‘El descenso’ al infierno de la paranoia y la heroína de Anna Kavan
La editorial Navona nos trae este libro de los años 40 de Anna Kavan, escritora de personalidad neurótica y depresiva, adicta a la heroína, poco traducida al español. ‘El descenso’ recoge en una serie de relatos sus descensos a los infiernos, a través de los internamientos en psiquiátricos de Suiza e Inglaterra. Para muchos, el retrato de la paranoia, de la persecución por parte de un enemigo o de una fuerza innombrada remiten a ‘El proceso’ de Kafka.
Enfrentarse a El descenso de Anna Kavan (Cannes 1901 – Londres 1968) (Asylum piece en su título original) es sin duda renombrar la posibilidades del infierno. Despojarlo de las llamas, de los cancerberos y llenarlo de luz y de frases que demuestran que el caos, la locura o la soledad son territorios en los que la inteligencia jamás se premia.
El descenso es un generosísimo monólogo sobre la orfandad emocional de la autora y de su protagonista. Un alter ego que desobedece el orden del sepulcro que debía habitar.
También una titánica diatriba sobre el aislamiento. Un diálogo encarnizado con la tiranía de los objetos. Esas presencias sin voz que moldean con sus silencios la naturalidad y el destino de los que se saben distintos. Cada cuento es una prisión de extensas extremidades y la imaginación, un carcelero de fuertes manos que al moverlas despliega un sinfín de imágenes que acaban siendo fuertes sogas por las que la autora escapa y nos hace escapar.
En cada relato la protagonista revela su ansia de salvación, aunque sepa de antemano que le será negada. Sin embargo, una y otra vez enarbola las más bellas plegarias y con ellas hará las delicias del lector. Es un alma errante a pesar de su quietud y del cautiverio emocional en el que la envuelve su manera de estar viva. Se siente desasistida, la muerte social es sin duda la metáfora más descomunal y escalofriante que sostiene este libro, pero no se cansa de buscar, a ella le gusta renacer, ser un ave con muchos corazones.
Pero no se asusten, El descenso es por encima de todo un libro ágil y magistral, luminoso y versátil, pulcro y lírico. Es la mortaja que llega para acunar un cuerpo que ha quedado prisionero demasiado pronto y que al final de las 147 páginas que dura esta hermosa confesión sin penitencias posteriores acabará convertida en un guiñapo con un aplastante olor a libertad:
“No, en este mundo no hay justicia para la gente como nosotros; todo lo que podemos hacer es sufrirla tan valerosamente como sea posible y así avergonzar a nuestros opresores”.
Kavan es una descuartizadora de la soledad. La convierte en un maniquí diseccionado sobre su imaginación en el que nada quedará por ver. Le teme, pero le planta cara y la usa para construir a través de los cuentos que narra este libro un delirante y bellísimo homenaje a Emily Dickinson:
“Cuando la vida se pone en tu contra tiendes a buscar una especie de tímido consuelo en la cosas más simples”.
“No saben cómo es la niebla; para ellos no es más que una palabra”.
El descenso es un encierro productivo, un análisis pormenorizado de la indefensión de un ser humano. Un catálogo de sombras que juega a escribir sin éxito borrones sobre la lucidez de la protagonista.
Mención aparte merece la traducción de Ainize Salaberri; su debilidad por la belleza interior de cada palabra, por el ritmo desasosegado de la memoria y de la imaginación de la autora. El descenso necesitaba una mano férrea para aupar cada uno de sus huesos, tan frágiles como eternos, y Salaberri ha radiografiado la intención de la autora hasta colocarla es ese lugar en el que las contradicciones acaban teniendo carne y biografía.
No dejen de leerlo porque, aunque sombras y sueños, demonios y prisiones, lucidez y locura, belleza y transgresión juegan, página a página, a un juego a ratos fatal y disuasorio, al final nos señala el camino hacia nuestra propia redención.
Magnífico.
‘El descenso’. Anna Kavan. Editorial Navona. Traducción de Ainize Salaberri. 147 páginas.
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