En recuerdo de Witold Pilecki, único voluntario en Auschwitz
El autor inicia con este artículo una serie de tres reportajes relacionados con el final de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, hace 70 años. El primero está dedicado al soldado polaco Witold Pilecki, único voluntario en Auschwitz del que se tiene constancia, y auténtico héroe de la resistencia, asesinado por los soviéticos en 1948. Pilecki tejió una red de inteligencia dentro del campo de exterminio. Una vida desgraciada de lucha y valentía que, afirma el autor, es injusto que se desconozca.
Hace unos días leí la reseña de un libro en la que un prominente crítico alababa la obra porque “es un consuelo en estos tiempos funestos en los que nos ha tocado vivir”. En esos mismos días, estaba viendo la monumental Shoah (Claude Lanzmann, 1985), y leía Historia de un estado clandestino (Acantilado, 2011), fundamental libro de memorias de Jan Karski, donde el resistente polaco da cuenta de cómo funcionó la subversión contra los nazis, desde la invasión alemana de 1939, hasta la liberación, pasando por el levantamiento de Varsovia en 1944.
En esos mismos días, leí en la columna del The New York Times de Nicholas Kristof, la historia del soldado polaco Witold Pilecki. Su historia es fascinante y dramática. Baste decir, antes de pasar a contar su vida, que ingresó voluntariamente en Auschwitz, y que lo mataron los comunistas en 1948. El increíble peso de la Historia del siglo XX cayó sobre él sin misericordia.
No sé si es un problema de hiperpresentismo, de ignorancia o un despiste por una reseña de encargo plagada de lugares comunes, pero lo cierto es que, con la crisis, se ha extendido la hipérbole verbal, hasta el punto que ha dejado de ser un recurso estilístico para convertirse, además de en un alarde de ignorancia de la historia reciente, en una falta de respeto a los que sí dieron la vida por las de otros, y por nuestras libertades. A los que vivieron “tiempos funestos” de verdad. Como los judíos a los que homenajea Lanzmann, como los que desembarcaron en Normandía, como los que resistieron y lucharon en San Petersburgo o Stalingrado, como Karski, como el soldado Pilecki.
Aunque era polaco, Pilecki nació en 1901 en Rusia, adonde habían sido deportados sus abuelos tras sublevarse contra el zar. En Vilna terminó estudios de comercio, pero desde su primera juventud se centró en organizar células clandestinas de resistencia contra los rusos. Luchó en la Primera Guerra Mundial contra los alemanes, y apenas unos años después luchó enrolado en la organización clandestina ZHP en la guerra contra los soviéticos entre 1919 y 1921. Apenas meses de respiro entre un conflicto y otro, siempre espoleado por un deber que sentía irrenunciable, pero al que otros renunciaban con una facilidad pasmosa.
En los convulsos años 1920 se dedicó a su granja, y en 1931 se casó con María Pilecka. Tuvieron dos hijos, que aún viven: Andrzej y Zofía. Era, según cuentan ellos mismos en diversas entrevistas de medios anglosajones e israelíes que he consultado, un padre cercano y cariñoso. No era un imprudente enardecido por ninguna pulsión nacionalista irracional. No iba a la guerra porque quisiera, sino porque sentía que debía.
El ‘Ser o no ser’ de Pilecki
El teatro de operaciones de Pilecki durante la Segunda Guerra Mundial es parecido (pero sin risas constantes) al de la divertidísima Ser o no ser, comedia antinazi que Ernst Lubitch estrenó en plena guerra (1942). Una compañía de teatro de Varsovia quiere salvar a los resistentes del interior, pues una lista con sus nombres ha caído en manos del profesor Sileski, un agente doble que se dirige a Polonia desde Londres (donde está el Gobierno polaco en el exilio y desde donde se dirige la resistencia interior), a informar a los alemanes. El protagonista, un joven y heroico soldado a cargo de la misión, recuerda a Pilecki en su arrojo. Ocurre que, si Lubitch o Billy Wilder (o cualquier editorial) hubieran recibido un guión con la historia de nuestro soldado, lo habrían devuelto por exagerado, inverosímil. No se concebía que un ser humano así pudiera existir.
¿Cuál es la hazaña sobrecogedora de Pilecki? Cuando a Varsovia comenzaron a llegar noticias inquietantes de lo que en 1940 aún era un campo de trabajo en Auschwitz, sintió su duda hamletiana y optó por “tomar las armas contra océanos de calamidades y, haciéndoles frente, quizás acabar con ellas”. Un año antes había fundado junto a Jan Wlodarkiewicz el Ejército Secreto Polaco (TAP), organización clandestina con la que se procuró de una identidad judía. Ahora era Tomasz Serafinski. Frecuentó los lugares propios de las redadas nazis, y cuando fue capturado le susurró al oído a su acompañante: “Dile a la organización que la primera parte de la misión está cumplida”.
Porque lo que quería Plecki/Serafinski era precisamente eso: entrar como judío en Auschwitz. Hasta allí fue llevado en septiembre de 1940. Fue el único voluntario que entró en ese campo de exterminio, al menos del que se tiene noticia en una guerra tan plagada de héroes anónimos. Con su tatuaje en el antebrazo con la numeración 4859, comenzó a tejer en el interior del campo una red de inteligencia conocida como Unión Clandestina de Organizaciones Militares (ZOW, en sus siglas en polaco).
Sus intenciones eran varias, y cambiantes. La ZOW debía, ante todo, comprobar qué había de cierto en las atrocidades de las que habían oído hablar en Varsovia, y enviar informes de inteligencia que, en última instancia, debían llegar al Gobierno polaco en el exilio de Londres, a través de enlaces por la ruta Alemania-Suecia. Además, debía mantener unidos a los prisioneros pertenecientes a sus organizaciones, distribuir comida, trasladar noticias del exterior al interior y organizar un frente interno en el campo para evaluar una sublevación desde dentro, o bien, si esto no era posible, mantener el campo preparado para una invasión exterior, bien fuera de la resistencia en Polonia o bien gracias a un bombardeo selectivo de las fuerzas Aliadas.
El ‘informe Pilecki’ llega a Londres
El ZOW organizado por Pilecki/Serafinski llegó a contar con unos 1.000 miembros repartidos en las zonas más sensibles del campo, incluido el anexo de exterminio de Birkenau. Desde los puestos administrativos a las cantinas, pasando por las letrinas o los hospitales de campaña, en cada punto del campo que simboliza el horror del nazismo había un hombre de Pilecki para contarle qué sucedía. Divididos en células de cinco que no se conocían entre sí para evitar filtraciones que pusieran en peligro la organización, tejieron una sofisticada red de inteligencia. Incluso construyeron un receptor de radio que escondían en la enfermería.
Pilecki comenzó a enviar información a Varsovia (para que fuera enviada a Londres) desde finales de 1940. No sólo confirmaba las atrocidades de las que les habían llegado rumores, sino que alertaba de que era mucho peor de lo esperado. Recomendaba, pedía, una intervención exterior para acabar con aquel campo.
La Solución Final (es decir, el eufemismo que los nazis utilizaban para hablar del exterminio de los judíos) había sido aprobada en la Conferencia de Wanssee en enero de 1942 en una reunión liderada por Reinhard Heydrich, a la que también asistió Adolph Eichman. La veracidad de este momento histórico está certificada por las actas de dicha reunión, y en base a ellas se rodó La solución final (Franck Pierson, 2001), con Kenneth Branagh dando vida a Heydrich, y Collin Firth haciendo del consternado doctor Wilhem Stuckart, emisario del ministerio del Interior, y redactor de las racistas Leyes de Nüremberg de 1935. Él optaba por la esterilización forzosa, mientras Heydrich exigía el exterminio.
En este nuevo contexto, en el que Auschwitz-Birkenau pasa de ser un campo de concentración espantoso a campo de exterminio, Pilecki recopila información y escribirá con ella su tercer, más famoso y extenso informe clandestino, ya fuera del campo de exterminio, en 1943. No hay traducción al castellano, pero puede leerse en inglés aquí. En él describe los métodos de los alemanes: habla de los hornos crematorios, de las cámaras de gas, de las llegadas constantes de trenes. Que este informe histórico (que he leído horrorizado y con una admiración infinita), hecho gracias a la red de inteligencia clandestina más arriesgada de la historia, sea desconocido es una injusticia intolerable que ahora sus hijos, declaran en diversas entrevistas, “quieren reparar”.
El Gobierno en el exilio no atendió las peticiones de intervención, entre otras cosas porque creían que Pilecki exageraba. Aquello que describía no podía ser cierto. Y no hay que culparles, pues la II Guerra Mundial fue el primer conflicto bélico donde los códigos militares y morales de las anteriores guerras dejaron de cumplirse de forma sistemática. Los alemanes se aprovecharon de esa credulidad para incluso engañar al Comité Internacional de la Cruz Roja, que organizaría una visita al campo de concentración de Theresienstadt (cerca de Praga) para comprobar que, realmente, los nazis no trataban mal a los judíos. La Cruz Roja tomó la parte conscientemente suavizada por el todo, que jamás llegó a intuir. Sobre la realidad que se escondía tras este campo aparentemente idílico, es recomendable la lectura de El diario de Helga (Helga Weiss, Sexto Piso, 2013), que también dibujó las escenas que vio en los dos campos en los que estuvo, además de Theresienstadt: Auschwitz y Mauthausen.
A finales de 1942, Pilecki tenía claro que no habría intervención para acabar con Auschwitz. No obstante, creía que si contaba en persona lo que sucedía, conseguiría cambiar la opinión del Gobierno en el exilio. Decidió escapar del campo de exterminio e ir a ver a sus superiores del Ejército Secreto Polaco. El 26 de abril de 1943 lo consiguió, junto a un compañero del ZOW, cuando ambos fueron destinados a trabajar en la panadería que había tras las alambradas del campo. Redujeron a la guardia que los custodiaba, les robaron los uniformes y llegaron a Varsovia. Ambos llevaban cianuro para suicidarse en caso de que fracasaran en su huida. Había pasado 945 días voluntariamente en Auschwitz-Birkenau, donde se asesinó a 1 millón y medio de personas en cinco años.
Rebelión en Varsovia
Al llegar a Varsovia fue asignado a las unidades de inteligencia de la resistencia polaca. Por aquel entonces creó también una organización secreta anticomunista, pues sospechaba cuál sería el destino de su país tras la guerra. Las noticias del frente eran alentadoras por entonces para los Aliados, y Pilecki y su organización creyeron que la mejor forma de acabar con Auschwitz era reforzar el actual curso de la guerra. Eran conscientes de que, sin ayuda Aliada, era imposible tomar el campo.
La organización del levantamiento de Varsovia del 1 de agosto de 1944 obedecía a esa estrategia: obligar a los alemanes a detraer recursos y divisiones de los frentes Occidental y Oriental, y espolear la moral interna de los polacos. Pilecki, uno de los héroes del levantamiento, se encargó de la zona norte del gueto, donde hoy posee una calle a su nombre. Con el aplastamiento de la rebelión, fue detenido y enviado a campos de prisioneros hasta que terminó la guerra.
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“Me alegro de que tengas amigos y seas feliz”
El final de la guerra no trajo la paz para Pilecki. Siguió trabajando para la policía secreta de la resistencia, a las órdenes del Gobierno en el exilio. Ahora luchaban contra la ocupación soviética, pero sin muchas esperanzas. Sus misiones de inteligencia fueron todas bastante penosas, especialmente la de acudir a los bosques en busca de sus compañeros para ordenarles la desmovilización. No había esperanzas de un cambio político y debían reintegrarse en la sociedad. El Gobierno en el exilio pidió a Pilecki que se exiliara, pues corría peligro, pero rechazó esa posibilidad. Continuó con su labor en la resistencia, observando las atrocidades que cometían los soviéticos. A partir de 1947 comenzó a recoger pruebas del terror en su país.
Sabía que corría peligro, y según cuenta su hija, la última vez que fue a verlos, su padre estaba especialmente cercano, abatido por la situación y el recuerdo, pero feliz de ver a sus hijos. Dice su hijo Andrjez en un reportaje en la revista The Atlantic que se despidió con palabras elegíacas después de tocar el piano durante unos minutos, tras contarles a los amigos de sus hijos quién era. “Le hacía muy feliz ver que mi hermana y yo teníamos tantos amigos, que no éramos niños solitarios como él lo había sido; estaba feliz de ver que estábamos integrados con otros niños. No sabía si sería la última vez que nos veía, pero en las cartas que nos envió desde entonces había mensajes que lo dejaban ver, y nos pedía que amáramos la naturaleza”.
Poco después, el 5 de mayo de 1947, y gracias a la delación de uno de sus compañeros del ZOW en Auschwitz, fue detenido por las autoridades soviéticas en Polonia. Fue torturado pero no delató a ningún miembro de la resistencia. El testimonio de uno de sus últimos compañeros de celda recuerda el aspecto de despojo que tenía, semiinconsciente, con la mandíbula desencajada por los golpes. Fue juzgado y condenado por traición, acusado de trabajar para el Gobierno polaco en el exilio. El 22 de mayo de 1948 fue ejecutado en Varsovia. Su familia sufrió el ostracismo y la discriminación durante el Gobierno comunista hasta el final de la guerra fría. Los intentos oficiales de rehabilitar su nombre en su país no tuvieron éxito hasta 1990, cuando le fue concedida la más alta distinción polaca. Pocos años después, su juicio sería anulado por las nuevas autoridades del país.
Se presume que sus restos están en un basurero cerca del lugar de su muerte, pero aún no han sido identificados. En su honor, hay una tumba vacía con su nombre en el cementerio de Sluzewiec, donde fue enterrada su mujer en 2002. He buscado en el callejero de las principales ciudades de Israel y no he encontrado nada en su memoria. Un breve artículo en el diario progresista Haaretz da cuenta de sus hazañas, pero sólo lo han compartido 11 personas en Twitter.
Tiempos funestos le tocaron en suerte al valiente Pilecki. Seamos, al menos, espectadores de sus hazañas, pues somos sus beneficiarios. Memoria y gratitud al prisionero 4859.
Gracias por rescatar esta historia tan poco conocida, el relato de un héroe admirable. Con tu permiso, Antonio, invito a tus lectores a saber más sobre el horror de Auschwitz a través de siete lecturas esenciales http://bit.ly/1tkU6eE Un saludo cordial y enhorabuena por el comienzo de esta trilogía.
Muchísimas gracias, Joaquín. Me dispongo a leer los enlaces que recomiendas. Un abrazo
yo he hecho de MAUS uno de mis libros de cabecera, en realidad son dos pues hay un complemento.ahora no me acuerdo pero lo miraré en casa y te lo pondré aquí. vale?
Muy interesante artículo. Una precisión: el levantamiento de Varsovia al que se hace referencia no es el del gueto (este ocurrió en 1943), sino el de la ciudad en general.
Mil gracias, Klapton. Tiene toda la razón. Corregido. Un abrazo
Estupendo artículo, muy bien escrito y sin comentarios banales.
Enhorabuena por su artículo. Lo he leído con mucho gusto. Le añado alguna referencia que puede ser de su interés:
Un vivant qui passe (Claude Lanzmann). Es una entrevista con Maurice Rossel, delegado de la Cruz Roja suiza, sobre la visita al campo de Theresienstadt.
Le dernier des injustes (C. Lanzmann). Largo documental con entrevista a Benjamin Murmelstein, presidente del consejo judío de Theresienstadt.
La voie des images. Libro de Sylvie Lindeperg sobre la película encargada por Goebbels y filmada en Theresienstadt por los judíos deportados.
Aparte de Estado clandestino, hay una novela de relativo interés sobre Karski de Yannick Haenel.
Un saludo
Muy interesante. Gracias por la información.
Me llama la atención que son pocos los que hoy recuerdan un documental magistral: «El último de los injustos» (2013). Os la recomiendo a todos.Su director, autor de «Sohah» cuestiona con habilidad cuál es la implicación de CUALQUIERA ante situaciones límite.
Muchas gracias por este estupendo artículo. No conocía su historia. Un héroe del sXX en toda regla, y tan desconocido, es muy triste.
Grazas por un pouco de xustiza para Pilecki. Todos os Pilecki´s que houbo no mundo merecen o común recoñecemento para que a nosa especia poda seguir a chamar-se “humana”.
En canto ao artigo, un par de puntualizacións:
1ª/ Ou consideramos a nosa Guerra Civil o primeiro episodio da IIGM, ou non é certo “la II Guerra Mundial fue el primer conflicto bélico donde los códigos militares y morales de las anteriores guerras dejaron de cumplirse de forma sistemática”. Foron os fascistas xenocidas que loitaron en España os primeiros en bombardear a poboación civil desarmada (Madrid, Barcelona, Guernika, …). Os campos de concentración e de exterminio tamén abundaron na España dos golpistas rebeldes.
2ª/ O peso da orientación ideolóxica, mutila a imparcialidade e rigor histórico do artigo. Sen o Exército Vermello (e a poboación soviética, a que sufriu maior número de mortos, mais do 50% dos falecidos en toda a contenda) sen dúbida algunha os nazis non acadarían o Reich dos mil anos, mais aínda agora estaría a pasear por Europa…
Toda la razon del mundo. Las dos puntualizaciones son exctas y hace falta compartirlas y hacerlas saber. Pues, quien fue el verdadero liberador de Auschwitz sino el Ejercito Rojo. Habra cientos de miles de barbaridades y monstruosidades llevadas a cabo por Stalin y su camarilla, pero el Ejercito Rojo y sobre todo el pueblo sovietico fue quien vencio a la Alemania nazi. Otra cosa bien distinta es la cooperacion del los polacos durante la ocupacion nazi. por supuesto que hubo heroes, pero ningun granjero se dio cuenta que sus cosechas tenian una capa de ceniza proveniente de Birkenau? A caso los ingleses no sabian nada de los campos? Con la superioridad aerea aliada como es que los campos sigueiron existiendo hasta 1945?
Estoy de acuerdo en su apreciación sobre el pueblo soviético. Y de hecho, he intentado que se viera que lo compartía al escribir en el artículo sobre los resistentes y luchadores de los sitios de Stalingrado y San Petesburgo. Gracias por la lectura
Efectivamente, creo que fue en el 50 aniversario del final de la IIGM (o el 40 quizás) todos los políticos dieron sus discursos, y al final invitaron a un ya muy viejo Simon Wiesenthal a que subiera a decir una palabras. Pues el viejo cazanazis, en vez de alabar a los aliados, llorar por la víctimas y rezar por sus almas, miró a los polítiquillos a los ojos y solamente dijo: «¿Por qué no bombardeasteis las líneas de tren que iban a los campos de concentración?». Y se fue…
El peso de la dirección ideológica, mutila la imparcialidad y la exactitud histórica de los comentarios. No creo que haya mucha gente que niegue el papel del Ejército Rojo en el fin del Reich, por supuesto, como no creo que haya mucha gente que niegue los gulag, el NKVD y el horror de la represión, las purgas y el estado policial y terrorista dentro y fuera de las propias fronteras soviéticas. Abundan los ejemplos, empezando por nuestra propia guerra civil.
estoy de acuerdo contigo, los rusos salieron de guatemala a guatepeor.y todo el área de influencia igual,Stalin fue un mounstruo al mismo nivel que el mounstruo al que combatió
El grupo de heavy metal sueco Sabaton le hizo un homenaje en su último disco «Heroes» (2014) con la canción «Inmate 4859»
http://www.darklyrics.com/lyrics/sabaton/heroes.html#4
De hecho todo el disco está dedicado a héroes poco conocidos de la II Guerra Mundial.
Interesantísimo, Joan. mil gracias por el dato.
Que tierno, casi derramo un lágrima. «La organización del levantamiento de Varsovia del 1 de agosto de 1944 obedecía a esa estrategia: obligar a los alemanes a detraer recursos y divisiones de los frentes occidental y oriental, y espolear la moral interna de los polacos.» Pues la verdad los continuadores de Pilduski siempre se proponían una cosa (aunque no es verdad que el levantamiento de Varsovia obedeciera a la estrategia que usted dice) y conseguían exactamente lo contrario. Ni aliviaron ningún frente, ni el del pacífico, ya que no atrajeron a ninguna gran unidad alemana para sofocar el levantamiento y la única moral que levantaron fue la de Hitler al ver arrasada Varsovia. Bueno tranquilo siempre nos quedará Stalin al que podremos reprochar que no ayudo a los polacos en su levantamiento. Como leí hace poco a un polaco increpando a su ministro de asuntos exteriores sobra la polémica de quien liberó el campo de Auschwitz, «si no llega a ser por el ejército soviético, ahora los polacos seríamos jabón.»
Hola, Victor: entre otras, esa era su motivación. Otra cosa es que no lo consiguieran, lamentablemente. No sé cuál es la intención. ¿Defender a Stalin a estas alturas de la película? Allá cada uno con el ridículo que está dispuesto a hacer. Pero no lo mezcle con Pilecki (no Pildiski, como escribe). Gracias por la lectura.
No se de donde sacó usted que esas eran las motivaciones que llevaron al gobierno polaco de Londres a autorizar el levantamiento de Varsovia del 1 de agosto. Vayamos a las fuentes originales como es la transcripción de las conversaciones del 3 de agosto en Moscú entre las autoridades soviéticas y el primer ministro del gobierno polaco en Londres. Los documentos fueron desclasificados a mediados de los años 90 del siglo pasado y muestran exactamente lo contrario a lo que usted pregona. Hoy en la página de ria.ru un historiador ruso del «Club Alexander Zinoviev» habla de los mismos, por si se quiere documentar. Por otro lado y sabiendo que la muletilla de Stalin es atemporal y sirve para todo, lo que le hace a uno ser un perezoso mental ya que con nombrarlo sobra cualquier argumentario, me voy a permitir la licencia de recomendarle la lectura del epilogo escrito por Luciano Canfora «De Stalin a Gorbachov: como acaba un imperio» del libro de Domenico Losurdo «Stalin, historia y crítica de una leyenda negra». Se lo voy a resumir en seis palabras, «Recuerden, Recuerden el 9 de mayo».
Pedir perdón por que la lengua polaca no es lo mío. Cuando escribí Pilduski tenía que haber puesto Pilsudski.
Primo Levi, que estuvo en ese campo, habla en sus libros de esta historia.
y bien que lo hace; a mí me dolió mucho leerlos porque no podía dejar de sentirme una de ellos y la correspondiente impotencia.
Tremendo artículo. Es de justicia que no se deje caer en el olvido a héroes tan entregados como el soldado Pilecki
Para una visión mas completa recomiendo la lectura de Vida y destino de Vasili Grossman, libro ignorado y excelente
yo sí he leído a Grossman y coincido en que es muy bueno.
hace mucho que comento con mis amigos que deberían incluirse en los planes de estudios del país asignaturas que pudiesen paliar la enorme vergüenza que me produce pertenecer a la especie homo sapiens sapiens(?) con las biografías de personas que a lo largo de la historia fueron capaces de dar muestras de una GENEROSIDAD sin más límite que su propia existencia y siempre en medio de momentos de ATROCIDAD. no es de «ahora», es por desgracia de siempre. en España hubo gente que se entregó a la lucha digna y son anónimos, tanto de la guerra civil como de la II GM y puedo recomendar el libro «Heroes de los dos bandos» de Fernando Berlin. conmovedor y magnífico trabajo de reconciliación. es denigrante que estemos estudiando los dimes y diretes de tantos y tantos GRANDES de la desmedida ambición que llevaron a guerras y más guerras con toda la miseria e ignorancia que conllevan y los veamos como magníficos conquistadores del progreso y estoy convencida de que mis muy anónimos antepasados no los podían ver ni en pintura. sí, hay gente que devuelve la fe incluso a todos los que no la tenemos. Gracias por darme un soplo de aire fresco en medio de tanta atrocidad repetida: una y otra vez durante los últimos 30000 años (?). leeré los artículos.saludos
Alucinante…
Non sei que tipo de cerebros privilexiados poden concluír unha defensa de Stalin do dito no meu comentario.
E mais, Stalin, ben preocupado que andaba agochado na súa “dacha”, despois de non facer caso dos avisos de Sorge (amais outros 46 que recibiu da data da “Operación Barbarrosa”), polo que non tivo tempo de chamar-me para que reivindique o seu papel na II GM.
Nin vou a ser eu quen o defenda, nin vou a partillar no corro de “e o teu mais”. De calquera xeito…, no ranquing de xenocidas non hai que saír de Europa occidental para encher o podio. Hitler, Franco e Mussolini bastan-se. Por certo, “Patas cortas” (ou “Paca la culona” como prefería chamar-lle Queipo de Llano –el carnicerito de Sevilla-) ten a moi dubidosa honra de ser o maior xenocida en tempo de paz; Paul Preston, dixit.
Si de guerra falamos, despois de Adolf, o seguinte posto estaría en seria discusión. Stalin? Truman?, ordenando un bombardeo nuclear innecesario que o que realmente pretendía era tomar vantaxe na Guerra Fría, ou cos bombardeos convencionais de Dresden, etc. (Oliver Stone, “La verdadera historia de los USA”) Kissinger? Bush?
O único que pretendín ao facer o primeiro comentario foi que no caso de que algún estranxeiro lera o artigo, non pense que nos vídeo- do Estado só existe o cine do imperio, senón que nas baldas do fondo, alá abaixo de todo e cheas de polvo tamén podían atopar-se filmes como “Stalingrado”, incluso “Hijos del Tercer Reich” ou “Almirante Yamamoto”.
En fin, para que…
Hai un erro na escrita no anterior comentario, aparece «video-«, na vez do que debería «videoclube».
Desculpas
Increíble historia! Un héroe, puro superviviente. Era solo determinación y voluntad. Este tipo de personas en otros lugares del mundo seguirían cambiando el mundo, son así.
Gracias por contarnos, esta increíble historia. Creo que es la metáfora perfecta del sufrimiento del pueblo polaco a lo largo del siglo XX.