Un libro-taller de verano para escribir, desear y soñar
Creó el proyecto ‘Narrativas y otras lunas’ para unir su formación como psicóloga y su pasión por los libros y ofrecer talleres de escritura como herramienta de autoconocimiento y recuperación de la propia historia personal. Lidia Luna es consciente de los miedos que bloquean cuando se intenta plasmar en palabras sentimientos y vivencias. Por eso ha autoeditado ‘Escribir en verano: un taller de escritura en 12 propuestas’. Un libro con ideas prácticas para lanzarse a explorar la escritura en los meses de vacaciones.
Le has dado forma a un libro muy vinculado al concepto de los cuadernos de vacaciones de la infancia. ¿Qué representan para ti?
Cuando era pequeña, me gustaban mucho los cuadernos de vacaciones, iba a recogerlos el último día de clase y me gustaba ir haciendo los ejercicios a lo largo del verano; siempre eran propuestas más lúdicas, experimentales, lo recuerdo con más colorido. El verano es además una época del año en la que tenemos más tiempo, a veces cambian las jornadas de trabajo, hay más luz, los días son más largos, pasamos más tiempo en la calle, es una época más libre y más en contacto con una misma y con la naturaleza.
Todo empezó con un taller dirigido a escribir en verano…
Sí, hace unos años empecé a hacer ese taller, dio buen resultado y uniendo eso a la idea de los cuadernos de vacaciones nació este libro.
Es una invitación a la escritura a través de 12 propuestas, ¿y una ayuda a romper bloqueos?
Para mí es muy importante que sea una aproximación a la escritura de forma muy libre. No es para ser escritor o escritora, sino para disfrutar escribiendo. Tenemos muy asociada la escritura al colegio desde la exigencia, los deberes; intentamos hacerlo todo bien al pie de la letra y al mismo tiempo nos rebelamos contra la tarea. Por eso es tan importante hacerlo desde el disfrute, que cada persona escriba lo que realmente quiere contar y sin pretensiones. Explorar la escritura; quien quiera llegar a la escritura creativa pero partiendo de la escritura personal, de la propia experiencia, la memoria, la imaginación. Sólo es necesario potenciar lo que ya tenemos y volver a conectar con ello.
Si no hay nada que demostrar a nadie, ¿ahí se conquista un espacio más relajado y se liberan temores?
Sí, tenemos mucho miedo a que lo que tenemos que decir no sea original, que ya lo hayan dicho otras personas antes, y esos temores aparecen incluso cuando escribimos para nosotras mismas, sin compartirlo con nadie. A veces no nos atrevemos a poner algo en el papel porque tememos darle más fuerza. Hay muchos bloqueos con el deseo, se nos olvida desear y creo que el deseo está muy ligado a la escritura y la creatividad. De hecho uno de los capítulos es sobre el deseo, porque se trata de ser capaces de desear algo que en este momento no tenemos, que puede estar en otro lugar distinto (tener cerca a una persona, volver a un instante de la infancia). Bloqueamos la capacidad de desear y de soñar con el paso del tiempo y eso es muy importante en la escritura. Tenemos miedo a la frustración, a la incertidumbre, a desear cosas que no se cumplan. El miedo es el gran tema.
¿El miedo es el gran enemigo de la creatividad?
Con la creatividad tenemos esa relación extraña porque sabemos que es algo que nos hace bien y nos sienta bien, pero al mismo tiempo nos parece una pérdida de tiempo y que no merece dedicarle energía. La escritura está muy relacionada con el autocuidado y es algo a lo que nos cuesta dedicarle tiempo.
Planteas 12 propuestas muy asequibles, al alcance de todo el mundo…
Intento hacerlo fácil porque está hecho desde mi experiencia acompañando a otras personas en el proceso de escritura, viendo también cuál ha sido mi propio camino para que la escritura sea una vía de expresión. Me permite expresarme, ordenarme y conocerme, y a su vez compartir con otras personas lo que siento. Intento que sea un viaje, un camino, pero el libro está planteado para que se puedan desordenar las propuestas y empezar por la que a cada cual le apetezca. No hace falta tener el hábito de escritura, está pensado para las personas que quieren empezar y para quienes ya tienen una relación con la escritura pero necesitan potenciarlo.
¿Por qué escribimos?
Escribimos porque necesitamos hacernos palabra, porque la escritura nos ayuda a conocernos, hay mucha verdad en la escritura. Estamos muy acostumbrados a desconectar de nosotros mismos y la escritura nos vuelve a conectar con las emociones, los afectos, la memoria, la imaginación y con el mundo. Para mí la escritura es como una casa muy grande, va creciendo. Al principio es un lugar pequeñito y con el paso del tiempo se van ampliando las estancias y vas teniendo un jardín. Escribimos también para comunicarnos con otras personas, para dar algo a los demás. Y escribimos para recordar a quienes no están, hacer justicia, dar vida a las historias…
Pones el foco en la escritura autobiográfica y en la necesidad de recuperar las propias historias. ¿Por qué es tan necesario?
Porque nos da sentido. Recuperar las historias que nos contaron las abuelas y los abuelos en la infancia. Lo cuentan muy bien en una entrevista Juan José Millás y Carlos García Gual, esas historias nos ayudan a encontrar nuestro propio sentido de la vida o a aceptar que a veces no tiene sentido, cada persona encuentra sus respuestas. Vivimos en un mundo que cada vez va más rápido, cada vez más vacío de sentido, con muchas narrativas ajenas; por eso recuperar las nuestras nos da nuestro propio significado de la existencia: dónde estamos, dónde nos gustaría ir y de dónde venimos. Para no absorber las narrativas de otras personas.
¿Cuando, cómo y por qué nace tu proyecto ‘Narrativas y otras lunas’?
Terminé mi recorrido profesional dentro de la psicología y la salud mental, y cuando terminó mi último contrato de trabajo, me planteé trabajar por mi cuenta, tenía varios borradores de talleres de escritura. Nace de la necesidad de tener un proyecto de autoempleo coherente con mi forma de estar en el mundo. Ahí uno las cosas que creo que mejor sé hacer y las que más me gustan: la psicología, la escritura, la lectura y literatura. Todo esto está también muy presente en este Cuaderno de verano. Intento unir los saberes de estas disciplinas, que sirvan para acompañar a otras personas a escribir y hacer sus procesos narrativos, y acompañar también con estas herramientas a personas que están en procesos de cambios.
¿Qué vas recogiendo de todo este recorrido?
He recogido mucha riqueza porque todas las voces suman, cada historia es distinta. A veces al escribir tenemos ese miedo a si lo que vamos a contar es importante, y todas las vivencias lo son cuando se cuentan desde la verdad de cada cual. Me ha servido todo el recorrido para confirmar que la escritura es una herramienta que nos ayuda mucho a reconstruir nuestra historia de vida y abrir la perspectiva ampliando los márgenes en los que nos movemos normalmente. Permite salirnos de las historias que nos han contado sobre nosotras y sobre el mundo.
Algunos de tus talleres van dirigidos a mujeres, ¿cuáles son?
Uno de los talleres es La voz de las mujeres; llevo varios años haciéndolo y es un espacio muy rico porque al estar en comunidad, aunque sea online, nos apoyamos y enriquecemos unas a otras, somos espejos. Cuando leemos la experiencia de otra persona nos vemos reflejadas y eso nos sirve para ponerle palabras a cosas que sentimos y que no éramos capaces de nombrar. Sirve mucho también para ver las fortalezas, valorar la propia historia de vida en perspectiva y ver todo lo que brilla a lo largo de esa historia. Y en el caso de las mujeres también es muy importante la escritura como herramienta de autocuidado, junto al autoconocimiento. Hay un libro que para mí es muy importante: Mujeres que corren con lobos, de Clarissa Pinkola. Me ha acompañado durante muchos años y ahora he lanzado también un taller específico que se llama Escribir a la mujer salvaje, para leer este libro y escribir a partir de él; ha sido una experiencia muy bonita. Sumamos la energía de todas, nombramos los miedos y le ponemos consciencia identificando lo que nos pasa en cada momento, aceptando las emociones, y a partir de ahí decidiendo qué queremos cambiar y a dónde queremos ir. Hay también una parte muy lúdica y muy creativa, de jugar y disfrutar con la escritura.
¿Hay alguna vivencia que te haya impresionado especialmente?
Empecé La voz de las mujeres porque salían mucho las historias de abuso, de dolor, incluso vividas durante la infancia… Hice un taller específico en el que hay espacio para recogerlo y hablar con la niña que fuimos, no sólo en el caso de mujeres, también con hombres que han pasado por esto, y me impresiona la capacidad de fortaleza y de resistencia que tenemos las personas. Incluso las situaciones más difíciles las transformamos en aprendizaje y luz.
¿Qué tres libros han sido tus compañeros de viaje más preciados, además del que has nombrado?
Es difícil elegir, pero hay uno que siempre me acompaña, lo he leído muchas veces, es La historia interminable, de Michael Ende. Otro que es clave para mí es La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero. Y últimamente Lavinia, de Ursula K. Le Guin, un libro en el que hay mucha verdad, mucha honestidad, tiene una perspectiva distinta, una voz de mujer desde un lugar que normalmente no hemos tenido en las historias que nos han contado. Es un libro que me hubiera gustado leer durante mi adolescencia para descubrir otra perspectiva.
¿Cómo la escritura y la lectura te han ido transformando la vida?
Mi vida sin libros sería otra completamente distinta. Han estado presentes desde que era muy pequeña. Siempre he sido devoradora de libros, mi madre tuvo que falsificar el carné de la biblioteca cuando era pequeña para que pudiera entrar porque aún no tenía la edad. (Risas). La lectura ha estado presente en mi vida también gracias a que otras personas lo han alimentado; recuerdo ir con mi bisabuela leyendo los carteles por la calle y ella me repetía las letras para enseñarme a leer. Salía a pasear con mi madre y yo llevaba un libro y me chocaba con las farolas, o el libro siempre encima de la mesa. Siempre he sido una mujer pegada a un libro, así que no imagino mi vida sin ellos. Para mí son un refugio, pero no para evadirme sino para entenderme y entender al mundo. Me han ayudado a ser más empática, te enseñan que hay muchas maneras de vivir las cosas. Y luego la imaginación que nos regalan los libros, la capacidad de ver más allá con la cabecita. La escritura, igual, me permite expresarme, entenderme y comunicarme. Leer y escribir son procesos mágicos, cuando lees es como estar entre dos mundos, igual que cuando escribes. Ni estás aquí ni estás allí, es otro espacio intermedio.
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