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Un futuro de soledad asistida por robots

Por Antonio García Maldonado, el 25 de enero de 2018, en España General málaga Series

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Futurama

Futurama.

A través de dos hechos recientes, el autor hace una reflexión sobre los efectos dramáticos de la despersonalización que provoca la revolución digital. Epidemias de soledad en países ricos, abuso de la dignidad de las personas en eventos organizados por empresas, degradación laboral y pérdida de sensación de comunidad. Un futuro bien parecido a lo peor del pasado.  

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La imagen mostraba una extensa y ancha fila de personas apiñadas que rodeaba la plaza de España, en Madrid. Unas 7000 personas, según la noticia, hacían cola para optar a uno de los 100 puestos de trabajo que un hotel de cinco estrellas había anunciado que crearía. La razón por la que se produjo dicha imagen, más propia del crash del 29 que de la superación de la Gran Recesión de 2008, no fue porque hubieran citado a todos y cada uno de ellos a una entrevista personal tras un primer corte basado en un currículo enviado digitalmente. Sencillamente, el departamento de recursos humanos explicó que había diseñado el proceso de entrega del resumen laboral como «un casting», seguramente buscando publicidad gratuita por el efecto mediático.

Este proceder degradante es ciertamente minoritario al menos en los países desarrollados. La ética empresarial suele funcionar en estos aspectos, aunque sólo sea por interés de marca. No obstante, el suceso no me parece anecdótico si se trata de analizar el momento que vivimos y el mundo hacia el que parece que vamos, sin remedio a decir de muchos. Pocos días antes, la noticia fue otra fila de gente, en este caso la que formaban aquellos que esperaban para entrar en Amazon Go, el primer supermercado sin empleados de la multinacional del comercio que, en teoría, te evitará hacer colas y permitirá maximizar el tiempo. Hay algo aparentemente paradójico: una empresa que requiere la presencia de los potenciales trabajadores incluso para entregar las credenciales y otra que, por el contrario, ni los necesita para proveer sus servicios.

Sin embargo, no hay nada contradictorio en el proceder de ambas compañías. Amazon Go es el paradigma de esa sociedad liberada de trabajos repetitivos y alienantes que nos anuncian los optimistas de la revolución digital y la inteligencia artificial. Descartado que el contacto humano pueda tener otra función distinta que la estrictamente económica y productiva, y asumido que la persona es la carcasa de los datos que genera, el siguiente paso natural de la despersonalización es el de considerar a la persona como atrezo al servicio de cualquier performance vintage con la que una empresa quiera hacer un flashmob a cargo de la necesidad ajena. Situacionismo corporativo dickensiano.

Frente a los discursos dominantes basados en el mantra de que si alguien no trabaja es porque no busca, no tiene incentivos porque cobra demasiados subsidios o no se esfuerza, la estruendosa cola y la humillante idea de sus promotores muestra que hay gente dispuesta al escarnio para conseguir un trabajo quizá mal pagado, y sin duda peor pagado que hace 15 años. Y sirve de recordatorio de que el problema de las necesidades básicas de tantos trasciende la jerga de los datos y que afecta a personas. Esta corporización repentina e inesperada de un problema social dramático puede servir de alerta temprana. Prescindir del contacto humano en tareas diarias agravará las epidemias  de soledad de Suecia o de Reino Unido, que acaba de crear una Secretaría de Estado para lidiar con el problema.

No concibo mi vida personal ni profesional sin las tecnologías y la digitalización. Pero, a riesgo de que me llamen reaccionario, decadentista o nostálgico, confieso que entre las cosas que más aprecio de mi vuelta al pueblo están cosas tan sencillas como que me den los buenos días y las buenas tardes cuando salgo a la calle, que en el colmado me reserven un queso fresco autóctono que creen que va a gustarme, que el dueño del bar donde desayuno me pregunte cómo estoy, y si le digo que tengo un día complicado tenga el detalle de añadir una rodaja de melón y una loncha de jamón serrano a mi tostada con buen aceite del lugar y tomate. Si ese contacto «obligado» es ocasionalmente irritante, su ausencia me resulta insoportable.

Si el panorama que nos espera es el de la soledad asistida por robots hasta para comprar pescado fresco, cocinar unos espaguetis o quejarte de un dolor agudo en el costado, que los gurús incluyan las cabinas de suicidio de Futurama en sus planes de contingencia.

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