Ana Alcaide: “Las mujeres somos la expresión de la naturaleza en su dualidad”
Es pionera divulgando la ‘nyckelharpa’ en España. Ana Alcaide conoció este instrumento en Suecia y ya no se ha separado de él, adaptándolo a las culturas que forman parte de la banda sonora de Toledo, ciudad en cuyas calles ha desarrollado su labor de compositora e investigadora, reinterpretando las músicas antiguas. Su disco ‘La Cantiga del Fuego’ la llevó a recorrer escenarios por el mundo y ahora acaba de presentar su último trabajo (‘Leyenda’), inspirado en mujeres que protagonizan fábulas y envuelto en naturaleza, magia, misterio, ‘selkies’, diosas y lamias.
¿Cómo vino esta conexión con la fuerza de lo femenino para hacer ‘Leyenda’?
Es un proceso muy personal de mi vivencia como mujer. He empezado a plantearme qué es ser mujer y qué supone en cuanto a proyecciones… Los registros de lo femenino. El proyecto habla del lado oscuro y del luminoso. El lado oscuro es todo eso de lo que no hablamos las mujeres, lo que está en la sombra, y hace falta conectarse también con ello para que todo tenga su dimensión completa. Al final todo es un equilibrio entre las dos fuerzas. En mi caso, por cómo soy o cómo me han educado, estoy acostumbrada a mostrar siempre el lado luminoso, creo que la sociedad en la que vivimos nos impulsa a eso: e estar siempre dispuesta, ser amable, estar abierta… Las mujeres tenemos esa dualidad, también reflejada en nuestros ciclos biológicos y que está muy en contacto con la naturaleza, igual que la naturaleza tiene su lado más salvaje, más tenebroso, más de estar en la cueva, además de su lado bondadoso.
Transitar el lado oscuro para poder aceptarlo y pasar a lo siguiente, en vez de negarlo…
Eso es, creo que necesitamos reconciliarnos con todo eso para aceptarnos a nosotras mismas. Si no estamos en conexión con el lado oscuro, el lado luminoso no puede ser todo luz. Si estamos en lucha no aceptamos nuestra naturaleza ni la de los demás. Y al mismo tiempo, ¿cómo nos van a entender los demás si no hacemos ese proceso interno de aceptación? Digo lado oscuro por decirlo de alguna manera, pero es el lado del que no se habla, el que es tabú, el que tiene que ver con nuestro propio ciclo menstrual, nuestra necesidad de estar en nuestra cueva y no estar para los demás.
‘Leyenda’ es un homenaje a mujeres que protagonizan fábulas. ¿Cómo te has ido encontrando esas historias?
Ha sido un fluir de lecturas, búsqueda, exploración. Siempre me ha atraído. La primera vez que leí la leyenda de La esposa selkie, que es una de las canciones del disco, me emocioné mucho y me puse a llorar. O la historia de La mujer muerta, que habla del sacrificio por no hacer sufrir a dos hombres ni decirles que no, se pone ella entre medias y le clavan una espada en el pecho, nos lleva a preguntarnos si el sacrificio nos lleva a un buen sitio. O La Ondina de Vacares, personaje tenebroso y siniestro, que ha elegido el camino del desamor, está en un bucle de neurosis y devora a los hombres… Son historias que me han tocado.
¿Por qué todas historias tristes?
Son historias súper potentes y no acaban bien. Las que acaban bien son las de los cuentos y las películas de Disney. (Risas). Pero es curioso porque algunas de esas películas adaptan los finales, pero proceden de leyendas arquetípicas muy duras. Por ejemplo, aparece mucho la mujer que es del más allá. Las selkies o las lamias, seres que están entre dos mundos, aparecen en la tierra y un humano se enamora de ellas y siempre ella pone una condición: no puedes verme mientras me baño o no me puedes ver los pies… El hombre siempre rompe la promesa y acaba todo fatal. Son historias de la tradición popular, dramáticas normalmente.
¿Qué nos enseña esa sabiduría ancestral que contiene la mitología?
La necesidad de buscar explicación al misterio siempre ha estado en los seres humanos. La leyenda es un vehículo para dar respuestas que atribuye lo que uno no entiende al más allá, a los seres de entremundos.
Está muy conectado todo con la presencia de esa fuerza inmensa que es la naturaleza.
He viajado mucho al País Vasco por su riqueza de leyendas y me he inspirado mucho en la diosa Mari, venerada en la tradición vasca. Es un ser femenino diosa que sigue vivo entre los vascos, con atributos muy queridos. En los lugares donde la naturaleza tiene un poder grande, donde hay mucha vegetación, hay más misterio entre sombras y ruidos y necesitas darle una respuesta. No es lo mismo que si vives en la estepa castellana… En los bosques se generan más leyendas. La naturaleza condiciona mucho en el sentir popular esa necesidad de explicar y buscar respuesta ante lo que no se puede explicar.
Y las mujeres somos la expresión de la naturaleza en su dualidad. Nuestra naturaleza femenina se puede ver como una extensión de la propia naturaleza.
Presentabas hace poco el disco en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en algo más que un concierto, una apuesta escénica importante. ¿Has necesitado contar la música desde otro espacio?
Siempre le he dado mucha importancia al componente visual de la música, pero hasta ahora no he tenido los medios, conocimientos o capacidad de poder contemplar un espectáculo más completo, delegando en profesionales con los que trabajo en equipo. Es una forma de darle una profundidad a la música para que cobre más elementos que permitan percibir la propuesta. La idea es que Leyenda sea un espectáculo que te vaya llevando por esos mundos y es una apuesta escénica que rompe con mi estética habitual más antigua, medieval. Ahora he buscado esa magia en un lenguaje más moderno. No tan El Señor de los Anillos. (Risas).
¿Cómo arropas musicalmente todo esto?
Aunque canto, soy sobre todo instrumentista. El disco tiene una gran producción. Soy muy hormiguita y muy exigente con el sonido, me he arropado de músicos excepcionales, parte de ellos son mis colaboradores habituales y he invitado a otros músicos buscando sonidos e instrumentos concretos.
¿Es un poco locura aventurarse a producir algo así en las circunstancias que tenemos?
Sin duda, es una locura, un acto de cabezonería pura. Sientes una necesidad imperiosa de contarlo y no te quedan otros caminos. Supone inversión personal, humana, logística, económica, todo es autofinanciado, la gente me ha apoyado con el crowdfunding, es un proyecto amplio que no sólo es un disco, es toda la puesta en escena. Creo que hay que seguir el impulso cuando quieres hace algo independientemente del contexto y las cosas ya se irán ajustando y equilibrando. Hay que confiar y soy de la idea de hacer, estar en la acción más que en la idea.
Dices que no hay una competencia sana en España. ¿A qué te refieres?
Me refiero a una idea positiva de la competencia, a que exista el estímulo de ver que a tu alrededor se están haciendo cosas bonitas, interesantes, que son apoyadas y bien valoradas, que tienen su nicho. Por desgracia, muchas cosas no tienen buena acogida porque faltan los medios. Creo que España es un país de grandísimos talentos y se quedan a medio camino por falta de apoyos, de educación. He vivido en Suecia y allí mujeres instrumentistas hay muchas, yo me sentía una más. Eso es competencia sana, cuando hay ese ambiente y tienes alrededor otras personas con las que te identificas, que están en el mismo camino, que hacen cosas y te inspiran cuando realizan sus proyectos sean como sean.
Tu instrumento es la ‘nyckelharpa’. ¿Nos lo presentas?
Es el instrumento nacional sueco. En los billetes de 50 coronas hay una nyckelharpa. Los suecos están muy orgullosos. Se traduce como arpa de llaves porque tiene muchas teclas. Lo de arpa es por las cuerdas, pero la traducción más fiel sería viola de teclas. Se toca con un arco y es de origen antiguo, pero tiene muchas posibilidades musicales.
Y has sido pionera en divulgarlo en España.
Lo conocí en Suecia y me atrapó. Pero al volver aquí no había nadie que me enseñara a tocarlo. Siempre digo que aprendí en las calles de Toledo. Ésa ha sido mi escuela. Es un instrumento de bichos raros y cabezotas. La dificultad de tocarlo no es tanto técnica, es que estás sola, no tienes a nadie con quien poder tocar o comentar cómo se afina, por ejemplo. Después de ese acercamiento instintivo ya me volví a Suecia a estudiar ese mundo tradicional musical.
¿Cómo se te ocurrió adaptar ese instrumento de allí a la música antigua medieval de aquí?
Es bueno conocer el instrumento en su contexto. Yo me quise empapar de la música tradicional sueca, el lenguaje musical tiene que ver mucho con la fisionomía de los instrumentos y sus posibilidades melódicas. Me encanta esa tradición y lenguaje básico. Pero como no sueca que soy, me dije: ¿qué voy a hacer yo tocando polskas si vivo en España? (Risas) Tiene que haber un vínculo emocional, físico, que te conecte con la música tradicional, para que puedas aspirarlo y hacerlo tuyo. Me puse a explorar y encontrar mi propio camino. Los primeros años lo vinculé mucho con la música sefardí, luego ha habido evolución musical hacia un lenguaje más personal, aunque las músicas tradicionales siempre están cerca de mí.
¿Tocar en las calles de Toledo ha sido la forma más directa de conectar con el público?
Siempre he pensado que los músicos tenemos una función de servicio. Lo siento como un compromiso, ofrecer cada uno lo que puede aportar. Vivo en un lugar histórico como Toledo, me surgió de forma natural tocar en la calle. Es un ejercicio muy útil para trabajar el qué dirán, que a veces nos importa demasiado, ese ¿qué van a pensar de mí si me ven aquí tocando? (Risas) Es genial, aprendes mucho, es una prueba de espejo. Das y recibes de forma muy inmediata. La gente entiende la música de una forma muy distinta a lo que una se piensa, eso me ha dado mucha información. Me alegra mucho poder seguir haciéndolo. Un día estoy tocando en la calle, otro en un auditorio y otro en un palacio. Te da mucha riqueza estar en distintos contextos.
Respecto a ‘La cantiga del fuego’, lo definiste como “una voz que todos llevamos dentro y nos conduce a ser lo que somos”.
Fue un disco muy especial, lo compuse cuando estaba embarazada. Basado en la idea de un viaje interior, no un viaje de turismo. El viaje que es la vida. Lo comparaba con el viaje de los sefardíes, tiene vinculación a esas músicas, pero sobre todo a la idea de entender los viajes como experiencias. Vivir esa realidad del lugar, llegar incluso a aburrirte en ese sitio. Entender cómo puede llegar a pensar otra gente cuando estás expuesto a esas circunstancias. Eso nos hace encontrarnos, tomar conciencia de muchas cosas, entendernos mejor. En cuanto a mi música, el viaje también me aporta el contacto con otras tradiciones y culturas, que plasmo en mis trabajos.
De hecho, el anterior disco (‘Gotrasawalaensemble’) viene del encuentro con músicos en Indonesia. ¿Cómo se gestó eso?
Me vino cuando me invitaron a ir a Indonesia para componer allí con músicos locales, un reto que fue una sorpresa, dentro de un proyecto apasionante. Al final de ahí grabamos un disco, no sé ni cómo; fue una experiencia preciosa. La música es una forma de contactar con el alma de las personas.
Resulta que hacer esa música popular (melodías del Mediterráneo, rabeladas cántabras, ritmos castellanos o flamencos, piezas renacentistas) es lo que te permite ser más universal…
Es que las músicas tradicionales al ponerse en contacto con otras tradiciones entran en valor, se enriquecen, tienen mucha capacidad de fusión. Eso es maravilloso. Es un lenguaje que se entiende, estés donde estés.
¿Crees en el poder transformador de la música?
Sí, la música, como podría ser cualquier otra expresión artística, porque los mensajes transmitidos a través del arte son mensajes que nos llegan a través de la emoción. Puedes sostener una idea, pero la forma en la que llega es emocional, muy de humano a humano, no desde lo racional. La belleza del arte es justo tener ese poder. Nos alimenta a nivel humano de una forma que no puede hacerlo el intelecto. Necesitamos la belleza del arte para alimentarnos.
Ana Alcaide presenta ‘Leyenda’ el próximo martes, 24 de mayo, en Toledo (Plaza del Ayuntamiento).
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