Daniel Grao, de Mario Conde al amante de Lorca
Dos hombres solos, antagónicos, frente a frente, en un hospital militar. Federico García Lorca y la memoria como un acto de justicia final. Son los mimbres principales de la obra ‘La piedra oscura’, escrita por Pablo Conejero, dirigida por Pablo Messiez e interpretada por Daniel Grao y Nacho Sánchez, que se representa en el María Guerrero de Madrid. Un texto que funciona como una bomba de relojería. Un público que sale emocionado de la sala. Entrevistamos al actor Daniel Grao, que se hizo famoso por su interpretación de Mario Conde en televisión.
¿Qué puede ver el público en ‘La piedra oscura’?
Principalmente cuenta el encuentro de dos personas, que a priori son antagónicas o contrarias; asistimos al desmoronamiento de las caretas de los bandos y las insignias, y somos testigos de cómo comparten mucho más de lo que al principio creen. Comienza con algo beckettiano: ¿qué hacemos aquí?, ¿quién eres tú?, ¿y tú? ¿De qué estamos hablando? Pablo (Messiez) ha dicho en alguna ocasión que le gustaría que un chino que no sepa nada de la cultura ni de la historia de España viera esta obra y también la pudiera entender y se conmoviera. Aunque hace referencia a un momento histórico concreto, la Guerra Civil española, al final la función va más allá; asistimos, por encima de todo, al encuentro de dos personas…
A cómo dos seres humanos se acercan por sus puntos en común: el amor, la soledad, la vida, sus padres, la muerte…
Al final, cada uno confiesa sus miedos y así se aproxima al otro. Una ficción muy emotiva, también muy poética…
Y muy contenida, porque siendo un tema que se presta tanto a la sensiblería y la exageración, la historia del amante de Lorca, tanto guión como dirección como interpretación están muy contenidos. Prueba de que no hace falta exagerar las cosas para que impacten.
Claro. Y, sobre todo, acabas conociendo muy bien y muy íntimamente a esos dos, que, por encima de bandos, son dos hombres, Rafael y Sebastián, solos, cara a cara… Y esa historia te puede evocar tantas situaciones distintas como espectador…
De Lorca se habla también con mucha sensibilidad, sin cursilerías. Porque él a veces ha sido muy machacado… Se ha abusado de su obra en un plano muy folclórico.
Sentimos también que se hace justicia con algo tan sensible como la historia de amor de Rafael con Federico, historia de la que casi siempre nos ha llegado sólo una de las versiones: que Rafael le hizo sufrir mucho…, que pobre Federico… Y creo que aquí de alguna manera se le hace justicia a Rafael, no por darle razones, sino precisamente por contar que hubo una historia de amor. Si hubo tanto sufrir es porque también tuvo que haber mucho amor; si no, no habría habido ese sufrimiento. Vamos a recordar también cuando todo iba bien, cuando se amaban, con todos los conflictos, contradicciones y miedos de la época…
¿Te resulta complicada una interpretación en la que te pasas recostado o tumbado prácticamente toda la función, y has de resolver todo sólo con tu voz y la gestualidad de tu cara?
No, la verdad es que en esta ocasión, no. Tengo tanto en lo que ocuparme, es tan bueno el texto, que no necesito más recursos. El texto es maravilloso y ayuda tantísimo… Y la batuta de Pablo (Messiez) nos lleva en la dirección de estar, más que en la de hacer. Es un trozo de vida y no de movimientos. Además, Pablo dice: A mí me encanta ver a actores pensar, y no le da miedo que haya silencios, que haya ratos en los que el público nos vea pensar…
Son silencios muy bien traídos y que contribuyen a crear un ritmo sobrecogedor… También las pequeñas dimensiones de la sala del María Guerrero donde se representa ayudan, por la cercanía con el público.
Eso es esencial.
Tú, Daniel, has hecho sobre todo televisión, ¿por qué?
Por azar, porque ha salido así. Pero tengo la suerte de que el teatro que he hecho han sido pedazos de proyectos. Yo comencé con La Avería, de Blanca Portillo. Y de ahí a Tolcachir. Y ahora esto. O sea, un nivel…
De todo lo que has hecho en cine, teatro, televisión, destácanos algunos de los trabajos que más te gusten porque te hayan ayudado a crecer.
Le tengo especial cariño al personaje de Jorge Vega en Acusados, que es donde conocí a Blanca Portillo, por haberme dado el gustazo de compartir muchísimas secuencias con ella, y además tuve la suerte de que ahí salió La Avería. Era mi primer gran papel en televisión, por duración e importancia. Televisión de calidad, y no de trazo grueso, con un buen equipo. Y luego que me ayudara a crecer, sobre todo por el reto y por el acojone que pasé cuando me lo propusieron, fue interpretar a Mario Conde en la serie de televisión, porque es un personaje que todo el mundo conoce, del que hay muchas referencias…
¿Tuviste algún ‘feedback’ de él?
Bueno, Mario Conde me llamó cuando vio los dos capítulos junto a Vasile (consejero delegado de Tele 5), antes de la emisión. Y me felicitó. Una llamada muy curiosa. Él estaba encantado, también porque el guión estaba basado en su libro, de alguna manera en su versión de los hechos; pero mi idea y la del director siempre fue huir de la imitación, para construir un personaje con todas sus aristas, y no un muñeco…
Permíteme que destaque también ‘Emilia’, de Tolcachir; una obra que vi en los Teatros del Canal de Madrid y me emocionó muchísimo.
Ah, sí, claro. Acabamos de cerrarla. Porque hemos estado girando casi un año. La cerramos después de Navidades en Galicia. Ha sido un proyecto precioso. Trabajar con Tolcachir tiene bastante en común con Pablo (Messiez); aparte de que sean los dos argentinos, tienen como una premisa: sólo les sirve un actor que esté cómodo en su papel; no entienden esto como una lucha ni como forzar nada. Luego, además, están enamorados de lo que hacen y le dan mucho cariño a lo que hacen y al equipo. Es todo como un paseo suave, a pesar de los berenjenales emocionales que plantean. Pero tanto el uno como el otro te lo acercan muy suavemente y te lo ponen todo muy a favor, para que estés cómodo, que todo sea fácil… Además, los dos son actores, muy buenos actores, y por eso saben trasmitirte bien lo que quieren… Son muy buenos actores…
En diversos tuits he leído que la obra, aparte de conmover, produce cierta rabia, porque hay un alegato en el sentido de que, al final, la historia hará justicia. Pero muchos en España no ven -en fin, no vemos-, que eso haya sucedido. Es una historia que quizá ahora nos toca más la fibra sensible, por todo lo que está pasando en una España desengañada, decepcionada y, en muchos casos, humillada…
Sin duda, de lo que se habla es plenamente vigente… Y ya no sólo es el tema de la Memoria Histórica, que por supuesto, sino de la memoria en general. Cuando Rafael dice: bueno, por lo menos que esto tenga algún sentido, los que vengan sabrán entenderlo, porque, si no, no nos lo van a perdonar, y eso es algo muy profundo, muy hondo, que llega a todo el mundo…
La memoria como un acto de justicia, ¿no?
Entendiéndola como la aborda La piedra oscura, desde la cicatrización sanadora.
Pero no una falsa cicatrización, como mucha gente puede pensar que ha sucedido. ¿Cómo ves este país, Daniel?
Uf. ¡Qué momentazo!, ¿no? Por un lado, y siendo un poco frívolo, me pone estar viviendo este momento…
Te lo voy a poner más fácil, preguntándotelo de otra manera: Dibuja cómo te gustaría a ti que evolucionara España en los próximos dos, tres, cuatro años…
No sólo España. Yo creo que aumenta nuestro nivel de conciencia o, si no, esto se repite y repite y repite, con la sensación cansina de la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia, con otros nombres y otras caras, pero más de lo mismo. O mutamos todos y cada uno o…; puede sonar a crecimiento personal, pero es que yo creo que el auténtico cambio pasa por ahí. A veces adopto una frase que dice: ‘no creo en la revolución política, sino en la re-evolución poética’. Porque, si no, es poner otros colores a lo mismo, y no deja de ser egos peleándose. Y esta función lo que hace es poner frente a frente a dos contrarios, que acaban entendiendo lo absurdo, y eso hace que se resquebrajen las caretas y las insignias. Lo que hace falta es una caída de egos, en cada uno de nosotros, y por supuesto a nivel social y político.
Se dice que las grandes crisis son oportunidades para cambiar esquemas y evolucionar, revolucionar, re-evolucionar… Sin embargo, a veces nos vemos como pollos sin cabeza dando vueltas en círculo en el corral… Sin que nada sirva para un auténtico cambio.
Totalmente. Ante situaciones así, sólo hay dos opciones: o se radicalizan las posiciones o se disuelven para dar paso a un Todos. Tenemos que salir cada uno de su parcelita, de su fronterita, y pensar en un Todos, en un planeta.
Tienes dos hijos, de 2 y 6 años. ¿Te preocupa el mundo que les estamos dejando?
Por supuesto. Un hijo te da tantas oportunidades para pensar a largo plazo…
¿En qué otros proyectos andas?
Rodando la segunda temporada de la serie Sin Identidad, en Antena 3. Y, en principio, el 9 de marzo comienza el rodaje de la nueva película de Helena Taberna, en Canarias y Bilbao.
Ahora me tienes que hacer un dibujo.
¿Un dibujo?… ¡No! Dibujo fatal.
Pues va a salir publicado
¿Y qué dibujo?
El formato de entrevista es así: entrevista con dibujo. Lo que quieras…
Te voy a hacer algo lorquiano…
Ahí está.
Pues sí que te ha quedado muy lorquiano.
Conejero y Messiez: el compañero y la memoria
Durante la presentación de La piedra oscura en el Centro Dramático Nacional, tuvimos también la oportunidad de escuchar al autor del texto, Alberto Conejero, y al director de la obra, Pablo Messiez.
«El texto habla de dos cosas que me interesan mucho y que yo trato en todas las obras que he hecho hasta ahora», reflexiona Pablo Messiez. «La importancia de la palabra y la necesidad del otro. De poder ver al otro, de poder estar con el otro; pero para poder estar con el otro, primero hay que poder verlo. También hay otro gran otro; la gran otra en la función es la muerte. Rafael Rodríguez Rapún está en las últimas horas de su vida, a punto de encontrarse con lo desconocido radical. La muerte es el lugar del que nadie ha vuelto y antes de dar ese paso final tiene este encuentro con este chico en el que, ante la desesperación y ante el horror del final, todas las certezas se resquebrajan y es como si el cuerpo necesitara saber en qué creer. Y uno se da cuenta de eso hablando con otro, encontrándose con otro; solo es muy difícil. La gran humanidad de este texto es lo que me llegó al alma; cuando lo leí, terminé llorando».
Messiez comenta qué es lo que le cautiva del teatro: “Me interesa que el teatro te toque, te haga cosas en el cuerpo, te haga llorar, reír. Me interesa que haya algo abierto, que te interpele, y esta obra lo tiene desde su lectura».
El poder de la palabra es otra de las cuestiones fundamentales para el director: “Siento que no se habla suficiente de eso y que hay un poder muy muy radical y revolucionario que lo cambiaría todo si hubiera un vínculo con la palabra. En la obra aparece claramente el poder no sólo de la palabra de Federico que Rafael desea tan vivamente salvar, sino de la propia palabra de los otros que sostienen estos relatos. Cómo vamos construyendo la historia a fuerza de repetirla, de ponerla en palabras, de volver a nombrarla y de volver a saber. Esa es otra cosa que tiene de genial la obra para mí. Es una obra de teatro que hay que hacer en teatro. Porque el teatro es repetición, es ir cada noche a volver a saber, a decir las cosas que necesitamos volver a saber, esas cosas que nos inquietan. Y de eso va la obra, va de la importancia de nombrar, de no dejar en el silencio lo que nos inquieta, de volver a poner nombre. Tener un vínculo responsable con nuestra vida, con el modo en que estamos viviendo».
Alberto Conejero, autor de la obra, explica de dónde viene el nombre de La piedra oscura: «Es un título de una obra de teatro de Lorca que o nunca llegó a escribirse o se perdió; sólo nos quedan los personajes y los primeros momentos de la obra. El primer título que le puso Lorca fue La bola negra, porque la historia empezaba con un muchacho de Granada que quería entrar en un casino, pero los miembros votaron que no podía pertenecer al club por ser homosexual. La votación la realizaban con una bola negra. Luego Lorca lo cambió por La piedra oscura. Pero la obra se perdió; no se sabe bien qué ocurrió.
Este texto tiene que ver con mi inquietud por determinados momentos de nuestra historia y el destino de los desaparecidos en la Guerra Civil, y con un amor muy grande por Federico García Lorca, con el que siento una deuda muy grande. Esas dos ramas de la escritura fueron avanzando en el tiempo hasta que cristalizaron en la figura de Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca y compañero de vida de Lorca los últimos tres años de su vida».
Conejero insiste en que la obra va más allá de la Guerra Civil: “La guerra está ahí, pero no es el tema del que trata, habla del encuentro con el otro. Y esa otredad se va convirtiendo en una intimidad y esa intimidad tiene que ser compartida con otro, y cómo en el espacio más inesperado y en el momento de mayor oscuridad en la trayectoria de una persona ocurre ese fulgor del encuentro con el otro, un fulgor deslumbrante de comunión con la otra persona. Cómo de repente lo que tendría que ser la noche más oscura para alguien se convierte en una noche de redención y de cierta alegría en el saberse en otro».
‘La piedra oscura’ se representa en el Teatro María Guerrero, del Centro Dramático Nacional, hasta el 22 de febrero.
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