Llega el documental de Zoilamérica, violada por su padrastro, Daniel Ortega

Cartel de la película Exiliada de

Cartel de la película ‘Exiliada’, dirigida por Leonor Zúñiga.

En 1998, Zoilamérica Ortega Murillo, hijastra del dictador nicaraguense Daniel Ortega, denunció públicamente que el actual presidente y entonces líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional la había violado y abusado sexualmente de ella de forma continuada desde que tenía 11 años. Su valiente confesión, así como las estremecedoras consecuencias de la denuncia, protagonizan el documental Exiliada, dirigido por la socióloga, documentalista y activista nicaraguense Leonor Zúñiga, en gira por España con proyecciones, de momento, en Madrid, Barcelona, Zaragoza y Pontevedra.

En una de las secuencias del trailer de la película, la protagonista cepilla su melena oscura y larga ante el espejo. Es un gesto cotidiano, pacífico, conmovedor, tan sereno que podría interpretarse como la imagen de un tormento más o menos superado, que no aparcado en el olvido. A las punzadas de dolor, vergüenza, impotencia y humillación, hay un pesar mayor que agranda la tragedia. Rosario Murillo, actual vicepresidenta del país, dudó de las palabras de su hija. Fue en ese mismo instante cuando Zoilamérica supo que perdía a su madre para siempre. Inmerecida crueldad para una víctima convertida en culpable por los cómplices de la cultura del silencio ante el abuso sexual, versión atroz del abuso de poder.

“¿Cual es la cicatriz que más le duele?

Creo que la pérdida de mi madre, por ahora. Es lo más difícil”.

Seguimos viendo Exiliada. Zoilamérica evoca la charla con su hijo Giordano, de 10 años, a quien necesitaba relatar esa parte tan fea de su vida, sin ocultar que fue su propia madre quien le dio la espalda para apoyar la falsa inocencia de su esposo. Extrañado, el pequeño busca una explicación urgente. “¿Por qué tu mamá no te creyó? ¿Quizá no gritaste bastante duro cuando te hacían daño?”.

Nunca es tarde para denunciar. “El silencio y la impunidad, abordados a través de la penosa actitud de Rosario Murillo, esposa del dictador, fue uno de los retos que impulsaron este proyecto”, explica la directora, presente en las proyecciones de Exiliada en España. “He indagado en la forma de entender y explicar cómo puede funcionar una estructura familiar donde se oprime a las víctimas de abusos sexuales, negándoles el crédito, incluida tu propia hija, ya sea dentro de la familia Ortega Murillo o de cualquier otra.   Ortega no es el primero ni el último abusador sexual que, como experto manipulador, quiere culpabilizar a la víctima con la complicidad de sus familiares”.

Zoilamérica vive desde 2013 en Costa Rica con su hijo, y es allí donde se filmó el documental. Es una mujer razonablemente feliz que ha encauzado su vida trabajando como consultora de Comunidad Casabierta, una organización de derechos LGBTI. Sigue tratando de entender la barbaridad cometida por su madre, sabiendo que comparte desdicha con tantas otras mujeres vejadas y silenciadas en el entorno familiar. La propia directora del documental, Leonor, que ahora vive en Reino Unido, fue abusada por un vecino cuando solo tenía 8 años; hay por tanto mucho de catarsis en estos 25 minutos de historia real donde puede verse al matrimonio Ortega Murillo ante un grupo de personas convocadas para, en un tono tan mesiánico como deplorable, proceder a trasmitir las disculpas de Rosario que aparece junto a él sumida en un llanto fariseo. “Mi esposa quiere pediros perdón por haber tenido una hija que ha traicionado a nuestro pueblo y a los principios del Sandinismo”.

Elocuente metáfora de la situación que atraviesa el país, gobernado por Ortega a partir de 2007, con su esposa en la vicepresidencia. En Nicaragua se silencia la violación sistemática de los derechos humanos por el bien de la revolución y la estabilidad económica, algo no tan distinto de la ocultación de un delito grave en pro de la unidad familiar. “El futuro de Nicaragua no está escrito de ninguna forma, depende de lo que los ciudadanos sean capaces de construir tomando según qué vías”, comenta Leonor Zúñiga.

“Ahorita se tiró una moneda al aire y muchas personas activistas y defensoras de los derechos humanos están trabajando desde la resistencia pacífica para restablecer las bases democráticas y la discusión de temas relativos a la desigualdad, explotación de recursos naturales, los derechos de las mujeres y la infancia, y las condiciones necesarias para conseguir la igualdad y la justicia social. Pero hoy, en nuestro país, se lucha por derechos tan básicos como la libertad de expresión, incluso la posibilidad de residir allí, con 70.000 nicaragüenses en el exilio”, comenta Zúñiga, que reside actualmente en Reino Unido.

La megalomanía de Ortega no es una leyenda. La cineasta está convencida de que no se marchará de forma voluntaria, sino solo cuando se vea forzado. “Nuestro compromiso de resistencia pacífica necesita el apoyo de Naciones Unidas, de la UE y de los gobiernos de alrededor, para restablecer los derechos fundamentales y un proceso electoral que nos permita sacar de allí a Daniel Ortega”.

El caso Zoilamérica fue tachado por las autoridades como un acto de amenaza a los cimientos de la Revolución Sandinista, pero desde la oposición y el debate internacional se califica como otra consecuencia de la dictadura. Ortega vive convencido de que él es la revolución, y el país entero su residencia. Si le atacas a él, atacas a Nicaragua. Exiliada se estrenó en el Hot Doc Festival de Toronto, Canadá, el pasado mes de abril. Se trata del primer documental de Zúñiga, realizado durante dos años y medio en completa confidencialidad, utilizando incluso seudónimos cuando se referían a la hijastra del dictador. “Las primeras reacciones”, cuenta Leonor, “nos llevaron a pensar que si la gente hubiera creído a la víctima, la carrera del dictador podría haberse truncado en 1998. Hay por tanto un hilo del que seguir jalando y jalando para probar las conexiones entre todo tipo de abuso: sexual, de poder, familia autoritaria y Estado autoritario. Un tipo que viola a su hija solo puede ser un dictador”.

Ni morbo ni odio. Leonor contactó por correo con Zoilamérica en 2016. “Le expliqué la seriedad con la que quería hacer mi trabajo, un documental que fuera también mi tesis en la universidad, que no quería hacer un filme de odio contra sus padres, porque no se trataba de contar un escándalo político. También le garanticé que no habría preguntas ni detalles sobre el abuso sexual”, las dos condiciones que animaron a Zoilamérica a ponerse delante de la cámara.

Así, aun con nombres y apellidos, Exiliada se ajusta a la realidad, contando una historia más universal que personal. Un relato para defender los atropellos contra las mujeres en una sociedad donde, lejos de amparar a los más vulnerables, se embiste contra ellos. Exiliada sigue su camino. La gira de la verdad.

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