‘Listas, guapas, limpias’, así triunfaréis en la sociedad… o no
La periodista Anna Pacheco (Barcelona, 1991) publica su primera novela ‘Listas, guapas, limpias’, una sarcástica reflexión sobre la conciencia de clase, el feminismo, los supuestos avances sociales y la entrada en la edad madura que toma una frase que repetían las abuelas –“listas, guapas y limpias”– con la inocente ilusión de que así se triunfaría en la vida. Tantas trampas nos tendieron, nos tienden… “Tengo veinte años. A mi edad mi madre estaba casándose, yo solo reclamo dinero y estar sola en mi cuarto”.
Hay pocas novelas en este siglo, en el que el mercantilismo llena las librerías de historias con trastiendas y cimientos que pudren el porvenir de muchos escritores, capaces de robarnos el aliento. Por fortuna, Listas, guapas, limpias, la ópera prima de Anna Pacheco es una de esas novelas. Un artefacto preciso y contundente en el que lo mínimo es una verdad ininterrumpida que nos representa y que representa la revolución, la involución, los dramas y las alegrías de un país que aún no le pertenece a ninguna generación.
Tiene un ritmo refrescante y cáustico que atrapa la atención del lector desde la primera página. Es una historia sencilla, pero muy alejada de lo simple, que captura por su frescura y por el manto de realidad con que arropa. Cada uno de los personajes que la alimenta se reconoce, y aunque sus nombres propios no coincidan con los personajes que protagonizan nuestras vidas, su carne, su piel y su respiración le pertenecen a nuestra cotidianidad:
“Tengo veinte años. A mi edad mi madre estaba casándose, yo solo reclamo dinero y estar sola en mi cuarto”.
Listas, guapas, limpias es un hallazgo impecable e implacable en el que todo se nombra. El silencio es en esta narración un estorbo que se parece demasiado a Dios. La autora hace un repaso de la sociedad con tanta rigurosidad como sencillez. Y convierte tan singular equilibrio en una carretera infinita que amontona vidas como si de un escaparate se tratase. Todo es orden dentro de un desorden tan real como dañino. Listas, guapas, limpias es una entelequia emocional que jamás resta enjundia a la historia y que persigue la verdad con ese ahínco inquebrantable con que persigue una mujer estéril su deseo de ser madre:
“Los nazis estaban fascinados con los vascos. El origen extraño de su pueblo, el euskera tan misterioso… Todo eso le gustaba mucho a Hitler. Era su puto sueño húmedo».
Es también un tiovivo de normas generacionales y sociales que se exponen y se imponen sobre todos los tiempos verbales de las protagonistas y a las que la autora interpela sin descanso:
“Después de veinte minutos esperando a que mi abuela bajara, mi madre le dijo que no hacía falta arreglarsetanto para ir a comprar una mecedora, y ella me miró a mí y me dijo que siempre hacía falta arreglarse tanto, sobre todo si no creías en Dios”.
Anna Pacheco doblega a la rutina extendiendo sobre ella un cinismo medido y ultracorpóreo que convierte la historia en un espejo que sostiene los duros mensajes que la joven autora enarbola en cada párrafo:
“Entonces mi abuela se santiguó… Lo hacía como un ritual profano, cero sentimiento, solo rutina y desdén.
—Pero si tú no crees en Dios, yaya.
—Es por si él cree en mí”.
“La abuela habla intercalando eructos, eructos sinceros que llegan de las profundidades. Mi madre eructa exactamente igual. Mi herencia serán eructos y bisutería del todo a cien”.
«Llamaban a mi abuela la desertora del campo, a mí eso me sonaba a amazona, a guerrera, a insurgente».
Y habla con una vitalidad y sin ambages que desarma de la gran impostura que rodea a la sororidad femenina, de los dobles discursos que acaban siendo una cruenta enfermedad infecciosa:
“Mi madre y yo solo reprochamos comportamientos a las mujeres, nunca hablamos de los hombres”.
Anna Pacheco sabe cómo derribar las sombras del árbol genealógico y realiza un riguroso análisis de género que oscila entre el drama y la carcajada salvaje. Tiene un desparpajo deslumbrante, una soltura vital que despierta la ternura de quien lee, a pesar de las dentelladas que la memoria y el presente de sus protagonistas lanzan:
“Algún día fantasearemos con empapar de sangre a los inventores de la píldora. Todavía no. Estamos demasiado ocupadas tomándola cada mes y explorando todas las formas posibles de satisfacer a un hombre”.
Listas, guapas, limpias nos habla de la mujer como una mercancía obligada a cambiar de dueño cada cierto tiempo. Primero será la prisionera de los padres, después del marido y más tarde de los hijos. Y para que ninguna imagen, ni ningún atajo empañen la veracidad de este testamento con incontables beneficiarios, Anna Pacheco cuenta la historia de la abuela de la protagonista, robada de un baile como si de un saco de mies se tratara por un hombre al que no conocía ni le gustaba:
“El padre lo hizo por omisión, no diciendo nada, dejando claro que ya no mandaba en ella, la hija, sino que ahora mandaba ‘otro’. Luego mi abuela generó seis hijos con él y siguió su vida como si nada”.
Pero no lo hace con pretenciosidad, ni con la omnipotencia que le proporciona ser la dueña de cada una de las frases de esta novela, sabe que uno de los mayores logros de esta historia está en la impecable separación de poderes narrativos que ofrece y que encarnan de manera magistral:
Lurdes y esa manera en que consigue que la precariedad no anule su dignidad, esa dignidad que se le está escapando a las nuevas generaciones entre peleas brutales y reaggeton y que tan bien muestra la autora:
“Lurdes siempre tiene problemas para pagar las facturas, porque aunque trabajó toda la vida limpiado casas, nunca cotizó. Nunca enciende la estufa, dice que no tiene frío, pero lo que no tiene es dinero”.
Yaiza, la amiga que hay que esconder, la salida de emergencia que se olvida cuando creemos que hemos triunfado.
Y la abuela, superviviente de ese holocausto que es la inacción parental ante el abuso.
Todas contarán con una sencillez subversiva lo que la sociedad hace o ha hecho con ellas amparadas bajo un buen puñado de flash back que contemporizan a la perfección el estado emocional de cada una de las protagonistas.
No dejen de leer esta novela porque Listas, guapas y limpias es un barco rompehielos, un destructor de convencionalismos. Es el altavoz que no admite interferencias. La naturalidad como materia de defensa. Un exorcismo que no tiene como objetivo la reconciliación con ningún dios.
‘Listas, guapas, limpias’. Anna Pacheco. Caballo de Troya. 176 páginas.
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