Una mirada diferente a 15 grandes películas de ciencia ficción
De ‘Star Trek’ a ‘Star Wars’. De ‘Terminator’ a ‘ET’. De ‘Alien’ a ‘Blade Runner’. De ‘Armaggedon’ a ‘Avatar’. Luis Miguel Ariza, periodista, colaborador de ‘El Asombrario’, autor del entretenido libro ‘¡Vigilen los cielos! La filosofía en la ciencia ficción’ (editorial Arpa), une sus amplios conocimientos en divulgación científica y en cine para hacernos un repaso crítico por 15 grandes películas de ciencia ficción, planteándose sobre todo tres preguntas: ¿Desprenden una ideología conservadora o progresista?, ¿en qué situación dejan a los científicos frente a políticos, religiones, militares, policías, magos y charlatanes?, ¿qué imagen dan de las mujeres?
Si quieres encontrar lo que diferencia a una buena película de ciencia ficción de otra cualquiera que se asemeje –terror, fantasía o superhéroes– piensa en lo que permanece cuando se encienden las luces del cine: una certeza de que la historia no se ha quedado en la pantalla. En el mundo real, no debemos temer a gente como Freddie Krueger. Pero sí nos preocupa que algún día nos traicionen los robots. ¿Y si descubriéramos que un asteroide va a colisionar con la Tierra? ¿Cómo reaccionaremos si de verdad nos visitaran los extraterrestres?
Hay una diferencia fundamental con el resto de películas de magos, hechizos y asesinos. Las maravillas de la CF están impulsadas por el progreso científico. Y no importa que su argumento nos pueda parecer increíble. Si es bueno y está inspirado por la ciencia, tenemos la sensación de que quizá pueda ser verosímil algún día.
Pero una buena película de CF no sólo juega a predecir el futuro, sino que nos habla de nuestras ansiedades y preocupaciones, nos perfila la sociedad en la que vivimos frente a estas situaciones extraordinarias y nos cuenta muchas cosas sobre el tipo de valores e inquietudes de la audiencia que acude al estreno. Estas películas son una máquina del tiempo que permite a los sociólogos viajar hacia el pasado o el futuro. Podemos incluso desvelar ideologías, códigos de conducta, corrientes de pensamiento: el feminismo, el rechazo al aborto, el miedo al capitalismo salvaje o el peligro del comunismo como el mayor miedo de la ideología conservadora.
Así que proponemos aquí una óptica distinta. Quince películas (recogidas también en el libro ¡Vigilen los cielos!), que han dejado huella en nuestras vidas, y que también consisten en una experiencia sociológica para observar nuestras ansiedades, miedos y deseos.
‘STAR TREK EN LA OSCURIDAD’. LA UTOPÍA DE LA CIENCIA
Comienza con un ataque terrorista al cuartel general de la Federación, sigue con una persecución por el espacio para capturar a John Harrison, por parte de Kirk y sus amigos, y un complot oculto para declarar la guerra a los Klingons y que Harrison encierra una amenaza aun mayor. Pero el argumento poco importa. Como en todas las películas de la saga, aquí no hay milagros ni seres sobrenaturales. La ciencia hace posible el teletransporte, la curación de las enfermedades o la velocidad de curvatura, en suma, la conquista del espacio. La fe en el progreso científico es casi una religión que se respira por cada poro de la película, y de todas las películas.
Desde los años sesenta, vemos a Spock manejar ordenadores que encierran prodigiosas cantidades de memoria y a Kirk hablar por su intercomunicador, que no es otra cosa que un smartphone. El famoso teletransporte, una solución barata para evitar las costosas escenas de las naves aterrizando en la vieja serie original, es tema serio de investigación por parte de los físicos, que ya han logrado teletransportar átomos (en concreto, la información de un átomo a otro).
Así que Star Trek no solo nos ha predicho el siglo XXI, ahora dominado por las grandes pantallas planas y los teléfonos móviles. Manifiesta una ideología progresista al ciento por ciento. Las tripulaciones integran todas las razas, la Federación no busca la guerra a pesar de las batallas espaciales –la norma sagrada es observar y no interferir– y todo este antibelicismo se acompaña por una fe ciega en todo lo que puede solventar la ciencia, incluso cuando ésta yerra. Aunque Harrison es el villano de la película, fue creado mediante ingeniería genética para ser superior y se vuelve contra sus creadores, su sangre resulta vital para el futuro del capitán Kirk… y no diremos más.
‘TERMINATOR’. EL ABORTO CIBERNÉTICO
Las máquinas envían un cíborg desde el futuro al presente para matar a la madre cuyo hijo será el líder de los últimos humanos tras la guerra que estas máquinas librarán contra la humanidad. Segunda variante: vuelven a hacerlo para matar al chico que ya ha nacido. Y las secuelas siguen este esquema repetitivo. Las dos primeras son realmente magníficas. Y la ideología que defienden no puede ser más conservadora. Hay dos señales clarísimas de identidad.
Para empezar, el argumento central es que en el momento en el que una IA (inteligencia artificial) consiga la consciencia, ante el temor de ser desconectada, al segundo después tratará de exterminar a toda la raza humana. Cualquier experto actual se llevaría las manos a la cabeza. No creo que Terminator sea una película que guste a los científicos, les pone a caldo. Si la ciencia ha venido a sustituir a la religión en el mundo moderno, es algo que disgusta a la ideología conservadora, está en sus genes: siempre se muestra suspicaz y recelosa ante cualquier adelanto.
Las instituciones son ineficientes ante el Terminator, y la policía fracasa a la hora de proteger a Connor de la máquina, lo que prueba la nula fe en las autoridades y la prueba de que solo el individuo soluciona el problema y no el Estado. Es la nota liberal a este conservadurismo.
Y, sin embargo, es una película de mujeres heroínas concebida en los ochenta. Un alegato antifeminista. La píldora anticonceptiva, que significó la liberación sexual de la mujer, es aquí el enemigo mortal a destruir en forma de un cíborg que viene del futuro. La maternidad es el tesoro a preservar, tan valioso que el destino de toda la humanidad depende de él. En la segunda parte, Connor lanza un discurso al informático poco después de intentar matarlo. Los científicos solo saben destruir, y no tienen ni idea de lo que se siente al engendrar una nueva vida dentro del vientre…, así que no hay dudas.
‘ALIEN’. EL RETORNO DEL IMPERIALISMO.
La tripulación del carguero comercial Nostromo es despertada de su viaje espacial por un aviso de socorro en un planeta. Uno de los tripulantes es infectado por una criatura letal que terminará con la tripulación. Pero en este argumento de Alien, el filme de Ridley Scott, hay mucho más. La corporación que envía el Nostromo colabora con un gobierno que no vemos y que está empeñado en fabricar nuevas armas biológicas. Sin ese empeño, oculto bajo la narrativa, no habría película. ¿Para qué traer a un Alien tan peligroso a la Tierra? Lo hacen a sabiendas de que la criatura sacrificará a sus tripulantes. Una vuelta al imperialismo de la guerra.
La película es soberbia, porque aparentemente no dice nada del tipo de sociedad de este futuro, pero en realidad lo cuenta todo. La crítica subyacente es al imperialismo, al deseo de poseer la criatura para usarla como arma biológica. Fijaos lo que le dice Ripley al villano Burke, representante de la compañía, en la segunda parte, Alien El Regreso: “Al menos ellos no se matan por un beneficio”.
Pero, aparte, el filme es fundamentalmente conservador y anticientífico. No hay más que ver la traición del androide Ash y del ordenador Madre a la teniente Ripley. Además, presenta a la mujer como heroína en historias de acción, una clara apuesta por un feminismo que empezó a despegar en la filmografía de los años ochenta.
‘ET. EL EXTRATERRESTRE’. EL TRIUNFO DE LA CLASE MEDIA
En una familia de clase media norteamericana rota por un divorcio, un niño encuentra una nueva motivación en la compañía de un entrañable alienígena. Este es todo el argumento, pero el filme de Spielberg es una crítica al sistema del American way of life. Todas las instituciones, la policía, las autoridades, incluso los científicos, fracasan con estrépito a la hora de manejar el problema que supone ET. El único que lo entiende es un niño, Elliot, su hermana y amigos, en segundo lugar, y lo que queda de su familia rota. Los adultos son inoperantes.
Las películas sobre extraterrestres nos definen a la perfección. El clásico perfecto es Ultimátum a la Tierra, de Robert Wise, en los años cincuenta. Un extraterrestre inteligente y pacífico viene con una advertencia contra la carrera de armamentos, y ofrece un retrato de una sociedad ignorante, estúpida y dirigida por políticos inoperantes. Por regla general, si el marciano es malvado, las películas hacen un elogio de los valores humanos. Pero si es el bueno, la película desvela nuestras flaquezas y defectos. Que es el caso de ET, reflejo del filme de Wise.
Pero aquí hay una rica mezcla de ingredientes políticos. Las críticas a la NASA van en contra del progresismo y la ciencia por un lado. Se apuesta por la clase media, pero se destaca su crisis (divorcio y familias rotas) frente a las políticas de recortes conservadoras. A diferencia del trabajo de Wise, que es antibelicista, aquí el escape es el irracionalismo, el extraterrestre capaz de realizar cosas mágicas y hacernos volar en bicicleta. Con una salvedad: el pequeño ET que nos hace volar también es un astrónomo que conoce las estrellas para volver a su casa.
‘STAR WARS’ O EL IMPERIO DEL IRRACIONALISMO GALÁCTICO
Rey, una chatarrera, se topa con un robot que tiene un mapa sobre la localización del último caballero Jedi. La muchacha tendrá que impedir que el mapa caiga en manos de una orden que planea reconstruir el Imperio y exterminar los Jedis. El último filme de la saga es una repetición del esquema narrativo de La Guerra de las Galaxias, de George Lucas.
En realidad, todas las películas de la saga Star Wars siguen el mismo patrón. El mundo solo puede ser comprendido mediante la lucha del bien contra el mal, y en esa batalla la ciencia es mucho menos importante que la magia y lo sobrenatural. Aunque Star Wars contiene los escenarios tecnificados más formidables y creíbles, apuesta por el irracionalismo, de tal forma que se aleja de los cánones del genero de ciencia ficción. El irracionalismo, la creencia en espíritus y fuerzas sobrenaturales que empaparon el siglo XIX siguen presentes. Que los fans me perdonen –o no–, pero no considero que Star Wars sea genuina ciencia ficción.
En cuanto a su ideología, es, en parte, conservadora. El Imperio es una versión de un Estado tiránico y demoníaco, marxista-socialista, urbano y tecnificado, que usa la ciencia para fabricar armas que destruyen planetas, todo al estilo de la antigua Unión Soviética. La desobediencia se castiga con la muerte. El resumen perfecto del enemigo que representa el miedo del pensamiento conservador. Pero hay más ingredientes.
Luke y los rebeldes son la República. Una sociedad de economía agraria donde la libertad en la que destaca el héroe blanco, de una élite de elegidos, el individualismo frente al resto. Es un filme conservador, con acentos liberales, a su vez trufado de guiños progresistas a la ciencia (los fieles androides, R2D2 y C3PO), de caballeros (Luke, Obi Wan Kenobi), que luchan contra el feudalismo de los señores (Lord Vader).
‘CONTACT’: EL FIN DEL SECULARISMO ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN
Esta película de Robert Zemeckis contiene un montón de lecciones jugosas. Empezaremos por la mayor: es una exaltación de la ciencia. Encarnada en la figura de la astrofísica Eleanor Arroway (Jodie Foster), quien logra captar el primer ensaje de origen extraterrestre. La señal contiene planos para la construcción de una máquina para un viajero. A pesar de que las autoridades la apartan, Arroway tendrá una segunda oportunidad para realizar el viaje más importante de su vida.
Al mismo tiempo, el filme abraza varias incoherencias fascinantes. Aunque Arroway es atea, el viaje que emprende a lo new age y su relación sexual con un sacerdote nos habla de un maridaje entre ciencia y religión del que la película no puede despegarse. El fin del secularismo es la conclusión más significativa de la película. Es decir, los científicos que la hayan visto se llevarán en su mayoría las manos a la cabeza: la religión nada tiene que ver con la ciencia, es el ideario mayoritario.
Contact contiene en su caldero una rica mezcla de ingredientes progresistas y conservadores. Arroway es científica y romántica, hay una apuesta decidida por la ciencia que se mantiene en toda la historia, pero su proyecto de búsqueda de inteligencias extraterrestres sólo puede sobrevivir en manos conservadoras, en el capital privado, y no en el Estado. Una crítica feroz a la política científica estatal, tachada de torpe, mediocre e incoherente., representada en el científico “malo” de la película, encarnado por Tom Skerritt (que aparece también en Alien). Primero le pone a Arroway todas las pegas del mundo y le corta la financiación. Cuando llega el mensaje, interviene y se apropia de todo el mérito de la protagonista. Y es tan cínico que se convierte en un fervoroso creyente para ser elegido como astronauta en el viaje final. El filme lo castiga con la muerte a manos de un extremista religioso.
El viaje final de Arroway solo puede consumarse gracias a la financiación de un millonario excéntrico. El capital privado hace posible su viaje. Y aunque hay una crítica a las religiones (ella es descartada en principio por no ser creyente), también es la religión quien acoge a la científica incomprendida por el mundo. El final es realmente significativo, ella se va en la limusina del sacerdote: la ciencia encuentra refugio en la religión. Lo nunca visto.
‘BLADE RUNNER’ O EL MIEDO A LA DESHUMANIZACIÓN
Desde 1982 hasta 2018 han corrido unos cuantos años. Las críticas a Blade Runner cuando se estrenó fueron demoledoras. Pero con los años, los ataques se han tornado en elogios. En el filme, un grupo de replicantes llega a Los Ángeles para lograr más tiempo de vida por parte de su creador, el científico Tyrell. El detective Deckard (Harrison Ford) recibe el encargo de eliminarlos uno a uno, pero durante la misión se cuestionará la humanidad de los replicantes y la suya propia.
Blade Runner propone una radiografía de una sociedad enferma y globalizada, una ciudad sucia y lluviosa pese a los avances tecnológicos, que desprende en Deckard un miedo a perder su humanidad cuando tiene que matar a seres que son indistinguibles de los humanos.
La película contiene una mezcla de notas políticas progresistas y conservadoras, aunque las últimas resultan más dominantes. Hay una crítica a la globalización y a las grandes corporaciones que lo dominan todo; a que matar replicantes no es sino una forma de asesinato (una denuncia a la separación de clases por tener menos derechos). Pero por otro lado, el filme es muy conservador y anticientífico. ¿Sorprendidos? Denuncia que la genética ha ido demasiado lejos en eso de jugar a ser Dios y Tyrell, el científico-genético, que es casi el villano, es asesinado por ello (sentimos mucha más simpatía por el replicante Batty, que tiene un punto de villano irresistible).
Las mujeres (y el feminismo en general) no salen bien paradas. Son asesinadas por ser prostitutas, o bien tratadas como objetos sexuales que deben ser dominados. Como ejemplo: una de las replicantes, que trabaja como stripper, es asesinada brutalmente de un tiro por la espalda, en una de las escenas más características de la película. Sentimos pena por ella. La compañera replicante de Roy Batty mantiene una pelea feroz con Deckard, al que trata de hacer una llave con su cadera, pero ese poder sexual es reprimido a tiros. Y el propio Deckard y Rachael mantienen una relación en la que prácticamente se llega a una violación: ella se muestra sumisa, como si fuera diseñada para la seducción.
‘ARMAGEDDON’ Y ‘DEEP IMPACT’: EL RETORNO DEL MILENARISMO CIENTÍFICO (PARTE I).
Dos pelis sobre rocas espaciales que se nos vienen encima. En Armageddon, un pedazo de asteroide se dirige hacia la Tierra. El equipo del perforador Harry Stamper tendrá que alcanzarlo para perforar un pozo y volarlo con un explosivo nuclear. En Deep Impact, un cometa amenaza con la destrucción de la humanidad, y una misión conjunta tendría que aterrizar en él para hacer lo mismo. Son películas que funcionaron muy bien en taquilla (Armageddon, un poco mejor) y que se estrenaron en el mismo año, en 1998. Dos años antes del año 2000 y del cambio de siglo.
Y es curioso. Se parecen bastante, a pesar de que el filme de Michael Bay nos proporciona códigos que se dieron en las películas clásicas, y que van cambiando conforme pasa la acción. Las dos películas apuestan por la ciencia para resolver la inminente catástrofe. Los científicos tienen la visión necesaria para detectar los grandes desafíos futuros y buscarles pronta solución. A esto se le llama milenarismo científico.
Pero hay algunas diferencias. En Armageddon, el salvador del mundo no es un científico; resulta ser un pequeño capitalista emprendedor que se gana la vida perforando pozos de petróleo y que se divierte arrojando bolas de golf a un barco de Greenpeace, lo que da a la historia un sabor conservador muy singular. Bruce Willis decide sacrificarse en una acción individual. La ciencia está de su lado, el director de la NASA siempre le apoya. Así que tenemos una mezcla entre lo liberal (Stamper) y lo progresista (Billy Bob Thornton como el máximo responsable de la agencia espacial).
Otro apunte: Los científicos salen muy reforzados frente a los obcecados militares y los políticos, que quedan como idiotas y que están a punto de echarlo todo a perder.
En la aun más progresista Deep Impact, es el Estado quien salva los muebles. Un presidente bondadoso, negro, perteneciente a una comunidad marginada históricamente en Estados Unidos, que anticipa la llegada de Obama, se permite dar lecciones de astronomía mientras prepara a la humanidad para la catástrofe, con dos planes alternativos, la explosión del cometa y la ubicación de un grupo seleccionado ordenador para su supervivencia en las cuevas, toda una declaración de intenciones en la ciega fe científica. Aquí no hay peleas entre militares y científicos, como en el filme de Willis, que resulta algo más animado.
‘GATTACA’ O EL TOTALITARISMO CIENTÍFICO
Esta es una de mis favoritas. Vincent Freeman (Ethan Hawke) sueña con convertirse en astronauta, pero su ADN está lleno de errores y le impide entrar en el centro espacial GATTACA. Para lograrlo deberá asumir la identidad genética perfecta de Jerome, al que un accidente dejó en silla de ruedas. Pero el asesinato del director de vuelo pone en aprietos a Vincent, que tratará de no ser descubierto hasta el día de lanzamiento.
Se trata de un filme profundamente anticientífico y algo conservador (una cosa no tiene que llevar necesariamente a la otra). Presenta a una sociedad sin secretos. Todo el mundo está sujeto a escrutinio genético. Aunque el racismo y la discriminación están en teoría prohibidos, en la práctica es todo lo contrario. Se acepta que los genes dictan nuestro destino y la sociedad adopta reglas totalitarias para determinar el devenir de cada uno. Totalitarismo científico a nivel estatal. Si no estuviera todo impregnado de ciencia a la que se echa la culpa, podría decirse que GATTACA es una película ciertamente conservadora, ya que esa sociedad totalitaria y estabilizada representa uno de sus máximos temores. Científicos en lugar de tiranos comunistas.
Hay además una fuerte crítica a que las corporaciones genéticas tomen el control, las compañías de seguros que acceden al ADN y al medioambiente social basado en la discriminación científica. Y por otro lado, una apuesta clara por el individuo (Freeman), que desoye las leyes y rompe las reglas frente a la imposición del Estado y su ciencia. En el individuo hallaremos la libertad para salir de esas normas que nos restringen. En GATTACA se apuesta por el individuo como el motor para cambiar el devenir de las cosas.
‘AVATAR’: CIBER-ECOLOGISMO
El mayor éxito comercial de James Cameron y el filme más taquillero. Es una apología del ciber-ecologismo. Sully es un marine discapacitado que se infiltra en la tribu de los Na’vi, del planeta Pandora, uniendo su mente a un cuerpo extraterrestre hecho con ingeniería genética. Debe convencerles de que abandonen sus territorios sagrados por culpa de un metal que desea una compañía minera. Pero Sully se pondrá de parte de los indígenas para evitar su aniquilación. La película propone una naturaleza cibernética completamente idealizada y diseñada para su aceptación por parte del hombre urbano. Es una transformación virtual de un ecosistema, el ciberecologismo, hecho a nuestra medida. Un medioambiente ideal, muy alejado de lo que representa la verdadera naturaleza. Por mucho que pretendamos escarbar en las tribus humanas y su presunta armonía con el entorno, la realidad nos dará un buen golpe. La naturaleza es cruel, ese es su verdadero rostro, y eso no ocurre en Avatar, donde todos los organismos están conectados.
El filme es progresista al presentar dos bloques diáfanos y enfrentados. De un lado, los científicos, que logran el prodigio de los cuerpos extraterrestres y la conexión mental, que entienden perfectamente el valor de Pandora como un ecosistema único y orgánico, un planeta vivo. Junto con Sully, un marine reconvertido a la causa como héroe principal, son los buenos de la función. En el otro lado, la terca mentalidad del militar asesino que trabaja para la avaricia de las compañías multinacionales, que desprecian el medioambiente. Aquí es muy fácil saber cuál es el bando correcto.
‘2001, UNA ODISEA DEL ESPACIO’: LA INTELIGENCIA DIRIGIDA
Estamos de enhorabuena. Cincuenta años después de su estreno, este impresionante filme restaurado por Christopher Nolan para su estreno en alta definición sigue siendo probablemente la película más honesta de ciencia ficción de la historia. La aparición de un monolito en África provoca un cambio evolutivo en los homínidos, abriéndoles el camino hacia la fabricación de la tecnología. En 2001 aparece el mismo monolito en la Luna. Años después, cerca de Júpiter, el astronauta Bowman, de la nave Discovery, tendrá que realizar su último viaje a una dimensión desconocida.
Una fascinante teoría sobre cómo surgió la consciencia humana y qué tipo de fases experimenta el hombre en la evolución. El monolito es una sonda que envía señales a sus creadores sobre las especies candidatas a adquirir inteligencia, y que propicia estos saltos evolutivos. Primero, la fabricación de armas, después, la creación de inteligencias artificiales pensantes, y por último, una consciencia a escala planetaria que se desprende del lastre de la tecnología. Todo gracias a una inteligencia dirigida. Hay mucho de las teorías de la panspermia que sugieren que la vida en la Tierra fue el resultado de una siembra espacial, puramente accidental o quizá no, y de este punto bebe 2001.
Se trata de una obra tan especial que no puede encajonarse de una manera definitiva. Sin embargo, la traición del ordenador HAL 9000 es un duro golpe a la inteligencia artificial y la fe en la ciencia. La máquina es consciente y asesina a sus tripulantes, lanzando el mensaje de que la tecnología, que nos ha sido extraordinariamente útil, ya nos es insuficiente. Esta desconfianza es una nota típica del conservadurismo. Sí, podríamos decir que se trata de un filme conservador.
Hay críticas muy sutiles a la tecnología y sus efectos alienantes sobre los humanos, desde una niña que habla por videófono a su padre y le pide un teléfono cuando ya tiene uno, a las conversaciones insulsas de los astronautas mediante los mensajes grabados a sus familias en su trayecto a Júpiter, anodinas, planas y convencionales, sin nada sustancial que decir. Parece como si nuestra especie hubiera agotado todas las posibilidades tecnológicas y necesitara pasar a un estado superior de consciencia, lo que se enclava casi en una creencia mística o religiosa.
‘EL PLANETA DE LOS SIMIOS’: LA EVOLUCIÓN INVERSA.
La admiración que siento por esta película es similar a 2001. Impresionante. Y afortunadamente las tres películas anteriores en el tiempo que se han estrenado recientemente proporcionan un muy buen andamiaje al filme de Charlton Heston. Una nave espacial enviada desde la Tierra se estrella en un planeta desconocido. Los astronautas descubrirán que el mundo está regido por simios, que dominan a los humanos como si fueran animales. Solo sobrevive Taylor (Heston), quien tendrá que averiguar qué ha ocurrido.
Taylor descubre al final de la película que se halla en la Tierra. El filme muestra las posibilidades antropológicas de una evolución a la inversa: de ser dominante la especie humana sobre sus primos primates, a ser dominada. Por un lado, una brutal crítica a los valores americanos conservadores de finales de los años sesenta, al imperialismo americano que culminaría con la llegada del hombre a la Luna un año después del estreno de la película. Taylor se ríe a carcajadas de uno de sus colegas astronautas cuando planta una bandera de Estados Unidos en el planeta. El hecho de que los monos procesen una religión y sigan a un líder como si fuera Jesucristo, que aparece en una escena breve pero intensa (idea que sería tomada en la trilogía moderna en la que conocemos a César, el primer mono consciente) no es más que una afirmación de nuestra evolución a partir de los primates. La imagen de monos religiosos es casi una ofensa intolerable para las sociedades cristianas norteamericanas conservadoras. Progresista y antimilitarista.
Al mismo tiempo, los monos que se muestran más amigables y pacíficos con el humano Taylor resultan ser científicos y arqueólogos, y desean desvelar los orígenes de la civilización simia. Eso los convierte en herejes, al igual que Taylor, en un juicio que es toda un ejercicio inquisitorial propio del Medievo. El filme continúa siendo progresista y antibelicista en su desarrollo, hasta que llegamos al final. Se constata dos realidades. La política militarista y el uso de la tecnología conducen al desastre a la humanidad, en una suerte de guerra total (se sugiere la aniquilación nuclear, pero no se especifica). Por otra parte, el discurso final de Zaius, el mono líder, sobre la naturaleza humana, no tiene desperdicio, sobre todo cuando le pregunta a Taylor por qué el hombre, si es superior al mono, no sobrevivió.
‘MATRIX’. LA REALIDAD DE LA REALIDAD
Lo confieso. No fui al cine a verla, pero después la descubrí en DVD, y aluciné.
El señor Anderson es un informático que descubre que vive en Matrix, un mundo simulado por las máquinas. Su destino será salvar lo que queda de la humanidad de su desaparición definitiva, para lo que deberá aprender a saltar entre lo simulado y el verdadero mundo que trata de preservar. Matrix propone un concepto de realidad alternativa a la realidad auténtica, fruto de una simulación informática. Lo que consideramos real no es más que una sensación construida por el cerebro humano.
El filme parece vulgar en sus primeros 15 minutos, hasta que a Anderson se le revela la realidad en la que vive, y todo encaja de una manera formidable. Una película conservadora y liberal, aunque hay que matizar estas dos notas políticas. En primer lugar, Matrix es la representación virtual de un Estado tiránico marxista. Todo es impostado, ya que los verdaderos seres humanos están esclavizados y son ordeñados en granjas. Matrix revela pues el principal temor del pensamiento conservador en esta fantasía en la que el Estado juega un papel omnímodo para controlar la vida de todos.
Otro matiz conservador muy intenso es la percepción equivocada de la ciencia, la traición de las inteligencias artificiales y su encumbramiento como los máximos exterminadores de la humanidad. Los ingredientes liberales los encontramos en el individuo. Neo es la expresión máxima del individualismo, que adquiere incluso tintes religiosos. Se le llama El Elegido, el único que puede liberar al resto de la humanidad de la tiranía de las máquinas.
‘INDEPENDENCE DAY’: LA DRAMATIZACIÓN DEL CONSENSO
La aparición de gigantescas naves espaciales sobre diversas ciudades del mundo presagia lo peor. Las fuerzas norteamericanas tendrán que encontrar una manera de derrotar a los alienígenas, tras comprobar que el uso de armas nucleares contra ellas no puede penetrar sus defensas. El argumento es muy viejo. Echad un vistazo a La Guerra de los Mundos o La Tierra contra los Platillos Volantes, y amplificad al máximo la dramatización del consenso. Todo el mundo, todos los países, todas las razas, deben unirse frente al invasor, aunque hay algunas notas que dejan en el peor de los lugares a los científicos en favor de otros colectivos. Todos somos norteamericanos.
Aquí hay una interesante mezcla de ingredientes políticos. Por un lado, hay una profunda revisión de los valores norteamericanos de los años 50. En el filme de Roland Emmerich, un alcohólico se convierte en un mártir de la guerra, una bailarina negra de variedades logra su aceptación social al conocer a la primera dama, el héroe piloto negro obtiene el reconocimiento y un técnico de comunicaciones divorciado recupera a su pareja. A esta aceptación de lo distinto se añade un presidente demócrata que se convierte también en héroe de guerra.
Y sin embargo, el filme es profundamente belicista. Articula críticas muy severas al pacifismo y al antimilitarismo, calificando como idiotas a aquellos que se reúnen en una manifestación para pedir la paz a los extraterrestres. El presidente opta incluso por usar armas nucleares sin resultado. La CIA y su director quedan en entredicho, al contrario que los militares que aconsejan al presidente. Y por encima de todo, la ciencia queda hecha trizas con el personaje de Brackish Okun: un científico sucio e idiota, sin escrúpulos morales, que merece la reprobación del presidente en cuanto lo ve, y lo peor de todo, alguien inútil que investiga a los extraterrestres y no tiene ni idea de cómo detenerlos.
‘INTERSTELLAR’. EL RETORNO DEL MILENARISMO CIENTÍFICO (II).
Cooper, un antiguo piloto de la NASA, es reclutado en secreto por esta organización para emprender un viaje a través de un agujero de gusano, con el objetivo de resolver una ecuación que puede salvar a la humanidad de la hambruna y el polvo. Cuando la humanidad se enfrenta a las consecuencias climáticas de su delirante consumo de recursos naturales, la hambruna, las tormentas de polvo, las únicas instituciones que pueden salvarla son las científicas, pese a que la ciencia ha sido arrinconada por la pseudociencia y las falsas revisiones históricas. Un ejemplo típico de milenarismo científico. No en vano el físico y premio Nobel Kip Thorne fue uno de los principales asesores de la película.
¿Y qué podemos esperar de un filme inspirado por un científico? Ideología progresista. Critica duramente a una sociedad desconcertada que ha perdido su fe en las instituciones científicas, que no cree en la educación (a la hija del protagonista, Cooper, se le explica en el colegio que la carrera espacial fue un bulo), y de forma más velada, a las instituciones medioambientales que ni siquiera aparecen porque fueron incapaces de explicar lo que iba a suceder. Deja todo el peso a la NASA, los ingenieros y los físicos teóricos, la primera línea de la ciencia fuerte, que se ven obligados a actuar como proscritos para salvar el mundo. Y es tanto el poder de la ciencia que el futuro de la humanidad depende de que se resuelva… ¡una ecuación de la gravedad! para poder enviar a las poblaciones a los mundos del sistema solar. El progresismo se acentúa con la desaparición del Ejército: no aparece ni un solo marine por ser considerado una institución inútil y sin sentido.
Comentarios
Por Mikhail, el 24 julio 2018
Cuanto menos, es extraño que cuando el autor quiere hacer referencia a una sociedad imperialista y autoritaria la tilde de «marxista-socialista» cuando debería ser «nacional-socialista», «fascista» o, si quiere atacar solamente al antiguo bloque soviético, debería utilizar «estalinista».
Por Carlos, el 24 julio 2018
Me ha encantado el artículo. Felicidades.
Por Manuel Cuéllar, el 24 julio 2018
Recordamos a nuestros lectores que la política de comentarios de esta revisa está frontalmente en contra de los insultos directos y descalificaciones groseras. No se publicará ningún comentario que vaya en esa línea. Lo sentimos, pero para eso ya está Twitter. Queremos que en estas páginas prime el respeto, la convivencia y el debate sano. Gracias.
Por Pensador, el 24 julio 2018
Si cuando el autor dice marxista, lees fascista, está muy bien.
Por Dani, el 24 julio 2018
Debo decir que no estoy de acuerdo con la mayoría de los puntos. Da la impresión de que el autor estaba decidido a encontrar la Ciencia Ficción conservadora y se ha esforzado para que así sea. Que Connor quiera tener a su bebé no es antifeminsta; de hecho lo feminista es que ella sea quien tome la decisión sin un macho alfa (El Terminator) decidiendo por ella. La I.A. falla ok, pero en muchas de las películas (Alien por ejemplo) solo actua en función a intereses de seres humanos opuestos a los protagonistas. Puede observarse cierto nacionalismo exacerbadoa la hora de salvar la tierra del marciano de turno. Pero de ahí a tildar la Ciencia Ficción de conservadora… Es un patinazo muy grande.
Por Roberto, el 24 julio 2018
O simplemente neoliberal, como la de nuestros días.
Por Ingrod, el 24 julio 2018
Terminator no es una película conservadora ni antifeminista. La desconfianza hacia el Estado, las grandes empresas y la tecnología viene de la contracultura de los 60 y 70, el ecologismo y el activismo contra las armas nucleares. Para los hippies el mal era el complejo militar industrial de EEUU, para un progre o feminista de los 70 la tecnología era destructiva y patriarcal. James Cameron es un director progresista y siempre tiene heroinas fuertes en papeles protagonistas en sus películas.
Por Wtf, el 24 julio 2018
No está mal el artículo, me descoloca lo de sociedades marxistas socialistas describiendo sociedades como el imperio de star wars que está claramente inspirada en la Alemania nazi.
Para ilustrar al bloguero, la sociedad de star Trek es un ejemplo de sociedad marxista socialista utópica.
Por jor, el 24 julio 2018
He llegado hasta GATTACA.
No estoy de acuerdo con lo que dices. Tu ves una peli sobre los peligros de la ciencia. En mi opinión, la ciencia en esta peli es un hilo conductor, una herramienta para contar una estupenda historia de superación, sacrificio y amor.
Un saludo.
Por rojo, el 24 julio 2018
el autor tiene un trauma con los rojos!
Por Guido52, el 24 julio 2018
Me chirrían bastantes de las reseñas, pero la de Gattaca especialmente. Según esta, es anticientifica y conservadora. Porqué? el autor no lo explica, dándolo por evidente. Puesto que la tesis de la película es que la voluntad, un elemento aparentemente irracional, puede imponerse al determinismo genético, su aparente anticientificismo puede estar basado en que el argumento desafía las leyes de la ciencia.
Sin embargo, un análisis más cuidadoso desmiente esto. No hay en toda la película una sola secuencia que contradiga los conocimientos actuales. Por ejemplo, Vincent no consigue superar sus limitaciones físicas gracias a su voluntad, lo que si sería anticientificico. Lo que si consigue es engañar los controles que le delatarian. Su voluntad y sus deseos, posiblemente determinados en parte genéticamente, simplemente no forman parte de la selección de personal. Solo los parámetros que exigen una buena condición física. A partir de ahi la pelicula defiende el ingenio y la voluntad como motores de la consecución de los sueños. Nada de lo que la historia de la humanidad no ofrezca abundantes ejemplos.
Por unTiranoMarxista, el 24 julio 2018
Que el autor considere que «Matrix es la representación virtual de un estado tiránico marxista» habla de lo poco que ha leído sobre Marx…
Por Playskull, el 24 julio 2018
Con hablar de gobiernos Autoritarios y despóticos no se entraría en polémicas y quedaría todo bastante claro
Por Oscar Dominguez, el 24 julio 2018
Aplaudo el intento del autor, sin embargo queda un sin sabor, muchos sabemos que Holywood está controlada por el Zionismo israelí y que muchas peliculas son propaganda del ejercito norteamericano incluso en triangulación con la CIA, por eso parece ser que el autor se inclina por definir de marxista o comunista a la mayoría de los gobiernos de estos universos utópicos. Yo difiero de muchos analisis en incluso de la escogencia de estas peliculas. Hay muchas otras ficciones que ha dejado de lado y que merecen ser nombradas. Lo del feminismo en las peliculas no me queda claro porque es una terminología ya muy abusada y secuestrada por el globalismo, quieren lavar nuestros cerebros y reprogramarnos conceptualmente con distimtas ideologías y eso es denigrante cuando hablamos de arte. Igual lo he pasado bien leyendo esta reseña de CF que siempre es bienvenida. Saludos.
Por XDuende, el 24 julio 2018
¿Porque se cataloga la Guerra de las Galaxias como ciencia ficción, es no es ciencia ficción, no lo sera ni nunca lo ha sido. Se puede catalogar quizas como Fantasia, pero no como ciencia ficción.
Por Indignado, el 25 julio 2018
No incluir en este análisis a «Distrito 9» de Neill Blomkampy y «9» de Shane Acker fue un error.
Por Ramon Porta Claverol, el 25 julio 2018
Nunca me he planteado mi afición por la SF como algo político-social,simplemente es y ha sido un divertimento,reconozco las implicaciones que pueden tener en el aspecto sobre todo social.Me sorprenden muchos comentarios negativos al artículo,creo que nos hemos pasado en profundizar en sus intenciones o las vemos no se por que.Lo dejo me ha gustado volver a leer sobre todos los films que me han proporcionado muy buenos momentos,gracias.
Por Marc, el 25 julio 2018
No se si seré yo, pero cuando se trata de una sociedad donde se ordeña a la gente para luego desecharla, yo me imagino a una sociedad capitalista, vamos que la sociedad donde vivimos exactamente se nos hace ni mas ni menos que eso cada día al tener que trabajar para comer, y que ahora ni eso.
No se, sera que yo lo entiendo todo al revés.
Por Luis Fernando, el 25 julio 2018
De hecho se impone una cuota de indulgencia ya sea literaria o científica con los puntos de vista vertidos en este vasto comentario. Es cierto que emplear términos calificativos importa una visión, sin embargo es justamente eso un punto de vista. Al final la Ciencia ficción solo responde ante sí misma y el mensaje subyacente de los filmes es responsabilidad de sus directores y productores. Un producto de entretenimiento no está hecho para lavar el cerebro de la gente (aunque lo haya hecho con Matrix).
Por Juan Cuyutupa, el 22 diciembre 2018
A mi, solo me interesa el ESPECTACULO EN SÍ DE CADA PELICULA,la Ciencia ficción es un género más ,pero que abre la mente hacia lo imposible de teorías y filosofías del ser humano,a veces es solo especulación y conceptualismo.Me interesa en si el ARTE DE QUIEN LO HIZO, no me interesa su vida ni de que color político es lo demás es solo pura especulación.