Ese deporte llamado #ElPutoFútbol
El fútbol es el llamado deporte rey, pero también es un espectáculo de masas. ¿Por qué esa masa es tan permisiva cuando el deporte se mezcla, por ejemplo, con la violencia, los sueldos de cantidades casi pornográficas o con unas deudas astronómicas a Hacienda?
Ilustraciones de JAVIER CORZO. Puedes visitar su blog y su web.
Cuando la masa, esa agrupación humana anónima, irracional y poderosa, encuentra un elemento dinamizador de su espíritu colectivo, ese componente adquiere una especie de indulgencia social, de licencia para actuar libre de responsabilidad. Y si el acto rayase o incumpliese las normas básicas de la convivencia, las voces afines callarían o acabarían encontrando argumentos que justificasen la acción, empatizasen con el responsable y subestimasen el daño causado.
Me atrevería a afirmar que ninguna corriente de pensamiento puede lograr la comunión emocional que consigue el fútbol. No hay celebración religiosa ni mitin político, no hay película, gira de conciertos, ni programa de televisión que alcance los niveles de connivencia con la masa que consigue el fútbol. La premisa de la que partimos es positiva: el fútbol es un deporte y, como todo deporte, lleva implícito una serie de valores como el compromiso, la dedicación, el esfuerzo, el compañerismo, la confianza, la integración,… Hasta ahí, todo perfecto. Pero cuando irrumpe la masa, la teoría deja paso al instinto y no conozco impulso razonable. En esa bacanal atávica, cualquier valor positivo se desanima ante el grito unánime, la acción generalizada, anónima e intocable, de la masa.
No entiendo las razones que nos llevan a ser tan condescendientes con todo lo que tiene que ver con el llamado ‘deporte rey’. No sé si existe un paralelismo entre el fútbol y la masa y, por lo tanto, criticar determinadas acciones incentivadas y amparadas por ese deporte y sus gestores sería como criticar a la propia masa, o sea, a tus contemporáneos. Alguien habrá que me soltará eso de que estoy generalizando y, consecuentemente, faltando a la verdad. Seguro que alguien volverá a sacar eso de que los que insultan, los que agreden, los que asesinan en el contexto futbolístico son minoría y que la mayor parte de los hinchas de un club son gente amable, honrada y cabal. Y yo aprovecharé para apuntar que el silencio, la indulgencia, de toda esa gente amable, honrada y cabal frente a las atrocidades y anomalías del fútbol es una interesante muestra de inconsciente complicidad.
Esa especie de encubrimiento de todas las miserias del fútbol me ofende. La sociedad no actúa igual ante las irregularidades de un equipo de fútbol que ante las ‘anomalías’ gestoras de un partido político. Desde hace muchos años que la gestión económica de los equipos de fútbol es un gran agujero negro en el que nadie tiene interés en profundizar. Hablar de en qué se gasta el dinero un club, cómo se lo gasta, es casi tan peligroso como hablar de la banca suiza. Todos sabemos lo que cobran los miembros del Gobierno, los dirigentes de los partidos, incluso los presentadores de televisión. Y algunos se creen con la autoridad de juzgar esos sueldos. Sin embargo, nadie habla de los salarios que se cobran en el fútbol. Y si se habla, apenas tiene repercusión. Sabemos que Cristiano Ronaldo gana 21 millones de euros netos. Y no pasa nada. Lo puedo entender. Pero si tuviésemos esa misma información sobre un presidente del gobierno, un presentador de televisión o una actriz, no quiero ni imaginar lo que esa masa sería capaz de escribir en las redes sociales.
En 2013, la Comisión Europea ya comunicó que sospechaba que las ayudas públicas a clubes podían vulnerar las normas de la competencia. Sí señores, el fútbol está subvencionado y aún estoy esperando ver cómo se traslada al terreno de juego esa crítica feroz contra la subvención del cine, por ejemplo. Los clubes de fútbol tienen unas deudas con Hacienda y la Seguridad Social asombrosas. Deudas que se gestionan con unos privilegios específicos que a nadie parecen molestar. Cuando eso sucede con un partido político, la masa enciende las antorchas y se echa al monte clamando justicia. No he visto a ninguna hinchada manifestarse ante un campo de fútbol abochornada por las deudas que acumula su club que, además, no muestra intención alguna de disminuir el tren de vida de sus dirigentes. Benzema luce su Bugatti Veyron de 1,6 millones de euros. Su hinchada lo envidia. Si eso mismo lo luce un político, lo crucificamos. Incluso, si me apuran, lo luce un personaje público ajeno al fútbol y le acusamos de ostentación en tiempos de crisis y de falta de solidaridad con los que menos tienen. Esa condescendencia con todo lo que rodea al fútbol me parece cada vez más incómoda.
Y eso sin entrar en el terreno de la violencia, verbal y física, que habita en los campos de fútbol. Ya no me vale el argumento de que la sociedad es intrínsecamente violenta y eso se refleja en el fútbol. O ese de que los clubes no son responsables de las conductas de las personas que llenan sus gradas durante un partido. No me vale porque los actos de violencia a los que asistimos con estupor en el fútbol no existen, de esa manera generalizada, en otros deportes. Y ya hace mucho tiempo que conocemos el vínculo que une a los clubes con sus hinchadas: tienen sus gradas propias en el campo, sus entradas reservadas, un trato directo con el club que les facilita la accesibilidad a sus estrellas, e incluso controlan los alrededores del campo como si fuera el territorio de unos latin kings.
Me ofende que alguien considere excesiva la denuncia contra los cánticos machistas que se corearon contra la exnovia del futbolista Rubén Castro en el estadio del Betis. Me ofende que los periódicos deportivos calificasen esos cánticos a favor de la violencia de género como “lamentables” y apenas vuelvan a hablar de ello. ¿Se imaginan una situación similar en un concierto de rock o en un programa de televisión en directo? Ese artista tendría su carrera acabada y el programa desaparecería de la parrilla acosado por la presión social. Pero el Benito Villamarín sigue abierto y el Betis no ha sido multado. Hay una denuncia en marcha, cierto, pero el propio club aún no ha hecho nada para visibilizar su mano dura contra este tipo de actuaciones. Eso es complicidad. Quizá ha llegado el momento de plantearse la expulsión de la Liga de aquellos equipos que no acepten la reglas de los valores deportivos. Miren Grecia, ese país que muchos observan como un ejemplo de lucha contra las imposiciones económicas de la UE; Grecia ha suspendido indefinidamente su Liga porque el nivel de violencia que alimentaba era intolerable.
¿Sabían ustedes que, el pasado 19 de febrero, la asociación lgtb universitaria Arcópoli y la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, gays, Transexuales y Bisexuales) invitaron a los diferentes clubes de fútbol españoles a atarse las botas con un par de cordones color arcoíris para celebrar el Día Internacional contra la LGTBfobia en el Deporte? ¿No? Posiblemente porque ni siquiera aquellos clubes que simpatizaron con la campaña, así como medios de comunicación, se han atrevido a visibilizarla abiertamente por miedo a la reacción de su hinchada, por miedo a la masa.
Solo ocho clubes de primera se sumaron a la campaña. El Athletic de Bilbao, el Espanyol, el Depor, el Rayo Vallecano, el Eibar, el Almería, el Levante y el Córdoba. Lo único que tenían que hacer era ponerle los cordones arcoíris a sus botas y salir al terreno de juego. Hubo jugadores que aunque su equipo no se sumase a la campaña, ellos sí lo hicieron a título personal, como Raúl Jiménez y Saúl Ñíguez (Atlético de Madrid) o Jonathan López, del Getafe. Ni el Real Madrid ni el Barça han mostrado interés alguno por la campaña. Existen ex futbolistas famosos que han querido sumarse a la acción pero su ex club no se lo ha permitido. Por su parte, la LFP (Liga de Fútbol Profesional), entidad formada por los 42 equipos de Primera y Segunda, rechazó unirse a la campaña #LaLigaArcoIris y así se lo comunicaron, por escrito, a sus organizadores. ¿Por qué esa oposición tan reaccionaria? Quizá encontremos la respuesta en las reacciones que algunos aficionados mostraron en las redes sociales al enterarse de que su equipo iba a saltar al campo con cordones arcoíris. Aquí les apunto algunas a modo de recordatorio:
“Hace años no se hacía caso a gilipolleces como #LaLigaArcoIris. Parecemos una asociación de quedabienes en vez de un club de fútbol”.
“El fútbol es un deporte de hombres, si jugaran maricones se llamaría de otra manera. Dejad de tocar los cojones, basura”.
“Mueren pocos gays al año en el mundo en mi opinión”.
Y voy a parar aquí por respeto a los valores que promulga el preámbulo de la ley del Deporte aprobada en 2007.
Desde siempre, y en especial en los últimos meses, las hinchadas de los equipos –si, estoy generalizando, no pasa nada, lo hacemos todos los días hablando de los políticos y aplaudimos- han asesinado, insultado, vejado, humillado, y tengo la sensación de que no pasa nada. Todo se traslada al ámbito judicial y a la responsabilidad penal pero los clubes y los aficionados siguen tan tranquilos, como si la cosa no fuera con ellos. Basta de paños calientes con el fútbol y sus hinchadas. Le toleramos a ese deporte cosas que no aceptaríamos a otros colectivos u organizaciones. Si te indignan las noticias sobre corrupción, violencia, fanatismo que ves en el noticiario, ¿nunca te has preguntado la razón por la cual estás anestesiado ante una noticia similar relacionada con el fútbol? Amar los colores de tu equipo te obliga, precisamente, a participar en su transformación. El día que las hinchadas de los equipos muestren una tolerancia cero a cualquier conato de violencia, discriminación o corrupción, quizá ese día los dirigentes de los clubes empiecen a modificar su línea de actuación y los futbolistas sean personas mucho más libres. Pero claro…, ¿quién es el sabio que conoce el mecanismo para educar a la masa?
Comentarios
Por Amparo Martínez López, el 10 marzo 2015
Me gustan las opiniones de Paco Tomás. Me gustan también los dibujos de Javier Corzo que acompañan sus artículos.
Por Altamont, el 16 marzo 2015
Gracias señor Tomás por atreverse a meter el dedo en esa llaga purulenta que se llama fútbol.Es curioso, pero entre las múltiples propuestas electorales, ni los de la supuesta izquierda asamblearia se han planteado la financiación y deuda de los clubs de jurbo y el concordato con la santa sede.