Bucear con tiburones para alertar de su peligro (de extinción)
Los lobos en tierra y los tiburones en mar. Víctimas de tantas leyendas negras sobre su carácter de sanguinarios depredadores, de bestias devoradoras, que parecen dar carta blanca a que sean perseguidos, acosados y masacrados sin fin. De los lobos ya hemos hablado en ‘El Asombrario’. Ahora le toca el turno a los tiburones a través de un libro de reciente aparición: ‘Tratando de tiburones con Karlos Simón’, escrito por Alfonso Mateo-Sagasta y editado por Reino de Cordelia. En él, el protagonista de la serie de TVE ‘Hundidos’ nos cuenta sus 30 años de experiencia buceando entre grandes escualos.
“Hay unas 400 especies de tiburones; en el libro nos detenemos en 25, que son con las que se suele practicar el buceo”, nos cuenta Karlos Simón.
Surcando las páginas de este voluminoso y entretenido libro, lleno de impresionantes imágenes, están el tiburón ballena, el mayor pez que existe, que puede llegar a superar los 12 metros de longitud, 15.000 kilos de peso y 60 años de longevidad; calificado como de alto riesgo de extinción en la Lista Roja de la UICN. Y el tiburón blanco, el mayor de los tiburones carnívoros, que puede superar los 7 metros y los 3.000 kilos; el único tiburón que saca la cabeza fuera del agua para observar lo que sucede alrededor, que se alimenta a base de focas y leones marinos, peces óseos, rayas, pájaros, cetáceos y otros tiburones; también en alto riesgo de extinción. El tiburón leopardo, una especie inofensiva y de hábitos nocturnos con la que incluso se puede interactuar, en peligro de extinción. El extraño tiburón martillo gigante, con la cabeza en forma de T, en peligro de extinción. El tiburón tigre, de hasta 5,5 metros, uno de los tiburones más peligrosos que existen; muy capturado por lo apreciado de su carne, cartílagos, aletas, piel y aceite de hígado. La tintorera y el tiburón toro, el tiburón nodriza y el marrajo…
¿Tus preferidos, Karlos?
El tigre, he buceado con ejemplares de casi 5 metros; es tranquilo, pero con una mandíbula muy potente; cuando coge confianza, puede interactuar mucho, aunque hay que extremar las precauciones. Y el tiburón martillo gigante, una especie apasionante, muy grande y solitario. Otro que me gusta mucho: el Caribbean Reef, o coralino, muy habitual en el Caribe y las Bahamas; tan acostumbrado al turismo, que algunos ejemplares ya hasta reconocen a los buceadores guía.
Su experiencia con el tiburón ballena la cuenta así en el libro: “Fue en el segundo viaje que hice a la Isla del Coco cuando vi por primera vez a un tiburón ballena, y me causó tal impresión que olvidé todo mi entrenamiento y me comporté como un niño”.
Y así habla del tiburón blanco en Tratando de tiburones: “He empezado el relato de esta parte de mi vida con el bautismo de buceo en Cuba y el descubrimiento de que los tiburones no parecían ser los monstruos que yo había imaginado, y desde entonces pretendo contar cómo mi interés, primero, luego mi admiración, y por último mi amor por estos animales y el deseo de colaborar en su estudio y conocimiento ha condicionado mi vida. Pero hay un miedo en nuestro subconsciente casi imposible de conjurar porque, como escribe Jean Chevalier en su Diccionario de los símbolos, representa las características de lo tenebroso y lo abisal, y ese miedo no ha encontrado mejor imagen que la del gran tiburón blanco. Peter Benchley lo entendió bien y lo plasmó en su libro Tiburón (Jaws, 1974) (adaptado al cine por Steven Spielberg en 1975), que tanto daño ha hecho. Actualmente una nueva generación de naturalistas se enfrenta a la tarea de poner de nuevo las cosas en su sitio. A mí se me ocurre que una de las formas de romper el mito es bucear con el blanco en su hábitat, sin barrotes de por medio, siempre que él, claro está, no se asuste de ver al verdadero monstruo fuera de la jaula”.
Cuando dices interactuar, Karlos, ¿a qué te refieres?
Algunos son extremadamente curiosos, y si sabes ganarte su confianza, les encanta que les acaricien; van y vuelven en un juego para dejarse tocar. Pero, claro, hay que hacerlo con mucho conocimiento y cuidado, porque un movimiento brusco de ellos, un giro repentino, puede resultar muy peligroso. Las aletas dorsales del tiburón martillo gigante miden, por ejemplo, más de un metro.
¿Quién te ha dado los mayores sustos?
Los tiburones humanos, y en el libro cuento varios casos de traiciones y mordiscos humanos. Entre los otros tiburones, podría hablar solo de algún sustito. Como el de un tiburón limón en Bahamas que intentó un mordisco en mi mano, menos mal que llevaba un guante de malla.
¿Donde has disfrutado más?
Me encanta bucear en el Pacífico, y ahí destacaría dos sitios especiales, porque hay mucha vida grande, la zona norte de las Galápagos y la Isla del Coco, en Costa Rica, las 12 millas náuticas que la circundan son parque nacional y Patrimonio de la Humanidad. También Tiger Beach, al noroeste de Grand Bahama, y el Mar Rojo, con unos arrecifes espectaculares.
En el libro también hablas maravillas de la experiencia de buceo al Yongala, barco de vapor hundido en 1911 en la gran barrera coralina de Australia.
Bueno, sí, claro, ahí el subidón que me dio me llevó a siete inmersiones en un solo día, la única vez que lo he hecho.
El libro del que nos estamos ocupando está lleno de valiosas referencias literarias a los tiburones. Desde Emilio Salgari, que en la novela Los tigres de Mompracem, de la saga dedicada a Sandokán, dice que las cornudillas o tiburones martillo pueden saltar fuera del agua para, con su boca abierta, partir en dos a un hombre. Pasando por Valle Inclán, que escribe en Sonata de estío que la caprichosa Niña Chole ofrece a un enorme negro cuatro monedas de oro si caza a un tiburón de los que rondan el barco: “Se trató en tropel de izar al negro, se arrojaron cuerdas, ya para el caso prevenidas, y cuando levantaba medio cuerpo fuera del agua, rasgó el aire un alarido horrible, y le vimos abrir los brazos y desaparecer sorbido por los tiburones”. Hasta Gabriel García Márquez en Relato de un náufrago, donde escribe: “Todavía no habían tratado de destruir la balsa, pero se sentían atraídos por ella porque era de color blanco. Todo el mundo sabe que los tiburones atacan de preferencia los objetos blancos. El tiburón es miope, de manera que solo puede ver las cosas blancas o brillantes”.
Si en algo quiere insistir Karlos Simón tanto en el libro como en esta entrevista es en el acoso que sufren los escualos que les ha llevado a la catalogación de especies amenazadas y en peligro de extinción: “De estos 30 años, lo más destacable que he aprendido de ellos es que son totalmente necesarios para la subsistencia y buena salud de los océanos; que no son tan fieros como los pintan y que en algunas zonas están disminuyendo de manera alarmante, como en mi querida Isla del Coco, por la pesca indiscriminada y furtiva. Hay mafias brutales que los pescan para arrancarles las aletas, destinadas al mercado asiático. Aproximadamente 100 millones de tiburones son asesinados cada año; el 75% a manos de pescadores sin escrúpulos para conseguir las aletas con prácticas absolutamente salvajes, lo que se llama finning. Los capturan, les cortan las aletas y los vuelven a tirar al agua, mutilados, donde les espera una muerte horrible. Algo muy triste, de un brutal daño ambiental.
¿Y de los tiburones humanos qué nos puedes contar?
He estado en medio centenar de países, y puedo decir que España es uno de los lugares donde más gana la envidia, donde parece que fastidia que te vaya bien trabajando en lo que te apasiona, donde más cuesta apreciar el esfuerzo y trabajo de los demás. Me ha pasado incluso con la serie de televisión Hundidos (su emisión terminó en enero en La 2; 13 capítulos con 13 inmersiones a grandes barcos hundidos), al leer comentarios de auténtico desprecio fijándose en detalles para echar por la borda lo que considero un trabajo muy bien hecho de un gran equipo, y cuya experiencia me gustaría repetir pronto.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
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