¿Pero Errejón no ha ganado nada?

Un momento del congreso de Podemos con Iglesias y Errejón en Vistalegre este fin de semana. Foto: Liliana Peligro.

Un momento del congreso de Podemos con Iglesias y Errejón en Vistalegre este fin de semana. Foto: Liliana Peligro.

Un momento del congreso de Podemos en Vistalegre este fin de semana. Foto: Liliana Peligro.

Un momento del congreso de Podemos con Iglesias y Errejón en Vistalegre este fin de semana. Foto: Liliana Peligro.

El fin de semana ha resultado muy activo. Congreso del PP. Congreso de Podemos. Final para elegir representante a Eurovisión. La Gestora…, no, la Gestora, nada. Estuvimos en lo que más movimiento, debate democrático y votación hubo. En Vistalegre. Con Podemos. Con Iglesias, Errejón y Urbán. Esta es la crónica del ambiente que vimos.

Una de las cosas más idealistas que he hecho en mi vida fue sacar la cama grande de la habitación y colocarla en el salón, porque hacía mucho calor aquel año y ahí corría algo de viento. Cuando nuestros conciudadanos venían de visita flipaban: ¿por qué tenéis la cama en el salón? Eran tiempos muy locos, de crisis y oportunidad, muerte y renacimiento, eran tiempos para crear. En aquel contexto preñado de imposibles, la noche del domingo 25 del mayo de 2014, Liliana y yo estábamos en pijama, tumbados en aquella cama en el salón, viendo algo aburridos en la tele el resultado de la elecciones europeas mientras comíamos palomitas de microondas.

La bomba informativa fue que Podemos, recién creado, había sacado cinco diputados, la hostia. Nos obnubiló Pablo Iglesias en la sede lavapiesera del partido, a escasos 50 metros de nuestro piso de autónomos mediopensionistas, diciendo ante la cámara que eso era un fracaso, que ellos habían nacido para ganar: ese tío tenía arrestos, el coraje necesario para plantar cara al establishment, la llama de la Revolución en la mirada. La fiesta, el mitin, era donde el museo Reina Sofia, así que saltamos de la cama, nos quitamos el pijama (atención a las metáforas) y nos fuimos corriendo al sarao. Pablo Iglesias tronó contra la casta, Monedero cantó unas coplillas de la Guerra Civil, y apareció Iñigo, al que nadie conocía aún, joder, parecía un crío. Casi lloramos, o lloramos de hecho, porque la política extraparlamentaria y alternativa entraba en juego. Sí, sí nos representan. A los izquierdistas, a los progresistas, a los del 15M, a los jipis, al verdadero rojerío, al albañil, al vecino del distrito del sur, a los más leídos (lectores de David Harvey, Owen Jones, Perry Anderson, Noam Chomsky, Antonio Gramsci, Karl Marx), a los desheredados, a la sal de la Tierra, a los que no encontraban acomodo en el sistema de partidos, a la gente de la calle, de los barrios, de las periferias geográficas y sociales. Incluso a algunos hipsters. Otro mundo era posible, y tal.

Eso fue hace cada vez más tiempo. Ahora estamos en Vistalegre 2, el Regreso, y, bueno, aquí los motivos para llorar son otros. En cualquier caso hemos venido también sin pijama (la cama ya está en la habitación, como Dios manda, como si tuviéramos muchos diputados). Las clases populares de Podemos, que en todos sitios hay clases, corean «¡Unidad, unidad!» desde el graderío, como perplejos ante el juego de tronos, el ajedrez político (por poner dos metáforas del gusto de Pablo Iglesias), al que han tenido que asistir, con una mezcla de asco y vergüenza, durante las últimas semanas. ¿Llegó está vez el Desencanto demasiado pronto?

Como en un buen guión cinematográfico, en el pabellón hace frío, muchos no se quitan el anorak: territorio hostil. El ambiente aún así es festivo, como de feria de las autonomías: los asturianos han traído la sidra (se cumple mi Teorema de la Bandera Asturiana: cada vez que reúnen más de 20 personas surge de manera natural uno de estos paños azules), los vascos las txapelas y una gran pancarta que dice «Podemos ser rurales». En otra pancarta luce una hoja de marihuana. Claro que podemos. Cuando el consejo ciudadano saliente y Pablo se suben al escenario, la ovación es larga e intensa. «Nadie dijo que fuera a ser fácil», dice el líder. Tampoco que lo ibais a poner tan difícil.

Aquí toca elegir entre Beatles y Rolling, entre Prieto y Largo Caballero, entre papá y mamá, entre el puño cerrado y la churchilliana V de Victoria (¿o de Vendeta?). Dice Pablo que si pierde se pira, como cuando Felipe González dejó el PSOE porque el PSOE no dejaba a Marx. «Hay que ser más socialistas que marxistas», decía. Luego tuvieron que pasar de Marx para que Felipe volviera y reinara en España. Y es que Podemos se parece mucho al PSOE de la época. La tercera opción es la más molona con diferencia: en la lista de los anticapitalistas se presentaron el actor Alberto San Juan, el músico Nacho Vegas o el pensador de moda, César Rendueles. También ese Kichi guay. Más que una corriente política podrían montar un festival. Ninguno salió elegido, aunque sí Pepe Viyuela por los errejonistas. Además Miguel Urbán, líder anticapi junto a Teresa Rodríguez, levantó al auditorio con un discurso en el que casi la palma: rostro enrojecido, lágrimas en los ojos, casi se come el micrófono. «Somos tan grandes como los enemigos que elegimos, y tan pequeños como el miedo que les tengamos (…) somos los del No Pasarán». Urbán, Pasionario. El anticapitalista lavapiesero (lo veo mucho yo por el barrio donde estaba La Marabunta) vino a hacer la síntesis hegeliana de unir a los contrarios y superarlos. Al menos en el plano emocional. «Los enemigos están fuera, aquí somos todos compañeros». Y así todo. Luego hablaron los del sector Podemos en Equipo (¿por qué los nombres de las corrientes políticas son, en general, tan cutres?, ¿cómo van a gobernar el partido o España con esa nomenclatura desaliñada?), las secciones feministas, las rurales, las cannábicas, etc. Ah, y a Rita Maestre le saltó un espontáneo lleno de gráficos que pensaba, ingenuamente, explicar al gallinero.

El domingo hacía un día muy feo y ya en el vagón de metro, lleno de podemitas rumbo a Carabanchel, corrían rumores sobre los resultados. En el antiguo coso taurino volvíamos a comprobar la diversidad genética de Podemos. Si en el congreso del PP, que salía por la tele, los participantes eran casi indistinguibles unos de otros, aquí cada uno es de su padre y de su madre. El paisano sindical se junta con el universitario gafapasta, la joven progre que blande una bandera morada con la pareja de ancianitos carabancheleros, el urbanita irredento con el círculo de Campo de Montiel. Había grupúsculos extraños con gorros de colorines a juego, un par de banderas republicanas y una del Che Guevara. A mí se me sentó al lado un septagenario de pelo blanco y ojos azules que era como una mezcla de Leslie Nielsen y Hannibal Smith. Se grabó todo el acto con el móvil (no sé qué memoria tenía ese aparato) mientras me contaba que había sido militar en el Ejército del Aire y que por eso le gustaba la presencia de Julio Rodríguez, el ex Jemad. No llegó a decirme de qué bando era, pero supuse que era más de la unidad, unidad, unidad. Según iban ganando las votaciones los pablistas, el señor me preguntaba: ¿pero Errejón no ha ganado nada?

Los resultados se adelantaron al mediodía, cuando estaban previstos para la hora de comer, supongo que porque se estaban filtrando por las redes sociales. Como digo, los pablistas lo ganaron todo: documentos, mayoría en el Consejo Ciudadano y Secretaría General (con el 89% de los votos). «Esta asamblea nos ha dado una orden: unidad y humildad, y la vamos a cumplir», dijo Iglesias. «Nos podremos equivocar en muchas cosas, pero nunca de bando». No puso el discurso los pelos de punta, como en el anterior congreso, cuando sus palabras arrancaban pijamas: estimado Secretario General, nuestra relación ya no es la pura pasión adolescente sino el amor sereno y racional, y así por muchos años. Después, todos saludaron a la militancia (unos con el puño y otros con la V, todavía), se abrazaron y sonó L’estaca de Lluís Llach. Como adelantaron dos horas el momento clave, cuando nos íbamos en masa de Vistalegre en pos de un menú del día de barrio (porque pocos se quedaron a ver a los ponentes que quedaban, de la «sociedad civil» y otros partidos), todavía entraban personas emocionadas por ir a conocer en directo y en una atmósfera histórica de emoción, unos resultados que ya se habían desvelado. Pobres. Ah, en el congreso del PP ganó Rajoy.

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Comentarios

  • Jose Lopez

    Por Jose Lopez, el 13 febrero 2017

    Precioso articulo Sergio, me has recordado lo vivido en mi casa con el 15M y las elecciones europeas. Respecto a tu teoria sobre las banderas Asturianas no puedo estar mas de acuerdo «Que guapina ye»

  • JavierE

    Por JavierE, el 13 febrero 2017

    Muy de acuerdo, Sergio. Desde la emotividad del pijama ¿ por qué no? hasta la prematura nostalgia de algo que no ha sido…

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