Laura Freixas y esa sensación de pensar que ‘los otros son más felices’
Verano de 1971. Áurea, una madrileña de 14 años de origen manchego, acude a pasar una temporada a la casa de sus familiares ricos y catalanes en la Costa Brava. Un personaje muy potente que nos remite a las mujeres de Laforet, Marsé, Martín Gaite. Es el punto de partida de ‘Los otros son más felices’, cuarta novela de Laura Freixas, de 2011, que ahora reedita Tres Hermanas. Áurea descubrirá mucha cultura, estilo y elegancia. Pero también mucha mentira y fingimiento. Desear el destino de los otros es a veces una decisión equivocada.
Desear el destino de los otros es una herida en la que después no encajará la lanza que nos convertiría en mártires y que, por el contrario, nos sumirá en un espectáculo ridículo que nunca debió aparecer en nuestra biografía. Un caos que nos hará maldecir a los espejos o a la inferioridad en la que se han empeñado en ahogarse muchas madres ficticias o reales.
De todo esto habla Los otros son más felices, la audaz novela con que Laura Freixas narra las consecuencias de la idolatría, del hartazgo de los pobres, de las apariencias mal digeridas, de esos sueños que retienen el porvenir de las personas hasta convertirlo en un animal lento que será rechazado allá donde vaya. Y lo hace a través de Áurea, una adolescente cuya presencia, lenguaje y perplejidad frente al presente que le toca vivir nos hará recordar a la Andrea de Nada, la magistral novela de Carmen Laforet. Hay mucho también de Carmen Martín Gaite en esta novela de rotundos ecos. El aliento de Retahílas y de El cuarto de atrás infla los pulmones de muchos de los párrafos. Y de la Teresa Serrat y la Maru de Marsé. Y en ella Freixas fabrica un costumbrismo estentóreo y descarado, casi una burla de lo que España ha esperado siempre de Cataluña y de lo que Cataluña ha esperado de España.
Pero no esperen ramalazos de separatismo ni de sedición. Esta novela va de otra cosas, de definir los personajes con una contundencia que los hace incontestables. Maneja sus perfecciones y sus imperfecciones hasta colocarlos en el lugar que les abrirá las puertas de la realidad. Es una novela deliciosa, de personajes de una voluntad infinita. Un fresco que desafiaría a la soberbia del mismísimo Miguel Ángel. Una respuesta ininterrumpida sobre la idiosincrasia de un país.
En Los otros son más felices las preguntas carecen de importancia, todo respuestas. Un monólogo que vale su peso en oro. Todo es cinismo o inocencia, no hay términos medios porque es el triunfo del desequilibrio. La tumba de las apariencias. Un sarcófago que al ser abierto no tendrá ni recompensas ni epitafios. Pla estaría orgulloso de ella, se sentaría a leerla mirando cómo el mar lame con insistencia las mentiras que ofrece un día cualquiera.
Los otros son más felices es la colmena en la que la miel no sabe a lo de siempre. La historia de una mujer que nace a destiempo y de una hija que ha de recuperar el tiempo perdido, es la narración de una extensa mentira de estética impecable. Es colocar a todas las clases sociales en un aprieto y colocar marionetas de manera estratégica para no se quede nada sin contar. Es recordar y certificar el pasado para que el futuro sirva para algo. Es confiar en la lealtad, aunque la lealtad sea un perro que no encontrará jamás su sombra.
Los otros son más felices es pura inteligencia, muchos retales de alegría y algún pedazo de tela que destroza la composición del traje para que a la autora no se le pueda tachar de partidista. Freixas es ecuánime cuando rescata la artillería pesada con que esta novela se alimenta. El antagonismo se vuelve colaboracionismo entre sus páginas. Marina, la chica bien, se salvará gracias a la joven Aúrea, y la inexperta, modesta y observadora Áurea se salvará gracias a la snob Marina y a ese viaje que es más una obligación que un divertimento, que es el descubrimiento de que aquellos a quienes nos obligan a admirar también coleccionan mentiras como materia de defensa.
No dejen de leerla porque refleja con maestría una época de España, el final del franquismo, en la que era difícil separar el grano de la paja. Porque en ella la memoria es una dama lenguaraz que hará las delicias del lector. Y sobre todo no dejen de leerla porque Los otros son más felices contiene fragmentos que podrían colgar sin desentonar sobre las ramas de nuestro árbol genealógico.
‘Los otros son más felices’. Laura Freixas. Tres Hermanas Ediciones. 299 páginas.
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