30 años sin Pepe Espaliú, el artista que dio visibilidad al sida
El sida irrumpió en la vida de muchas personas en España a partir del primer caso descubierto en 1981 en un hospital barcelonés por una neuropatóloga llamada Carmen Navarro. Ya al año siguiente, un grupo de investigadores franceses del Instituto Pasteur identificó el causante de la enfermedad: el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Desde entonces, más de 89.000 casos de sida han sido diagnosticados en España, que en 2023 continúa entre los países europeos con mayor tasa de nuevos diagnósticos del virus. Pero lo más preocupante de estas cuatro décadas de pandemia de VIH no es la persistencia de un problema de salud pública sobre el que ha habido importantes avances biomédicos en prevención y tratamiento (aunque aún no exista cura). Lo verdaderamente aterrador es el estigma y la discriminación que aún hoy sufren las personas con esta enfermedad. Hoy, 1 de diciembre, como cada año, celebramos el Día Mundial de Lucha contra el Sida recordando al artista español Pepe Espaliú, y un libro colectivo en torno a él.
Según el activista y divulgador Jorge Garrido en el libro Pepe Espaliú. Visibilidad, experiencias y construcciones culturales en torno al VIH (Flores Raras), para entender el origen y cultivo de esa circunstancia hay que tener en cuenta cómo se presentó el VIH/sida y a las personas afectadas ante la población mundial: “Con grandes titulares en periódicos y a través de discursos de odio de líderes políticos de gran influencia (como Ronald Reagan en Estados Unidos) que lo definían como el ‘cáncer gay’ o ‘la enfermedad de las cuatro haches’ (homosexuales, haitianos, hemofílicos y heroinómanos), donde había buenos y, sobre todo, había malos. Una nueva lepra, una peste, etc…, que azotaba a algunas de las comunidades ya señaladas y excluidas socialmente”. Una razón más para ponerlas en el foco de atención y en el disparadero de un odio irracional, injustificado y que perdura, a distintos niveles, hasta nuestros días”.
Garrido, director de la organización Apoyo Positivo, explica igualmente que, en paralelo a la evolución clínica del virus y su respuesta, “se fueron cultivando también dos elementos claves en su desarrollo: esa excepcional discriminación transversal y un grupo humano, una comunidad que se vio socialmente excluida, señalada y violentada como consecuencia de ese estigma y que tuvo que tejer redes de apoyo para algo tan esencial como estar acompañada en la muerte. El apoyo mutuo fue el inicio de esa comunidad y de su expresión social y cultural en España, así como arrancaba en otros lugares, como Estados Unidos, Latinoamérica o Europa, con organizaciones claves como STAR y ACT UP o artistas como Pedro Lemebel”.
Aquí podemos recordar nombres como Pepe Espaliú, un artista de enorme talento que entre 1986 y 1993 cultivaría disciplinas como la pintura, la escultura, la poesía o la performance, y que llegó a convertirse en uno de los creadores españoles con mayor proyección internacional con exposiciones en Ámsterdam y París, ciudades en las que vivió temporadas. Pero su fulgurante carrera se vio interrumpida el 2 de noviembre de 1993, fecha en la que murió en su Córdoba natal por una infección agravada por el sida.
Toda la obra del cordobés está estrechamente relacionada con la reflexión sobre la propia identidad, aunque tras ser diagnosticado de VIH enfocó su carrera hacia la lucha contra el silencio institucional respecto a la pandemia del sida. Tanto es así que se convirtió en la primera persona pública en verbalizar en España su estado a través de un medio de comunicación. “El sida me ha forzado de forma radical a un estar ahí. Me ha precipitado en su ser como pura emergencia. Agradezco al sida esta vuelta impensada a la superficie, ubicándome por primera vez en una acción en términos de Realidad. Quizás esta vez, y me es indiferente si se trata de la última, mi hacer como artista tiene un sentido pleno, una absoluta unión con un límite existencial que siempre rondé sin conocerlo del todo, bailando con él sin nunca llegar a abrazarlo. Hoy sé cuál es la verdadera dimensión de ese límite. Hoy he dejado de imaginarlo. Hoy yo soy ese límite”, escribió Espaliú en un valiente artículo, Retrato del artista desahuciado, que fue publicado en el diario El País el 1 de diciembre de 1992.
El texto, donde también exponía abiertamente su homosexualidad (su “primer signo de exclusión de este mundo”) fue acompañado de su famosa intervención artística Carrying, en la que, recreando el juego de la sillita de la reina, Espaliú era transportado en brazos de amigos y conocidos que se intercambiaban su cuerpo sin que sus pies desnudos (símbolo de la exclusión y el desprecio social) tocaran el suelo en ningún momento. La hizo primero en San Sebastián y más tarde en Madrid, donde fue llevado por personajes públicos como Alaska, Bibiana Fernández, Pedro Almodóvar y hasta Carmen Romero, esposa de Felipe González –presidente del Gobierno en aquel momento–, sindicalista y diputada por Cádiz. Con la ayuda de todos ellos recorrió el paseo del Prado desde el Congreso de los Diputados hasta el museo Reina Sofía, pasando por el Ministerio de Sanidad. “Fue una protesta mediática que consiguió introducir en el debate público el tema del sida, así como el estigma y el abandono institucional al que venían siendo sometidas las personas portadoras del virus”, señala en el libro el activista Carlos Barea, coordinador del libro.
El periodista Emilio de Benito, serovisible desde 1997, apunta también en sus páginas que aquella intervención artística, ampliamente cubierta por los medios de comunicación, ponía en el foco dos aspectos que “todavía hoy, 30 años después, son claves en la manera que tenemos como sociedad de enfrentar el VIH. El primero, que se podía estar en contacto estrecho con una persona con el virus sin exponerse a infectarse, y el segundo, lo perturbador y valiente que resultaba que alguien lo hiciera público. Porque en España –y eso no ha cambiado desde entonces– no ha habido grandes ejemplos de visibilidad de personas que vivan con el VIH”. De hecho, da la sensación de que nadie muere de sida en este país (a diferencia de lo que ocurre en lugares como Estados Unidos, donde famosos como Freddie Mercury, Rock Hudson, Keith Haring o Arthur Ashe se atrevieron a hacer público su estado serológico).
También participa en el ensayo el profesor de Bellas Artes Alfonso del Río, quien opina que las estrategias que desarrolló Espaliú en aquellos años 90 no están perdiendo validez. Más bien al contrario: siguen siendo necesarias “porque en nuestros días las causas que originaron esa pandemia de exclusión, marginación y estigmatización aún existen”. Y pone como ejemplo que se normalice “que la desigualdad social y económica siga aumentando”, que las políticas sociales y de salud pública se intenten desmantelar de forma progresiva “frente a una industria farmacéutica cada vez más poderosa”, que la posverdad “configure la comprensión de la realidad”, que se incrementen los discursos de odio –antesala de las agresiones– o que “el acceso a los tratamientos para el VIH sea un privilegio” reservado a una minoría de países. “En los tiempos que corren”, apostilla, “30 años después de su pérdida y tras cerca de 40 millones de víctimas a causa del sida, sigue siendo necesario recordar y revisar las aportaciones de Espaliú, porque sus planteamientos siguen teniendo plena vigencia. Por ello, por todo ello, Espaliú, hoy más que nunca”.
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