Los cuentos de Edgar Neville que recuerdan a Gila y Joaquín Reyes
La cita es en su despacho del Museo Thyssen de Madrid, del que José María Goicoechea (Madrid, 1966) es director de Comunicación desde 2009. Escritor, periodista cultural con una larga trayectoria en diferentes medios, entre otros en la revista Tiempo, autor del libro Flamencos (Rey Lear) junto a José Manuel Gómez y el fotógrafo Jerónimo Navarrete, Goicoechea acaba de prologar y compilar para la Editorial Reino de Cordelia los Cuentos completos (y relatos rescatados) de Edgar Neville (Madrid, 1899-1967), donde se reúnen cronológicamente los seis libros de cuentos editados en vida por uno de los creadores más prolíficos, transgresores y versátiles de la España franquista.
¿Cuándo comenzó tu interés por la obra literaria de Neville?
Pues todo empezó con una caja de mi abuela, donde encontré una primera edición de Música de fondo (1936), el segundo libro de cuentos publicado por Neville. Yo le conocía como director de cine, un género al que ha aportado innovaciones importantes, con películas como Domingo de Carnaval o La vida en un hilo. La lectura de Música de fondo me sorprendió, por su ambición y por lo redondo del libro. De hecho creo que es el mejor de los seis que llegó a publicar en vida.
¿Por qué reunir sus cuentos? ¿Crees que era un autor olvidado?
Sí que estaba olvidado. Si te interesaba Neville tenías que ir a las librerías de viejo. Jesús Egido, el editor de Cordelia, había publicado una novela corta y una guía de viajes. Yo le propuse una reedición de Música de fondo, pero él estaba muy interesado no solo en ese libro sino en rescatar toda su obra. Y lo pusimos en marcha. Cuando lees los cuentos reunidos de Neville, ves una evolución personal, la de alguien que se tomó muy en serio el género. Aunque Neville introdujo algunos cambios en versiones posteriores de muchos de sus cuentos, hemos optado por la primera. En esta edición hemos recogido los seis libros que publicó en vida más algunos cuentos que hemos rescatado. Creo que aún debe de haber unas pocas decenas de cuentos perdidos, publicados en revistas y periódicos.
En la introducción señalas una frase de Neville, de hace 80 años, que podría haber sido escrita hoy mismo, ¿no?, cuando con su humor habitual dice que en la cubierta de un libro de cuentos hay que “engañar” al lector y hacerle creer que va a leer una novela, porque si aparece la palabra cuento se abstiene de comprarlo.
Es cierto. Aunque fue un autor muy versátil, yo creo que el cuento es el género donde más trabaja Neville, en el que es más constante. Es su línea de trabajo estable. Publica cuentos desde 1923 hasta 1966, un año antes de su muerte. Un libro por década. Se tomó muy en serio el género y entre sus cuentos hay de todo. Hay chistes alargados y otros en los que había una intención de experimentar y de avanzar, como en su cine, donde hizo aportaciones notables. Neville tiene varias facetas como creador. Está el más convencional y hasta cursi si me apuras de sus obras de teatro, con las que se ganaba la vida. Pero luego estaba también su cine, donde fue un gran innovador, donde cultivó un humor muy característico y que también vemos en sus cuentos. Es un autor con un gran oído para los diálogos y en muchos de su relatos, por ejemplo los de Eva y Adán, escritos a principios de los años veinte, vemos una voluntad transgresora, aunque hoy ya no nos sorprendan tanto, claro.
Su humor está en lo mejor de la tradición española, el que cultivaron Mihura o el esperpento de Valle, ¿no?
A mí el humor de Neville me recuerda al de Gila. Y Joaquín Reyes me recuerda a Edgar Neville. Es crítico, pero sin hacer sangre, pone a sus personajes en una situación de ridículo. Desprecia mucho a la clase media, su mediocridad, no tanto en el sentido sociopolítico sino social. Desprecia a los cursis. Y de hecho ve más conexión entre los aristócratas y el pueblo que con la clase media. Describiéndolo ya te das cuenta de la intención que tiene.
Y a veces Neville rebasa eso que se conoce como los límites del humor, un concepto de gran actualidad. Algunos textos, vistos desde la perspectivas de hoy, podrían tener un pequeño tufillo machista. ¿Lo era realmente?
Él juega. Hoy no lo haría, sería políticamente incorrecto. En la revista Mongolia hicimos una publicidad que decía que hoy Edgar Neville escribiría en Mongolia. Fuerza un poco. Es cierto que una parte de la crítica que hace a esa clase media la personifica en la mujer, pero también lo es que en otros cuentos es la mujer la que tienen una posición de superioridad moral. En todo caso, no creo que fuera un machista a nivel personal, no más que la sociedad en la que vivió, un micromachista que diríamos ahora. Se casa con una aristócrata, se separan amistosa y abiertamente, algo insólito en la época, conoce a Conchita Montes y, aunque no pueden casarse, es su pareja durante toda su vida. En la versión cinematográfica que hace de Nada, de Carmen Laforet, crea un personaje femenino muy potente, con mucha fuerza.
Madrid está muy presente en muchos de sus cuentos, uno casi podría recorrer la ciudad que era entonces a través de sus textos.
Sí, era un madrileño por los cuatro costados. Fue un hombre muy cosmopolita, pero a la vez muy apegado a Madrid. Me habría gustado hacer un plano de la ciudad con las calles que aparecen en sus relatos.
Neville fue una figura clave de la cultura de la España franquista y, como tantos escritores de eso que se vino en llamar la ‘Otra generación del 27’, con la llegada de la democracia hubo que esperar para que el otro bando, el de los perdedores de la guerra, empezara a reconocer su talento. ¿Crees que haber vivido durante el régimen y haber vivido bien además le perjudicó luego en su reconocimiento literario?
Sí, ha habido esa cosa de dejar un poco en la sombra a los no republicanos. Ganaron la guerra, pero perdieron los manuales de literatura, dijo Trapiello. Cuando comienza la recuperación, que es inmediata, en Trieste el propio Trapiello ya recupera a Sánchez Mazas, por ejemplo. Neville fue un creador que de no haber vivido en España, con todo lo que eso significaba durante el franquismo, hoy lo veríamos como uno de esos estilizados sibaritas franceses, un bon vivant. Tuvo una vida muy cinematográfica. Vivió muy bien de niño, con estancias en Suiza, Francia, Valencia. Ya siendo adolescente tuvo una relación con una de las cupletistas más atractivas y deseadas de la época. Se marchó a Estados Unidos, a Hollywood, y allí trabó amistad con Chaplin, entre otros. Al final de su vida, ya gordo y sin el atractivo de antaño, se enamora de una joven que no le hace caso, que incluso le desprecia, y lo pasa mal porque es un hombre acostumbrado a salirse con la suya. Digamos que Neville era un hombre de derechas, pero su vida no respondía al modelo franquista.
¿Cómo se refleja toda esta ‘contradicción’ en sus cuentos?
Después de la guerra, Neville tuvo que purgar su pasado republicano. No olvidemos que fue diplomático con el gobierno de la Republica. Y fruto de todo esto escribe Frente de Madrid, un libro absolutamente propagandístico. Pero es curioso ver cómo en la reedición que se hace después de este libro, y en la que desaparece el cuento que da título al libro, Neville elimina algunas cosas. Por ejemplo, los falangistas dejan de ser falangistas. Se separa un poco de todo eso. Por otro lado, en cuentos posteriores, como en José Sánchez, casi podríamos pensar que es un texto narrado con cierto arrepentimiento. Ahí nos cuenta una historia pacifista, la relación entre un fusilado y su verdugo. Neville fue amigo de Lorca y fue uno de los primeros en la España franquista en reivindicar su figura y a los muertos republicanos. En cierta forma, casi podría verse como un precursor de la memoria histórica. En uno de sus primeros cuentos ya se hablaba del Romancero gitano, sin citar al autor, claro.
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