De ‘dinosaurios’ a ‘ardillas’, nuevos escenarios de la comunicación ambiental
Hoy vamos a hablar de periodismo. La Universidad Politécnica de Madrid y Ecoembes organizaron la semana pasada en La Granja (Segovia) el curso ‘Los nuevos escenarios de la comunicación ambiental’, en torno a cómo están cambiando los formatos y medios para difundir contenidos de ecología y desarrollo sostenible. Tuve la oportunidad de desarrollar allí la teoría de los ‘dinosaurios y ardillas’, junto a las presentaciones de grandes profesionales ‘verdes’, como Clemente Álvarez (‘La ballena blanca’), Miguel G. Corral (‘El Mundo’), Juan Ramón Lucas (TVE, RNE), Jesús Soria (SER), José María Montero (Canal Sur) y José Luis Gallego (Onda Cero).
Quise comenzar mi presentación en el curso de Verano y quiero arrancar este artículo, que resume lo allí expuesto, con un párrafo del último libro de Maruja Torres, Diez veces siete, en el que habla de su vida y, sobre todo, de su vida periodística, de periodismo, de su ilusionante entrada en el diario El País en los años ochenta, de sus altibajos como colaboradora, como redactora de cultura, como reportera de guerra, como columnista, hasta su brusca y ronca salida el año pasado. Dice así: «Durante aquellos días en Madrid me reuní con mucha gente amistosa, y algo iba quedando claro. Mi siguiente etapa no podía asirse a los costurones de la época pasada, a la viejas fórmulas. Esto cambia a toda leche,y hay que adaptarse. Hay que avanzar. Cambiar el medio para conservar las palabras, para que sigan fluyendo las ideas. Hoy más que nunca necesitamos mantenernos en contacto. Contra la brutalidad del poder, contra la desfachatez de la propaganda en los medios, contra la desinformación, contra la insensibilidad. Contra la ferocidad de las leyes, contra la deshumanización de la vida. Juntos, juntos, juntos. Fue una suerte de premonición que Edu Galán (del equipo de la revista Mongolia) me invitara para participar, al día siguiente de mi despedida (de El País), en una mesa redonda, organizada en el Círculo de Bellas Artes, sobre El papel del papel. Allí empecé a hablar sobre el rol del periodismo digital, y todavía no me he detenido».
Esto no lo dice una nativa digital, sino una mujer de 70 años, dedicada por entero en su vida al noble y difícil oficio de contar historias, del periodismo. Y merece la pena subrayar un concepto: «cambiar el medio para conservar las palabras», y la distinción que realiza entre el periodismo que quiere seguir ejerciendo y lo que ella llama «propaganda en los medios y desinformación».
En este punto es donde encaja la que denomino Teoría de los dinosaurios y las ardillas, que ya expuse en el último congreso de APIA (Asociación de Periodistas de Información Ambiental, 20 años de trayectoria, 200 miembros) el pasado noviembre. ¿Por qué desaparecieron los dinosaurios, hasta entonces, hasta hace 60 millones de años, la especie animal dominante, de la faz de la Tierra? Todos estamos de acuerdo en que la causa radicó en un enorme y rápido cambio climático provocado por algún cataclismo natural. Aunque había muchos tipos, en general los dinosaurios eran seres enormes que necesitaban devorar ingentes cantidades de comida para sobrevivir, que no tenían la agilidad ni el tamaño apropiados para adaptarse a un cambio tan rápido y radical, para adaptarse a las nuevas condiciones del entorno, a ese nuevo clima. Entraron en crisis. Y dejaron paso a los pequeños mamíferos, que son los seres que desde entonces han colonizado el planeta, han triunfado, seres mucho más pequeños como son los felinos, los conejos, los ciervos y las ardillas, mucho más rápidos de movimientos, que forman grupos, colectividades para vivir, y sobre todo que necesitan ingerir mucha menos cantidad de comida, de energía, a diario, para vivir.
Traspasad ese escenario a los medios de comunicación hoy día -bueno, y a muchos otros ámbitos, pero lo que nos ocupa aquí es el periodismo-, y veréis un paralelismo muy acorde, en el que el cambio climático es la irrupción de las nuevas tecnologías -esencialmente Internet y las redes sociales-, donde los dinosaurios son las enormes empresas de comunicación convencionales, tradicionales -como queráis llamarlos-, diplodocus con cientos o miles de trabajadores, y donde las ardillas son los nuevos medios de comunicación que han surgido en el medio digital. Aparte de por la nefasta gestión empresarial en muchos de ellos, y por su viraje hacia postulados meramente comerciales-capitalistas, esos medios-dinosaurios necesitan devorar tanta energía, disponer de tantos ingresos en forma de ventas o publicidad, para mantener sus organismos, que les resulta muy complicado adaptarse al nuevo clima, al nuevo entorno. Pueden quedar algunos -como ahora hay ballenas y elefantes, en alerta roja ambos-, otros echarán alas y volarán, transformados en aves, pero la mayoría de esos nichos ecológicos son los que están aprovechando las rápidas, espabiladas y pequeñas ardillas; y hay muchos ejemplos, como El Asombrario, el espacio para la ciencia de Rosa María Tristán Laboratorio para sapiens, la agencia de noticias científicas SINC, la revista esmateria, sobre ciencia, salud, tecnología y medio ambiente, o El Correo del Sol.
Más de 11.000 puestos de trabajo de periodista perdidos
No es una ocurrencia mía de una tarde desocupada. Apoyo esta teoría en las cifras dadas por las organizaciones profesionales. Por un lado, la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) ha calculado que se han perdido 11.145 puestos de trabajo de periodista a lo largo de los últimos seis años, según el Observatorio de la Crisis creado por esta organización a raíz de semejante hecatombe. Por otro lado, la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha comenzado a censar los medios de comunicación que han sido puestos en marcha por profesionales del periodismo a partir del arranque de la crisis. Y tiene ya registrados en torno a 300 nuevos medios, ardillas. Señala el Informe Anual de la Profesión Periodística 2013: «La razón de esta eclosión mediática es, cuando menos, doble. Por un lado, el desarrollo de las tecnologías de la información, la disponibilidad de herramientas informáticas técnica y económicamente asequibles y la creciente digitalización de la sociedad. Por otro, la existencia de un colectivo de profesionales del periodismo que crece año tras año como consecuencia tanto de la incorporación de periodistas jóvenes que concluyen sus estudios, como de otros más adultos, quienes, como consecuencia de la crisis, han perdido su puesto de trabajo y se encuentran en condiciones de seguir desarrollando su profesión».
Y continúa el informe de la APM: «Esta lista de 297 medios no es exhaustiva, ya que no existe tampoco un registro que permita contar con datos exactos al respecto. Se trata de medios creados a partir de 2008, cuando la Asociación de la Prensa de Madrid comenzó, también, a elaborar su observatorio de seguimiento de la crisis. En cualquier caso, tener detectados casi tres centenares de medios permite avanzar que nos encontramos ante un auténtico segmento del mercado de los medios, desde el punto de vista de la oferta informativa, y ante un fenómeno profesional que reviste una gran importancia para el conjunto del colectivo de periodistas.Este nuevo segmento se desarrolla en un escenario concreto: el de un sistema de medios afectado por una profunda crisis estructural, a la que se ha añadido una crisis económica de carácter coyuntural. En los últimos años, han abundado los análisis de las causas de esa crisis estructural. Uno de ellos, realizado por el profesor Díaz Nosty en un reciente libro, indica: “El peso de un sector fuertemente arraigado, con una posición central de influencia y amplios márgenes comerciales, desplegó inercias conservadoras que frenaron el alcance innovador de las nuevas extensiones mediáticas. Frente a la crisis, intensificó las soluciones que, durante las últimas décadas, habían servido para convertir la prensa en un modelo de explotación comercial intensiva, y procuró mantener los resultados mediante recortes en los gastos de producción que afectaban de manera directa al primer activo del medio: la credibilidad. Incluso desde una estrategia equivocada, sin asumir el liderazgo informativo en Internet, optó por reducir los costes de redacción y, en lugar de mejorar y distinguir sus contenidos por la fiabilidad y el rigor, los acercó a la baja calidad del universo emergente y gratuito”. Es decir, en esa tan cacareada crisis de la prensa convencional, hay mucho de suicidio; pues en las décadas de vacas gordas los medios se preocuparon más de alimentar a sus empresas y consejeros que de inversiones profesionales para consolidar unas bases serias de credibilidad y periodismo de investigación y largo alcance
De un mundo de estructuras y jerarquías a otro de redes
Por intuición, por experiencia, por conocimiento, por olfato periodístico, estoy convencido de que estamos pasando de un mundo de estructuras jerarquizadas a un mundo de redes; estamos asistiendo a una revolución similar a la de la imprenta, cuando el saber, la capacidad de transmitir conocimiento, salió de los monasterios, se democratizó, dejó de estar en las manos exclusivas de los monjes. Además, como ha argumentado en alguna ocasión Ignacio Escolar, director de eldiario.es, los periódicos han sido tradicionalmente tan mastodónticos porque el formato -un objeto que se imprime y se lleva en una furgoneta haciendo rutas larguísimas para vender en kioscos- lo requería; se necesitaba que en el mismo paquete viajara desde información internacional a deportes, música y teatro, televisión, política, ciencia, educación… Pero ese formato que decidía cómo tenía que ser el medio ya no es necesario. El kiosco está en nuestras pantallas de casa; ni siquiera de casa, aún más cómodo: de nuestro bolsillo. Y uno puede entrar aquí y allá, pinchar aquí y allá para buscar la información que más le satisfaga sobre los distintos sectores; puede pinchar en un medio para leer medio ambiente, o en dos o tres; y en otro, o en otros dos o tres, para obtener las últimas informaciones políticas o económicas. YA NO tiene por qué ir todo en el mismo paquete, bajo la misma marca, en la misma empresa. ¿Tiene sentido en la actualidad que el mismo medio haya de informar de todas las parcelas, desde moda y belleza, a viajes, las cotizaciones de Bolsa y la guerra en Siria?
Vivimos una revolución comunicativa similar a la de la imprenta; y de la misma manera que entonces los monjes perdieron la exclusividad de comunicar a sus contemporáneos y de legar relatos al futuro; ahora los periodistas hemos perdido esa exclusividad de informar y contar historias. Porque, en este nuevo escenario, hemos de asimilar que debemos interactuar con la gente, con el público en general, que las redes sociales como Twitter y Facebook han posibilitado que los ciudadanos puedan contar sus historias, opinar, debatir, valorar, dar noticias, organizar campañas… Esto es así. Ni mejor ni peor. Distinto. Es. Y aunque muchos periodistas siguen instalados en la soberbia, aunque muchos periodistas sigan creyéndose en posesión del anillo de la verdad y la difusión, lo cierto es que hemos entrado en un magma en el que debemos compartir la multiplicación de los mensajes con los ciudadanos. Eso sí, ¿qué nos diferencia? Que se supone que nosotros, como profesionales, somos capaces de hacerlo mejor, de comunicar mejor, de buscar mejores fuentes y más creíbles, de contrastarlas, de contarlo mejor y de poner mejor, mucho mejor, un titular -que es a fin de cuentas lo que es un tuit; me planteo los tuits de la misma manera que los titulares y sumarios en los artículos: concisos, que enganchen, que tengan su pizca de ingenio, de intención, que sean veraces, originales, que se entiendan-. No cambia nada a fin de cuentas; se supone que los que sabemos comunicar, los que nos dedicamos a esto, seguimos teniendo/manteniendo una función, aunque el medio, el entorno, haya cambiado y ahora estemos menos aislados, seamos menos exclusivos y nos veamos sumergidos en ese maremágnum de gente. Nuestra profesionalidad nos ha de sacar a la superficie para saber respirar con mayor garantía.
El trabajo de filtrar con criterio
Clemente Álvarez lo subrayó en el curso organizado por la UPM y Ecoembes: «Independientemente de los canales, el buen periodismo siempre será necesario, siempre estará ahí. Y la principal baza de los periodistas en redes es no dejar nunca de comportarse como periodistas. Las trampas en redes se pillan pronto, y el efecto es muy pernicioso». Clemente destacó que ahora, más que nunca, es importante la labor de los periodistas, no sólo para generar mensajes, nutrir de contenidos, sino para filtrar, cribar con criterio, todo ese magma de mensajes, datos…, de información, muchas veces falsa, manipulada, interesada.
A propósito, Laura Carrau, directora de proyectos de comunicación digital y profesora del Máster de Comunicación Estratégica Digital, explicó en La Granja que según un estudio de Google de 2013, el 90% de la gente ya se informa a través de pantallas (incluida la televisión, eso sí) y el 90% de los datos almacenados se han generado en los dos últimos años, ya que se envían 144.000 millones de correos electrónicos al día y se cuelgan en torno a 500 millones de imágenes diarias. Y dentro de ese caldo de cultivo subraya la importancia de periodismo ciudadano y de la narrativa transmedia -la que combina distintos formatos, plataformas, redes-.
Nuevos lenguajes, nuevo escenario.
El cambio climático ha sido brutal, y hemos de darle una vuelta a nuestros esquemas mentales. Tenemos muchas inercias, muchos planteamientos cerrados a los que a veces nos cuesta darles la vuelta. Porque nos equivocamos en la manera de preguntar. En ciencia, es sabido que los mejores investigadores son los más osados, los que son capaces no de buscar nuevas respuestas a las preguntas de siempre, sino los que saben generar nuevas cuestiones, nuevos planteamientos, darle la vuelta al punto de partida.
La vía nueva está abierta. No hay marcha atrás. Nos ha tocado vivir la encrucijada, el cambio. No queda otra. A menudo es traumático y doloroso, sobre todo por lo que supone el paro y la incertidumbre -recordemos esos 11.145 puestos de trabajo perdidos-, pero también resulta interesante y motivador.
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