Isabel Coixet: «Hay algo enfermo en la naturaleza humana»
Estrena nueva película, ‘Nadie quiere la noche’, con producción de Andrés Santana y protagonismo de dos actrices enormes, Juliette Binoche y Rinko Kikuchi. Y nos da pie para hablar de la soberbia que no cesa de la llamada «civilización», que aún sigue defendiendo la supremacía del hombre blanco para ir pisoteando y explotando territorios, pueblos y culturas, desde el Polo Norte, donde está ambientado su nuevo trabajo, a África. Hablamos con una directora con extraordinaria habilidad para crear mundos propios, Isabel Coixet.
Al leer esta charla les pediría que olvidaran todos los tópicos. Los tópicos y prejuicios hacia el cine español, hacia las películas protagonizadas por mujeres, dirigidas por mujeres. Y sobre todo hacia esta directora y su mundo. Si nada es como parece, Isabel Coixet, tampoco. Paciente, buena conversadora, sencilla y generosa con el interlocutor, extrañamente profunda, como la mirada escondida de sus bonitos ojos, tras el cristal de unas gafas de pasta. La mujer que estrena estos días su nueva película española, Nadie quiere la noche, tuvo el privilegio de ser el primer director español en inaugurar una Berlinale, precisamente este año y con esta película de la cual hablamos en su momento. Nadie quiere la noche, producida por Andrés Santana, cuenta con un equipo internacional que encabezan sus protagonistas femeninas, la francesa Juliette Binoche y la japonesa Rinko Kikuchi. Una aventura crepuscular, una historia de coraje, de ambición y bajada a los infiernos, los infiernos blancos de una naturaleza tan poderosa y bella, como implacable, el Polo Norte.
Cualquiera que crea que va enfrentarse a una historia típica de mujeres, de románticas decimonónicas, de heroínas al estilo más clásico, se llevará una gran sorpresa. La premisa con que abre tu película es la de una mujer cuya necesidad y propósito es compartir gloria y triunfo, y su aventura lo será por su empeño en conseguirlo, cueste lo que cueste, sin rodeos ni condescendencias.
Bueno, en alguna manera es una heroína romántica, no al uso, eso sí. Nadie quiere la noche comienza como una aventura épica y acaba siendo otra cosa, la peripecia de una mujer que quiere muchas cosas, una mujer egocéntrica, ambiciosa, soberbia, narcisista, que quiere a su marido, que quiere compartir con él la gloria. Pero esa gloria tiene que significar al final salir en la foto. Sus intereses son espúreos, nunca son claramente puros, hay una mezcla importante de cosas en su cabeza. Quizás haya gente que se quede con la idea de que hace todo esto por amor, pero yo veo algo más que amor, un sentido de la ambición, un sentido de la posesión, de la supremacía blanca, que la convierte en un personaje, al principio, francamente antipático.
En alguna ocasión has dicho que te gustaba que los personajes de tus películas te cayesen bien, pero Josephine tarda mucho en caer bien, hasta que logras comprender lo que al fin, irremediablemente, habrá de removerle esta aventura.
A mí me cae mejor Alaka, la inuit, es cierto, pero como ha dicho Juliette en alguna ocasión, Josephine comienza su aventura como un pavo real y la termina como un perro. Para una actriz como Binoche, hay algo de arriesgado en el personaje y en la aceptación de hacerlo, porque al principio lo que quieres es estrangularla, pero ella no tuvo miedo a jugar con la antipatía del espectador, sin necesitar la identificación inmediata. Yo siempre le decía que me identificaba mucho más con Alaka, incluso con su espíritu de sacrificio, pero al final Josephine consigue, una vez que desciende y se quita toda esa capa de soberbia y supremacía, de dignidad, de ambición y vanidad, convertirse simplemente en un ser humano.
La prepotencia de la llamada, entre comillas, civilización, encarnada en el personaje de Josephine, tiene al final que claudicar ante dos cosas: ante la fuerza de la naturaleza y la de Alaka, la inuit, una ‘bárbara’ a los ojos de esta mujer blanca, educada, occidental. ¿Crees que hoy día esta prepotencia se sigue dando y crees que al final seremos capaces de claudicar ante tanta evidencia?
El caso es que no claudicamos, y ello se sigue dando constantemente. La supremacía blanca, la supremacía de lo que llamamos civilización sobre la barbarie, es constante, ya no sobre el pobre Polo Norte, que queda poco por descubrir y por deshacer, ya bastante destrozado; en un continente, por ejemplo, como África, está claro que la huella colonial ha destrozado países que sin la presencia blanca hubieran ido por otros derroteros, yo no sé si mejores o peores, pero desde luego no por los que va clarísimamente en estos momentos, momentos en los que incluso tiene que soportar una nueva colonización no menos avasalladora, la de los chinos. La gente va de repente a otro lugar a destrozar una cultura, en vez de a trabajar con ella.
En la película se hace mucho hincapié en cómo Josephine tiene que acabar renunciando a esas cosas bellas que conforman su vida, a esos vestidos imposibles, a las vajillas, al gramófono, a esos sombreros, diría yo, casi ridículos para un lugar tan inhóspito. Es una lección importante dentro de su aventura. Descubre frente a una Alaka, que es todo lo contrario, y a las prioridades que representan en ella la vida, su pueblo, la supervivencia, la lealtad, vivir con y no de la naturaleza, ella tiene mucho que enseñar no sólo a Josephine.
Hay un momento en la película que la inuit dice: «Yo he aprendido tu lenguaje, tu marido nunca aprendió el mío y tú tampoco». De repente, esta gente que se supone que es tan cultivada no hace el menor esfuerzo por acercarse al otro; Robert, el marido, utiliza a la indígena, como bien cuenta ella, como una cachorra a la que acudir para calentar la cama, y Josephine, de una manera que podríamos decir estúpida, quiere echar de su casa y de su iglú a Alaka para que sea sólo ella la que vaya a recibir a su marido, su propiedad, sin darse cuenta de que la única posibilidad que va a tener para sobrevivir es la ayuda de la mujer que desprecia. Somos así, históricamente hemos sido así.
Tres son los personajes protagonistas de esta película, Josephine, Alaka y la implacable y hermosa naturaleza, el Polo Norte. Josephine desprecia a las dos en un principio, hasta que esa naturaleza la obliga a empequeñecerse hasta darse cuenta de que necesita de alguien. Encuentra realmente a Alaka a través de la necesidad y no antes.
La naturaleza la empuja hacia Alaka, está claro, pero también, esa mujer pavo, que va perdiendo las plumas, comprende que es una evidencia que puede no sobrevivir a ese invierno, que puede morir, y entonces es cuando siente la necesidad de acercarse más, de ir hacia ella. Es verdad, durante el rodaje también surgió una evidencia, la de la alternancia de roles entre las dos mujeres, porque Alaka también fuerza a la europea a ser como un hombre, la fuerza a cazar y a buscar lo mínimo para mantenerse, y entre las dos hay un giro de roles constante que a mí me gustaba mucho; hay un momento en la película que, cuando las ves tumbadas, ya no sabes bien dónde empieza una y acaba la otra, y eso, cuidado, es la necesidad, es la naturaleza, cierto, quien empuja, pero también hay un abandono por parte de Josephine de su vida anterior, de todos los tics y resortes que han configurado su existencia.
¿Podría tomarse también como mensaje que la naturaleza puede hacernos mucho daño si seguimos tratándola como hacemos, a pesar de los toques de atención que no deja de darnos?
Yo creo que el mensaje es que si tu marido se va a descubrir el Polo Norte, ¡tú déjale que se vaya! (Bromea). No, en serio, yo creo que hay en toda la película un mensaje claro de civilización y barbarie, precisamente una barbarie que no viene por parte de los indígenas inuits, sino de la ostentosa supremacía del hombre blanco que invade un territorio que no le pertenece, que les vende armas que no funcionan, que les da whisky barato y que les destroza como comunidad. De hecho, los inuits están hoy en día en peligro de extinción, cuando era un pueblo que bajo cualquier circunstancia vivían en comunión con la naturaleza y respetaban la naturaleza, gente que sabían cuántos osos tenían que cazar y cuántos no, hasta, aunque nos suene duro, cuántas personas tenían que abandonar en el frío si eso fuera a provocar un desequilibrio. Yo pienso que aquí, al igual que vivimos de espaldas a la muerte, vivimos de espaldas al marco que acoge nuestra existencia, que es la Tierra. ¿Por qué lo hacemos? No estoy segura, a veces pienso que hay algo de profundamente enfermo en la naturaleza humana.
¿Por qué crees que muchos opinan que tu cine es complejo?, ¿tiene algo que ver que tus películas afronten de lleno los sentimientos?
Yo no tengo miedo a los sentimientos, a afrontarlos, ni en la vida ni en las películas, creo que estoy bastante en contacto con mis sentimientos y con mis emociones. Me he pasado muchos años casi pidiendo disculpas por ser una persona emocional o, cuando en un momento me he echado a llorar, en seguida decir «lo siento, lo siento», pero, ¿lo siento de qué?, pues lloro sí, ¿otros estornudan, no?
¿Nos dan miedo los sentimientos?
Creo que sí, yo quizás es de los pocos miedos que no tengo, tengo muchos miedos pero ese no, y la gente, bueno, que piensen lo que quieran, hay gente para todo, habrá gente a la que le guste otro tipo de historias, otras aventuras, un cine más clásico u otro más arriesgado, yo debo hacer lo que siento que tengo que hacer.
Esta película tiene la factura de lo que se dice “grandes producciones internacionales”; sin embargo, llevar a cabo un trabajo así, estar a esa altura, dentro de la cinematografía española, careciendo de los fondos y presupuestos de otras cinematografías cercanas, se debe normalmente al empuje y sacrificio de los que la lleváis a cabo. ¿No estás un poco harta de tener que hacer tanto con tan poco y tener que oír aquello de «cuánto se quejan los del cine», que se ningunee a la industria?
Bueno, yo por mi propia naturaleza no estoy muy a favor de la cultura de la queja; cuando me oigo quejarme de algo, me da vergüenza, sobre todo porque he estado en contacto con gente que tiene muchos millones de motivos más que yo para quejarse. Pero es cierto que vivimos momentos de una industria precaria que no va camino de dejar de serlo, donde al final el número de espectadores depende de una serie de taquillazos con grandes cadenas detrás que venden su producto constantemente con un machaque televisivo importantísimo, y en un momento así, sé que hay muchos motivos para que nuestro colectivo se queje. Pero yo sigo pensando que ser un cineasta es un privilegio, que a pesar de todos los pesares, de esos momentos en que uno está a punto de tirar la toalla y piensas que igual deberías hacer otra cosa, incluso que puede que no tenga mucho sentido seguir haciendo películas, el caso es que, de una manera profunda y muy personal, sigo pensando que tiene sentido y vivo para momentos muy pequeños. No hablo de grandes experiencias, hablo de cuando estoy detrás de la cámara y me he mimetizado con ella, y como en el caso de esta película, estoy frente a dos grandes actrices, dentro de un iglú, que encarnan dos personajes que me parece que la gente tiene que conocer, entonces, con la cámara al hombro, voy de la cara de una a la cara de la otra y pienso que esos dos rostros, de la manera que se miran, me están contando un viaje más allá de lo posible, y el hecho de estar allí, ese momento, compartiéndolo y rodándolo, me parece…, me parece la hostia, y el día que lo que tenga delante de cámara y de cómo lo mueva no me haga sentir así, pues, lo dejaré.
¿Una droga para ti?
Es una droga total, es una droga que engancha, uff, ¡cómo engancha!
Cuando coges la cámara, tú que eres de los pocos directores que coge la cámara, ¿te da igual que sea una gran producción, un paisaje tan inmenso como en este caso, o una producción pequeña como otras que también has hecho?
¡Claro! Yo soy muy guerrillera, he hecho producciones de una factura como Nadie quiere la noche y he hecho cosas con dos iphone y con dos colegas, he hecho cosas en Chad o en el Ubezkistán y hemos dormido 15 días en tienda de campaña, sin ducharnos, porque no había nada. Cada rodaje, cada historia, tiene su medida, pero me he sentido igual de feliz rodando a víctimas de la dictadura de Hissène Habré en Chad , en sus casas, con tan solo un teléfono.
¿No te da pena que el público no conozca tanto tu faceta documental?
No, no, cada cosa tiene su porqué, yo los documentales que he hecho han sido para cosas muy puntuales, para organizaciones que me lo han pedido y he aprendido mucho más y me han dado mucho más de lo que yo les haya podido dar. Me dan pena otras muchas cosas, pero eso no; además, lo pueden ver, está en YouTube, es gratis, me parece bien.
‘Spain in a day’, ¿cómo se te ocurre meterte en eso?
Por la curiosidad. Quiero ver qué hace la gente, quiero verlo, quiero ver qué proponen, qué les gusta, qué piensan que merece la pena ser compartido, y la verdad es que estoy revisando mucho material, que estoy viendo muchas cosas y… ¡quién sabe, a ver qué sale de esto! Toquemos madera.
Comentarios
Por María Dolores, el 27 noviembre 2015
Muy buena entrevista, esta directora siempre tiene algo interesante que contar, no me la pierdo!
Por Luna, el 28 noviembre 2015
Que pedazo de cineasta! no me cabe duda que esta sera otra de sus películas que estará en la historia del cine español.Y que modelazo para nuestras hijas: valiente, arriesgada, compasiva… Mil gracias por ser tu
Por Olga, el 29 noviembre 2015
Extraordinaria entrevista a una magnífica directora, no me pierdo ni una de sus películas, esta tampoco será la excepción.
Por Iñaki, el 29 noviembre 2015
Hace tiempo que no veía una película tan buena.merece la pena.
Por Auri, el 20 mayo 2016
Me encantó esta película,como siempre me impactó esta directora, que es una pasada, interesantísimos el artículo, estupendas preguntas que se plantean y magníficas respuestas de Isabel.