y Bayer.
Es triste recordar el pasado y pensar que a vexces quieres cerrar los ojos y volver al NODO de ayer donde veías al genocida del Pardo inagurár pantanos,y soñabas que un día toda esta pesadilla terminaría. Pero despertamos y seguimos con este culebrón de»Estallido» que parece si no lo remediamos que no tiene fin.
Ana de la Fuente
Los Chamanes hoy son el pueblo victima de todo tipo de injusticias, para que ese derrumbe capitalista pueda sobrevivir. No menospreciemos el valor de todos los pueblos desde el Norte al Sur que han luchado por un mundo más justo, donde no tenga espacio la corrupción, el saqueo la mentira de los poderes mediáticos, los mal llamados periodistas y los mercaderes que destrozan, manipulan e insultan la inteligencia de todos los ciudadanos.Dejen de engañar con mentiras, mediáticas golpistas que insultan al mas «pintado» un día si otro también.
Mis antepasados se curaban con medicina natural, es decir en «romano paladín» las plantas que llenan nuestros campos o quizás debía decir llenaban en su día esos campos ,antes que la avaricia capitalista los convirtiera en erial. De esa naturaleza , se han favorecido las multinacionales farmacéuticas, para hacer sus productos químicos y enriquecerse y que al día de hoy solo sirve para educar a sus futuros comerciantes los jóvenes médicos y poco más. Y si no quedan los paliativos para vender la morfina que nos sale a todos los ciudadanos , nunca mejor dicho por un riñón.Los Virus sus famosos virus que son el triste escudo, para justificar la pobreza la miseria infantil, las guerras y el exterminio de pueblos enteros en Africa, como lo fue el Ébola , y me temo que ahora lo va a ser el Zika, todo ese circo orquestado por las grandes fortunas , con nombres propios, para controlár el nuevo orden mundial es algo que se empieza a saber.En su lenguaje pervertido lo llamaran conspiración , en el del pueblo se llama genocidio.
Y no olvidemos que detrás de todo esto ¡Oh curiosa casualidad¡ mira por donde esta el TTIP,y a la cabeza las Farmacéuticas, entre otras Monsanto y Bayer.
Es triste recordar el pasado y pensar que a veces quieres cerrar los ojos y volver al NODO de ayer donde veías al genocida del Pardo inagurar pantanos,y soñabas que un día toda esta pesadilla terminaría. Pero despertamos y seguimos con este culebrón de»Estallido» que parece si no lo remediamos que no tiene fin.
Ana de la Fuente
Esto es de Código Penal y de L.E.C, y punto. No hay derecho a permitir que ciertos personajes , jueguen con las vidas ajenas.
Dejé de leerte cuando me di cuenta de quecrees que el cáncer es una sola enfermedad.