Los dioses del estadio
¿Por qué los futbolistas se muestran tan poco comprometidos con los problemas sociales? En ese contexto sitúa Paco Tomás la homofobia que aún late en estadios y vestuarios. Cada 19 de febrero se celebra el Día Internacional contra la Homofobia en el Deporte, recordando el suicidio del futbolista Justin Fashanu, al que una masa gritaba maricón cada vez que salía a jugar.
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Justin Fashanu nació un 19 de febrero de hace 53 años. De ascendencia nigeriana, llegó a ser el futbolista negro más caro de la liga británica: un millón de libras costó su traspaso al Nottingham Forest. Eso fue en 1978.
Los que saben de fútbol, no yo, cuentan que era un delantero veloz y un jugador de esos que, en el argot deportivo, «olfatean el gol». Sin embargo, esas cualidades físicas se convirtieron en insustanciales cuando los rumores sobre su homosexualidad llegaron a los oídos de su entrenador, Brian Clough. Las visitas de Fashanu a los clubes gays londinenses le ponían tan nervioso que los problemas no tardaron en llegar al vestuario del equipo. La homofobia es así, empapa de odio el mejor papel secante. Clough le prohibió entrenar con el resto del Nottingham Forest. Sus compañeros no mostraron el más mínimo indicio de apoyo al jugador. Más bien al contrario; alimentaron las burlas con chistes de machitos que, en más de una ocasión, acabaron con peleas a puñetazos.
La estrategia homófoba del entrenador logró que Fashanu fuera definitivamente apartado del club. Fue cedido. Pasó de ser un futbolista que costaba un millón de libras a ser traspasado por 150.000. Sin dejar de marcar goles. Veinte en 62 partidos. Pero claro, era homosexual y eso le restaba valor.
En 1990, Fashanu decide dar un paso adelante. En un alarde de valentía y dignidad, hizo pública su homosexualidad en una entrevista concedida al diario The Sun. Lo único que hizo fue confirmar el rumor que ya circulaba por los despachos y vestuarios de los clubes de fútbol. En principio, nada debía cambiar demasiado. Pero se equivocó. Olvidó a la masa, ese ente abstracto que acaba moviéndose a impulsos de irracionalidad. Cada vez que Fashanu salía al campo, 30.000 personas coreaban a una voz “fag, fag, fag, fag” (maricón en inglés). Solo imagínense ese sonido por un instante. Ese estruendo anónimo e implacable, público, retransmitido, apisonador, ultrajante, arropado por el anonimato cobarde de la masa. Un eco que nunca acaba por desvanecerse.
A partir de ese momento, el jugador va pasando de club en club, perdiendo el brillo de su juego y apareciendo en la portada de los tabloides cuando un joven de 17 años lo acusó de haberle agredido sexualmente. Aunque el joven carecía de pruebas y la Justicia desestimó el caso, todo lo sucedido hirió de muerte a Fashanu. El 2 de mayo de 1998 se ahorcó en un garaje abandonado de Londres convencido, como dejó escrito en una nota, de que la sociedad ya le había condenado.
Desde entonces, todos los 19 de febrero se celebra el Día Internacional contra la Homofobia en el deporte. Y, desde entonces, uno tiene la sensación de que nada ha cambiado.
Nadie puede negar, aunque solo sea por pura estadística, que hay homosexuales y lesbianas en el deporte. Sin embargo, el armazón que rodea a esta actividad suele primar valores como la rudeza, la virilidad, incluso la arrogancia, por encima de otros como la solidaridad, el compromiso social y el respeto. ¿Cuántas veces han visto ustedes a un deportista opinar sobre el aborto, criticar la política de desahucios de los bancos o defender el matrimonio igualitario? Muy pocas. En pocas palabras, el rol del deportista comprometido no existe. Son como seres divinos que se materializan en el terreno de juego y luego desaparecen. No se manifiestan, no hablan de otra cosa que no sea sus victorias, sus goles o sus objetivos. Como si fuesen impermeables a todo lo demás.
Quizá en ese ambiente tan protocolario sea difícil decir la verdad cuando esa verdad tiene que ver con uno mismo. Cuando veo a la actriz Ellen Page afirmar públicamente que es lesbiana, y percibo toda la corriente de admiración que se despierta a su alrededor, pienso si sucedería lo mismo en el supuesto de que un importante futbolista de un equipo de primera división hiciese pública su homosexualidad. Tal vez los comentaristas deportivos, los aficionados, los clubes, sus propios compañeros, como le sucedió a Fashanu, lograsen que se arrepintiese. Tras el caso de Fashanu, pasaron 23 años hasta que otro futbolista decidió contar que era gay. Fue Robbie Rogers, un futbolista estadounidense.
En Europa, lo último que recuerdo son unas declaraciones de un ex jugador italiano, Damiano Tommasi, que aconsejaba a los futbolistas gays que nunca saliesen del armario. Según él, desde su orgullosa manifestación de la heterosexualidad más viril, no había ninguna necesidad de expresar las preferencias sexuales y que el hecho de ser identificado como homosexual no era aconsejable en el fútbol. El argumentario de Tommasi llegaba al paroxismo cuando explicaba que el futbolista gay comparte vestuario con sus compañeros y eso podría provocar situaciones desagradables en el equipo. El tema no es si juegas bien o no al fútbol, si metes más o menos goles; el tema es si miras de reojo la polla de tu compañero en los vestuarios. Acabáramos.
Bromas aparte, no puede ser que en el ámbito deportivo una persona aún tenga que debatirse entre vivir su tendencia sexual libremente o jugar al fútbol. Eso sin olvidar que vivimos en comunidad y aquí todos tenemos una responsabilidad a la hora de construir una sociedad mejor, más igualitaria y menos resentida. Y los deportistas también. El deporte, en especial el de élite, es una referencia para los más jóvenes. Todos los estudios de acoso en el ámbito educativo demuestran que los hombres son más homófobos que las mujeres. A su vez, los hombres practican y consumen más deporte que las mujeres. No creo estar delirando si manifiesto que creo que un futbolista podría hacer mucho más por un cambio de actitud en esos jóvenes que 50 actores, cantantes y, desde luego, políticos. Otra cosa es que, como sociedad, queramos analizar las razones por las que eso no sucede.
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Comentarios
Por Igor, el 18 febrero 2014
Ya de entrada, que la gran referencia para mucha juventud sea el deporte de élite, apesta.
Por Abantos, el 20 febrero 2014
Hubiera querido conocer a Justin por ser valiente y por guapísimo.
Por Montserrat Boix, el 20 febrero 2014
Tenía la esperanza de que El Diario no me fallaría con este tema. Imprescindible subrayar esta fecha y recordar todo lo que queda por hacer en este terreno. La situación en España es inaceptable!!!