16 cortos para entender rápido qué está pasando en la Tierra
Acaba de terminar en Madrid la muestra de cine ambiental Another Way Film Festival. Entre las muchas actividades llevadas a cabo, se organizó un certamen de cortometrajes enfocados a la sostenibilidad, el cambio climático y los movimientos sociales. En ‘El Asombrario’ hemos hablado con una de las personas que hizo la selección y con dos directores.
Sin conocimiento no hay acción. Y sin acción, no hay cambios. Por eso es tan importante entender la realidad y que la hagamos nuestra. Acercarnos a la crisis climática que estamos atravesando a través de datos científicos puede resultar contraproducente, ya que suelen ser costosos de entender. Sin embargo, la cultura, y más concretamente el cine, son una buena herramienta.
La semana pasada se ha celebrado en Madrid el Another Way Film Festival, una muestra de cine ambiental que busca justo eso: que conozcamos más la crisis climática para que nos pongamos en movimiento. Unos días plagados de actividades entre las que destacó el sábado un ciclo de 16 cortometrajes, con una gran variedad de temáticas y la colaboración de Signus. Algo que no es de extrañar, ya que este año se han presentado más de mil proyectos. Según Soledad Marqués, una de las personas encargada de la selección de los cortos, las elegidas han sido obras que nos ayudan a reflexionar y a cambiar, pero siempre teniendo en cuenta la calidad y la temática. “Y hemos intentado dar más visibilidad a las directoras también”, comenta a El Asombrario.
Contaminación del agua, explotación humana, lucha contra la naturaleza, medios de comunicación y cambio climático… las propuestas han sido de lo más plurales. Además, contaron con una sección nacional y otra internacional, con nueve y siete cortos, respectivamente, un hecho que ayuda a entender las diferentes culturas y cómo se enfrenta cada una a esta crisis.
“Además de los cortos nacionales, hemos tenido una sección internacional con obras de Kenia, Perú, Kazajistán… Esto ayuda a ver cómo se enfoca en cada cultura el problema medioambiental y la lucha. Ver el recorrido de cada una te ayuda a ver el punto en común y el tránsito y la evolución de cada país”, explica Soledad Marqués.
Una visión más completa
Así, el cortometraje Water aborda el problema de la contaminación del agua desde los medios de comunicación. Una obra que a Soledad Marqués le recuerda a No mires arriba, “a cómo los enfocan este problema: oyen, pero sin escuchar. Creo que este cortometraje lo hace muy bien”.
En El silencio en las flores se narra desde la ficción la muerte de las flores. Pez volador nos muestra cómo se están alterando los entornos. Ciclo de carga, el cortometraje peruano, habla sobre el conflicto que ocurre en Puerto de Masusa, en el Amazonas. “En este corto ponen el foco en el trasiego que hay entre personas, animales, medioambiente y cómo se está contaminando esa zona. La odisea que viven estas personas: una visión muy concreta con la que te sientes muy identificada”, explica Soledad Marqués.
“También quería resaltar el cortometraje ucraniano que nos sitúa en la II Guerra Mundial en Mariúpol. Es muy interesante porque explica cómo en el pasado esta ciudad acogió a refugiados de la guerra, esas mismas personas que ahora huyen por este nuevo conflicto”. Una obra que muestra que ningún lugar es seguro. Algo que sucede también con la crisis climática. Y es que, si no cambia la situación, de aquí a unos años España se convertirá en un desierto y seremos nosotros los que tendremos que huir por el clima. “Por eso son interesantes este tipo de cortos, porque ayudan a reflexionar y buscar soluciones”.
¿Puede el espacio ayudar a entender la crisis climática?
La ONG The Karman Proyect propuso a los directores Nono Ayuso y Rodrigo Inada realizar un corto que uniera dos temáticas: crisis climática y espacio. Algo que puede resultar extraño, pero es que esta organización se creó con el fin de poner de acuerdo a todos los actores del espacio, tanto públicos como privados. Es decir, a instituciones y empresas tan conocidas como la NASA, la ESA (Agencia Europea del Espacio), a la china, a Airbus, a Tesla y a un largo etcétera.
Cuando se pusieron a trabajar en el proyecto, los dos se hicieron la misma pregunta: ¿Qué podía unir estas dos cosas que parecen tan separadas? La respuesta llegó gracias a un podcast: el Golden Record. “El Golden Record fueron dos discos de oro que se enviaron al espacio que contenían imágenes y sonidos de nuestro planeta. Su función era que, si se encontraban con otra civilización, pudieran saber de nosotros. El problema es que esa imagen ya no existe, ya que la Tierra es algo totalmente distinto”, explica Nono Ayuso. “Por eso era la metáfora perfecta, ya que el planeta que recordamos solo está ahí”.
Un corto que además de jugar con esa metáfora, está dividido en dos capítulos para explicar el pasado y dar esperanzas de futuro. “Comienza con un hombre mayor y blanco que representa a la generación que nos ha empujado a esta situación. La de los años locos capitalistas desde la II Guerra Mundial hasta ahora. No se culpabiliza a nadie en concreto, pero intentamos representar a esa generación con planos fijos, lentos. La segunda parte está centrada en una mujer negra, y todo más rápido y metafórico. Queríamos contraponer a los dos personajes para resaltar que la segunda es una generación más empoderada, en la que da igual el género, la raza, da igual todo. Está mucho más unida y tiene menos complejos”, sostiene.
¿Quién ha puesto esas plantas ahí?
Cuando a Francisco Guirao y a Erea Pereiro les propusieron hacer un corto en un trabajo de clase, tuvieron muy claro de qué iba a tratar. Se habían mudado hacía poco a Malasaña, uno de los barrios céntricos de Madrid, donde alguien se dedicaba de manera altruista a llenar sus calles de flores. Sobre todo en la calle Pez, donde hay unos pantalones y unos zapatos que sirven de macetas.
Empezaron a preguntar por el barrio y dieron con Juan, un hombre que a través de esos pequeños gestos, intentaba construir un mundo mejor. “Nos propusimos el reto de encontrarlo y que nos contara delante de la cámara su proceso. Los comerciantes de la zona nos dijeron dónde podríamos encontrarlo y acabamos dando con él. Le explicamos lo que queríamos hacer y cómo queríamos tratarlo, y le pareció bien”, explica Francisco Guirao. “De ahí sacamos el trabajo, que era más corto, y gustó mucho en clase. Así que luego nos lanzamos a hacerlo más largo y con más mensaje”, añade.
Un pequeño empuje que hizo que poco a poco el barrio comenzara a tener más plantas y flores en los balcones. “Cuando paseábamos por Malasaña con él, siempre nos contaba que insistía mucho a los vecinos para que sacaran las flores, que las ofrecieran al barrio. Además Malasaña es de los pocos lugares de Madrid que no tiene zonas verdes, por lo que colocar las macetas fuera hacía mucho”, cuenta. “Con esos actos, él no quería lanzar solo un mensaje de cuidar el barrio, sino concienciar a la gente joven, que es a la que más llama la atención, para salir a la calle. Que luchemos por algo más que no sea el barrio, sino también por el planeta. Que se creen movimientos para que no lo destrocemos”.
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