Hipólito G. Navarro, un libro es la cosa más importante del mundo
El tiempo dirá por dónde transitará Hipólito G. Navarro, un maestro en el arte de la fuga. Eso sí, en estos días de ferias y calor le hacemos caso y aceptamos que un libro es la cosa más importante del mundo. Tras doce años de espera, el autor regresa con el extraordinario libro de relatos ‘La vuelta al día’.
Creo que hay pocos matrimonios más fructíferos que el de los árboles y los libros. Desde que me vine a estudiar a Madrid, siempre que estoy en la ciudad acudo a su Feria del Libro, en el Retiro. Al principio lo hacía como lector, en busca del rostro de algún autor admirado que estuviera firmando en ese momento. Más tarde, también como autor, he compartido momentos entrañables con amigos y conocidos que siempre acaban con alguna cerveza para mitigar el calor o debajo de una caseta para refugiarse de la lluvia. Hay escritores que desprecian la Feria, por comercial, pero luego no pierden la oportunidad de ir a la caseta de su editorial o de alguna librería a firmar sus libros. Y no es raro que se quejen de que han vendido poco. Es cierto que la Feria tiene un lado comercial importante. ¿Y qué? ¿Cómo pretendemos que sobrevivan si no las editoriales y librerías? ¿Con subvenciones? Aunque no niego que debería haber un debate sobre algunos aspectos criticables o incluso decepcionantes, creo que a pesar de todo la Feria del Libro de Madrid sigue siendo un momento hermoso para celebrar la lectura. Durante unas semanas el Retiro acoge a todos los protagonistas del mundo del libro: editores, libreros, escritores y por supuesto lectores, con postureo o sin él, en un encuentro lúdico y festivo.
Pienso en todo esto, en la trascendencia que para muchos de nosotros tienen los libros en la vida, mientras paseo entre las casetas en este sábado soleado. De vez en cuando me desvío por uno de los parterres, entre castaños de indias y laureles, y, por esos azares que a veces trae la literatura, me viene a la cabeza el relato que cierra La vuelta al día (Páginas de Espuma), del escritor onubense Hipólito G. Navarro.
El narrador de este cuento comienza así su historia: “Los libros son muy importantes, hijo mío; un libro es la cosa más importante de mundo, por lo menos eso apréndelo bien”. Quien así habla es el padre del narrador, un tabernero (y alcohólico), que guarda como una reliquia el único libro que posee, un manual de horticultura. El padre le habla al hijo con la reserva y en cierta forma la superioridad de quien tiene un tesoro y solo puede compartirlo con él, aunque el narrador descubrirá más tarde que su padre no sólo tenía el libro, el único libro, el libro por antonomasia, sino que habrá al menos otros dos libros más y uno de ellos será El Quijote.
El relato está contado con esa oralidad sorprendente y llena de tensión característica de la mayoría de sus historias, como si nos estuviera hablando en el Retiro, mismamente, con una cerveza en la mano, bajo la sombrilla de un chiringuito, aunque él sea abstemio, con la misma despreocupación que tenemos cuando hablamos en voz alta y nos dejamos llevar, pero con la certeza de que las palabras usadas por Hipólito G. Navarro son las únicas posibles, las que combinan la fugacidad, el chispazo, el acierto vital y la belleza. Para quien conoce a Hipólito G. Navarro en persona, uno de los mejores cuentistas que ha dado este país, quizás pueda pensar que es el propio Poli (así le llamamos sus amigos) quien narra la historia. Pero como en muchos de sus cuentos, incluso los que tienen un sesgo fantástico, la realidad y la ficción se mezclan, sin que el lector sepa nunca si lo sucedido ocurrió de veras o no. Y por supuesto no nos importa.
La literatura siempre nace de una herida. Y la herida de Hipólito G. Navarro fue la relación con su padre, alcohólico. La herida sangró hasta los 16 años, cuando murió su progenitor. Fue entonces cuando nació el escritor, cuando la herida empezó a restañarse en forma de palabras, sueños y pesadillas, con el fogonazo y la brillantez de historias que luego ha tenido la generosidad de compartir con sus lectores. Lo cuenta el propio Hipólito G. Navarro en una entrevista que le hace otro gran cuentista, Javier Sáez de Ibarra, en El pez volador (Páginas de Espuma), una antología publicada en 2008.
En la solapa de La vuelta al día (el título es de nuevo un homenaje a su querido Julio Cortázar), nos habla el editor del esperado regreso de Navarro al género, al cuento, al menos en lo que a la publicación se refiere. El propio autor intenta explicarnos en el prólogo (aunque aborrezca los prólogos) los doce años de barbecho entre el último libro de relatos y La vuelta al día. Y digo intenta porque en realidad La vuelta al día no necesita ninguna explicación. Hipólito G. Navarro vuelve, sí, al día, al momento presente, aunque nunca se fuera del todo. Un escritor escribe aunque no escriba físicamente y durante todos estos años el autor estuvo corrigiendo y reelaborando algunos de los textos que tenía separados en su cartapacio personal, más algún que otro cuento nuevo escrito por encargo.
Dividido en cinco partes, quienes conozcan la obra de Navarro se encontrarán en La vuelta al día con muchas de las constantes que le han convertido en un autor de referencia, querido por la crítica y los lectores de cuentos: el humor, la ironía, la pirotecnia verbal, la infancia en Cortegana (mismamente), la música, el ritmo de jazz, los libros, el surrealismo hispano y el esperpento valleinclanesco, la mirada sobre la cotidiano, la reinterpretación de la realidad a través de un espejo cóncavo-convexo, la fantasía. En los cuentos de Hipólito G. Navarro asistimos a una reinvención de lo cotidiano a partir de su original mirada. Tanto por las historias que narra –siempre alérgicas al aburrimiento– como por su planteamiento estético, sus cuentos son únicos en el panorama narrativo en español. De todo eso disfrutará el lector con este nuevo y esperado libro de relatos, se acerque o no por primera vez a su obra. Pero no sólo.
Aunque el germen de muchas de las historias de La vuelta al día procedan del viejo cartapacio g.navarriano, el lector habitual de sus relatos tendrá la impresión de estar ante el frontispicio de una nueva etapa del autor onubense, de cuentos y de una manera de contar que quizás anuncian un nuevo camino a seguir, puede que más autorreferencial. No sé. El tiempo dirá por dónde transitará Hipólito G. Navarro, un maestro en el arte de la fuga. Estaremos esperándole, con ganas, con la certeza de que los libros, sus libros, son importantes en nuestras vidas, nos consuelan y restañan nuestras heridas.
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