‘Punk Rock’, ¿qué futuro le espera a los jóvenes?
Siete jóvenes estudian en una biblioteca. Los exámenes de Selectividad se acercan. Se acaba el periodo de educación y sienten el vértigo de no saber qué va a pasar con ellos. Qué van a hacer ahora que toca salir a la vida y convertirse en adultos. Son jóvenes ingleses de Manchester, pero sus vivencias sirven de reflejo de cualquier joven europeo de clase media, sometido a la presión del sistema educativo, la familia, la sociedad. Eso es ‘Punk Rock’, la obra de Simon Stephens que pone en pie La Joven Compañía, un retrato de los jóvenes de nuestros días, sus inquietudes y sus miserias, del ecosistema educativo y el futuro difuso que les espera. Estuvimos con el autor.
El autor británico Simon Stephens (1971) ha escrito más de 30 obras. Antes de dedicarse al teatro fue profesor de Secundaria y militó en el grupo de punk Country Teasers. Seguramente estas dos cosas le hayan influido en su deseo de escribir una obra sobre las clases medias británicas.
¿Por qué el nombre de ‘Punk Rock’?
La música, el rock and roll que apareció en los años 50 con Bo Didley, Little Richard o Chuck Berry y que luego, a lo largo de los años, se convirtió en distintas formas como punk rock, rap, tecno o dub step, es la forma de arte que más me ha permitido entender mi forma de ser en el mundo. Me ha consolado en mi soledad, me ha inspirado en mis momentos bajos y me ha hipnotizado cuando me sentía apático. Cuando era adolescente, me gustaban dos formas de arte, una era el cine independiente estadounidense y la otra, irme a Manchester los fines de semana a ver bandas musicales. Pensé que podría ser posible sintetizar ambas formas de arte y crear relatos salvajes, sexys, brutales con la energía e imprevisibilidad de la música en directo, y eso es lo que he intentado hacer en los siguientes 30 años.
Por otro lado, en 2005 leí una obra de Tom Stoppard llamada Rock‘n’Roll, no me gustó porque me pareció excesivamente lingüística, innecesariamente mental y tenía la actitud de querer enseñar al público, pero la llamó Rock‘n’Roll, y entre escena y escena ponía música de Rolling Stones, Beatles, Beach Boys o Dylan; ese tipo de música que todo el mundo tiene en su discoteca aunque nadie escucha. Y pensé: vete por ahí Tom Stoppard, no vas a adueñarte de mi forma de arte y si tú vas a hacer Rock‘n’Roll, yo voy a hacer Punk Rock. Y así, antes de saber nada de la obra que iba a escribir, los personajes, la historia, el tema, lo primero que supe es que se iba a llamar Punk Rock y que iba a tener una banda sonora maravillosa.
También tengo otra razón más seria. La música que yo escuchaba mientras crecía no era música británica hecha en Manchester o en Londres, venía de Nueva York, hecha por gente de la escuela de artes como Patti Smith, Television, Ramones o David Byrne, todos eran intelectuales pensadores que utilizaban su pensamiento a favor de la disidencia y eso era Punk rock.
Tu primera obra en España y en español.
Se han adaptado mis obras en francés, estonio, alemán, noruego, danés.. y siempre he disfrutado la experiencia. El idioma puede ser algo muy seductor. El trabajo de un autor no consiste en escribir las cosas que dicen las personas, sino hablar de su comportamiento, y no hay mejor prueba de eso que ver una obra en un idioma que no entiendes porque lo que sientes es la energía y el mapa de la configuración de la energía. Creo que he aprendido más sobre el teatro viendo obras en idiomas que no he entendido que con las obras que he escrito.
Veo que vives intensamente la experiencia teatral…
Lo que me sorprende es que hay una compulsión en el animal humano de contar historias en un espacio en vivo con público en vivo. Crear ficciones que se van desenvolviendo con el paso del tiempo con actores y público en una misma sala. Creo que éstos son los elementos fundamentales de lo que significa hacer teatro, y lo he comprobado en todos los sitios a los que he viajado para presentar mis obras; en Reino Unido, Irlanda, Sudáfrica… Hay un error que creo que cometen muchos jóvenes autores, desde los tiempos de Aristóteles, que es suponer que la obra del dramaturgo implica discursos bellos o crear una prosa magnífica, y no se trata de eso. Siempre me he sentido fascinado por cómo se deletrea la palabra playwright (dramaturgo); es una palabra compuesta por dos sustantivos, play, obra, y wright, que sería escribir, pero está escrita de otra forma. Durante años no supe por qué se escribía de esta forma, ya que la palabra wrigth no se deriva del verbo write, escribir, sino de otro verbo, de forjar, hacer, dar forma; por eso creo que no soy un escritor, sino un forjador. Mi trabajo no es lingüístico. Creo que lo que un autor tiene que hacer cuando escribe una obra es mapear el comportamiento. Dicho esto, quiero comentar que la representación de La Joven Compañía no se parece nada a ninguno de los otros quince montajes de Punk Rock que he visto. Es la más física de todas. Los actores están geniales y la versión es muy fiel al original.
¿Hay algo sobre lo que no hayas escrito pero sientes que quieres hacerlo?
Yo antes decía que los escritores tendemos a volver a los mismos temas, que tenemos una obsesión por las mismas ideas. En mi obra hay algunos temas que son transversales. Por ejemplo: ¿Cómo es posible comunicarse en un mundo atomizado y fracturado? ¿Cómo es posible amar en un mundo definido por la dislocación? ¿Qué es el alcoholismo? ¿Cómo es posible mantenerse cuerdo en un mundo loco? Estos son mis temas obsesivos a los que vuelvo una y otra vez. Cuando tengo una obra nueva, no es que haya encontrado una idea nueva, es que he encontrado una nueva forma de abordar esas ideas. Una nueva forma de cerrar las interrupciones que subyacen a esas obsesiones, y una parte de mi vida con respecto a mi trabajo es mantenerme alerta a esas posibilidades. Ahora quisiera escribir una historia de Fausto porque, para alguien que es ateo como yo, me fascina la idea del infierno eterno y del demonio; de alguna forma voy a escribir sobre esto.
¿Eres pesimista sobre el futuro de los jóvenes?
Mi punto de vista como ser humano es optimista. Probablemente esta sea la pregunta sobre la que reflexiono con más frecuencia. Tengo una hija de 7 años y cuando pienso en el mundo que heredará cuando tenga mi edad (43) en 2050, imagino el estado de la ecología, la economía, la política, y me resulta duro y pienso: ¿qué mundo estoy dejando a mi hija? Pero a pesar de eso creo que sigo siendo esencial y fundamentalmente optimista. Tengo una fe extraordinaria en la gente, porque siguen sorprendiéndome, y tengo una confianza extraordinaria en su potencial; nada me inspira más que conocer a gente joven, cuando estoy con ellos intento sembrar en ellos la semilla de que si alguien va a salvar el mundo tienen que ser ellos. Además, he trabajado como profesor durante 20 años y creo que es imposible ser profesor sin ser optimista. No digo que sea fácil, porque ser profesor ha sido el trabajo más difícil que he tenido, pero incluso cuando tenía alguna clase fuera de control y los alumnos se negaban a hacer las tareas, incluso en ese momento sabía que iban a salir adelante, tenía fe en su potencial.
Puedes seguir al autor en Twitter: @stephenssimon
Una obra sobre miedos donde estalla la violencia
Esta es la segunda temporada de La Joven Compañía en el Conde Duque, y José Luis Arellano, director de la obra, explica por qué ha escogido este texto, adaptado por José Luis Collado: “Stephens es uno de los dramaturgos contemporáneos más brillantes, con obras referentes del teatro juvenil europeo, e increíblemente nunca ha sido representado en España. Además, tampoco hay tantos textos de teatro para jóvenes y creo que aquí se habla de las cosas que les interesan desde su punto de vista, no los edulcora, habla de las cosas que les provocan”.
Dicen que es una obra con riesgo que pone a los jóvenes que vienen a verla frente a un espejo en el que se ven reflejados. Un retrato actual de su mundo del que es imposible escapar. Esta transición cada uno la vive de una manera. Unos generando violencia, otros con el sexo, con su relación con la comida, acosando a los compañeros. Pero el microclima que crean en la biblioteca estalla cuando algo sucede fuera de allí.
“Es su obra fetiche», continúa Arellano, “porque habla de la violencia juvenil. En su época de docente le sorprendió descubrir que las frustraciones de los jóvenes de clase media son las mismas que los de las clases más bajas, y decidió hablar de eso y de la violencia implícita en las clases acomodadas. La versión es la original, no se han cambiado las referencias. Son jóvenes de una zona bien de Manchester. Hablan de ir a las universidades de Oxford y Cambridge”.
Linkin Park ponen la banda sonora a las andanzas de estos estudiantes en la versión española. Es la música que envuelve la acción y la que escucha William, uno de los estudiantes, en sus inseparables cascos.
María Romero y Víctor de la Fuente son Lilly y William en la obra. Ella acaba de llegar al instituto y él se ofrece a acompañarla para enseñarle todo y presentarla al grupo. María recuerda cómo se enfrentó a su papel: “Cuando lees la obra la primera vez, te deja una sensación un poco amarga pero positiva. Por un lado dices: esto es lo que hay, pero yo puedo hacer algo para cambiar las cosas. Hay mucha emoción adolescente. Mucho cambio. Una necesidad de encontrar tu sitio».
Una de las características de las representaciones de La Joven Compañía es que por las mañanas sus espectadores son alumnos de Secundaria que casi tienen la misma edad que los actores. Después de las representaciones se organiza un coloquio con ellos.
“Nosotros asistimos en el patio de butacas con los jóvenes que vienen a ver la obra. La mayoría se sienten identificados con lo que ven. Algunos incluso salen llorando y nos dan las gracias porque les ha ayudado ver en el escenario situaciones como las que ellos están viviendo”, asegura María. Víctor la secunda: “Nosotros también nos identificamos, porque en nuestra vida real nos han presionado. Nos decían: estudia más, saca una nota más alta, haz una carrera que tenga salidas…. La cuestión es tener un objetivo en la vida. Te puedes equivocar y no pasa nada. Hay tiempo”.
Hasta el 4 de diciembre. Centro Conde Duque. Conde Duque, 11. Matinales: martes y miércoles: 10.00 y 12.30 h. Jueves y viernes: 11.00 h.
Funciones de tarde: Jueves, viernes y sábados: 20.00 h.
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