Fran Perea: “El dinero nos ha hecho crear un mundo estúpido”
Con su compañía de teatro Feelgood, autoproduce el montaje de ‘La estupidez’, del autor argentino Rafael Spregelburd, obra dirigida por Fernando Soto que se representa estos días en El Matadero, en Madrid. Pero Fran Perea también se ha aventurado a impulsar, como socio, el proyecto de los Teatros Luchana en la capital. El actor malagueño sigue haciendo televisión (medio en el que protagonizó series como ‘Los Serrano’, ‘Al salir de clase’ o la reciente ‘B&B’), prepara nuevo personaje para TVE y, por encima de todo, defiende el valor que generan la cultura y el teatro en la sociedad.
¿La mayor estupidez humana es la codicia?
Bueno, así rebautiza ese pecado Rafael Spregelburd, y la verdad es que ahondando en el tema estos meses la cosa va por ahí: el dinero nos ha hecho crear un mundo estúpido.
¿Abordarlo, como hacéis en ‘La estupidez’, desde el sentido del humor consigue ridiculizar ese mecanismo codiciosamente humano?
Creo que la risa consigue relajar al espectador así de primeras. Nos gusta trabajar mucho la comedia porque el espectador se relaja, entra en un lugar de empatía y a partir de ahí es donde puedes meter un mensaje, presentar situaciones en las que te ves reflejado para hacerte preguntas como: ¿por qué nos comportamos así?
¿Qué tiene que ver todo esto con El Bosco y los pecados capitales?
El autor de la obra escribió una función sobre cada uno de los pecados capitales inspirándose en La Mesa de los Pecados Capitales de El Bosco. Rebautiza la codicia como la estupidez. No hemos querido desaprovechar la oportunidad de integrarlo en nuestro proceso creativo, visitamos como ejercicio El Prado y vimos sus cuadros, y de ahí surgió proponerle al museo una colaboración, ya que se celebra el quinto centenario de la muerte del pintor y hacen una exposición conmemorativa. Así somos su pata en las artes escénicas.
Las artes fusionándose…
Sí, es muy bonito, en conversaciones con el museo nos decían que les encantaba el proyecto porque nunca les había llegado algo así. El arte, el teatro, tan unidos para integrarse.
Además, el arte forma parte del contenido de ‘La estupidez’ muy directamente.
Efectivamente, y hay una reflexión sobre el arte y sobre el valor que le damos al arte. Todo casa. Nos gusta esa transversalidad. Tendemos mucho en cada sector a hacer algo endogámico y a nosotros nos gusta abrirnos y relacionarnos con otras áreas.
¿Qué reto ha sido mayor: mantener la obra tres horas en escena o interpretar 24 personajes entre cinco actores, con tus compañeros Toni Acosta, Javi Coll, Ainhoa Santamaría y Javier Márquez?
Lo de las tres horas implica que es la función más exigente y compleja que he hecho. Interpretar cinco personajes que se van alternando lleva un ritmo de cambiarse de vestuario entre 15 y 20 veces en cuestión de segundos… Pero es muy divertido, muy satisfactorio. La gente nos dice que se les pasa volando.
Feelgood es tu compañía de teatro, cada obra es una apuesta personal y eso implica mucho esfuerzo, frente a la idea de los ‘subvencionados de la cultura’.
La compañía nace porque un grupo quisimos seguir trabajando juntos tras un montaje, por un compromiso con el teatro y la cultura. Creo que nosotros como nueva generación de creadores tenemos que intentar ofrecer cosas interesantes al espectador. Creemos en la cultura como entretenimiento pero creemos que también debe ofrecer algo más: plantear interrogantes, hacer que el ser humano sea un poco más complejo. Genera dedicarle mucho tiempo, invertir tus recursos, arriesgar, sacrificar mucho, pero la satisfacción es enorme cuando se levanta el telón. Cada obra lleva mucho trabajo detrás.
¿Y qué está pasando cuando lo que se transmite sobre los profesionales de la cultura no es ese esfuerzo y el trabajo sino una idea de desprestigio?
Se ha desprestigiado al sector cultural porque hace que se planteen dudas, inquietudes, preguntas, y hay gente que no quiere que tengamos dudas, sólo quieren que tengamos ganas de consumir. Es una desgracia esto que está pasando, porque de manera consciente se dirige a la sociedad a preocuparse de si la camiseta es más barata en Zara o en Primark o qué días hay fútbol. No digo que no haya que comprarse ropa y ver el fútbol, está bien, pero que no sea lo único, hay valores que se pierden ante el valor del dinero y el capital.
En el vídeo de la campaña ‘Cultura es riqueza’ contáis todo el valor ‘económico’ que genera el teatro.
Es otra manera de darle la vuelta para comunicar y que la gente valore la importancia de la cultura. No sólo desde el beneficio que aporta a nuestras almas, eso es difícil de explicar. Estamos en un mercado donde opera el capital, muy bien, pues vamos a esas herramientas para explicar con números cuántos puestos de trabajo genera una función, más empleos indirectos, cuántos ingresos, salarios… Así es más fácil que se vea. También lo hicimos para que en el debate electoral se hablara de la cultura, pero no tuvimos mucho éxito.
Y, con todo, te lanzas también como socio del proyecto de los Teatros Luchana. ¿Por qué otro lío más?
Cuando me llegó el proyecto y me ofrecieron formar parte de él es que ni me lo planteé. No sabía cómo, pero sabía que quería formar parte de eso. Es esa idea romántica de recuperar un sitio cultural como un cine para que sea teatro y no se convierta en otra cosa. Y así hemos generado un espacio para dar lugar a muchas compañías y muchas cosas, seguir fomentando el trabajo en la cultura.
¿Qué tipo de obras puede ver el público?
Desde que abrimos las puertas en mayo de 2015 han pasado muchas compañías; los comienzos son muy duros, pero nos revisamos e intentamos mejorar. Ofrecemos de todo, para un público de 0 a 99 años. Tenemos teatro para bebés, teatro infantil, magia para familias, obras para adultos, compañías que llevan años y otras más nuevas… Damos espacio a una programación muy variada.
Iniciativas como la de los Teatros Luchana, el Teatro del Barrio, Microteatro por Dinero o la Sala Mirador están revitalizando el tejido teatral de la capital…
Hay una primera línea de teatro comercial y, como no daba cabida a ciertas propuestas, ha habido un movimiento muy potente. Cuanto más teatro haya, mejor. Y si puedo contribuir en algo a eso, pues encantado.
Sigues haciendo tele, ¿cómo es el personaje que interpretas en la nueva serie de TVE?
Es La sonata del silencio, interpreto a Mauricio Canales, un juez de la España de posguerra, un personaje muy diferente, y estoy muy agradecido de que me hayan llamado porque a priori “no doy el perfil”, y como considero que somos actores y podemos dar muchos perfiles, es un desafío. La serie está basada en la novela de Paloma Sanchez-Garnica, son nueve capítulos y tengo muchas ganas de verla, comparto serie con Eduardo Noriega, Marta Etura, Dani Grao, Fernando Soto…
Ser un rostro conocido por tu trabajo en series de televisión de éxito, ¿qué te ha traído de bueno y qué de malo?
Lo bueno es lo que te quedas por un lado en cuanto al trabajo hecho, lo aprendido, la proyección, y por otro la gente con la que trabajas en el día a día. Lo peor ha sido la pérdida de privacidad. He tenido momentos en los que mi vida privada se ha visto muy perjudicada por eso.
Viendo tu proceso, es curioso porque no te has encasillado. ¿Es complicado salir de ese círculo?
Es que hay mucho prejuicio, si pegas un pelotazo con algo, ya automáticamente la gente tiene un prejuicio contigo; sin conocerte siquiera, ya tienen una imagen creada de ti. A veces esa imagen es buena y a veces es mala, luchas con menos armas ahí.
Dices que ahora eres dueño de tu vida. ¿Antes no lo eras?
¿Yo he dicho esa tontería? (Risas).
Sí, lo he leído en una entrevista.
(Risas). Así que ahora soy dueño de mi vida… ¡Yo no soy dueño de nada! (Risas). Bueno, quizá hubo un tiempo en el que tenía menos capacidad de decisión y ahora tengo más capacidad para decidir. Puede ser sólo eso. Que ya es bastante.
‘La estupidez’ se representa hasta el 21 de febrero en El Matadero (Madrid). 26 de febrero en Vitoria (Teatro Principal). 10 de marzo en Málaga (Teatro Cervantes). 12 de abril en Barcelona (Sala La Villarroel).
Comentarios
Por Antonio, el 13 febrero 2016
Este joven tiene toda la razón. La lucha por el dinero es la gran estupidez. La lucha debe ser por el bienestar social, y los habitantes de nuestro planeta viviríamos maravillosamente bien. Disfrutaríamos de los adelantos de nuestra tecnología puesta al servicio del bienestar social.