Seydu: “Con muy poquito puedes tener una vida digna, y en África lo sabemos»
Seydu nació en Sierra Leona. Hace más de 25 años que llegó a España, donde, poco a poco, se hizo un hueco en el mundo de la música como percusionista, tocando con diferentes formaciones reggae, afro, latin, jazz, pop… Ha acompañado a grandes artistas, como Raimundo Amador y Kiko Veneno. Hace 10 años fundó Diamond Child School of Arts and Culture, una ONG que proporciona educación básica y artística a los niños y niñas más desfavorecidos (huérfanos, ex combatientes) en Sierra Leona. Como compositor y vocalista, tras sus dos primeros discos (‘Freetown’ y ‘Diamond tears’), publica ahora su tercer trabajo, ‘Sadaka’. Significa regalo en lengua krio.
Este disco es una reflexión sobre ‘el dar y el recibir’. ¿Por qué has querido plantearlo desde ahí?
Es el hilo conductor. El dar y recibir es una grandeza que viene a mi conocimiento cuando era pequeño en África, cuando me fui con 12 años como polizón en un barco y recalé en las Canarias y fui abriendo caminos… Pero todo ese recorrido lo fui haciendo gracias al dar y recibir. El viaje de la vida me ha ido enseñando que todas las personas que se fueron cruzando en mi camino siempre me han aportado algo. Y, por supuesto, yo también he tenido formas de agradecer. Pero no se trata de dar porque estés recibiendo. El simple hecho de recibir con los brazos abiertos ya es dar. Te haces parte del sentimiento del prójimo. Vas recibiendo a la vez que das.
¿Cómo fue ese abrirse camino en Madrid?
Muy difícil, muy duro. No conocía a nadie aquí y fui muy poco a poco. Un día estaba tocando en El Retiro un tambor de mala muerte que había conseguido, tocaba con un par de palos, y pasaron dos señores. Se pararon a escucharme. Yo no sabía que eran Raimundo Amador y Kiko Veneno. Me dijeron que fuera a tocar con ellos y a partir de ahí empecé a hacer muchas cosas.
Sadaka significa regalo. ¿Cuáles son los regalos más preciados que has recibido, además del que nos acabas de contar?
Unos cuantos. Todos los días me encuentro con ellos. El otro día estaba leyendo un artículo sobre una fiesta en Pakistán o India en la que le dedican una fiesta solamente a los perros. Les celebran. Yo tengo dos perros, aprendo mucho con ellos. Los dos son perros vagabundos que encontré. Me dicen las cosas sin ninguna palabra. Eso es una forma de regalo, en silencio. Así vienen muchos regalos, en silencio, y tú tienes que saber descifrar lo que te llega. Estar haciendo esta entrevista es un regalo para mí. Incluso los problemas y las dificultades, con el paso del tiempo, llegas a verlos como un regalo por el aprendizaje que trajeron.
Hay un tema en este disco (‘Return to Africa’) en el que haces una llamada a regresar a la tierra. Sin embargo, es lícito querer escapar de realidades tan duras, como tú mismo hiciste…
Sí, esa es nuestra realidad. Vengo de un lugar donde las cosas son difíciles, en especial para los niños. Padecí esas dificultades en la infancia. Siempre quedó en mi cabeza algo: cuando yo esté bien, debería acordarme de todos aquellos que dejé atrás, que siguen padeciendo lo mismo por lo que yo pasé. Y yo tendré que hacer las cosas mejor. He adquirido conocimientos, experiencias, habilidades para labrarme un camino pero también para poder trasladárselas a otros. Es una llamada de la madre africana: vas porque tienes que volver. Recibes pero devuelves.
Dices que Europa es mentira.
Se sigue vendiendo el sueño europeo a través de la televisión, del supermercado, el gran comercio. En África existe la microeconomía que es un trueque, así vivimos. Cuando entramos en contacto con el mundo del consumo, la economía tan gigante, el fabricar tanto, pues no podemos con ello. Para nosotros la vida es más sencilla. Por eso en la canción intento sensibilizar a quienes salieron y dejaron la Madre África: recuerda que la vuelta ha de ocurrir en algún momento. Es fácil acomodarse si te va bien, ganas un sueldo, compras todo lo que necesitas en el supermercado, tienes un móvil de última generación… Pasa el tiempo y te olvidas. Pero cuando vuelves a África te das cuenta de que todas esas cosas que puedes poseer no hacen tanta falta. No es necesario esclavizarse tanto, crear tanta dependencia. Con muy poquito puedes tener una vida digna. La vida es mucho más espiritual de cómo la vivimos. La música y los sonidos te pueden llevar a ello.
¿Cómo son tus primeros recuerdos de los sonidos musicales?
Siempre he estado rodeado de ritmos africanos poli rítmicos. En la infancia era salir de la escuela y ponerte a fabricar un tambor, recoger hojalatas, tocar. Tocar, cantar, darle sonido a algo es lo normal, lo natural. Los niños se construyen todo, no sólo instrumentos musicales, se hacen sus juguetes, lo que necesitan para ir a la escuela, a veces hasta su ropa. Están obligados a aprender muy rápido.
¿Quién te enseñó a fabricar instrumentos?
Mi abuelo. Fue uno de los exponentes de la música de Vino de Palma en Sierra Leona. Hizo posible la mayor formación que representa a la nación en cuanto a las artes culturales del país. Albergaba a varias las tribus y ahí creció mi madre, mi familia, y de paso yo. Hablamos de un lugar donde todo es rudimentario, hecho a mano, no hay tienda para comprarlo, entonces hay que inventar y fabricar todo lo que nos hace falta. Y en especial, darle vida a un instrumento es lo más bello que te puede pasar. Te comunicas, te entiendes con él y te enseña cosas mientras se adapta a tus sentimientos para que los puedas expresar, te muestra los caminos para decir lo que quieres decir. E incluso un instrumento te puede ayudar a sobrevivir. Tú le has dado la vida a un objeto y luego te ayuda a vivir.
¿Cómo es esa música de Vino de Palma?
Tiene que ver, como te decía, con que la vida es sencilla para nosotros, como el vino de palma. Te subes a la palmera, colocas una calabaza por la mañana y a última hora de la tarde la bajas y tienes esa salvia concentrada que te lo tomas como un regalo. Cantas tus canciones con instrumentos que te fabricas reciclando de la basura, utilizando desechos, cosas que vienen de Occidente. En un paraguas, una bicicleta, una valla o un coche hay hierro y elementos que podemos usar. La música de vino de palma (Palm Wine Music o Maringa) es una música que se llama ‘de dios al hombre’, como el vino que recoges. Para disfrutarlo se cuentan historias o se celebra una fiesta por algún motivo relacionado con el poblado. Es una música poli rítmica, con instrumentos pentatónicos, arpas hechas con hilo de pescar con calabazas, xilófonos, instrumentos que recuerdan los sonidos de la naturaleza. Es una música muy rítmica con muchos armónicos pero que se desarrolla con instrumentos muy sencillos que dan lugar a contar historias.
¿Tiene que ver con la tradición de los trovadores?
Exactamente, lo que pasa es que cuando se habla de trovadores se suele citar a los malienses, pero nosotros también somos trovadores. En Sierra Leona, Liberia y otros países están las mismas etnias, te encuentras con los mismos trovadores aunque se les dé distinto nombre. Yo, por ejemplo, soy fulah, mi etnia son los fulani. Somos los que viajamos de país en país siempre con el ganado. Y, claro, también somos los que hacemos el mejor pan (risas) porque lo aprendimos de los franceses. Tenemos mezcla bereber y nuestra forma musical alberga connotaciones arábicas por eso.
Hay otro tema con la fallecida Mariem Hassan (‘Desert rose’). ¿Un homenaje a la lucha del pueblo saharaui?
Nos dejó su voz, es una amiga, hemos trabajado juntos en la compañía discográfica Nube Negra y nos dejó esta última grabación para Sadaka. El tema habla de los niños huérfanos del mundo. “Niños que han nacido en un lugar, que deambulan por el mundo y no saben dónde van”. Ése es el pueblo saharaui. Un pueblo africano que Marruecos quiere poseer. Nosotros no olvidamos esa causa. Llevamos el Sáhara en el corazón.
Hace 10 años creaste una ONG y la escuela-taller Diamond Child en Sierra Leona. ¿Cómo ha mejorado la vida de los niños y niñas que pasan por ella?
Las circunstancias de los niños que están en Diamond Child School han mejorado mucho en estos años. No puedo decir lo mismo de los niños de Sierra Leona, tristemente. En la escuela taller actualmente hay 420 niños, no podemos acoger más. Trabajan muy bien, el centro tiene profesores muy comprometidos. Intentamos proveerles de habilidades que les sirvan para un futuro mejor. Si hay algo que puede mejorar la vida en África es la educación. Hay personas que arriesgan su vida para llegar aquí, engañados por otros, precisamente por la carencia de educación. Cuando te formas, te autoayudas y además puedes servir a tu comunidad. Se pasa muy mal cuando emprendes el viaje a Europa. Muchos acaban en el monte Gurugú. Hay desprecio, racismo. Puedes perder la vida. Y si llegas a Europa no es fácil. En África se puede tener una vida digna con educación y aprendizaje.
Además en la escuela apostáis por la cultura, el arte, la música…
No tenemos una palabra que defina el arte porque todo eso es cotidiano, como la música, es algo normal. Por eso el africano no lo ve como un medio para ganarse la vida, autoayudarse. Alguien debe ser médico, mecánico, ingeniero, pero no se contempla un trabajo dentro del arte. Intentamos que vean que es una herramienta, un conocimiento que debemos potenciar. Tratamos de poner unos pilares partiendo del arte y la cultura del país. Aprenden lo que la guerra consumió, aprenden bailes tradicionales, folclore. En África el arte es transmisión oral. De hecho, ha habido familias americanas que han conocido a sus familias de origen en Sierra Leona gracias a una canción, la canción única que cantaba esa familia de generación en generación y que llegó al otro lado a través de la esclavitud. Intentamos conocer nuestros orígenes, trasladándoselos a las nuevas generaciones para que no se pierdan. Fabrican instrumentos ancestrales y otros nuevos que ellos crean. Unas varillas de paraguas son metales que tensados en una caja de puros con un par de alambres atados crean vibrato. Si le vas poniendo más varillas ya hemos hecho un piano de pulgar.
¿Hay alguna historia de algún niño que simbolice lo que hacéis en la escuela?
Muchas. Por ejemplo Shaka, lo cogí de la calle. Le insertamos en la casa de una familia y empezó a ir a nuestra escuela todos los días. Hizo danza, música, vimos que le encantaba dibujar y que le encantó el taller de peluquería. Una vez un peluquero nos pidió que alguien le dibujara un cartel con los estilos de corte africano para su peluquería. Shaka se lo hizo muy bien. Empezó a ir a ver al peluquero, aprendió tan bien que desde hace dos años tiene su propia barraquita para cortar el pelo gracias a un microcrédito. Y además, todos los carteles y logotipos que puedas ver pintados en la comunidad los ha hecho él.
‘Diamante’. Una palabra que ha generado sangre, violencia y sufrimiento en tu país… Y la conviertes en una escuela, en algo que brilla.
En Sierra Leona cuando me ven los políticos me dicen ¿por qué esa palabra? Y les digo que nuestro país siempre se ha peleado por los diamantes, yo nací ahí y nunca he visto uno. No sé cómo son. Sé que los hay y que los roban. Pero en esta tierra los verdaderos diamantes son los niños y las niñas.
¿Cómo se esculpen esos diamantes para que descubran el valor que tienen dentro?
Todos los seres humanos somos creativos. Cuando somos niños, es importante que quienes están a nuestro lado guiándonos sepan descubrir esa habilidad y potenciarla. Darle herramientas para que la desarrolle. No quiere decir que sólo nos tengamos que dedicar a eso, pero sí conocer lo que más nos gusta hacer para que siempre podamos acudir a ello, a ese espacio de recreo. Si dejas a los niños hacer lo que les gusta, siempre hay un lugar al que siempre acuden: lo que siempre querrán hacer. Está dentro de cada persona. Es lo que les hará felices.
Seydu y su banda actúan el 1 de noviembre en Madrid (Fnac Callao).
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