20 años de ‘Omega’, el revolucionario disco de Enrique Morente

Enrique Morente y Leonard Cohen en 1993.

Enrique Morente y Leonard Cohen en 1993.

Enrique Morente y Leonard Cohen en 1993.

Celebramos las dos décadas de ‘Omega’, trabajo mayúsculo de Enrique Morente junto a Lagartija Nick que desde su edición expandió las posibilidades del flamenco y el rock hasta límites antes desconocidos. Recordamos la gesta de la creación del disco junto a Antonio Arias, bajista y cantante de Lagartija Nick, co-autor de todos los pasajes eléctricos del disco; Borja Casani y Sabine Ecomard, de ‘El Europeo’, el sello que arriesgó para que el disco saliese al mercado; Ángel Bernardi, de Estudios Benardi en Granada, donde se grabó gran parte del trabajo, y Bruno Galindo, autor del libro coral sobre esta obra imprescindible.

«Omega es la visión de Enrique Morente sobre Poeta en Nueva York de Federico García Lorca». Con estas palabras abre el libreto de la obra capital del desaparecido cantaor granadino. No solo a Lorca, también se adapta a Cohen, con un discurso inédito que aúna pureza flamenca y vanguardia rockera -o viceversa-. Pasajes de tormentosa y ruidosa electricidad de la mano de Lagartija Nick y remansos de doloroso quejío flamenco junto a otras luminarias del género, que llevan 20 años iluminándonos cual pozo sin fondo. Desolación lírica, rock industrial y arte jondo conforman este trabajo de irresistible, insondable belleza.

MORENTE PLANEA ADAPTAR A COHEN Y A LORCA

Sabine Ecomard: Conocía a Enrique de la noche de Madrid, coincidiendo en el circuito flamenco: el Revólver con los Lunes Flamencos que llevaban Santi Camuñas y Juan Verdú, el Candela, etc. Yo trabajaba en El Europeo con Borja Casani y llevé a Enrique: queríamos hacer una larga entrevista y acompañarla de un flexi-disco para un número especial de la publicación.

Borja Casani: Al mismo tiempo estuvo en Madrid Leonard Cohen y Alberto Manzano, su amigo y traductor, nos propuso hacerle una entrevista para la revista. Hubo una reunión con Cohen en el Hotel Palace a la que asistió Morente y finalmente Alberto nos envió la entrevista con una foto en la que éste aparecía con Enrique y unas respuestas en las que Leonard hablaba de lo que le gustaría que un artista tan importante como Morente trasladara sus canciones al flamenco. Pensamos que el flexi-disco debía ser de Enrique cantando a Leonard Cohen. Sabine le trasladó la idea, pero Enrique era muy lento con sus cosas, de la pregunta a la respuesta pasaron meses. El siguiente recuerdo es estar escuchando una casete que Enrique había grabado con canciones de Cohen en Madrid con Raúl Alcover. Incluía una deslumbrante versión de Take This Waltz que me dejó atónito. Decidí que mi vida no tenía otro sentido que hacer un libro-disco conjunto de Enrique Morente y Leonard Cohen. Desde ese momento Sabine y yo con la ayuda de Juan Verdú comenzamos a seguir a Enrique en conciertos y a montar citas en una etapa deportiva a la que denominamos «morenting» por la cantidad de pruebas que nos hizo pasar. Uno de los conciertos fue en el Lincoln Center de Nueva York, en plena tormenta de nieve. A ese concierto de flamenco clásico invité a mis amigos de allí, entre los que se encontraba Lee Ranaldo de Sonic Youth. En Nueva York paseando y comprando ropa, recuerdo que casi convencí a Enrique de hacer el disco con nosotros. De los flexi-discos habíamos pasado a editar una colección de libro-discos en los que proponíamos al autor incluir textos, poemas  y dibujos en una obra conceptual completa.

Antonio Arias: Mi hermano Jesús era un gran fan de Morente y tenía esa idea de adaptar el poema Omega. Yo estaba detrás de Enrique desde que volvió a Granada el 1994. Ya lo conocía desde 1982, cuando yo militaba en 091 y teníamos el mismo mánager. Me tiré un año intentando convencerle, y mi hermano también, evidentemente íbamos en la misma dirección. Al fin conseguimos que viniera a nuestro ensayo y ese mismo día ya teníamos la estructura de la canción Omega. Eso le animó a tocar con nosotros en diciembre de 1995 en una presentación del disco de Lagartija Nick, Su. Allí pudimos comprobar que el sonido que teníamos juntos era fantástico tanto con el nuevo material como en las adaptaciones que hicimos de Cohen.

LA GRABACIÓN DE OMEGA

Sabine Ecomard: Enrique había empezado a desarrollar un proyecto absolutamente atípico con Lagartija Nick. Aun no se llamaba Omega; era pura investigación y espontaneidad, una experimentación mutante, un salto al vacío, pura vanguardia, que al propio Enrique le resultaba sorprendente. Enrique no confiaba en que sus interlocutores habituales le manifestasen mucho entusiasmo, sabía que habría mucha incomprensión.

Borja Casani: Enrique trabajaba en Granada con los hermanos Arias y Lagartija Nick en la producción del tema Omega, que finalmente sería el corazón y el título del disco. Leonard Cohen se había retirado del mundo en un convento budista californiano para acompañar a su maestro Roshi en los últimos momentos de su vida. No pudimos contactar con él para hacer el libro disco. Cuando recibió el disco nos escribió maravillado y agradecido. La producción del disco fue apasionante y no hubo una sola escucha en la que no me sorprendiera, me angustiase y me fascinara al mismo tiempo. Hubo emociones de todos los tipos.

Antonio Arias: Morente se entregó desde el principio consciente de las repercusiones que nuestro encuentro podía provocar. Visto el recibimiento de la actuación nos animamos a adaptar otros poemas de Lorca: yo quería abordar Vuelta de paseo, adaptación por granaínas del poema junto con una composición mía. Lo mismo ocurrió con Ciudad sin sueño, sus aportaciones redimensionaban la canción, al igual que en Omega. Mi hermano tenía la adaptación de Niña ahogada en el pozo que terminamos todos juntos. Trabajar con Morente en esas composiciones fue fantástico. Otra cosa es lo que pensaba su entorno de amistades, le decían: “Si por lo menos tocaran los instrumentos, pero o golpean las guitarras o las ponen enfrente de los amplis… ¡Eso no es tocar!”, se referían a los feedbacks de Omega y volvíamos a repetirles que se tocaba así, que no era un engaño. Sorprendía mucho nuestro sonido de continuos acoples y golpes.

Sabine Ecomard: Enrique nos hizo partícipes del día a día de su aventura. Venían los Lagartija a El Europeo, con quienes teníamos mucha afinidad. Vivíamos la creación y el desarrollo del proyecto, participábamos en la gestión. Íbamos a Granada, al estudio, y nos juntábamos para acudir a los primeros conciertos en que se empezaron a presentar en directo algunos temas, causando gran impacto en las parroquias y estupefacción en la tribu de los flamencólogos. Hubo de todo, mucho trabajo, descubrimientos deslumbrantes, errores, cambios, broncas, negociaciones, había que saber adaptarse, intermediar. Enrique era un hombre brillante, de… mucho carácter y, ante todo, era un amigo, era generoso con su gente, divertido, imaginativo y gran conversador, y las noches de amigos y música eran interminables.

Antonio Arias: Aprendíamos flamenco sobre la marcha. Enrique nos enseñaba los ritmos flamencos y las tonalidades y al momento las teníamos interiorizadas. Siempre te orientaba hacia el flamenco antiguo, el de discos de pizarra, aprendimos un montón. La experiencia nos llevaba a querer ser el otro: Morente quería ser rockero y nosotros queríamos ser flamencos, y creamos ese rock jondo. Gracias a Omega trabajamos con los mejores artistas del flamenco, todos adoraban a Enrique y recibían la propuesta con mucho entusiasmo: Juan Manuel Cañizares, Miguel Ángel Cortés, Tomatito, Vicente Amigo, Carmen Linares, Isidro Sanlúcar, Montoyita, El Negri… Creo que lo que más animaba en Omega a Morente era el apoyo incondicional por parte de su familia: Aurora, Estrella, Soleá y José Enrique, a todos les encantaba, si no hubiera sido por ellos lo mismo Enrique no hubiese empleado tanto tiempo. Estuvimos grabando durante año y medio. En Granada, Madrid y Sevilla. Hubo muchas y grandes colaboraciones, en cada intervención cada uno dio lo mejor de sí engrandeciendo la obra.

Ángel Bernardi: Había una idea que fue creciendo y cambiando con el paso de las sesiones, a la obra se le dio forma dentro del estudio. Enrique era el que creaba y supervisaba, pero dejaba libertad a todo el que participaba para aportar ideas, nada cerrado. Cada canción vivió su proceso hasta la grabación definitiva. Siempre eran jornadas de tarde, nunca de mañana. Primero llegaban los Lagartija, revisaban la sesión del día anterior y preparaban todo para la llegada de Enrique. Cuando él aparecía, casi nunca lo hacía solo, siempre acompañado de Aurora, su mujer, y de sus tres hijos. Además, solían venir amigos íntimos que le acompañaban en las sesiones. Para mí era todo un poco caótico, luchaba por conseguir el mejor ambiente en el estudio y era el propio Enrique el que lo llenaba de espectadores. Enrique necesitaba su “propio universo” para estar a gusto. Lo curioso y contradictorio era escucharle quejarse a veces de la poca intimidad que había para grabar… Enrique era serio en el trabajo. Se concentraba y se entregaba en lo que estaba creando. Dentro del estudio no había tiempo para la juerga. Eso sí, después de una intensa jornada, si el cuerpo se lo pedía, podía irse a una cueva del Sacromonte a cantar y desahogarse hasta altas horas de la madrugada.

Borja Casani: Por la intensidad con la que se vivió todo, pienso que todos éramos conscientes, Enrique también, de que se estaba gestando una obra mayor. Tengo recuerdos imborrables y en la mayoría estoy mirando asombrado lo que hace Enrique.

Ángel Bernardi: Éramos conscientes de que se estaba gestando algo diferente. Algo tan arriesgado aún no se había hecho. Era dar un paso más allá y esa sensación reinaba. Podías sentir la confianza plena de todos los participantes en el “maestro”, que se contradecía con las dudas del propio Morente, que constantemente verbalizaba sus temores a la reacción del público. La prueba de que se estaba creando algo fuera de lo normal era el interés que despertó en el mundo de la música. Era normal recibir una llamada de Santiago Auserón o una visita de Carlos Núñez. La convivencia musical en el estudio era excelente. Todo el que participaba lo hacía con la ilusión de aportar lo mejor de sí mismo. La actitud fue de colaboración máxima por respeto a Enrique y por la confianza en cualquier proyecto que él emprendiese. Me sorprendía la humildad y la cercanía de gente consagrada como Vicente Amigo, Tomatito o José Manuel Cañizares.

Antonio Arias: Algo gordo tenía que haber para tener que pasar por todo lo que pasamos. Cuando presentamos la primera demo de la canción Omega en nuestra compañía, prácticamente nos echaron ese mismo día. Otra vez en el Teatro Albéniz, tras una actuación cerrando un concierto de Morente con Tomatito, por poco nos matan. Pero pudimos respirar todo el ambiente flamenco de Madrid en 1996, El Candelas con sus noches a puerta cerrada… Si el flamenco es una puerta que se abre desde dentro, entonces parece que nosotros la echamos abajo. Entramos en un ambiente bastante reservado, esa es la verdad.

Sabine Ecomard: Pero había que rematar la producción. Y ya no se trataba de un libro disco. Enrique ya había tenido algunos contactos con las grandes discográficas, y esa vía no le convencía, no se entendían, él pensaba que no veían lo que estaba haciendo, y no cubrían económicamente lo que pedía. Por otra parte quería guardar el control total de la obra. Él tenía un pequeño sello, pero iba a ser un disco muy caro, se necesitaban unos medios importantes, y un contrato atípico, en cuanto a los acuerdos a plasmar. Este disco tendríamos que sacarlo adelante nosotros mismos.

Borja Casani: Para ello planteé a Antonio Idzikowski, arquitecto y dueño de una compañía inmobiliaria, editor y mecenas de El Europeo, que había que invertir una cantidad de dinero seria en una producción de la que él se encontraba completamente alejado y que sobre el papel se antojaba disparatada. Finalmente le convencí, no sé cómo, de que, fuera lo que fuera aquello, y saliera lo que saliera, había que hacerlo.

Enrique Morente con Lagartija Nick.

Enrique Morente con Lagartija Nick.

DE OMEGA A LA ETERNIDAD

Sabine Ecomard: Hubo un acuerdo para la distribución y, hasta donde sabemos, se superaron las 50.000 copias. Las ventas arrancaron poco a poco, pero iban a más. El propio Enrique se sorprendió de las ventas, no se lo esperaba. Sabíamos que éramos partícipes de algo atípico y bastante genial, pero no podíamos imaginar que se convertiría en una leyenda. Era flagrante que no dejaba a nadie indiferente, era un revulsivo para los de aquí y un descubrimiento luminoso para los de fuera, con la fusión del flamenco, con una voz única, con un rock experimental brillante, la poesía universal de Lorca y la presencia imponente de la obra de Leonard Cohen. Creo que incluso Enrique sabía que se la había jugado, que no tenía claro adónde le llevaría Omega.

Borja Casani: Todo ocurrió fluidamente, pero quizá la propia rareza del sistema de producción y distribución contribuyó a convertirlo en un disco de culto. Sé que Enrique siempre pensó que artísticamente no, pero que comercialmente podíamos haberlo hecho mucho mejor. Tenía toda la razón.

Antonio Arias: Es un disco que tiene una gran historia que contar, con muchos momentos de gloria y muchas adversidades. Con un montón de años llevándolo al directo por todo el mundo, con mucho Ying y mucho Yang. La experiencia en directo era increíble. Siempre se lo dije a Enrique: “No me puedo creer que cuando lo doy al distorsionador al principio de Omega lo siguiente que oiga sea tu voz”. En los 15 años que lo hicimos juntos, entraba y salía más gente de la que te puedas imaginar. Experimentamos con bailaores, con un sinfín de músicos de muchas partes del mundo y no hay ninguno del que no aprendieras algo. Podíamos hacerlo de muchas formas. Es un espectáculo que se adaptó muy bien a los grandes escenarios, sobre todo porque a veces llegamos a estar 21 personas actuando.

Bruno Galindo: En Omega hay inteligencia, apertura y espera. Es un proyecto de gran complejidad que pasa por varias etapas marcadas por personalidades e influjos distintos. El tiempo de gestación ayudó a Enrique a ir viendo lo que tenía entre manos, y a que esto mutara y madurara. Vi Omega en directo varias veces. Conocía a Enrique de haber coincidido en conciertos y haber compartido alguna que otra fiesta. Tras recibir el encargo de hacer un libro sobre Omega (Historia oral del álbum que unió a Enrique Morente, Lagartija Nick, Leonard Cohen y Federico García Lorca. Lengua de Trapo, 2011) hablé con Antonio Arias y con Enrique Morente para plantearles qué les parecería que existiera el libro y si colaborarían. Me cité con Enrique en una terraza en Puerta de Toledo, cerca de su casa. Las agendas no lo pusieron fácil después de eso, pero encontramos tiempo para hablar del disco y registrar recuerdos de uno y de otro. Su muerte sobrevino cuando estaba trabajando en el libro. Fue terrible. Recibí una llamada de Enrique el 1 de diciembre. Habíamos quedado en vernos en esos días para avanzar con el libro, y en esa llamada me pedía tiempo. Sonaba nervioso. Me dijo: “Bruno, aquí están hablando de operar, hablamos en unos días”. Los días que siguieron fueron de una enorme amargura y preocupación, y también de mucho cariño alrededor de la familia en la Clínica de la Luz. A la semana siguiente, Enrique estaba en coma, y a las dos semanas había fallecido.

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Antonio Arias y Enrique Morente.

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 20 abril 2016

    Un maestro.

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