100 años del jardín botánico más bello del Mediterráneo

Impresionante vista desde el Jardín Botánico Marimurtra en Blanes. Foto: Jardín Botánico Marimurtra.

Hace 100 años, un rico empresario alemán, Carl Faust, lo tuvo claro: decidió abandonar su boyante negocio de maquinaria industrial y dedicar el resto de su vida a levantar un jardín botánico en el límite sur de la Costa Brava, en la localidad gerundense de Blanes. “He tenido que hacerlo por fuerza, por haber heredado de mi abuelo la pasión por las Ciencias Naturales. Esto lo lleva uno en la sangre”. Así lo expresaba Faust a uno de sus más estrechos colaboradores, y se puede decir que así se expresa ahora en la herencia dejada en numerosos rincones de un bello jardín botánico que se descuelga hacia el mar Mediterráneo. Es el clásico vergel en el que no hay que perder detalle, incluido un sorprendente bosque. Hablamos del Jardín Botánico Marimurtra.

Marimurtra ocupa 11 hectáreas de un frondoso terreno escarpado en las laderas de Blanes que bajan al Mediterráneo. Es posible que casi la totalidad de sus visitantes no salgan de las 4 hectáreas del recinto acotado con sus tres jardines principales: subtropical, templado y mediterráneo. ¿Y las otras 7 hectáreas? Esas hay que trabajárselas. Se trata de un pinar de acceso libre con mantenimiento por parte del propio jardín –como desde un principio ideó Carl Faust– que se prolonga ladera arriba entre sendas emboscadas por una exuberancia botánica en la que no faltan alcornoques, encinas, robles y mirtos.

Mirto, arrayán, murta o murtra. He aquí cuatro de las decenas de nombres vernáculos que recibe este arbusto típicamente mediterráneo que inspiró a Faust para bautizar su obra botánica. La otra parte del nombre estaba clara, con el Mediterráneo abrazando el jardín: mar y murtra. Y ya, en catalán: Marimurtra. Es imposible no citar constantemente al padre alemán de todo esto, incluso desde el paseo marítimo de Blanes, donde una escultura lo representa sentado, frente al mar, levantando la vista para contemplar su obra maestra mientras sujeta un libro de su admirado escritor y compatriota Goethe.

Las Ciencias Naturales de su abuelo, el romanticismo de Goethe y el disfrute del placer que propugnaba la escuela del filósofo griego Epicuro están muy presentes en esos rincones que no hay que perderse de Marimurtra. Y más cuando se cumplen 100 años desde su creación. Josep Borrell, director general de la Fundación Carl Faust, resume esos primeros años: “En 1918 Faust empezó a comprar los terrenos del jardín y en 1921 manda construir una casa, obra del arquitecto Josep Goday i Canals, que actualmente es el punto de bienvenida para los visitantes. En 1924, cuando cumple 50 años, decide dedicar el resto de su vida a completar su sueño de crear un jardín botánico al servicio de la ciencia y los científicos. Ya no es una idea, sino que traspasa su empresa a su socio Kammann y se pone en serio con el jardín”.

Frondosidad de árboles con el Mediterráneo al fondo en el Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marimutra.

Frondosidad de árboles con el Mediterráneo al fondo en el Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marimutra.

Epicuro, Goethe, Linneo, Font i Quer y Margalef

El espíritu romántico y epicúreo que inspira a Faust se refleja en las terrazas, balcones y plazas que, con un parapeto siempre vegetal, miran al mar. Es el caso de la línea que une el estanque, la escalera Font i Quer y el mirador Carlos Pau, o la más concurrida y solicitada para selfies que baja desde la plaza de Goethe por las escaleras de Epicuro hasta el templete de Linneo. Casi nada, los nombres citados. Además de los reconocidos Epicuro, Goethe y Linneo –este último, creador de la taxonomía de los seres vivos–, nos encontramos con dos importantes botánicos coetáneos de Carl Faust, como son Carlos Pau y Pius Font i Quer. Con este último creó la fundación que lleva su nombre.

Desde un principio, el mecenas científico alemán se rodeó de lo mejor de la ciencia vinculada a la botánica, no desdeñó –todo lo contrario– ningún consejo, apoyo o colaboración de científicos eminentes en la materia, pero tampoco de los jardineros que le acompañaban día a día en la construcción y cuidado de su vergel. Uno de los paseos más bellos está dedicado al último jardinero que trabajó junto a Faust: Avelino Rabassa. Incluso abrió sus puertas a la formación de futuras generaciones versadas en las Ciencias Naturales.

Uno de aquellos alumnos fue Ramón Margalef, primer catedrático de Ecología de España y uno de los más respetados ecólogos de nuestro país. Todo lo cuenta Eduard Puigventós en su biografía de Carl Faust: “Margalef siempre recordaba que no hubiera podido iniciarse en el mundo de la biología y la ecología sin la ayuda de Font i Quer, García del Cid y Carl Faust”. La biografía se titula Marimurtra, la república de los biólogos, ya que la intención de su creador era que el jardín fuera “una república epicúrea de biólogos”.

La cuidada arquitectura del Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marimutra.

La cuidada arquitectura del Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marimutra.

Una “república” de plantas, aves e insectos

Se mantiene algo de ese espíritu republicano en Marimurtra. “Formamos parte del Index Seminum, una red en la que estamos conectados, entre otras entidades, jardines botánicos de todo el mundo. El objetivo es facilitar el intercambio de semillas de forma gratuita para mejorar la conservación y estudio de especies vegetales. Cada año mandamos varios lotes de los 185 taxones que ofrecemos”, explica Almudena Montaño, responsable de comunicación de la Fundación Carl Faust, y nos recuerda que en esta “república” también guardan una función primordial los insectos y, muy especialmente, las aves: “Ellas también traen y se llevan semillas”.

Con esta función en mente, agrada más oír y ver a petirrojos, carboneros, herrerillos, mirlos, currucas y pinzones –hay censadas 120 especies en el jardín–, a los que no les faltan comederos y cajas-nido donde comer y descansar o anidar. Algunos de ellos se perciben en el entorno de uno de los puntos de Marimurtra hacia el que, nada más entrar, se te van los ojos y los minutos: la pérgola que corona el jardín subtropical, donde también dominan las cactáceas. Subir y bajar sus escaleras ambientados por la humedad que exuda la vegetación se completa con paradas en otro busto dedicado al fundador de todo esto y a pequeñas charcas donde se dan cita, en sus aguas y en los alrededores, representantes de ese otro reino, el animal.

En el tránsito y estancia hacia la zona templada, además de los llamativos bambusales y los imponentes pies de cipreses, araucarias y palmeras, llaman la atención los más discretos laureles canarios y, también, carteles que confirman que, como todo buen jardín botánico, no deja de lado labores de conservación y protección de la biodiversidad. Por un lado, en el huerto, donde crecen tomates, maíz, fresas, lechugas… se advierte que no se utilizan productos químicos de síntesis. Borrell añade que todas estas plantas “crecen junto a hierbas que atraen polinizadores y utilizamos diversas infusiones para atajar posibles plagas. Además, trabajamos con variedades y semillas locales y con secuencias lógicas entre cultivos y polinizadores, para los que hay también hoteles de insectos”.

Cáctus en el Jardín Botánico Marimutra. Foto: Javier Rico.

Y entre la frondosidad vegetal surge una plantita de duna

De aquí hay un paso a participar, gracias al control biológico de estos insectos, en la red Mosquito Alert, impulsada por diversas instituciones científicas de Cataluña y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y cuyo objetivo es investigar y controlar mosquitos transmisores de enfermedades a través de la ciencia ciudadana. Con los pies de lleno en la conservación y en el jardín más mediterráneo es inevitable preguntar por una planta de porte más humilde –apenas se levanta unos centímetros–, pero de singular belleza que crece en la reproducción de un ecosistema dunar que mira al mar. También tiene una loable historia de conservación detrás.

Esa historia la explica el director general de la Fundación Carl Faust: “Es Achillea maritima, una de las 100 especies de plantas consideradas por la Generalitat de Catalunya en peligro de extinción. Quedaban pocos matojos en la costa catalana, y trajimos arena de la costa de Malgrat, la más cercana, para reproducirla. La tenemos también en el banco de semillas, congelada. El objetivo inicial del proyecto es recuperar la única población que puede considerarse natural en Cataluña y que se encuentra en la playa de Tamarit, en la provincia de Tarragona. Gracias al trabajo en Marimurtra hemos consolidado esta población con ejemplares de aquí”.

Impresionantes bambús en el Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marimutra.

Impresionantes bambús en el Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marimutra.ç

La naturaleza se desboca en el Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marmutra.

La naturaleza se desboca en el Jardín Botánico Marimutra. Foto: Jardín Botánico Marmutra.

El agua de los capuchinos, sin plástico

Entre Aquillea y otros representantes de la flora mediterránea, donde no faltan pinos carrascos y, por supuesto, mirtos por doquier, se culmina un paseo hacia el extremo noreste de Marimurtra: la Caseta de los Guardias. Llamada así por alojar antaño a dos familias de guardias civiles encargados de vigilar el contrabando de todo tipo de materiales por la costa, salta a la vista enseguida el porqué de esta función anterior mientras se baja la mirada hacia la abrupta orilla a nuestros pies. Vuelven a sorprender las vistas hacia el Mediterráneo, el bullicioso trasiego de gaviotas patiamarillas y cuervos y un edificio monástico que emerge entre más pinos en el promontorio rocoso previo a la playa de Blanes. Y aquí resurge de nuevo la figura de Carl Faust.

“Lo que vemos es un monasterio del siglo XIII. Faust se acercó a estudiar cómo conservaban el agua los capuchinos, y a partir de ahí consiguió que todo el jardín se abasteciera con depósitos y canalizaciones inspiradas en estos monjes, incluido el aprovechamiento del agua de lluvia. Ahora nos aplicamos la lección con el fin de reducir el uso de botellas de plástico y tenemos hasta diez fuentes de agua potable”, resume Josep Borrell, para que Almudena Montaño ponga el epílogo: “La biodiversidad nos ha catapultado. Hemos pasado de ser un jardín bonito a ser relevante para la biodiversidad, en el que todo el mundo que nos visita tiene que aprender algo”.

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