25 ‘Generaciones’ de arte contemporáneo para hablar de tiempos raros

Una sala de la exposición ‘Generaciones 2025’. La Casa Encendida, Maru Serrano, 2025.
En la Semana Grande del Arte en Madrid, os invitamos a seguir nuestro recorrido por inspiradoras exposiciones en la capital. La Casa Encendida de la Fundación Montemadrid acoge una exposición de obras escogidas de este primer cuarto de siglo del certamen ‘Generaciones’. Un programa que se extenderá a lo largo de todo el año, al que ahora, hasta el 20 de abril, se une la convocatoria ‘Generaciones 2025’. A partir de esta convocatoria se anuncian cambios que apuestan por valorar aún más el creativo.
“Seguimos hablando de las mismas cosas que hace 25 años, pero no lo hacemos de la misma manera”, sostiene Rocío Gracia Ipiña, la comisaria de Veinticuatro años y un día, durante su presentación en La Casa Encendida (LCE) de Madrid. La muestra se funda en una mirada retrospectiva hacia la colección que se ha formado tras las 25 ediciones de la convocatoria anual Generaciones. Este certamen –al que se han presentado hasta hoy unas 18.000 personas– ha ido descubriendo y premiando a los artistas contemporáneos que han surgido en España en este primer cuarto del siglo XXI.
Acerca de la oportunidad de esta recopilación, Pablo Berástegui, director de LCE, señala que, en este momento, “adquirir compromiso con las cosas es importante” y de eso se trata este “apoyo a los artistas” que se celebra en 2025. Asegura que también es un “tiempo de reflexión en el que tenemos que pensar de qué manera podemos continuar dando un servicio a las comunidades artísticas, que siguen siendo el material más sensible y más precario dentro de la producción de arte”.
Por empezar, a lo largo del año, se muestran en LCE alrededor de 60 obras escogidas entre las más de 300 que integran la colección y que marcan los contextos de producción, afinidades y preocupaciones de una cincuentena de creadores nacidos entre 1964 y 1999. Además, cada obra referencia los nombres propios, criterios y actividad de quienes entonces la eligieron, en tanto miembros de aquellos jurados. Esto posibilita la reflexión sobre la evolución de los intereses artísticos y de la crítica en España, gracias a un programa expositivo anual, y dispuesto en fases.
La primera fase es la muestra presente, que propone una reinterpretación de los géneros establecidos por las academias de Bellas Artes (bodegones, retratos, paisaje y costumbrismo), según las firmas de artistas como Nora Barón, Elena Aitzkoa, Nora Aurrekoetxea, Regina de Miguel, Adriá Juliá, Federico Guzmán, Javier Peñafiel, Ye$Si Perse y Anna Moreno, entre otros. La exposición que se inaugura en mayo, llamada Adónde irá el pájaro que no vuele, comisariada por Ángel Calvo Ulloa y Julia Castelló, reúne a creadores que han participado en alguna edición previa de Generaciones, pero invitándoles a desarrollar nuevos proyectos. Finalmente, en septiembre, se presentará Oro tejido con paja, que corresponde a artistas nacidos antes de 1965, los cuales –debido a la limitación de edad– no pudieron optar a participar en el premio.
Tras el diálogo con la comisaria Gracia Ipiña, sabemos que “una de las premisas de esta propuesta –para que tuviera el mismo sentido que el premio– es que había que sacar de los depósitos la obra de artistas que hoy estuvieran en activo”. Para su sorpresa, casi todos los escogidos en las sucesivas convocatorias del Premio siguen en actividad. “Otra cosa”, advierte, “es que estén en los circuitos de Madrid o Barcelona o en las galerías que uno visita más”, algo que la curadora relativiza, porque “todos los circuitos valen”. Pone en cuestión, así, los criterios en base a los que se articulan los “grandes nombres”. Además, se pregunta, “cuál es la idea de triunfo, ¿estar un año en Dokumenta, y después?” Algo de lo que sí está segura es que hoy “se prolonga el periodo de formación internacional por mucho más tiempo que el que se permitían los artistas de generaciones anteriores”.
Además, comenta Gracia Ipiña que lo que aquí se exhibe es el trabajo de artistas que, en general, “hoy están en mitad de su carrera”, con más o menos repercusión mediática. Aclara que quizá los que tienen menos actividad sean quienes han optado por dedicarse a la docencia universitaria, lo cual “supone una carga”, o que “hayan tenido que preparar una oposición”. Y concluye: “Son decisiones”.

Vista de la exposición ‘Veinticuatro años y un día’ en La Casa Encendida.
Los ocho emergentes de 2025
En simultáneo con Veinticuatro años…, en otras salas de LCE se presenta la exposición Generación 2025, dedicada a los emergentes del presente, menores de 40 años; esto es, los ocho artistas seleccionados en la XXV edición de la convocatoria Generaciones: Noela Covelo Velasco (Pontevedra, 1994), Isabel Merchante (Madrid, 1999), Tana Garrido Ruiz (Tarragona, 1989), Álvaro Chior (A Coruña, 1992), Mar Reykjavik (Valencia, 1995), Elián Stolarsky (Uruguay, 1990), Javier Velázquez Cabrero (Madrid, 1990) y Marina González Guerreiro (Pontevedra, 1992), con la coordinación de Andrea Muniáiñ.
Entre todas las expresiones de arte contemporáneo que traen estos jóvenes creadores, el espectador seguramente se sentirá inmediatamente atraído hacia el refugio/sala de proyección de Velázquez Cabrero, que trabaja con la puesta en imágenes de la subjetividad, toda vez que muestra los paisajes en movimiento que inspirarían a un bailarín en medio de la naturaleza. El joven madrileño –que se ha formado y trabajado en Berlín y México– firma Amaraña, una videoinstalación en la que conjuga sus virtudes como bailarín y artista visual a la hora de narrar las especulaciones que surgen de la leyenda de la Fonte do Riberirao de Sao Luis (Maranhao, Brasil) con sus reflexiones sobre el exuberante manglar.
Velázquez evoca “las posibilidades del cuerpo cuando siente un paisaje”, en sus propias palabras. En la maraña orgánica hay también un juego de sonidos. Todo está enmarcado entre las paredes de tela del búnker, que recuerdan la estética de los tabiques japoneses: “Para los procesos literarios me ha servido el butoh-fu, que es un sistema de notación para escribir coreografías y paisajes sensoriales, en los que los cuerpos se vuelven más plásticos, para imitar los movimientos de los animales… Es una manera de acercarse a la danza desde la literatura”.
Otra instalación escultórica de esas que no olvidaremos fácilmente es la inteligente y hermosa Lo que tarda un____en caer al_____(2024), de Marina González Guerreiro, que habla sobre el paso del tiempo en los materiales, narrando –en formas, texturas y ejercicios temporales– procesos que no solo afectan a los objetos. La artista gallega explica su investigación en torno a estos (la clepsidra, que mide el tiempo gracias a la duración en la que se derrama un líquido; las rampas y las bolitas que por ellas se deslizan, inspiradas en los experimentos de Galileo, los tejidos), acompañada por lecturas de Henri Bergson o del ensayo Sobre el tiempo, de Norbert Elías.
Hay otra indagación de arte conceptual a destacar: One day I saw the sunset ten thousand times (2025), de Isabel Merchante, que pone en cuestión nuestra afición actual por los datos obtenidos a través de las operaciones digitales. En este caso, Merchante ha dejado en manos de un robot la media de luz que pueden arrojar miles de atardeceres. Un filtro de la realidad que devuelve rayos anodinos. La duda queda a la vista del espectador, de pie frente a esa proyección de un color indefinido que es el resultado del promedio de rayos de sol captados por las máquinas que absorben data y calculan lo que se les pida. La artista señala el “potencial poético de estos procesos, que crean trayectos de luz y cómo podrían estos apreciarse en un sentido especulativo”; por otro lado, apunta a la coreografía lenta del robot “que nos permite interpretar vivencias a través de la luz que podría entrar por una ventana”.
Una de las salas se abre a los visitantes con un bosque de textiles colgados del techo que invitan a disfrutarlos con detenimiento. Se trata de Aphantasia (2024), de Elián Stolarsky, que evoca una condición que padece la propia artista uruguaya: la de pensar en imágenes. Así lo explica: “Cuando te dicen playa, no puedo visualizarla. Ante mi incapacidad, recurro a imágenes de archivo, pienso en sensaciones, olores, sonidos, palabras”. Esta obra, explica Elián, “parte de documentos y archivos históricos y familiares, que interpreto para crear historias”. Estas telas –algunas grabadas– son “aproximaciones” que le permiten jugar con el “tacto”; su disposición, en tanto, permite entablar un diálogo lúdico con “la memoria, que también funciona con enfoques y desenfoques”. Se trata, en fin, de “volver físicas las memorias”, comenta.
Esta exposición podrá visitarse en LCE hasta el 20 de abril.
A partir de ahora, se abre una nueva etapa para Generaciones. Según el director Pablo Berástegui, entre las acciones de “apoyo real” que la Fundación Montemadrid –que gestiona esta institución– puede brindar a las comunidades artísticas, habrá un incremento de la dotación, de cara a 2026: “En la actual convocatoria aumentamos los honorarios para los galardonados”. Esta “pasa de 10.000 a 12.000 euros y esos 2.000 extra se consideran honorarios, fuera de los gastos de producción”. Finalmente, entre otros cambios que anuncia el gestor, figura la itinerancia, para que las creaciones de los ocho artistas premiados tengan otra oportunidad en una nueva ciudad. Esta vez, tras la exposición en Madrid, la muestra viajará al museo MARCO de Vigo.
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