De ‘20.000 especies de abejas’ a ‘Cuerdas’: el activismo de Estibaliz Urresola
A raíz del éxito de su primer largometraje, ‘20.000 especies de abejas’, sobre las infancias trans, la directora Estibaliz Urresola Solaguren ha desplegado más el impactante corto ‘Cuerdas’, sobre la lucha de unas vecinas vascas contra la fábrica que les está contaminando la vida, ensuciando paisaje y salud, y sobre la hipocresía de ciertos patrocinios a la cultura. Compromiso y activismo en ambos trabajos. Hablamos con Estibaliz.
Rita tiene 90 años. Vive en un pueblo de Euskadi y cada mañana se ve obligada a limpiar el hollín que tapiza el alféizar de sus ventanas. Lo amontona cuidadosamente y lo guarda en una bolsa como prueba del aire venenoso que se respira en el lugar. El mismo polvo negro que tizna la ropa tendida y daña progresiva e irreparablemente los pulmones de su hijo, enfermo por culpa de la contaminación. Desde esa misma ventana, Rita ve las chimeneas de la petrolera humeando sin descanso, se fija en las altísimas columnas de humo que enrojecen cada atardecer cuando se prenden las luces de la factoría. Las imágenes, tristemente fotogénicas, tienen algo de Chernobilesco, de Blade Runner, pero ni estamos ni en la Ucrania de 1986, ni hay androides soñando con ovejas eléctricas. Solo intereses económicos por encima de las vidas humanas. Y, en medio, un grupo de mujeres se reúnen para cantar en medio de la precariedad que hace peligrar la continuidad del coro, mientras el áspero humo va cegando también sus cuerdas vocales.
Cuerdas ha recibido recientemente el Premio al Mejor Cortometraje en el Festival de Nantes. A su directora, Estibaliz Urresola Solaguren, se le juntó el final de este proyecto con el arranque de su primer largometraje, la excelente y aclamada 20.000 especies de abejas, que llegó a las salas de cine tras muchos aplausos en los Festivales de Berlín y Málaga, y unas críticas excelentes y merecidas. En la trayectoria de esta joven cineasta (Llodio, 1984) hay un activismo potente dispuesto a plantear dilemas urgentes en nuestros comportamientos y conciencias. Si en 20.000 especies de abejas nos reclama atención hacia el asunto de la transexualidad infantil, en Cuerdas el debate no es menor. La Coral necesita dinero y la petrolera les ofrece ayuda con una subvención. ¿Pueden las causas justas blanquear el dinero manchado?
He aquí la cuestión. Tú perteneces al mundo de la cultura, donde se manejan patrocinios y subvenciones.
Lo sé y trato de realizar todos mis proyectos sin perder la coherencia. Yo voy a seguir haciendo cine independiente en sintonía con lo que pienso, lo que digo y lo que hago. Espero seguir así.
¿De dónde viene la historia que vemos en ‘Cuerdas’?
Yo participé en unas jornadas de ecofeminismo en Bilbo, a las que acudí como espectadora y activista, pero sin la pretensión de sacar de allí proyecto alguno. Pero hubo allí una imagen que me sacudió: mujeres de muchas partes del mundo reunidas para luchar por la vida y la salud ambiental, casualmente la mayoría mayores de 60 o 70 años. Me pareció muy potente conocer a sujetos políticos tan activos en edades que no suelen tener cabida en la pantalla. Me produjo excitación, emoción, no sé… Conocí a Sara, una médica de Muskis, un pueblo cercano al mío, que me habló del movimiento vecinal en lucha contra la petrolera que estaba contaminando toda la zona, más allá del pueblo en cuyo centro se había instalado. La punzada vino cuando me contó que la propia fábrica estaba tratando de inmovilizar a la gente a través de patrocinios culturales, ya fueran asociaciones deportivas o grupos de canto. Cantar y alzar la voz, esa imagen me servía para denunciar ese tipo de sobornos.
¿Quiénes son las mujeres de ‘Cuerdas’?
Mi investigación me llevó a recorrer la zona, y a medida que iba conociendo a la gente, tenía más claro que ahí había algo que contar. La idea del coro me fascinó porque reunía el perfil de personajes femeninos que yo estaba buscando. También porque mi madre cantó de siempre en un coro, retomando la actividad especialmente tras el duelo por la muerte de mi padre, y fue para ella mucho más que un rato de ocio. Sara, la médica, me habló de un grupo de teatro y luego de una coral en otro de los pueblos cercanos. La primera respuesta que me daban siempre era: “Uy no, ¿pero cómo vamos a salir nosotras en un corto?”. Luego repasaban la cantidad de conocidos que habían enfermado por la contaminación y se iban convenciendo. Así surgió el debate que yo estaba buscando. Darles un papel escrito les sirvió como parapeto ante la sobreexposición.
Y ahí estaba Rita.
No. Rita, Begoña Suárez, era la presidenta honorífica de Meatzaldea Bizirik, una asociación vecinal muy activa que se ocupa de emprender las acciones legales. Nuestra primera reunión duró cuatro horas y de ahí pasamos a comer todas las semanas. Cuando fuimos cogiendo confianza, le propuse protagonizar el corto y lo de siempre: “Yo no quiero visibilidad, yo no voy a ser capaz…”. Hasta que le dije que para hacer de Rita le bastaba con ser Begoña, y finalmente aceptó. Con 91 años.
De los 91 años de Begoña Suárez, a los 9 de Sofía Otero en ‘20.000 especies de abejas’. No está mal el arco. ¿Era Sofía consciente de estar interpretando a un niño que quiere volver a nacer para llamarse Lucía?
Lo entendió perfectamente desde el principio. Los niños suelen normalizar ciertos asuntos mejor que los adultos. Lo descubrí en las entrevistas con las familias, donde son los propios hermanos los primeros en darse cuenta y en ayudar a la socialización de los cambios de género, mientras que a los padres se les rompen muchos más esquemas. Eso también quise reflejarlo en la película, que el resto de los niños y niñas del reparto entendieron lo que le ocurría al personaje de Sofía, una niña listísima con la que trabajé el guión de una forma diferente y mucho más pedagógica. Ensayábamos en sesiones individuales antes de las grupales, desglosando las diferentes tramas de la historia. La llegada al pueblo, el río, la abuela, la tía, las abejas… Yo le contaba la secuencia y ella iba dibujando en post-its de colores, enriqueciéndola con su propio lenguaje, ayudándome también a mí a entender cómo se veía en el relato. Jamás leyó mi guión, pero acabó dibujando el suyo.
¿Te sorprendió lo que dijo al recoger el premio a la mejor actriz en Berlín? “Pienso dedicar mi vida a la interpretación”.
En absoluto. Ya en las conversaciones con sus padres lo tuve claro. Ellos insistían en que su hija era una actriz nata y yo les contestaba que eso lo solían decir todos los padres, pero en este caso era verdad. Tenía una capacidad increíble para improvisar todo tipo de escenas, entrando perfectamente en el juego, le pidieras lo que le pidieras.
¿Actores naturales versus actores profesionales?
Cada historia tiene diferentes necesidades y hemos de ponernos al servicio de lo que queremos contar. En el caso de Cuerdas, el ambiente y el efecto que yo buscaba, que el mensaje no se perdiera en alguna parte del proceso, solo podía conseguirse con actores naturales. En Las abejas, con un guión hiper-escrito que, al mismo tiempo, necesitaba de ciertos espacios, la presencia de los actores profesionales con todas sus herramientas fue fundamental en la película.
Además de esta charla, por suerte cara a cara, tienes otras dos entrevistas telefónicas esta misma mañana. ¿Tsunami de éxito?
La verdad es que me genera muchísima alegría, pero también me veo demasiado en el foco y no es el lugar donde más me gusta estar. Entiendo que forma parte del acompañamiento que las obras necesitan, y a la gente le interesa conocer el contexto porque enriquece su visionado, pero estar entre constantes explicaciones puede alejarme. Sé que no me va a quedar otra y lo tengo asumido pero de momento he cerrado mi Instagram. (Risas)
¿Existen de verdad 20.000 de especies de abejas?
Según Google, sí. Las abejas son animales que a priori dan miedo, pero a medida que conoces cómo se comportan y lo que son capaces de producir, te acaban generando hasta ternura. Con las personas diferentes, nos pasa lo mismo. Y la infancia trans es algo así, provoca rechazo, pero cuando te acercas, te fascina. Puro desconocimiento. Toda mi admiración para esos niños y niñas, y para las abejas garantes de la vida y amenazadas por las malas acciones de los humanos y los sistemas de producción salvajes. Como en Cuerdas.
Dudo que la Inteligencia Artificial sea capaz de producir algo tan prodigioso como la miel…
…Alimento suficiente para nuestra subsistencia. Espero que no, no podemos ser Dios.
‘20.000 especies de abejas’ sigue proyectándose en cines. ‘Cuerdas’ se emitirá en La 2 el 18 de junio.
Comentarios
Por Nuestra quiniela para los Goya: nieve, abejas y sueños de robot, el 09 febrero 2024
[…] se han otorgado en las distintas comunidades y otros foros de referencia. Los productores premiaron 20.000 especies de abejas como mejor película en sus Premios Forqué. Los cineastas catalanes, a Creatura en los Premios […]