Low, el primer festival 3.0 de España
El Low Festival de Benidorm y la empresa PayPal prueban por primera vez en el mundo la utilización de una pulsera inteligente como monedero virtual en un evento de estas características. ‘El Asombrario’ la usó y testó. La experiencia, positiva, aunque pecó de conservadora.
Meter a 75.000 personas en un mismo recinto durante tres días y gestionarlas de una manera segura, eficaz y cómoda no es tarea fácil. Los organizadores de festivales musicales de verano lo saben bien: finalizadas las actuaciones y la adrenalina, el público no sólo hablará más tarde de la calidad de las bandas sobre el escenario. Sus primeros comentarios apuntarán más bien a la organización. Serán las primeras impresiones y generalmente las más críticas y feroces. Los agobios, las colas excesivas para realizar cualquier actividad por simple que esta sea pueden llevar al desastre a un festival, independientemente de lo potente que sea su cartel.
Con estas premisas en mente, los organizadores del Low Festival de Benidorm decidieron aceptar la propuesta de PayPal, el gigante de pagos online dispuesto a experimentar, por primera vez en el mundo, la utilización de un sistema de weareable banking, es decir de un dispositivo vestible (como una pulsera en este caso), para realizar los pagos durante los tres días que ha durado una de las citas musicales más populares de España. Un experimento cuya finalidad consistía en evitar colas tanto para la entrada al recinto como para adquirir sus consumiciones a los portadores de una pulsera inteligente dotada de tecnología de identificación por radiofrecuencia. Pero, sobre todo, y tal y como se publicitó el experimento, vivir la experiencia de un festival sin tener que preocuparte de llevar tu cartera encima.
El Asombrario estuvo allí y se sumó al experimento. El resultado: positivo, pero tal vez demasiado conservador.
El Low Festival ofrece básicamente dos tipos de localidades: general y vip, esta última más cara y con acceso a zonas acotadas dentro del recinto. El experimento se circunscribió tan sólo a los portadores de las entradas más caras y exclusivamente en esas zonas acotadas del festival. Todos los abonados vip tenían la posibilidad de registrar su abono entre los días 30 de junio y 13 de julio a través de la web del festival y recibirían la pulsera inteligente en su domicilio con la posibilidad de activar previamente todos los servicios asociados a ella: pago de última generación, acceso al recinto sin colas y conexión con Facebook.
El viernes 25, sobre las ocho de la tarde, el infortunio sobrevoló las cabezas de los organizadores. Todo el sistema informático decidió volverse loco de golpe y caerse durante unos largos 25 minutos. Nada funcionaba, ni los lectores de pulseras para acceso al recinto, ni los de códigos de barras que servían para transformar el justificante de compra en la ansiada pulsera. Todo quedó en susto, y una vez que se restableció el servicio, ni el calor sofocante ni la humedad lograron volver a hacerlo caer durante los dos días siguientes.
Pero el mayor enemigo de todo el experimento fue, en este caso, el conservadurismo. Reservar el pago inteligente sólo a las zonas vip acotadas resultó ser el error de la experiencia, pues en lugar de premiar al abonado vip, lo condenaban, en cierta manera, a eso: a ser vip. Pongamos un par de ejemplos que explican lo ocurrido.
Low Festival vende desde una sección de su página web titulada Descubre los mejores servicios que podrás encontrar en un festival el hecho de ser una cita en la que se puede encontrar cerveza sin alcohol. “¿A quién no le apetece una cerveza fresquita en un concierto? ¡Incluso si conduces¡”. Pues bien, una vez cargada la pulsera inteligente con 50 euros para los tres días (con 15 más de regalo, cortesía de PayPal), el usuario descubre que en las zonas acotadas no se sirve cerveza sin alcohol. Sólo se puede adquirir en una barra en todo el festival y, al estar fuera de la zona vip, tu pulsera inteligente deja de serlo y no sirve, obligando al consumidor a cambiar dinero en metálico por tokens, monedas de plástico que evitan el posible descontrol de dinero en las decenas de barras diseminadas por todo el festival. Las colas para adquirir estas monedas eran directamente épicas durante las primeras horas de arranque del festival.
Más condena del vip a ser vip. La organización decidió que las bebidas adquiridas con pulsera inteligente en las zonas acotadas no podían salir de ahí, de las zonas acotadas. Es decir, esas bebidas sólo podían disfrutarse en los conciertos que se celebraran en uno de los cinco escenarios del festival, el reservado para las bandas con mayor peso en el cartel como Massive Attack, Editors, Kaiser Chiefs, The Hives, The Horrors, Vetusta Morla o Love of Lesbian, por ejemplo. Entre 5 o 6 conciertos al día. En las barras cercanas al resto de los escenarios, la pulsera inteligente no servía. Vuelta a los tokens o a verte los conciertos a palo seco.
Lo mismo ocurría con la oferta gastronómica. La mayoría de los puestos de comida estaban también situados fuera de la zona en la que las pulseras funcionaban, lo que condenaba al usuario de PayPal a ver restringidas sus posibilidades a un puesto de shushi o de bocadillos de jamón y carnes de alta calidad, donde el bocadillo más barato no bajaba de 5 euros.
Pero, salvo algunas quejas de usuarios que denunciaron que sus pulseras habían sido recargadas sin su consentimiento explícito, podemos decir que la tecnología se portó, que funcionó y funcionó bien. Es cierto que la utilización de las pulseras agilizaba bastante las colas y que resultaba cómodo llevar tu dinero en un dispositivo del que era fácil despreocuparte. Para quienes partan de la base de que es bueno dar facilidades para consumir cuanto más mejor, la pulsera inteligente es una gran idea. Esperemos que para el año que viene PayPal y los organizadores del Low piensen bien a lo grande y distribuyan artilugios que permitan utilizar la pulsera inteligente con más comodidad, no sólo en las áreas restringidas. Los Lowers seguro que agradecen esta innovadora opción.
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