Los 11 discos que nos han dado más alas en el último año
Un año más dejo aquí mi personal lista de discos pajareros del año, la correspondiente a 2018. Ya sabéis, aquellas grabaciones que en letras, portadas, nombre de artistas y bandas o compromiso de estas aparecen aves como mero elemento decorativo, alegoría o, eso, compromiso por su conservación y protección. Sí, me diréis que faltan Mercedes Peón, Aidan Moffat, Julia Holter, Luke Haines, Rusos Blancos, Belly, Nils Frahm, tunng, Rozalén, Jain, Santi Araújo, The Wave Pictures… No caben todas las aves musicales, solo las que han revoloteado más cerca de mí
Mención especial merece en esta lista la agachadiza común del último disco de John Grant, que para mí homenajea a unas visitantes ilustres y mediáticas que estos días merodean por el tramo más urbano del río Manzanares de Madrid, gracias a la renaturalización de sus aguas. Dichas visitantes son precisamente agachadizas comunes y chicas. Tampoco quiero dejar sin citar a Plovers, un grupo australiano que en su nombre lleva la familia a la que pertenece el Ave del Año de 2019: el chorlitejo patinegro.
‘A humdrum star’, de GoGo Penguin
Estos pingüinos de Manchester (Inglaterra) hace años que me llevan maravillando con sus cruces perfectos entre música clásica, jazz, electrónica y rock. Ahora han vuelto a rozar la perfección con su cuarto disco: A humdrum star. Hay que añadir que, además del ave nadadora de su nombre, en este último título aportan la que para mí es una de las mejores canciones del año: Raven (cuervo en inglés). Hablaba antes de cruces perfectos entre estilos musicales, pues bien, aquí el piano (primero), el bajo (que le sigue) y la batería (la apoteosis) se marcan una amalgama de post rock y drum and bass sobre una melodía a las teclas que sobrecoge.
‘Love is magic’, de John Grant
El techno pop revisitado con clase, con sentido y con muchas aves de por medio. Me gana Grant desde el minuto uno con la canción que abre el disco (Metamorphosis), tan Bowie vía Berlín (Low, en definitiva). La bomba ornitológica del disco es The common snipe (La agachadiza común), fruto de lo flipado que le dejó el sonido que emiten sus alas al volar, sobre todo en época de celo. No le des colibríes, picozapatos ni casuarios (como dice en la letra de la canción), que él de lo que se queda prendado es del sonido de la agachadiza común (lo reproduce en la canción con sintetizadores), tanto que dice estar disfrazado de ella en la portada del álbum.
‘The art of pretending to swim’, de Villagers
Sí, The common snipe deja cierto gusto a Alan Parsons Project (¿o a Grandaddy?) en el pabellón auditivo; como algunos de los temas que componen la nueva obra de los irlandeses Villagers, capitaneados por Conor O’Brien. Pero en el primero que suena (Again), y además con cantos de aves (semejan gaviotas), los que me vienen a la mente son Hot Chip. Como un círculo que se cierra, las aves vuelven a formar parte del disco en el corte final (Ada), este sí más cercano a Parsons o los Pink Floyd más sinfónicos. El disco se acomoda demasiado en un neo soul que roza el soft-pop, pero que de vez en cuando despierta con bajos musculosos y requiebros glitch.
‘Ole lorelei’, de Soleá Morente
Soy un acérrimo defensor de Rosalía, con lo cual ni me inmuto ante quien me suelta que Soleá Morente se ha metido en tal deriva “apropiacionista” que suena a Camela mezclados con Human League en Baila conmigo. Nada, personalidad arrolladora que se demuestra cuando comienza su disco con un sentido “En este corazón hay una alondra que canta solo para ti”, fusionando flamenco y etno-techno arábigo; que además sigue con unas alegrías feministas (Grandes locuras) también con aves de por medio: “Una tórtola canta en un almendro / Y en su cante decía no tengo dueño”. Y sí, me encantan los volantazos de la mediana de los Morente, del electro-Jeanette a la rumba-funk, incluso blaxploitation.
Más alondras, entre otras aves, en este caso cantando a siringe partida (durante ocho minutos) nada más comenzar el presente disco con The beckoning, sobre una marea de drones que hipnotiza. Alexander Hacke, uno de los miembros fundadores de Einstürzende Neubauten, y Danielle de Picciotto presentan una subyugante muestra de dark ambient que nada tiene que ver con la colorida portada en la que es protagonista un colibrí. Lo de las aves lo deben llevar en las venas porque en otro gran elepé, su anterior Menetekel, lo abren con un bullicio de gaviotas en All are welcome. Definitivamente, Dead Can Dance en modo dark ambient.
‘Solar system’, de Alondra Bentley
Por si eran pocas las alondras parió disco Alondra Bentley en 2018, mucho menos folk (o casi nada) de lo que acostumbra la hispano-británica. Yo diría que, como ocurre con John Grant, abraza sobre todo el techno pop más ochentero, aparte de otros terrenos electrónicos, aunque mi tema favorito tiene una tendencia más progresiva y psicodélica (Tiny portions of the sun), con un bajo descomunal, que me deja alelado. También me gana con los guiños kraut pop a lo Stereolab.
Rosa, Martaé, Virginia y Belchi son Pájara Rey y se marcan un debut en forma de mini elepé maquetero que entronca con la personal revitalización del punk-pop (ellas lo llaman el jijipunk) que están haciendo paisanas y paisanos suyos desde Murcia (léase Perro) o Las Odio desde otras latitudes. Están en la lista por su nombre y porque el tema que cierra el disco, Dinosaurio, no deja de hacer mención al ancestro primitivo de las aves. Letras para seguir al pie de las ídem y regocijarse con su irreverencia punk.
Otros dos pájaros de buen agüero españoles han sacado disco en 2018: Yuri Méndez (W como Pájaro Sunrise) y Andrés Herrera (Gran poder como Pájaro). Dejamos la parte más electrónica (incluso electroclash) del primero, al que ya recogimos aquí en la lista de 2016, y nos quedamos con el tex-mex, las guitarras surf, el rockabilly y el blues añejo del músico sevillano. A destacar las letras socialmente comprometidas, que culminan con A galopar de Rafael Alberti con un toque Morricone.
‘Superorganism’, de Superorganism
¿El Utopía de Björk de este año? Bueno, salvando muchas distancias, eh. La semejanza se queda en lo cosmopolita de una formación que cuenta con músicas y músicos de Japón, Estados Unidos, Australia, Inglaterra y Corea del Sur; y en los numerosos temas que se acompañan con cantos de aves: Nobody cares, Reflections on the screen, Something for your M.I.N.D, Night time y en su ¿one hit wonder? Everybody wants to be famous. Por lo demás, nada especial que no hayamos escuchado antes con la propia Björk, Cristal Fighters, M.I.A… Y más referencias animales: uno de sus miembros tiene el alias de Tucan y en la portada de este disco de debut aparece una ballena.
‘In chaos becrowned’, de Acârash
No podía faltar la cuota metalera, que también quedaría representada por el nuevo grupo formado por miembros de Tool y Mastodon: Legend of the Seagullmen. Pero nos quedamos con el black metal de los noruegos Acârash y su disco de debut (quién lo diría), al que no le faltan aportes doom. Como tampoco le faltan aves, sobre todo córvidos. Cuervos, muchos cuervos: en la portada, en las letras, en los títulos de las canciones e incluso graznando en algunas de ellas, como en Gathering of crows.
‘Positive reinforcement’, de Plovers
Punto y final para una debilidad manifiesta por este mini elepé de un grupo australiano que en su nombre lleva la denominación en inglés de la familia a la que pertenecen chorlitos y chorlitejos. Todo comienza muy hardcore, incluso hay ramalazos metaleros, pero a la vez mostrando su tendencia hacia sonidos de buen post-punk ochentero británico, que se mira lo mismo en Killing Joke que en New Model Army. Y no, este conglomerado no suena a bandazos mal dados, sino a una bandada (de aves) bien organizada.
Comentarios
Por Lauren, el 21 marzo 2019
Genial lista. Sí, el disco de Santi Araújo me parece de lo más brillante que he escuchado en años. Yo lo habría metido, pero guay que lo menciones