Una desafinadísima Meryl Streep se pasea por el Festival de San Sebastián
Los asistentes al Festival Internacional de Cine de San Sebastián pudieron ver, antes de su estreno la próxima semana, a Meryl Streep convertida en Florence Foster Jenkins, personaje real que fue descrita en los años 40 como la peor cantante de ópera de la historia. La cinta de Stephen Frears cosechó aplausos y muchas, muchas carcajadas. Hasta pegando gritos y desafinando, la señora Streep es un prodigio de la naturaleza. Os dejamos a continuación la crónica de esta y otras películas que vimos en la tercera jornada del festival donostiarra.
Florence Foster Jenkins. Stephen Frears. Reino Unido. Sección Perlas
Se le pueden poner pocas pegas a esta nueva entrega del autor de Mi hermosa lavandería y Ábrete de orejas. Aunque sí una: la escena en el Carnegie Hall parece sacada de cualquier película norteamericana del montón en la que un personaje en principio procaz y soez termina lanzando un discursito lleno de moralina de telefilme. Pero cualquier contra que se le busque a Florence Foster Jenkins queda aplacada bajo dos elementos casi incontestables: la maestría de Meryl Streep y la elección de un personaje real (el que da título a la película) absolutamente disparatado y enternecedor para llevar su vida al cine comercial.
En El Asombrario ya hablamos y os dimos la oportunidad de escuchar y de conocer a la que está considerada la peor cantante de ópera de la historia. Frears no puede evitar enamorarse de esta mujer que sufrió mucho en la vida, pero a la que sin duda salvó no solo su abultada cuenta corriente sino también su incondicional amor por la música. La vida de Florence Foster fue una tragicomedia de principio a fin y así la trata el director.
Meryl Streep, que da vida a la protagonista, vuelve a demostrar que no es de este planeta. Ella es Florence y el espectador no lo pone en duda en ningún momento del metraje. Anda como Florence, mira como Florence, suspira como Florence y, sobre todo, desafina exactamente igual que Florence. Hugh Grant da la réplica perfecta, pero es Simon Helberg –el estupendo Howard Wolowitz de The Big Bang Theory– quien logra arrancar las mejores carcajadas a un público que disfruta y mucho de las cosas de La Foster. Su interpretación del pianista que acompaña a la diva y que termina siendo su amigo y confidente es sencillamente magistral. Los asistentes al pase de prensa de la película rieron a mandíbula batiente.
Florence Foster Jenkins se estrenó en el Reino Unido el pasado 23 de abril y llegará a las pantallas españolas el próximo día 23 de septiembre.
(M. C.)
I am not madame Bovary. Xiaogang Feng. China. Sección Oficial
Estamos acostumbrados a correr demasiado y no queremos darnos cuenta de que eso, en general, no es bueno. Esta película, I am not madame Bovary, ofrece grandes lecciones al respecto, no por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. La cinta de Xiaogang Feng (Aftershock y With a Sigh), a concurso en esta edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, narra una historia que, mirada con rapidez y prejuicio, nos llevaría a calificarla como el episodio de una mujer totalmente perturbada. Sucesos de una loca, vamos.
Pero el director se vale de una trampa tan antigua como el mismo hecho de narrar –la ocultación de información- para hacernos dar un radical golpe de timón en los últimos minutos de la película. Confiando, eso sí, en que el espectador sea capaz de mantener intacta la capacidad de curiosidad con un metraje que supera los 120 minutos de duración. Es como si a Xiaogang Feng le hubieran soplado que algunos críticos de prestigiosos periódicos alardean en privado de no ver las películas hasta el final de su metraje y hubiese urdido una particular venganza.
La trama se sustenta básicamente en la terquedad de una mujer que monta con su marido un falso divorcio para poder acceder a un segundo apartamento. El marido incumple el trato y se casa con otra mujer. Nuestra protagonista emprenderá entonces una batalla legal para lograr enmendar el engaño. En ese viaje, se teje una soterrada crítica del director del filme a un entramado administrativo y político basado mucho más en medrar, en conservar el asiento a toda costa, que en servir al interés general o al ciudadano. ¿A que no suena tan lejano?
La historia está contada como si se tratara de una fábula con moralejas, repleta de proverbios y enseñanzas de lo bueno y su contrario. Pero es sobre todo en su factura visual donde radica uno de sus mayores atractivos. Xiaogang Feng se vale de dos formatos, ojo de buey y cuadrado, para narrar su película. Se reserva el convencional cinemascope tan solo para el epílogo final. Curvo cuando la acción se desarrolla en el campo y cuadrado para la ciudad. Plano a plano nos damos cuenta de lo cuidada que está la estética en esta película. La imagen parece en ocasiones un diorama, en otras tablillas pintadas al óleo y a base de insistencia en el formato circular llega un momento en que parece estar viendo las imágenes dentro de una gigantesca bola de cristal proyectada en la pantalla. Si te gusta la fotografía, has de ver esta película.
(M. C.)
Nocturama. Bertrand Bonello. Bélgica-Francia-Alemania. Sección oficial
La primera controversia seria de la sección oficial ha sido esta película francesa sobre violencia terrorista y no por las respuestas que da, sino justo por todo lo contrario: por las que no da. Un grupo de jóvenes parisinos de distinto sexo, extracción social y edades (algunos inverosímilmente jóvenes) se agrupan para cometer un acto terrorista. Nada de yihadismo, la razón que sustenta su acción es política, aunque fuera de los cabecillas el resto del grupo parece sumarse para llenar su propios vacíos de adolescente.
La película –realizada con el impecable estándar técnico del cine francés- se desarrolla el mismo día en que los jóvenes preparan, atentan y se refugian confiados en una galería comercial, a la espera de sortear así la respuesta de la policía. Cuando parece que va arriesgar con un atractivo relato de cine directo, Bertrand Bonello recurre a algunos convencionales flash-backs para hacer comprensibles motivaciones y contexto. Y ahí se empantana. El francés sitúa a los personajes en ambientes paradójicos (los jóvenes en el centro comercial se comportan más como consumidores burgueses que como revolucionarios), los propios actos terroristas buscan objetivos simbólicos por encima de las muertes humanas, el relato no pretende ser verosímil, narrativamente hay saltos en el tiempo, repeticiones de secuencias, no es un filme que dé facilidades al espectador para comprenderlo.
Los filmes que ponen sobre la mesa grandes temas, pero no se mojan con las respuestas, suelen tener buena crítica. Me parece que por petulancia. Quizás haya que distinguir entre los que dejan la resolución abierta después de una narración bien desarrollada y los que parecen estar preguntándose a sí mismos el motivo de haber sido hechos. Nocturama es una película que a cada paso que da plantea al espectador una nueva interrogante. Al público le queda claro que Bonello no tiene las respuestas. Pero nos preguntamos: ¿le vale la pena a un director hacer una película sobre un tema del que demuestra tener un batiburrillo de incertidumbres en la cabeza?
(L. R.)
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