‘La hora de despertarnos juntos’, una historia vasca del dramático siglo XX
El autor reseña La hora de despertarnos juntos, del escritor vasco Kirmen Uribe. Novela de no ficción originalmente escrita en euskera y que narra, a través de la familia Letamendi Urresti, una historia global del trágico siglo XX. La guerra civil, la Segunda Guerra Mundial, el exilio venezolano, el compromiso político en tiempos oscuros. Y después la posguerra, la escisión nacionalista y el surgimiento de ETA. El peso de la historia que cae a plomo sobre los individuos de los que habla este libro.
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No es difícil de comprender la razón por la que el terrorismo de ETA en democracia ha opacado otros momentos de la historia reciente de Euskadi que merecen contarse con aprecio. Pero aunque sea lógico, no deja de ser injusto. Porque hay capítulos nobles en su historia reciente y que, sin justificar lo injustificable del terrorismo posterior, sí dan una imagen más equilibrada de Euskadi y de los vascos, e iluminan capítulos de la historia española que resultan desconocidos para muchos.
La hora de despertarnos juntos, último libro del escritor vasco Kirmen Uribe (Ondarroa, 1970) contribuye a ampliar esa mirada hacia el trágico siglo XX, una narración de los conflictos mundiales y propios a través de la historia (real) de la familia Letamendi Urresti, de Ondarroa como el propio autor. El libro resume bien la esencia trágica del siglo XX, que no es otra que el aplastamiento del individuo por el peso de la Historia.
Las vidas de Karmele Urresti y Txomin Letamendi se entrelazan con la de Euskadi y el resto de España durante la Guerra Civil y, desde ahí, con la Segunda Guerra Mundial. Hubo una generación (sobre todo de republicanos exiliados pero también la División Azul de Ridruejo, Berlanga o Luis Ciges) que estuvieron casi una década en guerra, más otros muchos años de exilio (también interior), y que como cuenta muy bien Miguel Gallardo en su cómic Un largo silencio (Astiberri), tuvo que callar: “Mi padre fue un héroe […] Su hazaña ha sido sobrevivir, sobrevivir para enamorarse de mi madre, para que mi hermano y yo estemos aquí […] Para todo ello mi padre se tuvo que convertir en una sombra durante mucho tiempo, y las sombras no tienen voz”. Ese cómic y esta novela reparan, aunque sea mínimamente, a esa generación silenciada de forma trágica.
Pero otros, entre ellos Txomin Letamendi, estuvieron en guerra algunos años más, trabajando clandestinamente en la primera y temible España franquista. Letamendi, nacionalista del PNV del lehendakari José Antonio Aguirre (jefe de Gobierno vasco desde 1936 hasta su muerte, en 1960), siguió trabajando para el Gobierno en el exilio como enlace en su servicio clandestino en el interior de España, algo que tendría consecuencias fatales para él en los años 50. Karmele huiría entonces a Venezuela, donde se instaló sin sus hijos, Ikerne, Txomin y Patxi, que permanecieron en Euskadi, bien con familiares o en colegios religiosos hostiles hacia ellos, hasta que fueron terminando los estudios y reuniéndose con su madre en Caracas. Todos, en cambio, volvieron pronto a Euskadi.
Otro de los alicientes del libro es la narración de las peripecias vitales y políticas que vivió el propio Aguirre, cuyo recorrido parece un breve resumen de la Europa en llamas: su huida a Francia en la guerra civil, su salida precipitada (curiosamente, se refugió en Berlín, disfrazado y con documentos falsos) cuando los nazis se acercaban a París, o su insistencia en mantener viva la idea de Euskadi entre la creciente comunidad vasca en el exterior. Y, también, la organización del servicio clandestino que, junto a Manu Sota, hizo desde Nueva York durante los comienzos de la Segunda Guerra Mundial con el apoyo inicial del MI6 británico y la OSS norteamericana (precursora de la CIA). Ese servicio vasco para el que trabajó Txomin Letamendi y que acabaría por costarle caro. Está muy bien narrado el desconcierto y la decepción de Aguirre y Sota ante el viraje anglo-americano hacia una entente cordiale con el régimen franquista.
La última parte del libro es más ensayística, con digresiones en las que el autor, a través de los años finales de Manu Sota y sus ideas políticas, se pregunta cómo pudo llegarse al punto de no retorno de decidir matar, más aún en democracia. Impresiona el relato de los debates sobre la legitimidad de la violencia que se producían en algunas parroquias, con los curas ausentándose a la hora de votar por una opción u otra. Y la implicación de parte del clero en ETA incluso como cobradores del «impuesto revolucionario». Sirve aquí la propia experiencia de Txomin Letamendi hijo, que ingresó en ETA y que tomó partido por los polis-milis en la conocida escisión de la VI asamblea de 1970. Junto a otros muchos, que se sentían más atraídos por la lucha social que por la construcción nacional. Es muy interesante el relato de la guerra interna del nacionalismo, primero entre el PNV y ETA, y después dentro de la propia ETA. Hubo una ruptura generacional que Uribe muestra con la imagen del entierro solitario del otrora respetado nacionalista Manu Sota en Getxo, en 1979. La nueva generación de independentistas etarras le afeaba así su repudio de la lucha armada.
Un libro muy recomendable, ameno y profundo. Una mezcla de géneros que cumple, además del mencionado papel reparador con una generación silenciada, una función catárquica en un momento en el que Euskadi, por fin, está en vías de paz definitiva.