El niño de los Picos de Europa que se convirtió en Claudia Schiffer
La exposición ‘Copying Claudia’ del fotógrafo Pachi Santiago contiene muchas lecturas, desde la más frívola y comercial, del chico de melenita rubia que posa desnudo como Claudia Schiffer saliendo del mar y poniendo morritos, a algo mucho más profundo sobre la identidad y el sentirse diferente, y hacer de ello tu principal arma. Esta es la historia de los sueños de un niño en un pequeño pueblo asturiano que mira a una montaña y deposita en ella sus anhelos, que cree firmemente ser parte del polvo de estrellas; de la soledad de un niño que se ve y se siente diferente, del »distinto’ que se sale finalmente con la suya, de los sueños cumplidos y no cumplidos, de la honestidad de la ambigüedad, de jugar a ser quien eres siendo quien no eres.
La historia de una obsesión y de una religión.
La historia de un niño en un pueblo asturiano que tenía a una mujer-gata como amiga invisible. Es también la historia de la soledad. Es la principal sensación que queda al final, tras recorrer la exposición con su locuaz autor.
Tras cinco años de exhaustivo trabajo y tras ser expuesto en Nueva York, Berlín o México DF, Pachi Santiago presenta por primera vez en España la exposición que recoge de manera global su proyecto Copying Claudia. La Galería Cero, de la escuela de fotografía Efti, reúne hasta principios de noviembre más de 100 fotografías y vídeos en los que el autor copia las imágenes protagonizadas por Claudia Schiffer poniéndose en el lugar de la famosa modelo alemana. Santiago se ha llevado a su terreno y en primera persona fotografías de Karl Lagerfeld, Juergen Teller, Herb Ritts, Ellen von Unwerth, Liz Collins, Peter Lindbergh o Bettina Rheims, para campañas publicitarias o revistas como Vogue, Marie Claire o W Magazine.
Santiago crea así una relación imposible entre artista y musa buscándola y persiguiéndola en un ejercicio a primera vista irónico pero que encierra un mensaje filosófico sobre la identidad, el autorretrato y la pasión por la musa llevada al extremo. En las imágenes, Santiago aparece en el lugar de Claudia copiando hasta la exactitud la pose de la modelo y la luz de la imagen. Para realizarlas, Pachi utiliza sus propios medios, su ropa y su entorno, sin querer hacer un ejercicio de estilismo exacto. “Es curioso ver cómo mi propia ropa o la que me han prestado amigos se puede parecer a lo que lleva Claudia. Incluso con la ayuda de mi madre hemos recreado vestidos de Chanel o prendas de Valentino. Está claro que no soy ella ni tengo los medios que se han usado para crear las imágenes originales, pero quiero hacerlo así, desde lo pequeño”…
«Cuando era pequeño, me gustaba dibujar seres mitad animales, mitad personas, y así surgió Sonÿ, una mujer felina… Cuando tenía 8 o 9 años, estando en el pueblo de mis abuelos en los Picos de Europa, Peñamellera Baja, vi un anuncio en la tele en que salía Claudia Schiffer. Y me quedé pegado a la pantalla. Era ella, era Sonÿ. A partir de ahí empecé a seguirla. Entonces era muy famosa y salía continuamente en los medios, así que podía alimentar mi afición por verla. Cuando llegó el tiempo de la Universidad, me fui a estudiar Bellas Artes a Salamanca, y dejé de lado ese apego al personaje de Claudia Schiffer, que yo sentía como mi alter ego, un poco por pudor. Pero cuando llegó el momento del proyecto fin de carrera, me dije que debía ser honesto, honesto sobre todo conmigo mismo, y Sonÿ volvió a convertirse en la protagonista de mis creaciones». «Me vine a vivir a Madrid, y aquí experimenté una especie de catarsis personal tras un tiempo trabajando como ilustrador y realizando vídeos corporativos. Volví a plantearme que debía ser yo, debía ser honesto conmigo mismo. Tocaba volver a Sonÿ, a mi alter ego, al ser híbrido, y por tanto a Claudia Schiffer. La espoleta final me la dio una sobrina, que con 4 años, apuntó a la famosa foto de Karl Lagerfeld que muestra un primer plano de Claudia Schiffer con unas gafas parecidas a las que yo suelo usar, la señaló y dijo: «Tío Pachi». Es ahí cuando decidí abordar este proyecto. Ese fue el Momento en que decidí de nuevo ser honesto conmigo mismo. Investigar en ese juego de identidad en la ambigüedad. Me di cuenta de que lo que te hace diferente no te quita valor, sino que te hace único, es lo que te aporta, es el reto a trabajar».
Recuperar a la amiga invisible/visible para apostar por lo más auténtico de su yo.
El recorrido expositivo comienza con la serie Musa Sagrada, que recrea una biblia donde el objeto a venerar es la musa y donde Santiago y la Schiffer aparecen como un cura y una monja unidos por un misticismo que va mas allá de la copia. “He querido utilizar elementos reconocibles como son la religión y la biblia, ya que mi idea es hacer ver que todo lo que nos inspira y amamos estética y emocionalmente puede convertirse en nuestra propia religión, algo que es mágico porque tú quieres y con tus propios símbolos y significados”.
«Esto me ha servido para saber que mi identidad no tiene por qué tener límites, reconciliándome con los monstruos y con las inseguridades que te puede generar la sociedad sobre lo que deben ser las cosas. Porque aunque el humor y la ironía sea lo que aparece a primera vista, solo hace falta rascar un poco para entender que para mí este trabajo es más que un ejercicio de parecidos: es un autorretrato con el que contar a todos que podemos soñar lo que queramos ser, porque ese factor que nos hace diferentes nos puede hacer únicos y ahí está la ironía, la singularidad dada a través de la copia. Convertir la veneración a la musa en un rito casi religioso para encontrar tu propio camino, tu destino».
Pachi y Claudia juegan a ser vampiros que aman la luz, modelos de portada de revista, seres mágicos que habitan bosques y montañas, o protagonistas de la eterna historia del marinero que busca a una sirena. Historias e imágenes en las que el disfraz sirve a Santiago para mostrar su vulnerabilidad, su autorretrato. Para ello utiliza como localizaciones los propios lugares de su vida en Asturias y Madrid, donde reside actualmente.
«Es jugar a soñar con lo que no eres y sí eres; soñar con las estrellas, soñar a que en una playa de Asturias y con la ropa que te ha cosido tu madre, eres una top que sale en portada del Vogue. Al final, cierras el bucle, y todo ese brillo del lujo y los estilismos carísimos lo traes al hand-made, al collage, el formato de cajita o de pequeño cuaderno de notas, como cuando de adolescente recortaba fotos de Claudia Schiffer y las pegaba en mis carpetas o en mi cuarto. Es traerlo desde lo más frívolo y mundano a lo íntimo».
«En el diálogo que establezco con mi musa-obesión-alter ego, no veo a Claudia Schiffer como una diva, sino como algo que va más allá, la veo como un elfo, un duende, un hada, un vampiro… Mucho más interesante un duende que una diva. Ella representa a la madre naturaleza, a esa montaña de Picos de Europa, el Pico de Peña Mellera Baja, en la que de niño proyectaba mis sueños y deseos. Esa montaña es Claudia. La naturaleza vista como una deidad».
Una estrella de la moda a la que convierte en estrella del firmamento.
«Creo que ambos nos parecemos sobre todo en ciertos rasgos infantiles, que los puedes interpretar como algo dulce o como algo psicótico, lo infantil y también lo macabro, el duende y el vampiro».
Todo surge de esa montaña de Picos de Europa, y de la soledad.
La moda, los estereotipos a los que todos aspiramos y el poder de los iconos de masas se mezclan en este trabajo con el concepto de ser diferente a través de la copia, y sin por ello perder la propia identidad. “No he querido hacer un ejercicio de transformismo, sino ser yo y no serlo al mismo tiempo; para mí la ambigüedad y el misterio residen más en ese punto intermedio. Si no, el proyecto se hubiera convertido en un ejercicio estético de parecidos”.
«Es un proyecto que veo como un continuo work in progress; no creo que lo abandone; me gustaría envejecer con él, envejecer con Claudia, no de una manera tan intensa, sino mucho más relajada, compatibilizándolo con otros trabajos, pero creo que aún se puede profundizar más. Lo quiero desarrollar como un proyecto personal, pero también como talleres y clases sobre el juego de identidad y el apropiacionismo. Y también lo quiero llevar a los colegios, para concienciar sobre el bullying infantil y el acoso al diferente. Porque este es un proyecto sobre la identidad y la gente que es diferente, y por ello sufre, porque no se ubica, porque busca quién es y recibe presiones constantes para adecuarse a la norma. El bullying se lleva a cabo sobre todo con gente con talento y creo que a los niños hay que enseñarles a que ser diferente es algo a potenciar».
Curioso, porque Pachi Santiago busca la diferencia a través de la copia, haciéndose otra. ¿La musa que te devora? ¿La obsesión convertida en monstruo que te aniquila? «No, es un juego a ser otro (otra) sin dejar de ser yo, nunca dejo de ser yo». Tan definido y tan ambiguo.
P. D. Sí, sí, todos al final nos lo preguntamos: ¿Ha conocido en persona a Claudia Schiffer? ¿Sabe ella de su trabajo? Si la ha conocido, ¿le ha decepcionado o no?
Pues sí, someramente. Tuvo la oportunidad de conocerla hace seis años en Madrid, y le impresionó, por su altura y por una constitución que no ve como la convencional de un humano; sí, la vio como una mujer felina, como su Söny, y de hecho le regaló un dibujo de este personaje que le ha acompañado desde pequeño como la amiga invisible-visible. Ahora está preparando un libro con parte de todo este impresionante trabajo sobre ‘Copying/Living Claudia’ para hacérselo llegar.
‘Copying Claudia’, de Pachi Santiago, en Galería Cero (Madrid). Hasta el 10 de noviembre.
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