‘Faster’, de Eduardo Berti, un elogio a la lentitud ideal
‘Faster’, el último libro de Eduardo Berti, en castellano significa ‘más rápido’. Un título que entra en contraposición con lo que intenta proponer: una loa a la lentitud. O quizá es la perfecta muestra de la tensión a la que están enfrentados estos dos términos: un intento de disminuir la velocidad a la que nos somete el tiempo. “Claro que la velocidad da vértigo; un día levantas la cabeza y eres consciente de que pasaron 40 años”.
Berti tiene, para ello, su propio salvoconducto: la escritura. O al menos lo consiguió durante la redacción de esta novela a caballo entre autobiografía y ficción (qué pasado no tiene altos componentes de ficción) de la etapa que marcó más su vida, cuando tenía 14 años. Esa época en la que conoció a su mejor amigo de la infancia, entrevistó al corredor de Fórmula 1 Fangio y descubrió a George Harrison. Donde se encuentra toda la verdad y la ficción de su pasado.
El libro es una autobiografía, pero, aparte, es mucho más.
Sí. No es estrictamente una autobiografía. El punto de partida de libro y muchas de las cosas que se cuentan, sí. Pero a partir de esa primera historia hay una mezcla de verdad y de ficción. Donde la ficción se suma a la verdad; no viene a desviarla. Yo aprovecho los olvidos, las dudas (esto pasó hace 40 años), y juego un poco con ello.
De esta forma, defiendes la postura de que cualquier pasado es relativo, que todo pasado es ficción.
Borges decía [y pide perdón por citar al gran cuentista, como si fuera un defecto pegado a cualquier escritor argentino] que los recuerdos son recuerdos de recuerdos de recuerdos de recuerdos. Cada vez que volvemos a contar algo que nos ocurrió, lo volvemos a modificar y lo que contamos tal vez no es tal como ocurrió, sino como la última vez que lo contamos. Los recuerdos de los recuerdos de los recuerdos se van reescribiendo, como un piedra que tiras al agua y va dejando círculos concéntricos. Esos círculos reproducen la forma de la piedra y son fieles, pero al mismo tiempo van haciendo variaciones. Esto es inevitable, ya que estoy recordando algo de hace 40 años, cuando tenía 14. A esa edad, lo que uno observa no es lo mismo que hubiera retenido actualmente. Por lo tanto, aquí cobran mucho peso las cosas que me olvidé.
En el libro te echas en cara que seguramente la entrevista la hubieras abordado de otra forma, que la hubieras preparado más, otras preguntas…
Claro. Eso desde luego. Fue un acto de inconsciencia absoluta. Nos tiramos de un avión y en el medio de la caída nos preguntamos si teníamos paracaídas. Es una locura lo que hicimos. Que Fangio nos recibiera fue la primera parte de la locura, a la que se suma que estuviera en su lugar de trabajo un día feriado. Imagínate hoy a Messi dentro de unos años que en un día libre lo llamas y está en su trabajo. Esto es impensable. Que nos dijera: vengan en una hora y media. Y por supuesto, nosotros no habíamos planificado nada. Y nos lanzamos a ello. ¡Por supuesto nunca habíamos hecho una entrevista! No sabíamos cómo ir hasta allí, no sabíamos cómo llegar, cómo tratarle… Es obvio que me reprocho muchas cosas. Pero a la vez me admiro por habernos animado.
Lo que está claro es que supuso un punto de inflexión en tu vida.
Completamente. Yo creo que ese encuentro con ese amigo, que yo llamo Fernando en el libro de manera imaginada, fue un punto de inflexión en mi vida. Nos ayudó encontrarnos. Yo lo estoy reviviendo ahora con mi hijo y es una edad en la que empiezas a entender quién eres, qué quieres ser, qué te gusta; empiezas a formar tu personalidad. Y no es raro que lo hagas con la complicidad de tus amigos. O el apoyo. Al final son espejos tuyos. Y en esa escuela, que era una escuela pija, de una Argentina en plena dictadura, encontrarme con un bicho como Fernando fue un punto de inflexión. Un chaval al que le gustaban el rock, los Beatles, leer, que tenía ganas de hacer una revista artesanal… Encontrar un alma gemela, o más bien construir una personalidad los dos juntos, fue una alegría. Es un momento decisivo.
¿Por qué recuperar ahora a ese adolescente? ¿Porque te ves reflejado en tu hijo?
Tal vez porque como mi hijo me hace revivir ciertas cosas, inevitablemente lo veo y me veo a esa edad. Obviamente los tiempos son otros, pero la encrucijada de la adolescencia sigue siendo la misma. Él quizá no haría una revista, sino más bien un blog. O sería youtuber. [Muestra una sonrisa grande] En un momento él abrió una cuenta de Youtube y yo me vi explicándole que había hecho esta revista, como mi padre me debió hablar a mí: “Claro, hijo mío, eran otros tiempos”.
[Y vuelve a mostrar esa gran sonrisa que tanto le caracteriza. Le conozco desde hace unos minutos, pero gracias a su libro y a lo que transmite resulta muy cercano, muy agradable… (Quizá al transcribir esta entrevista, me esté sucediendo como a él en el libro y simplemente esté reescribiendo el pasado. Quién sabe)].
Me descubrí diciendo esas cosas que creía que no iba a decir nunca. Y eso te obliga a revivir tu pasado. También yo me fui de ese país que es el periodismo; me mudé a la literatura, a la ficción. Pero mi amigo sigue siendo periodista. La última vez que lo vi me movilizó mucho hablar con él sobre esto, me descubrí los últimos 2-3 años poniendo en lugar ese día. Creo que ese día y los Beatles y Harrison fueron dos momentos determinantes.
Tal como estás hablando, me viene a la cabeza continuamente el sustantivo nostalgia.
No es eso. Yo no creo que cualquier pasado sea mejor ni nada por el estilo. Pero creo que el mejor modo de seguir construyendo planes e inventando es no perder ese niño que uno lleva dentro, no perder esa sana inconsciencia que en su momento me llevó a entrevistas a Fangio y, más tarde, a coger un avión junto a mi mujer e irme a vivir a Europa, y más tarde me hizo presentar una novela en una editorial, o me hizo sentarme y escribir este libro. No es nostalgia, sino tomar lo bueno de esa época para reforzarme. Hay un montón de cosas de esa época que no extraño para nada, como el contexto político.
El libro lo titulas ‘Faster’ (Más rápido), pero me parece un nombre bastante irónico. El libro, ‘Fangio’… son estandartes de la tranquilidad, de la lentitud.
Sí, hay un elogio de la lentitud ideal. Es un libro que se lee rápido, pero que se escribió lentamente. Reviví todo el libro casi a cámara lenta: no quería perder los recuerdos, los detalles. Traté de volver a meterme en esa mirada de niño sin olvidarme de las cosas. Esa tensión entre velocidad y lentitud está todo el tiempo. De hecho, es interesante ver cómo el mismo Fangio en algunas entrevistas habla de ello, de que en realidad el mejor modo de ganar una carrera es ver hasta qué punto uno puede ser lento, saber cuál es la lentitud ideal.
¿Da vértigo la velocidad?
La velocidad del tiempo. La verdad es que mis libros son muy distintos entre sí. Tal vez ahí está la escuela de los Beatles, que trataban de reinventarse en cada disco. Pero hay obsesiones que están de manera distinta. Y sí, claro que la velocidad da vértigo; un día levantas la cabeza y eres consciente de que pasaron 40 años.
Aunque como apuntas en el libro, tú tienes una herramienta para detenerlo: la escritura.
La escritura es como frenar, está fuera del tiempo. Es todo tan relativo. Un gesto que en la realidad dura cinco segundos, lo puedes describir a lo largo de cuatro páginas y al revés. Eso es lo maravilloso de la literatura: tienes una libertad en el tiempo fascinante. Incluso un párrafo que a lo mejor lees en un minuto, puede haber sido escrito en diez días o dos minutos.
Todo lo que hemos ido hablando sobre la lentitud, la velocidad, lo conjugas muy bien a la hora de crear el libro: está compuesto por párrafos cortos, que funcionan casi como microrrelatos, y que cimientan la obra.
Respecto a esto te tengo que decir tres cosas. 1. Soy una persona que ama tanto el cuento como la novela, a nivel de lector y de escritor. 2. Fui descubriendo según iba avanzando que me interesaba hacerlo con capítulos breves como una metáfora de la memoria; una novela fragmentaria, como si se reconstruyera un puzle que reproduce tu propia imagen. 3. Me interesaba que hubiera un hilo narrativo, pero también quería trabajar con los leit motivs. Uno de los escritores que más me apasionó fue Italo Calvino. Y él decía una cosa muy bonita: “Las novelas riman como la poesía, pero no riman con sonidos, sino con objetos que reaparecen”. Me gusta mucho trabajar esto en las novelas. También hay un juego de anáforas que, como diría un profesor de escuela, son frases que empiezan parecido. Tiene algo más de “poema”. Por ello me parecía bien usar esta forma de escribirlo.
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