Ignacio Juliá: “El mundo periodístico esta en caída libre”
El crítico musical, escritor, presentador y periodista Ignacio Juliá lanzó hace unos meses el libro ‘Lou Reed: catálogo irracional’; poco antes había publicado, en la misma colección y marca, Alternia Editorial, el tomo ‘Estragos de una juventud sódica’, dedicado, claro, a Sonic Youth. Quizá sean estas sus referencias musicales más queridas, desde luego sí las más argumentadas, su artista y grupo más respetado, y estas son palabras mayores, pues estamos ante uno de los más reputados profesionales del mundo periodístico musical hispano.
La Velvet Underground y los propios Sonic Youth ya habían sido tratados por el periodista catalán en sendos libros, publicados hace ya décadas en la editorial nacida a partir de la revista de la que es cofundador, la emblemática Ruta66, y, por supuesto, en muchos artículos publicados en los múltiples medios donde colabora. Basta asomar la mirada por cualquiera de estos dos libros que recientemente ha publicado para darse cuenta del respeto, pasión y admiración que siente por ellos y su obra, sin olvidar el sentido crítico (siempre constructivo) que aplica a sus carreras.
Fan irredento de Lou Reed, grupi hasta la médula, Ignacio Juliá rememora en este “catálogo irracional” los encuentros con el neoyorquino a lo largo de los años, los sueños que va cumpliendo al ver interpretadas en directo canciones que solo había podido disfrutar en disco, sus acercamientos al temido y malhumorado crooner de Brooklyn, Ignacio nos narra su vida por las bambalinas del rock más salvaje, taxis, hoteles, aeropuertos y tai-chi, también los personajes que habitan eso decorados: promotores, músicos, periodistas, empleados de discográficas…, siempre con el respeto y la gracia que solo un tipo como Ignacio sabe darle al asunto. Con el libro sobre Sonic Youth la cosa cambia en su planteamiento, el ruidoso cuarteto y el brillante cronista pertenecen a una misma generación y se miran a los ojos desde una altura similar.
Hace poco viniste hasta ‘El Asombrario’; fue por el aniversario del ‘Ruta66’…, ¿pareció quedar claro que no había buena sintonía entre tú y el otro miembro fundador?
No. No es así, y me remito a la carta de rectificación que ya publiqué como comentario al artículo y que me gustaría reproducir ahora aquí: «Por la presente deseo aclarar que mis declaraciones acerca del papel de Jaime Gonzalo en la ampliación de la sociedad que publica la revista mensual Ruta 66, en el artículo Ruta 66, el refugio del rock’n’roll cumple treinta años, publicado el 15 de enero de 2016 en elasombrario.com, fueron no solamente improcedentes sino injustas. Fruto de un momento de crisis personal emití juicios de valor sobre la labor de Jaime Gonzalo, quien es obvio y conocido tuvo un papel indiscutible en la publicación y consolidación de la revista desde su fundación en 1985, aportando su reconocida firma y gestionando los contenidos y las colaboraciones de la misma hasta que en 2007 nos vimos abocados a ampliar la sociedad. Pido también disculpas por haber publicado una carta personal, fechada en 2007, a Jaime Gonzalo, como parte de los comentarios a dicho artículo. Quiero expresar por último mi deseo de que esta polémica concluya con esta carta y que en el futuro podamos seguir colaborando en una publicación cuya longevidad es prueba del buen trabajo realizado por Jaime Gonzalo y el abajo firmante durante décadas. Extiendo mis disculpas a aquellos lectores que se hayan sentido afectados por mis declaraciones ahora rectificadas’’.
Ahora estás aquí por la publicación de ‘Catálogo irracional’, un tomo sobre Lou Reed y su carrera… Dice la solapa que fue este artista quien te hizo elegir tu profesión…, ¿cierto?
Siempre hay una primera vez, y en mi caso fue el primer concierto de Lou Reed en España, en marzo de 1975, con el dictador todavía vivo. Eran otros tiempos, los conciertos de rock eran una excepción, un espacio de libertad, cuando hoy son ya otra faceta más del mundo del entretenimiento, como la música misma. Normal que aquel concierto de Lou Reed causase impresión en un españolito de 18 años e inculcase una vocación por adentrarse en ese mundo.
Dice el prologuista, Dean Wareham, que eres quien mejor conocía a TODOS los miembros de la Velvet, y quien mejor se llevaba con todos ellos… En fin, es algo muy notorio… ¿Cómo se cimentó ese proceso de complicidad con semejante banda?
Bueno, mi pasión juvenil por la banda neoyorquina me llevó a intentar entrevistarles cuando se acercaban por España o cuando yo viajaba para verles en vivo. Así fueron cayendo Nico, Lou Reed, Sterling Morrison, John Cale, y finalmente Maureen Tucker. No creo ni de lejos que yo fuese el que mejor se llevaba con ellos, pero sí llegue a una cierta intimidad propiciada por el hecho de que, por míticos que hoy aparezcan los Velvet Underground, a principios de los 80 eran una banda maldita todavía por reivindicar.
¿Cómo se mantiene, con cordura, profesionalidad y respeto, un pie en el zapato del crítico y otro en el del fan irredento?
Creo que ambas personas conviven en una sola, si uno se dedica a una profesión que le apasiona. Soy crítico, y muy autocrítico, por naturaleza, así que no me ha costado señalar los aspectos o etapas menos logrados de un artista o una banda. Me interesa la imagen completa, pues engrandece al gran creador y pone en su sitio al impostor.
Desde muy joven demuestras que ibas a por todas cuando empezaste en esto del rock… Fuiste a entrevistar a Lou con veintipocos, a la aventura…
Sí, con 22 recién cumplidos, en tren desde Barcelona hasta Holanda, en 1978. Tardé más de 24 horas en llegar hasta Eindhoven, vía París, así eran los transportes entonces. Vi el concierto de Lou Reed, uno de los pocos de la gira de Street Hassle en Europa, pero finalmente no hubo entrevista. Un periodista alemán se adelantó, metió la pata, Lou se levantó y se largó. Entrevistas canceladas. Creo que ese coito interrumpido tuvo mucho que ver con mi obsesión posterior con el personaje.
Tras semejante trance, ¿cómo se enfrentaba uno a la escena local sin pasar, digamos, vergüenza?
Vergüenza ninguna. Estábamos orgullosos de lo poco que teníamos. Por aquí empezaban a aparecer grupos punks autóctonos y, tanto los críticos como los músicos empujábamos en una misma dirección para tratar de normalizar y modernizar la escena rock de nuestro país, tan subdesarrollada durante el franquismo como las demás artes. Se tardó unos años, pero creo que el presente de dicha escena autóctona demuestra que lo conseguimos. Entre todos…
¿Llegaste a conocer a la persona que se oculta tras el artista en el caso de Lou Reed?
Responder a esto sería desvelar el encanto del libro, de Catálogo irracional. En sus páginas se dirime esa cuestión, creo.
¿Y con Sonic Youth?
Con Sonic Youth sí se estableció una larguísima amistad que llega hasta hoy y que fructificó al entrevistarles durante una semana en Nueva York, allá por 1992, justo cuando estallaba el grunge. Éramos de la misma generación, compartíamos gustos musicales y artísticos, y fui afortunado al poder presenciar en primera fila el desarrollo de una de las bandas esenciales para entender la revolución rock en los 90. Sin Sonic Youth, no habría indie-pop ni noise-rock. Ellos ayudaron al encumbramiento de Nirvana.
Sonic Youth fueron algo así como tus niños mimados, en ‘Ruta66’ fuiste algo más que un mentor, los defendías a capa y espada…
Eso no es totalmente cierto; a partir de ciertos discos también fui crítico con ellos, como evidencia el libro que les dediqué, Estragos de una juventud sónica. Lo que sí debe recordarse es que Ruta66 fue la primera publicación musical española que les dedicó una portada. Como en muchas otras cosas, nos adelantamos.
¿Escribirás algún día tus memorias, es algo en lo que has pensado?
No, gracias. Si a mí no me interesa recordar, ¿a quién va a interesarle leerlo? Lo vivido, vivido está; me interesa más lo que pasará pasado mañana, la verdad. Estos 40 años de periodismo musical han sido una labor simplemente profesional, desde 1977 y hasta hoy mismo. Toco madera, que está el mundo periodístico en caída libre. Tampoco imagino vivir trabajando en algo que no me apasione. Dicho esto, mi vida real son mi mujer, mis hijas, mis nietos. No hay más…
No hay comentarios