El peligro de la invasión de guantes y plásticos de usar y tirar
Guantes y mascarillas tirados en cualquier lugar, sin ningún cuidado. Abuso de cubiertos y platos que no se reutilizan. Millones de toallitas húmedas y de bolsas de plástico. Otro efecto preocupante de la pandemia. Crece el temor ante un posible retroceso en la concienciación social del impacto que generan los plásticos de usar y tirar en el medioambiente a nivel global. Atención: no hay que bajar la guardia ni en nuestra salud ni en la del planeta.
A ambientalistas, investigadores y políticos concienciados les costó muchos años que, sin prisa pero sin pausa, la población española –en un porcentaje creciente– comenzara a interiorizar la necesidad de acabar con la saturación de plásticos, que se acostumbrara a ir con su bolsa de compras, que optara por alimentos a granel o sin sobre-envasado, que se lo pensara dos veces a la hora de comprar objetos de usar y tirar… Las imágenes de la fauna marina estrangulada, de playas-vertedero, de inmensas islas de basura plástica vagando por los océanos en tamaño macro y micro, han recorrido el mundo y podía parecer que estábamos en un momento de cambio de chip, con modificaciones legales en Europa a la vista para el control del consumo de estos desperdicios e índices crecientes de reciclaje doméstico.
Hasta que llegó el coronavirus y el entorno, fundamentalmente urbano, se está llenando de guantes inservibles, de mascarillas, de toallitas húmedas que atascan los desagües o de cubiertos y platos de plásticos que han comenzado a hacerse dueños de la hostelería. ¿Volveremos atrás en los objetivos propuestos? ¿Lograremos cumplir las metas de reciclaje para conseguir el 65% en 2035, cuando de momento sólo se recicla el 33% de todos los residuos urbanos según datos oficiales? “Un paso atrás no podemos permitírnoslo. El planeta no da más de sí”, recuerda Julio Barea, responsable de la campaña de Residuos de Greenpeace.
Las cifras confirman que cada año llegan a los mares cerca de 9 millones de toneladas de plásticos. Las últimas investigaciones lo han detectado en forma de microfibras en lagos interiores del Ártico y como microplásticos en excrementos de pingüinos y hasta en núcleos de hielo antárticos. “Ahora la gente prefiere comprar toda la comida envasada por más seguridad”, comenta la dependienta de un gran supermercado de Madrid. “Incluso se llevan más bolsas que antes”, reconoce mientras ayuda a un señor a meter su compra en varias de ellas.
Y lo mismo pasa con los guantes. En una gran superficie en el centro de Madrid, una de sus trabajadoras confiesa que cada día gastan entre 10 y 15 cajas de guantes, ¡y cada caja tiene 500! Así que, por lo bajo, son 5.000 guantes que irán al vertedero en una sola tienda. Multiplicad.
A la salida del establecimiento la montaña de dedos transparentes y vacíos desborda el volumen del recipiente que los acoge tras unos minutos de uso. Es un rastro que sigue hasta en las calles.
Leyes aplazadas
Además, algunas señales institucionales confirman que la normativa hacia la no plastificación va a sufrir un retraso. El Gobierno de Mallorca, que iba a ser uno de los pioneros en la reglamentación prohibiendo los de un solo uso desde enero del próximo año, acaba de aplazar la entrada en vigor de esta medida. También en Navarra se han aplazado al menos hasta julio de 2021 sus primeros límites a estos productos. Sólo en Canarias de momento sí mantienen su intención de poner en marcha este veto el próximo mes de enero, si bien aún no tienen la ley aprobada.
A nivel europeo, tenemos la directiva 2019/904 que indica que plásticos en platos, cubiertos, pajitas, palitos de globos y bastoncillos de algodón, entre otros, tenían que ser suprimidos a partir de 2021, pero el lobby de los fabricantes, el European Plastics Converters (EuPC), ya ha dirigido una carta a la Comisión Europea en la que resaltan “los beneficios de los productos plásticos para hacer frente a la actual pandemia y, en particular, las aplicaciones de un solo uso”, argumentando que “la higiene y la salud de los consumidores debe ser la prioridad número uno”.
No hay datos aún del volumen total de estos productos que estamos usando, en el caso de los guantes además gratis en su mayoría, pero sí sabemos ya que ha subido el consumo de envases de un solo uso: Ecoembes señalaba en un comunicado que en sólo en 15 días de marzo, las primeras semanas de confinamiento debido al COVID-19, había aumentado un 15% la cantidad de basura en los hogares recogida en el contenedor amarillo. Es un dato que coincide con el cierre de la hostelería y que se refiere, además, a varios tipos de envases, no sólo plásticos, pero da idea del tipo de alimentos empaquetados que se están llevando a casa. “Lo que está claro es que una persona inteligente no usa plásticos o intenta hacerlo lo menos posible y reutilizarlos. Es nuestra responsabilidad en la defensa de las generaciones futuras. Encerrados hemos dado una oportunidad al medioambiente pero no se trata de salir y olvidarlo. Un paso atrás en lo avanzado contra los objetos de usar y tirar es un paso atrás contra todos; es contradictorio buscar la seguridad en generar más basura”, afirma Ana Echenique, vicepresidenta de la Confederación Española de Consumidores y Usuarios.
En ese aumento del usar y tirar destaca también la venta de toallitas húmedas (se han comprado un 49% más desde el inicio de la pandemia). El dato ha sido hecho público por Greenpeace y la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS) , quienes recuerdan que, pese a que se anuncien como biodegradables, la mayoría están hechas de microplásticos o microfibras de celulosa. Por si fuera poco, llevan sustancias conservantes, surfactantes e hidratantes que inhiben la acción de las bacterias encargadas de la descomposición de estos materiales. Así que estas toallitas, arrojadas a las redes de saneamiento, generan atascos que cuestan millones de euros a los servicios de depuración y al final acaban en cauces de ríos y en mares. “Las toallitas son elementos de higiene no esenciales; su función puede realizarse con agua o papel higiénico, menos dañinos e igual de seguros, así que debemos pedir que se dejen de utilizar y comercializar y que, en ningún caso, se arrojen por el desagüe”, afirma el portavoz de Greenpeace.
Entre los objetos nuevos que han aparecido en esta nueva realidad, que no se reciclan pero que ya vemos por doquier, están las mascarillas. Salvo las higiénicas de tela, todas llevan plástico entre sus componentes: según un informe del WWF, con las recomendaciones de consumo actuales «si sólo el 1% de las mascarillas se desecharan de forma incorrecta y se dispersaran en la naturaleza, serían hasta 10 millones de mascarillas al mes contaminando el medioambiente». Si tenemos en cuenta que cada una pesa unos 4 gramos, hablamos de unos 40.000 kilos soltados a la naturaleza cada 30 días. Mascarillas, por otro lado, que podrían llevar durante días el virus activo SARs-Cov-2 en su superficie. Si las sumamos a los guantes, se están convirtiendo en la nueva epidemia de calles, campos y, cuando se llenen de personas, previsiblemente también de las playas.
“Con todo este consumo, las empresas de plásticos se están frotando las manos porque venden seguridad; además, el precio del petróleo está bajo mínimos. Sin embargo, es fácil entender que es mejor llevar bolsas de casa, que son tuyas y están controladas o lavar vasos y platos a 90 grados o comprender que no hay riesgo en comprar a granel. El sistema de reciclaje en España tiene muchas carencias porque todos estos objetos no se reciclan, porque no son envases, así que sería un desastre volver a comenzar de cero otra vez en este asunto, cuando cada vez más gente iba con sus tuppers a las tiendas”, reconoce Barea.
Desde Ecoembes, Álvaro Otero confirma que, efectivamente, objetos como guantes o mascarillas no deben ir al contenedor amarillo porque no se reciclan, si bien considera que se trata de un aumento del consumo que es coyuntural. Los últimos datos sobre reciclaje de esta organización indican que durante 2019 continuó aumentando la tasa de envases recogidos en España, hasta suponer un 8% más que el año anterior, mientras que el consumo, según el INE, creció sólo un 1,1%.“Lo que hemos visto es que hay más compromiso ambiental de los ciudadanos. Ahora estamos pasando por una situación excepcional de la que es difícil extraer estimaciones sobre lo que puede pasar en el futuro, pero en Ecoembes consideramos que, en general, los ciudadanos somos conscientes de la huella humana en el medioambiente y a medida que la crisis sanitaria se supere, volveremos a tener un compromiso ambiental activo”, apunta Otero.
Menos optimista es Carlos Arribas, responsable de Residuos de Ecologistas en Acción que, si bien espera que sea un repunte puntual, hace hincapié en lo importante que es comunicar que tanto la nueva basura que genera la protección anti-COVID como la antigua está compuesta por muchos objetos que acaban en los vertederos, enterrados bajo tierra, salvo los que abandonamos en el medio ambiente natural, porque en todo el país hay únicamente 11 incineradoras para quemar lo que llamamos “resto”. “Fíjate en el aumento de las compras on line durante estos meses, que ya suponen un 15% del total. Son productos que llegan a los hogares con muchísimo plástico, que tampoco se recicla”.
“El mensaje a transmitir a la sociedad”, concluye, “es que si queremos realmente seguridad es importante protegernos del coronavirus, pero también tenemos que trasladar la higiene a la naturaleza y hacerlo con un consumo responsable”.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
Comentarios