‘Hello, Robot’: la expo que abre mil debates en torno a los humanoides
El Museo San Telmo de San Sebastián acoge hasta fin de mes ‘Hello, Robot’, una exposición que nos hace reflexionar sobre el papel que desempeñan los robots entre nosotros y qué cuestiones éticas y sociológicas nos plantean. Una estrecha interrelación humanos/robots está ya a la vuelta de la esquina.
En nuestro día a día, nos vemos rodeados de cada vez más robots. Desde los más simples como el robot de cocina que bate y prepara alimentos hasta el que persigue incansable las pelusas por toda la casa. Son máquinas que nos ayudan en tareas simples. Pero la nueva generación de robots empieza a desempeñar tareas más complejas y con implicaciones emocionales: los cuidadores. ¿Están preparados para cuidarnos? ¿Y estamos preparados nosotros para que los robots nos cuiden?
Los robots pueden ser programados para desempeñar casi todo lo que queramos; con personas que sufren pérdidas de memoria o demencia son unos ayudantes muy valiosos, les recuerdan sus rutinas, desde cuándo tienen que comer, qué ropa ponerse o la medicación que tienen que tomar. Están programados para alimentar, cuidar, limpiar, pasear, hacer compañía…
Como en la película Un amigo para Frank, de Jake Schreier, los robots nos pueden facilitar la vida y quizás convertirse en amigos. Los seres humanos y los robots nos diferenciamos en que los primeros tenemos conciencia; los segundos, por ahora, no. Son acompañantes y cuidadores, les podemos coger cariño, pero ¿y ellos a nosotros? Los niños pequeños pueden llegar a sentir que su peluche es su amigo inseparable y que sólo él puede quitarle las pesadillas por las noches, pero sabe que los sentimientos son humanos, el peluche por mucho que lo quieran, no llora ni se ríe de verdad. No podemos crear relacionales emocionales con peluches o robots, porque no son correspondidas.
¿Les podemos programar para sentir?
Sin embargo, en el mundo de los robots algo está cambiando, y al que igual que pueden ser programados para batir, limpiar o dar de comer a una persona, ¿les podemos programar para sentir? Al igual que ya podemos hacer implantes de sensores inteligentes en nuestros cuerpos para que, por ejemplo, en caso de que hayamos perdido la sensibilidad en una mano y nos estemos quemando, retirarla a tiempo, ¿qué pasaría si implantamos sensores inteligentes en los robots?, ¿sentirán?
A lo largo de la exposición podemos ver diferentes robots que ya se utilizan, que interactúan y cuidan de nosotros, como mascotas robotizadas que dan cariño a personas enfermas, como los perros o gatos, y que están diseñados para hacerse querer, se arrullan o ronronean; acompañantes digitales que recuerdan tareas a personas que viven solas o un robot programado para dar el biberón a un bebé. La pregunta que nos surge es si queremos que nuestros bebés sean criados por robots y nuestros mayores cuidados por robots, o si esos robots ya no son sólo máquinas, si es que les estamos dotando de cierta humanidad. Y si no cumplen bien su tarea y son llevados a reciclar, ¿se sentirán frustrados?
Un tenedor, un bastón y una cama son los tres elementos que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de una persona mayor que vive sola. Los tres elementos se conectan a un dispositivo que mide las calorías y el tipo de alimentos que ingiere (tenedor), el ejercicio físico que realiza (bastón) o las horas de sueño (cama). Sin embargo, a las máquinas también se les puede engañar y comer con otro cubierto un menú lleno de grasas, pedirle a un amigo que saque a pasear el bastón o colocar libros en la cama para hacer creer al dispositivo que estamos plácidamente dormidos. Los robots nos ayudan, si queremos.
¿Hasta dónde dejar en las manos de los robots nuestra vida?
Hasta llegar a la fase de los cuidados, en la que nos surgen más dudas de hasta dónde dejar en las manos de los robots nuestra vida, las máquinas robotizadas han sido imprescindibles en multitud de trabajos, desde la fabricación y montaje en cadena de los centros de producción hasta los robots industriales que son capaces de construir solitos un puente. En Ámsterdam, unos robots industriales ya han impreso un puente peatonal en acero. Y en Zúrich se ensaya la arquitectura construida con drones, sin intervención de manos humanas, en la que los drones cuatrimotor apilan elementos de construcción de acuerdo con un algoritmo matemático. Con este modelo se podría construir a escala una ciudad vertical de 600 metros para 30.000 residentes. Se abre así otro debate en esta exposición: si estos robots son una amenaza para el empleo o es mejor que haya trabajos duros que desarrollen estos robots.
La impresión en 3D también ha incorporado a los robots. El diseñador Dirk Vander Kooij ha creado un robot capaz de imprimir muebles en 3D a partir de material reciclado. Así, los plásticos de viejas neveras se funden para conseguir una cuerda de plástico que da forma a un nuevo objeto. Con esta impresión 3D de baja resolución, se puede fabricar una silla en tres horas.
La robótica está presente en nuestra vida cotidiana, desde sensores inteligentes empleados en neurociencia a aspiradoras autónomas que corretean por nuestras casas, desde mascotas robotizadas que cuidan y dan afecto a los mayores hasta drones de reparto. Las cuestiones filosóficas también están abiertas.
La exposición ‘Hello, Robot’ en el Museo San Telmo de Donostia-San Sebastián se puede ver hasta el 29 de septiembre. Procede del Vitra Design Museum, MAK Vienna y Design Museum Gent. Si vas con los peques, les encantará, y no olvides coger el cuadernillo infantil para que sea detectives y encuentren sus propias respuestas.
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