‘El Extrarradio’, otro periodismo es posible y necesario
La crisis del periodismo, con sus dolorosos numerosos despidos, no les dejó parados. Lejos de quedarse en casa, quisieron seguir haciendo lo que mejor sabían: radio. Así, de la iniciativa de algunos buenos y preparados profesionales, con largas trayectorias a sus espaldas, nació ‘El Extrarradio’. Una radio por Internet en la que los contenidos se cocinan con la calma y el tiempo necesarios para obtener programas de investigación, reportajes sonoros y amplias y exclusivas entrevistas. En tan sólo un año, ‘El Extrarradio’ ha conseguido el reconocimiento de los oyentes y de los profesionales del medio; además, fueron premiados en 2013 con el Ondas a la innovación radiofónica. Hablamos con Olga Ruiz, su directora.
El encuentro es en un ático de una Barcelona avasallada por las altas temperaturas de agosto, para hablar de innovación radiofónica, de periodismo, de las ventajas de Internet y, en especial, de la necesidad de reinventarse y de reconstruir una profesión –la de periodista- herida, pero no abatida.
Quisiera partir de vuestro nombre: ‘El Extrarradio’. Evoca las afueras, las afueras de la radio, de la radio convencional, pero también del conglomerado empresarial radiofónico y del sistema periodístico. ¿’El Extrarradio’ busca alejarse, distanciarse, de todo esto, y de qué más?
El nombre refleja la necesidad de aislarnos; gran parte de quienes conformamos El Extrarradio venimos de la radio convencional, de las grandes emisoras, y teníamos las ganas, la necesidad, y además nos forzaron a ello, de irnos y alejarnos del circuito convencional. Una vez que sales de él, te encuentras en aquella zona, que nosotros llamamos zona de confort, en la que tienes el tiempo para preguntarte quién eres profesionalmente hablando, qué te gustaría hacer y cómo te gustaría enfocar la profesión a partir de ahora. Fue en esas circunstancias cuando nos dimos cuenta de que para nosotros era muy importante salirnos de lo que era el epicentro de la información, abandonar las prisas y la dependencia de un gran grupo de comunicación para irnos a las afueras de la información y así poder ver la realidad desde un punto de vista distante, para poder analizar mejor todo lo que está pasando.
Podemos decir que buscabais una nueva perspectiva, una perspectiva distante.
Cuando te alejas es cuando puedes ver con más claridad todo lo que está pasando. El nombre, por volver a la primera pregunta, surge de esta necesidad de alejamiento y de irnos a las afueras de la información, una necesidad que se confirmó cuando, al empezar con El Extrarradio, fuimos conscientes de que estábamos iniciando un proceso que nos llevaba a alejarnos del circuito de las grandes emisoras al que habíamos estado acostumbrados hasta entonces. A todo ello se sumaba una necesidad de coger aire, ese aire que no tienes por culpa de las prisas; con este nuevo proyecto, queríamos cocinar los temas con calma.
A partir de tus palabras da la impresión de que la información que se nos ofrece desde los medios tradicionales es una información nublada, reducida o incompleta a causa del ritmo frenético que se exige por y para estar pendiente de la inminente actualidad, de la última hora
En el caso de la radio hay un hecho que es evidente y que nosotros mismos hemos vivido: siempre se ha partido del punto de vista de la inmediatez de la radio, y esto en principio está bien, pero tiene como consecuencia que los temas tratados quedas caducos a los dos minutos. Antes de El Extrarradio, yo he hecho muchas horas de directo y puedo decirte que en los directos prima sobre todo la última hora y, por tanto, éstos se preparan con mucha rapidez en el intento de primar por encima de todo la actualidad. En oposición a todo ello, cuando creamos El Extrarradio teníamos claro que no queríamos hacer actualidad inmediata, por dos razones principalmente: en primer lugar, porque nuestros compañeros de la radio convencional cubren muy bien la actualidad inmediata y lo hacen con unos medios que nosotros no tenemos y, por tanto, era absurdo pretender rivalizar con ellos, pues nosotros, al ser un equipo reducido, no podemos llegar a todos los lugares en los que está la noticia. En segundo lugar, porque estábamos convencidos de que podía haber un público que quisiese una radio más reflexiva, una radio que a nosotros, cuando trabajamos en la convencional, nos hubiera gustado hacer, una radio en la que hubiera espacio para un documental sonoro en profundidad y una radio en la que quien la hace puede tomarse el tiempo para buscar la música adecuada, la ambientación adecuada, los invitados perfectos sin que importase que para conseguir el resultado deseado se necesitara un mes de trabajo.
Evidentemente, en la radio convencional, pero también en los periódicos clásicos o en la televisión, esto es impensable
Exacto, esto es impensable en la radio convencional y, por nuestra parte, teníamos claro que queríamos darle precisamente este toque y este estilo, sobre todo porque se trataba de hacer la radio en la que siempre nos hubiera gustado trabajar y, por tanto, hacer.
El ‘Slow journalism’ que realizáis ha tenido un importante auge en los últimos años en la prensa escrita. ‘Jot Down’, así como ‘Tinta Libre’, los ‘Cuadernos de Eldiario.es’, ‘El Estado Mental’ o el propio medio en que nos encontramos, ‘El Asombrario’, fruto de un proceso de evolución similar a ‘El Extrarradio’, son ejemplos evidentes.
Nosotros sí que veíamos una evolución evidente en la prensa escrita, veíamos que la prensa escrita había conseguido adaptarse a las nuevas necesidades y que había hecho un paso adelante hacia lo digital y hacia una nueva forma de tratar el periodismo, principalmente, desde la independencia. Asimismo, éramos conscientes de que esta evolución no había llegado a la radio, que, al menos en nuestra opinión, es el medio que menos ha innovado hasta ahora y que, en la manera en que hoy está concebido, es el medio para el que está más próximo su final; basta como ejemplo observar que hoy en día es muy difícil ver a un adolescente escuchando la radio. A esto hay que sumar que hoy la gente en general consume radio de una forma diferente a la de antes, no sólo por lo que se refiere al aparato de escucha, sino a lo que el oyente busca.
Han cambiado las exigencias del oyente y, más en general, del consumidor de información.
Los públicos somos muy inteligentes y lo que queremos todos es que nos expliquen las historias de verdad y, sobre todo, queremos poder hacernos una idea y tener una opinión tras haber escuchado una noticia, una historia o un reportaje. Respecto a eso, la máxima evolución de la radio había sido subir los contenidos a una web y esto, al menos para nosotros, no era innovar; por esto quizás decidimos dar un salto y equipararnos a nuestros compañeros de la prensa escrita. Sin embargo, lo que no sabíamos era que a nadie se le había ocurrido o, por lo menos, que nadie había llevado a cabo un proyecto similar.
En una entrevista de 2007, uno de vuestros ‘predecesores’, Fernando Berlín, decía: “Lo más difícil fue tener la imagen de un medio de comunicación profesional, a pesar de estar emitiendo desde un domicilio”.
Me siento completamente identificada con las palabras de Fernando. Nosotros hemos tenido mucha controversia en torno a lo que hacemos cada vez que nos han intentado etiquetar: siempre me da miedo hablar de esta controversia, porque luego se nos suelen echar encima los podcasters, pero para mí es importante decir que los componentes de El Extrarradio venimos de la radio profesional, es decir, somos profesionales de la radio con unas trayectorias a nuestras espaldas, unas trayectorias mejores o peores, pero trayectorias al fin y al cabo. Te comento esto, porque es importante decir que hacer radio es difícil y, además, se nota muchísimo, en exceso, cuando se hace mala radio. Nosotros desde el principio teníamos claro que queríamos innovar dentro de la radio, pero que dicha innovación tenía que hacerse desde la mayor profesionalidad: El Extrarradio tenía que sonar de lujo. Somos muy exigentes con el contenido y también con el continente y, en efecto, por esta exigencia todavía no hacemos streaming, pues creemos que el sonido todavía no tiene la suficiente calidad.
No entiendo la controversia, la calidad y la profesionalidad es precisamente lo que debe aplaudirse y reconocerse.
La gente que hace podcast nos intentó etiquetar y nos consideró de inmediato uno de los suyos. Yo no voy a criticar ni a generalizar diciendo que los podcast que se hacen no son buenos, puesto que estaría faltando a la verdad; yo he escuchado podcasters que hacen cosas maravillosas pero, al mismo tiempo, también he escuchado productos con muy poca calidad realizados por personas cuya afición ha sido siempre la radio y que, teniendo un micro en casa, graban cualquier cosa que les pueda resultar de interés y lo suben a la red. Nosotros no hacemos esto, nosotros podemos tardar en cocinar un programa un mes entero; detrás de cada uno de nuestros programas hay un trabajo muy profesional y, sobre todo, muy cuidado. Por esto, no nos gusta que nos etiqueten como podcaster, si bien es verdad que grabamos en casa; así empezó El Extrarradio y así sigue todavía hoy; grabamos en una habitación, eso sí con un sonido excelente, con los mejores equipos que hemos encontrado y apostando por llevar la redacción a la calle.
Al fin y al cabo, la calle debería ser el escenario privilegiado del periodista.
Nosotros queríamos recuperar el salir a la calle, algo que creíamos que se había perdido; para nosotros era esencial salir a la calle y hablar con la gente, conocer historias, personajes relevantes. Creo que los periodistas hemos cometido un error, mejor dicho, bastantes, pero uno especialmente: hemos pensado que las cosas pasan únicamente dentro de las redacciones.
Parece que el periodismo se ha dado cuenta de ello ahora que el no profesional, con distintos dispositivos electrónicos, se ha independizado, ha podido acceder a la información por su cuenta, naciendo así el concepto tan debatido de «periodismo ciudadano».
¿Pero tú crees que toda la profesión se ha dado cuenta? Te lo pregunto, porque yo personalmente tengo mis dudas…
No, no lo creo, pero sí es verdad que el debate está, hoy más que nunca, sobre la mesa.
Sí, es cierto, hoy el debate está más abierto que nunca. Mi opinión personal es que no todo el mundo puede ser periodista y, precisamente, acerca del tema del periodismo ciudadano, el otro día leía un sketch que decía: “El periodismo ciudadano creció tanto que al final nos quedamos sin noticias”, porque todo el mundo era periodista y ya no había nadie que generara las noticia. Pienso que no todo el mundo sirve para ser periodista, pero, al mismo tiempo, creo que lo que ha pasado en los últimos tiempos con el periodismo ciudadano ha provocado precisamente lo que tú comentabas, es decir, ha favorecido que los periodistas nos preguntáramos y cuestionáramos por qué habíamos convertido las redacciones en un búnker, y pusiéramos en discusión el hecho de que haya periodistas que se pasen siete u ocho horas dentro de la redacción, esperando a que las noticias lleguen a ellos. El periodismo tiene que salir a la calle y el periodismo tiene que estar en contacto con la gente que genera las noticias.
En una ocasión, hablando de un nuevo modelo de radio y de Internet, Bruno Sokolowicz me comentaba que, para él, “la radio por Internet es más ágil, no hay barreras burocráticas, legales, ni tampoco económicas, todo es mucho más sencillo”.
Ahora que mencionas a Bruno, con quien tengo una excelente relación y con quien he debatido acerca de qué es la radio, quiero aprovechar para mencionar a la gente que, antes que nosotros, se lanzó a la aventura, como por ejemplo el propio Bruno Sokolowicz, Fernando Berlín con Radiocable, del que antes hablábamos, así como Radio Ambulante, que hace un trabajo maravilloso, o Glady’s Palmera. Durante mucho tiempo, pensamos que las cosas eran como eran y que no se podían cambiar, pero, en verdad, eran así porque nadie había intentado cambiarlas; Internet nos ha ofrecido muchas posibilidades y, al respecto, Bruno dice algo muy importante con lo que estoy completamente de acuerdo: Internet elimina las barreras legales. Antes el pastel se dividía siempre entre los mismos, hay una serie de frecuencias, las grandes emisoras convencionales tienen esas frecuencias y nadie más que se vea capacitado para hacer radio, puede hacer radio. Esto con Internet se ha acabado, ahora el pastel ya no se lo comen siempre los mismos y esto preocupa mucho a las radios convencionales.
Ha habido un alejamiento del público respecto a los medios convencionales y, por tanto, los nuevos medios sois un rival para ellos, que ven cómo el sistema tradicional se tambalea. Al fin y al cabo, a nadie le gusta que le coman el pastel.
Sí, tienes razón, aunque sobre este tema quisiera hacer una diferenciación entre quienes dirigen los medios de comunicación y quienes trabajan en ellos. Nosotros no huimos de los medios de comunicación ni despotricamos contra la radio convencional porque todo, absolutamente todo, lo que sabemos lo hemos aprendido allí, la radio convencional ha sido importantísima para nuestras carreras profesionales, nuestros grandes maestros están precisamente allí y durante una etapa de nuestra vida nos ha dado grandes alegrías. El problema ha sido que no se ha sabido ver que este modelo tradicional se acaba y muchos grandes profesionales de esta radio profesional se encuentran ahora frente al fin de este modelo. Recuerdo que, en una ocasión, Gemma Nierga me preguntó qué es lo que estaban haciendo mal, puesto que se daba cuenta de que el modelo se estaba agotando. Cuando te hace una pregunta alguien como Gemma Nierga, una de las mayores profesionales de la radio, significa que los propios profesionales son conscientes de este agotamiento.
¿Y hay respuesta para el interrogante que te planteaba Gemma Nierga?
Yo siempre digo que los profesionales están haciendo bien su trabajo, la cuestión, y esto es aplicable a la radio, a la televisión o a la prensa escrita, es que quienes dirigen los medios son gestores que poco tienen que ver con el periodismo, gestores que aman muy poco la profesión periodística y a los que principalmente les interesa que les cuadre un balance de cuentas, sin importarles si lo que se hace está bien o mal hecho. Para ellos, lo relevante es que dé dinero, lo otro es indiferente.
Ya en 1934, Gaziel comentaba que el periodismo no podía ni debía ser un negocio que diera mucho dinero y que lo que debía contar para el periodista “era una recompensa íntima, de orden interior” por haber trabajado para y por “el interés colectivo”.
El periodismo siempre ha sufrido un mal endémico que es el de estar siempre a punto de la extinción, pero que siempre sobrevive; evidentemente la profesión de periodista nunca va a desaparecer, no me puedo imaginar una sociedad sin periodistas ni información, porque equivaldría a estar condenados a estar manipulados y a merced del poder y, en este sentido, el periodismo es una de las profesiones más necesarias. En El Extrarradio hacemos un programa que se llama Cuando éramos periodistas, en el que intentamos reflexionar sobre periodismo con grandes maestros de la comunicación y, si no me equivoco, Rosa Maria Calaf, una de las grandes de la profesión, nos comentó, precisamente en este programa, algo que creo que todos deberíamos hacer nuestro: debemos elegir si vivir bien del mal periodismo o vivir mal del buen periodismo. Lo que comentaba Calaf es que, actualmente, lo que da dinero es el mal periodismo, aquel vinculado con el show y el amarillismo.
En este sentido, e independientemente de la distancia, Rosa Maria Calaf y tú misma planteáis lo mismo que Gaziel en 1934.
Al fin y al cabo, lo que deberíamos preguntarnos es: ¿acaso un periodista no quiere hacer su trabajo y tener la conciencia tranquila? Yo, por ejemplo, ahora que hago El Extrarradio, puedo decir que, al preguntarme cada noche si estoy contenta con el periodismo que hago y si creo que es coherente con mi forma de entender el periodismo, siempre me respondo afirmativamente, y esto no hay dinero que lo pague.
A veces da la impresión de que el concepto ‘periodista’ se ha banalizado, sobre todo si se piensa que se habla de periodismo para referirse a la denominada prensa rosa. ¿Es posible definir ese tipo de ‘información’ como periodismo?
Respecto a este tema, tengo una contradicción conmigo misma y una opinión con la que seguramente no están de acuerdo algunos de los compañeros de El Extrarradio. Yo siempre me planteo cuál es el papel del periodista en general, y desde el primer momento que surgió El Extrarradio mis compañeros y yo tuvimos claro que queríamos hacer periodismo y no activismo, puesto que estábamos bastante cansados de que los periodistas fueran activistas y que al final terminaran por posicionar al lector o al oyente. A nosotros nos gusta pensar que el periodista es el transmisor del mensaje y debe ofrecer todas las herramientas al lector, espectador u oyente para que éste pueda formarse una opinión. Partiendo de esta base, cuando me hablas de este estilo de periodismo, yo creo que sí debe existir, pues si hay un público que lo consume, hace una función. El problema está cuando se cree que este tipo de periodismo está por encima de otros modos de hacer periodismo.
Me parece casi imposible pensar que se pueda considerar ese tipo de periodismo, más próximo al show televisivo, esté por encima de otros.
Creo que se trata de ser consciente de lo que se hace y de su función. Dicho esto, si tú me preguntas si yo haría este tipo periodismo, la respuesta es no y, sin duda alguna, porque mi consciencia periodística no estaría de acuerdo con esa forma de hacer periodismo. Se trata de reconocer a cada uno el propio papel y los propios méritos, sin pretender sumarle ni restarle.
Puede que debiéramos separar al periodista del comunicador, entendido como presentador o showman televisivo.
Es verdad que todo periodista, sobre todo en la radio, debe ser un buen comunicador, pero me parece una buena separación de conceptos. También es cierto que a nosotros nunca nos han gustado mucho las etiquetas; a fin de cuentas, creo que de lo que se trata es de que cada uno sea coherente con su forma de entender el periodismo y que intente que la profesión evolucione y vaya a algún sitio. Por ello, es muy importante la autocrítica, yo soy muy crítica con la profesión y con nosotros mismos: es verdad que nuestra situación es patética, que el periodismo es una de las profesiones donde se han destruido más puestos de trabajo, cada vez hay más EREs y despidos, pero tomando nuestro ejemplo –nosotros mismos somos fruto de un despido- siempre digo que nos tenemos que cuestionar qué es lo que hacemos para cambiar las cosas. Cuando me despidieron podía haberme quedado de brazos cruzados esperando que alguien me llamara, pero esto nunca hubiera pasado, la opción que tenía era arriesgar y esto es lo que a veces le falta al periodista.
El nombre del programa ‘Cuando éramos periodistas’ es de por sí significativo y a la vez batallador: refleja una mirada nostálgica del pasado y, a la vez, una reivindicación de una profesión agotada.
Los títulos de nuestros programas son todos bastante curiosos; sobre lo que comentas de este programa en concreto, ya no se trata sólo del título, la frase que lo define, su lema es: “Para hablar de nosotros, por si la profesión se extingue”. No es que creamos que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí es verdad que creemos que detrás de nosotros hay una gente que lo ha dado todo en la profesión, que ha hecho periodismo de campo, que ha vivido una época que, al menos para mí, fue maravillosa, y esto no debemos olvidarlo. Cuando hablo de ese gran periodismo que nos precedió, siempre pongo el ejemplo de Rosa María Calaf, quien, a lo largo de la entrevista, me comentaba que cuando va a dar charlas en las universidades siempre le preguntan cómo conseguía las noticias cuando no había Internet y ella, frente a esta cuestión, siempre contesta: “Iba a los sitios”. Esto es el periodismo y creo que, dentro de la innovación y de una nueva manera de hacer periodismo, tenemos que recuperar la esencia de nuestra profesión. Lo que queremos con este programa es poder reconstruir entre todos la profesión.
Una de las principales funciones del periodista es la de poner el dedo en la llaga, es decir, la de molestar e incomodar al poder.
De hecho, nosotros tenemos una frase en El Extrarradio que dice: “Queremos ser alimento incorruptible, indigesto”, porque la función del periodista no es la de enjabonar, sino la de preguntar aquello que a los señores que están en el poder no les gusta que les pregunten. Y a nosotros nos debe dar absolutamente igual que les guste o no.
Respecto a este tema, vosotros habéis entrevistado a una de las periodistas más incisivas actualmente, Ana Pastor, alguien que precisamente por su carácter incisivo ha recibido críticas tanto de la izquierda como de la derecha.
Ana Pastor ha conseguido algo muy importante: marcar un propio estilo en la manera de hacer periodismo. Puede parecer fácil, pero marcar un estilo es muy difícil y ella lo ha conseguido. Además, algo que me gusta mucho de Ana Pastor es que ella es periodista las 24 horas del día, es una mujer que vive por y para la profesión; es una persona que ha sabido hacerse su hueco y lo ha sabido hacer con mucha profesionalidad y, aunque muchos la critican, primero, por su manera incisiva y, segundo, porque dicen que se “se le ve el plumero”, es cierto que, como tú dices, ha tenido enemistades con gente de un lado y de otro por ejercer su profesión.
Además, Ana Pastor en televisión y vosotros en la radio habéis demostrado que la entrevista larga y profunda interesa al público. Podemos decir que habéis saneado un género que parecía perdido.
Creo que esto es lo mejor que me podías decir.
No era premeditado.
Yo soy una defensora a ultranza del género de la entrevista, es un género que he estudiado y he trabajado mucho. Una entrevista larga no molesta siempre y cuando se den dos factores importantes: en primer lugar, el protagonista debe ser el entrevistado y no el entrevistador y, en segundo lugar, es necesario mimar el género de la entrevista, es decir, por poner un ejemplo, respetar los silencios a lo largo de la conversación o tratar de que el entrevistado se olvide del reloj. Esto se consigue creando un ambiente de complicidad, un entrevistado entra o no al trapo dependiendo de cómo hayan sido los primeros cinco minutos de entrevista; si consigues que el invitado se sienta cómodo, conseguirás casi con seguridad una buena entrevista.
Además, el entrevistado suele agradecer una entrevista larga, pues se le concede el tiempo y espacio para profundizar sobre distintos asuntos de los que muchas veces no tiene ocasión de hablar.
Lo agradecen y mucho. Además, nosotros solemos hacer una cosa muy sencilla, pero que el entrevistado suele agradecer, y es no llevar nada escrito. Yo jamás llevo nada escrito, lo cual no quiere decir que no hayamos preparado la entrevista, pero creo que a una entrevista hay que ir con los ojos bien abiertos, observando todo aquello que envuelve al entrevistado y muy pendiente de lo que él te esté contando.
No recuerdo el nombre del periodista, pero sí el consejo: escuchar las respuestas del entrevistado y repreguntar a partir de la respuesta y no a partir del listado prefabricado de preguntas.
Esto me lo dijo a mí Montserrat Domínguez. Siempre y cuando se realiza una entrevista, se tiene que mirar a los ojos al entrevistado y tienes que estar preparada y dispuesta a que la entrevista pueda ir por derroteros que tú no tenías planeado de antemano. Este país ha dado grandes entrevistadores y creo que tendremos un auge del género de la entrevista.
Sin embargo, el ritmo frenético de la televisión y puede que también de la radio ha anulado este tipo de entrevistas largas y pausadas, suponiendo –no sé si erróneamente- que no interesarían a un público que prefiere la rapidez.
Yo creo que la gente que escucha la radio, que lee o que ve televisión es gente muy inteligente, y no le gusta que le tomen el pelo y, por tanto, si hay un producto que está bien hecho será consumido, sin duda alguna. Cuando al inicio pensamos realizar entrevistas de 30 o 40 minutos, teníamos miedo de que no tuvieran aceptación y, sin embargo, este tipo de entrevistas ha funcionado muy bien, porque no se trata de entrevistas típicas en las que se formulan las preguntas de siempre con las respuestas de siempre, son entrevistas en las que obligas al entrevistado a enfrentarse a preguntas distintas y a contestar cuestiones que, puede, antes nadie les había realizado.
En cuanto al riesgo, nuevos proyectos, el vuestro en la radio, en la prensa con eldiario.es o Infolibre, demuestran que hay un público para ello y que el tópico de “hacemos esto porque es lo que gusta” no es válido.
La gente está cansada de que le tomen el pelo y, al mismo tiempo, estamos muy cansados de la idea de que no hay otra manera de hacer las cosas; a ello se suma que cada vez estamos más entretenidos y menos informados. Hoy día hay una necesidad de completar la información de la que disponemos y esto sólo se puede satisfacer si el lector, el espectador o el oyente busca otras formas de informarse. Por esto, es preciso que estos nuevos medios, en cierto modo alternativos, deben estar, deben existir.
Me gustaría terminar recordando la entrevista que le hicisteis a Montserrat Domínguez, en la que ella comentaba algo muy importante: la necesidad de dejar de lado las rencillas entre los medios e ir todos a una, pues los tiempos son difíciles y es necesario colaborar para y por la reconstrucción.
Sí, Montserrat Domínguez tenía toda la razón. Recuerdo, además, perfectamente que decía que durante mucho tiempo nos habíamos dado «zurriagazos» los unos a los otros, nos hemos dedicado a criticarnos y ahora, creo yo, tiene que acabar esto, ahora ya no es el momento. En aquella entrevista, Montserrat Domínguez me comentaba, además, que el mundo del periodismo se rige en parte por una selección natural, somos muchos los que estamos haciendo el mismo camino y evidentemente no todos vamos a sobrevivir; sin embargo, los que sobrevivamos deberemos darnos la mano para construir juntos. Los profesionales de los medios convencionales y aquellos que estamos innovando deberemos aunarnos y justamente no darnos zurriagazos.
Comentarios
Por Nely García, el 22 agosto 2014
Todas las luchas por defender aquello en lo que se cree, son dignas de admiración.