Los muros de la infamia, la vergüenza y el olvido
Tras pasar por Buenos Aires, Los Ángeles, Cisjordania y Tijuana, ocho muros llegan al Matadero de Madrid a través de una exposición fotográfica (‘Los muros entre los hombres’) realizada por Alexandra Novosseloff y Frank Neisse, que han recorrido, entre otros, «la zona desmilitarizada» entre las dos Coreas, el “Berm” del Sáhara Occidental y la barrera electrificada de Cachemira en la India. Remiendos fáciles ante conflictos complejos que acumulan años y años de sufrimiento. Muros de silencio que son la expresión a gritos del fracaso del ser humano para dialogar.
Yo no estaba vivo. Pero decía otro Eduardo, Galeano, que el Muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro… Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó.
Eso fue hace 25 años, pero hoy otros muros brotan, y siguen brotando, en este mundo globalizado que, paradójicamente, no deja encerrarse. Y de ellos se habla poco o nada.
“En los últimos diez años recorrimos el mundo para dar testimonio de la triste realidad de los muros que son, antes que nada, símbolos del fracaso y del encierro”, explica Alexandra, experta en cuestiones de paz y seguridad. “Nos acercamos a quienes viven cerca de esos muros para saber cómo estos han transformado sus vidas, sus costumbres”.
La obsesiva tentación por los muros es tan vieja como la propia humanidad. Desde la Gran Muralla China bajo la dinastía Ming hasta el muro construido por los romanos que separaba Inglaterra de Escocia, el ser humano ha sentido la necesidad de levantar barreras para protegerse de los “otros”, los “diferentes”, los extranjeros, desde siempre percibidos como causa de los problemas. “Pero encerrarse ahora, como predican, en un mundo globalizado, donde fluye la información, el libre comercio y las personas, no se entiende”, asegura Alexandra. En definitiva, estos muros son hoy, como las guerras fueron ayer, la mayor expresión de la impotencia y el fracaso del diálogo.
Lo cierto es que actualmente existen más muros que cuando cayó el de Berlín en noviembre de 1989. El siglo XXI y su inercia inventan otro tipo de muros: las fronteras se amurallan para hacer frente a los “nuevos miedos”, como la inmigración, el terrorismo o el crimen organizado, surgidos a raíz de los atentados del 11S. Ejemplo de ello son la frontera entre Estados Unidos y México, y la valla de Ceuta y Melilla que separa Europa de África.
Según el geógrafo francés Michael Foucher, 17 muros internacionales cubren actualmente 7.500 kilómetros, que equivalen al 3% de las fronteras actuales. Así, el muro de hoy se convierte en un verdadero mercado para empresas privadas y gobiernos: en Estados Unidos, el Homeland Security estima el valor mundial de la seguridad en las fronteras en 178.000 millones de dólares en los últimos diez años.
“A menudo, las poblaciones afectadas por estos conflictos congelados son abandonadas y los problemas que originaron la construcción de los muros son simplemente olvidados”, reconoce Alexandra. Sobre el más antiguo de todos, el de Corea (1953), cuenta que allí el tiempo parece haberse detenido. Una sensación muy parecida entre los ocho muros que han documentado y que se muestran ahora en Matadero: “Entre todos existen relaciones: injusticia, desesperación y víctimas, pero construir un muro es algo que jamás traerá la paz. Nunca será una solución definitiva”.
¿Qué es lo que impulsa al ser humano a construir muros, e incluso amurallarse? “Principalmente, la función del mantenimiento del statu quo y la consolidación de una ganancia territorial, como es el caso del conflicto israelí-palestino”, explica Alexandra. Las negociaciones de paz en este conflicto no han progresado y el número de víctimas no deja de aumentar, mayoritarias en el lado palestino, eso sí. Con el muro en construcción desde 2002 (3,3 millones de dólares por kilómetro), los israelíes intentan establecer de facto una frontera. El problema reside en que el muro de separación no está construido en la “línea verde” del armisticio de 1949 y frontera reconocida en 1967, después de la Guerra de los Seis Días. Sólo el 20% del muro pasa por ese trazado.
Y eso sin mencionar los continuos puntos de control, carreteras cerradas y zonas de exclusivo tránsito para israelíes que hacen de Palestina un país fragmentado, como si fuese un archipiélago.
Los muros no se levantan solos. Nunca hay que abstraerse del factor humano que los sostiene. Los campos minados por los 20.000 militares marroquíes en el muro de arena del Sáhara, los drones utilizados por los estadounidenses en la frontera con México y los 21.000 soldados turcos en el Norte de Chipre ponen rostro al fracaso de la política. Porque un muro aparece, como dijo Daniel Seidemann, cada vez que una cultura o una civilización no ha logrado pensar en el otro y pensarse con el otro.
El muro marca la diferencia y materializa un desequilibrio histórico entre dos sociedades, como fue el caso de Irlanda del Norte, donde católicos nacionalistas y protestantes unionistas se vieron involucrados en una barrera que aún hoy separa a los muertos. En consecuencia, en el muro hay siempre un lado bueno (el espacio que protege, que minimiza los efectos del muro, que esconde su existencia) y uno malo (espacio del riesgo y el de la denuncia del muro). El desequilibrio de los ricos y los pobres; de la vida y la muerte.
Y, llegados a este punto, merecería la pena preguntarse sobre la eficacia de los muros. “Su efecto es contraproducente a largo plazo, ya que crea más problemas de los que resuelve. El muro impide el desarrollo de una visión más constructiva”, señala Alexandra, que parece cansada de repetir esta frase cada vez que se le pregunta sobre este tema.
La construcción de un muro nunca ha sido la solución a un conflicto, no ha hecho más que diferirlo.
Como diría P. N. Bhagwati, economista estadounidense de origen indio, a propósito del muro con alambradas de púas entre India y Bangladesh, “construir una barrera es la mejor manera de no hacer nada dando la impresión de hacer algo”.
Pues eso, construye un muro electrificado, con pinchos y de 13 metros de altura. Pronto verás aparecer una escalera de 14 metros.
Más información: www.mataderomadrid.org. Entrada gratuita. Exposición abierta desde el 31 de octubre hasta el 26 de enero.
Comentarios
Por Javie, el 17 noviembre 2014
Supongo que los muros detienen de momento la enorme ansiedad de las sociedades aunque al final solo sea ganr tiempo y enquistar los problemas.Que haya mas muros despues del de Berlin que antes llama a la reflexion.Muy buen trabajo
Por luciano tanto, el 17 noviembre 2014
muros. sin los respectivos contextos, la protesta contra la «maldad» de los muros se revela por lo que es: una coartada facciosa, por ideológica. los muros construídos para proteger (israel/árabes, muro con méxico para impedir entradas ilegales), no son iguales a los que se erigen para encerrar (berlín soviético, (muro «turco» del colonialismo de erdogan en chipre). idealizar la maldad de la separación sin interpretación política es una acción tramposa. o ingenua, actitud que no sirve para entender al mundo.
Por Emeyé (Marta y Erick), el 18 noviembre 2014
Aquí más fotos de otro muro, por suerte hoy obsoleto como tal:
http://emeye-photo-design.blogspot.de/2014/11/40-caida-del-muro-de-berlin-25.html
Por luciano tanto, el 18 noviembre 2014
…los autores de esta muestra, y su comentarista -humanistas militantes- duermen con la puerta de su casa abierta.
Por Luis Abaroa Garro, el 23 noviembre 2014
El último comentario es un muro por sí mismo, el que nos colocamos para no ver el otro lado.
Llevo unos cuantos años trabajando mis belenes con el muro actual dentro de la construcción.Leo Bassi hizo ya lo mismo hace un par de años en una performance. Yo hablo en mi belenismo de belenismo activo
Es importante que se termine concienciando a todo el mundo de estas fronteras vergonzosas y no hacer un paréntesis en Navidad.
Por luciano tanto, el 23 noviembre 2014
…deberías dar gracias también por no ser judío (aunque no averigües, en una de esas…) ya que entonces no habría muro suficiente para ponerte a salvo, si te cruzaras con uno de tantos odiadores cristianos, «progresistas», y fanáticos islámicos.
Por luciano tanto, el 23 noviembre 2014
eso, belén. con un niño judío en el medio. y en nombre del cual occidente inventó la necesidad «cristiana» de odiar al judío través de la inquisición, los guetos, las estrellas amarillas, etc., hasta llegar a los totalitarismos modernos, rojos y negros.son siglos de entrenamiento, y los efectos se ven en espacios como estos.
Por Luis Abaroa Garro, el 23 noviembre 2014
Ah, yo duermo también, incómodo por lo que pasa en el mundo, pero dando gracias por estar al otro lado del muro
Por Lord Innsmouth, el 08 diciembre 2014
Las fronteras delimitan los contenidos.