Las ausencias de cada uno, el dolor de cada una: Rulfo, Belén, 30.000 muertos…

Rulfo, a la derecha, con su amigo Shake. Foto: Verónica Heusch.

Hace unas semanas escribí aquí mismo un artículo de opinión en el que construí un relato que deambulaba por el dolor de la despedida a un ser querido para expresar exactamente eso: el dolor que provoca la muerte de aquellos/as a quienes queremos. Describí en él cómo lidié con la muerte de Rulfo, un perro que la vida me regaló y que durante catorce años me aportó una lección continua de amor incombustible, imperecedero, inmutable. Describí el dolor por la muerte de una amiga de la que no pude despedirme e imaginé el dolor de los familiares, amigos/as y allegados que, durante lo peor de la pandemia, no pudieron dar un último adiós a los suyos porque en aquellas semanas los hospitales despachaban cadáveres a destajo.

Ese artículo  era y es un homenaje a las ausencias de cada uno/a, al dolor de cada uno/a, al amor que dimos bien y que nos enseñó lo que la vida regala. Rulfo, Belén, los 30.000 muertos de la primera oleada de la pandemia… Echar de menos, ese era el titular.

Desde que Rulfo murió, allí donde voy respondo exactamente lo mismo: “Si un genio me concediera dos deseos, serían estos: poder conservar eternamente el calor del aliento de mi madre y de mi perro. Son los dos animales –la una humana, el otro no; la una bípeda, el otro no; la una de pelo y piel blancos, el otro también- que me han mantenido con vida estos años, confiando en que lo humano y lo no humano pueden tener el mismo peso sobre el plexo de uno, en mi caso las dos caras de la misma moneda. Angélica y Rulfo, el tiempo me ha demostrado que el corazón no entiende de géneros, números ni de especies. El corazón es un músculo agradecido cuando quien nos mira tiende hacia él un tentáculo y su tacto nos da una vida extra, una nueva pantalla de luz.

Hoy, entre las respuestas y mensajes que llegan a mis redes, he recibido un arponazo negro al tropezar con un comentario a ese artículo. Tres frases extraídas entre párrafos que han servido de arpón, y cito: “… no se puede comparar el dolor de las familias por miles de fallecidos en la misma despedida que la de un perro. El dolor es nuestro…”, “… banalizas el dolor de las familias de 50.000 muertos…”, “… El dolor por tu perro no sirve de despedida, claro que no. Y a muchos nos ofende…”.

Nos ofende. A muchos.

El escritor Alejandro Palomas con su perro Rulfo. Fotografía del propio escritor.

Podría pasar la cadena de mensajes por alto, como lo he hecho ya en otras ocasiones –y como me aconsejan los/as más curtidos/as– con otros temas, y respirar hondo y olvidar para seguir adelante con lo mío, pero, ah, resulta que lo mío es precisamente esto. Lo mío es asegurarme de que, cuando me vaya de este planeta y la vida me devuelva a lo que fui, podré respirar despacio hasta el final con la certeza de haber dejado lo que encontré un poco mejor de cómo estaba cuando se me regaló. Lo mío es, ya sí, no callar cuando al hacerlo doy la razón a quien no habla desde ella. Lo mío es no avergonzarme de mi verdad y reconocer en abierto que Rulfo, el perro con el que forjé catorce años de una relación que no he vuelto a repetir con nadie, fue una fuente de generosidad, de empatía, de inteligencia, de paciencia y de solidaridad como no las he encontrado en la gran mayoría de las personas con las que la vida me ha cruzado. Aprendí a querer con un perro. Es así. Aprendí a confiar en mí mismo a través de mi experiencia con él, a entenderme como individuo responsable de otro, a madurar, a cuidar al otro, a velar por, a llorar y a reír con, a rezar para que su vida no fuera corta, a soñar desde.

Y no. No he tenido mala suerte. No hemos tenido mala suerte. Que nadie nos diga eso nunca, nunca más. El amor se aprende de quien se aprende, lo importante es que llegue, es saber que estuvo y que nos hizo mejores, mejores en todo, incluso en la debilidad, en la fragilidad, en lo que no se dice.

Nunca he querido comparar el amor que siento hacia los animales con mi relación con los humanos. No es comparable, porque las coordenadas son distintas. Y sobre todo porque soy lo suficientemente mayor y tengo en la espalda y en la memoria la cantidad suficiente de cicatrices como para saber que si lo hiciera, si realmente tuviera que comparar, elegiría al animal porque me estaría eligiendo a mí.

Mi querida mensajera, siento que el dolor por mi perro no le sirva de despedida. Pero es que no debe servirle a usted, sino a quien tuvo la gran suerte de vivirlo y a quien conserva aún la terrible, la honda pena, de no tenerlo ya aquí conmigo.

Querida mensajera, ninguna ausencia es comparable.

Nunca.

Eso lo sabe solo quien la vive.

Y quien la pena.

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Comentarios

  • Raúl

    Por Raúl, el 05 octubre 2020

    De acuerdo en cada palabra contigo. La ausencia y el dolor es propio de cada uno.
    Y la pérdida enseña, siempre.

  • Cristina

    Por Cristina, el 05 octubre 2020

    Querido Alejandro…
    Cómo me tocan en lo profundo tus palabras. Soy experta en acompañar a personas que han sufrido una pérdida y lo hago desde el mismo sitio de mi alma, ya sea un animal humano o uno no humano lo que han perdido. El dolor es de cada uno, es propio, es inmenso y es proporcional al amor que nos ha unido a quien se ha ido.
    Una de las lecciones más grandes de mi vida me la dio una persona que había perdido un hijo y, sin embargo, acompañó mi dolor por la pérdida de mi compañera canina dándole exactamente la misma importancia y la misma dimensión que al suyo, porque mi dolor era mío.
    Gracias por escribir lo que escribes y como lo escribes, me has salvado más de una vez.
    Un abrazo

  • Amelia R

    Por Amelia R, el 05 octubre 2020

    Murió mi padre hace seis años y acepté su herencia animal, dos perritas, con sus miedos y sus problemas de socialización, desde entonces, juego en otra liga.
    El amor a los que conviven en mi casa, humanos y perrunos, como dices, tienen coordenadas diferentes, pobre el que no se atreve o no quiere vivir ésta experiencia. Lo que se pierden!!!
    Enhorabuena por los artículos, te tocan el corazón!

  • Araceli

    Por Araceli, el 05 octubre 2020

    El dolor por la perdida de un ser amado siempre es dura y nunca se puede hacer comparaciones, no es justo ni real….
    Desde mi experiencia, perdi a mi mama y tambien perdi a mi perro, con el tiempo perdi a mis gatos y he enterrado a mi mejor amigo… con el paso del tiempo el dolor se suaviza pero el vacío jamas se llena, lo importante de tanti dolor es saber que te va a hacer más fuerte y vas a estar un poco más preparada para la siguiente perdida por que la vida es eso, amar y despedir amores, sean de dos piernas o cuatro patas. Lo importante es AMAR y ser AMADA, el resto… solo es pasar la vida lo mejor posible ayudando al projimo en tus posibilidades y poder cerrar los ojos en paz.

  • Blanca Gonzalo

    Por Blanca Gonzalo, el 05 octubre 2020

    Sencillamente maravilloso. Gracias

  • Nilda

    Por Nilda, el 05 octubre 2020

    Solo decir que me ha llegado mucho tu artículo y tu respuesta a » mensajera».
    En mi vida ya bastante larga he perdido a humanos y a animales.
    Ambos me faltan. Ninguno más o menos que el otro.
    Pero por ser perros o caballos, no siento menos dolor o vacío.
    En muchos casos siento mucho más vacío por esa estrechez de relacion que teniamos.
    Nada es comparable. Todo dolor es válido.
    Todo vacío es legítimo.

  • Inma

    Por Inma, el 05 octubre 2020

    Me parecen muy insensibles las personas que no entienden lo que nos afectan las pérdidas de nuestros animales. ¿Por qué siempre tienen que comparar la pérdida de un humano con la de un animal? A cada uno le duele lo que le duele y punto. Y si tú necesitas plasmarlo en un artículo, es una suerte que lo puedas hacer, porque es el homenaje más bonito hacia el ser que más te ha podido acompañar a lo largo de tu/su vida.
    En mi caso, hay gente «cercana» cuya pérdida me importa un bledo, sin embargo me duelen más todas las pérdidas que a lo largo de los años he ido sufriendo sean de animales como de humanos, sin distinción.

  • Laura

    Por Laura, el 05 octubre 2020

    Me has hecho llorar, el amor no conoce de especies. Se puede amar a un animal cuadrúpedo como a uno bípedo y nadie somos quien para cuestionario. El dolor es personal y subjetivo.

    Me encanta como escribes y como defines las emociones,que yo misma siento, como si estuvieras dentro de mi cabeza escrutado mis más íntimos pensamientos, qué sé que tengo y los hago presentes y toman forma real cuando te leo.

    Un abrazo y gracias por compartir tú ternura y sensibilidad con nosotros.

  • Mayka

    Por Mayka, el 05 octubre 2020

    Hola Alejandro;
    bonita y sentida carta llena de amor para Rulfo, tu mama no se que le pasa ,o paso, no estoy al tanto, espero que este contigo por muchos años , te mando un fortísimo abrazo….

    Bss Mayka
    Desde Pamplona ,

  • Débora

    Por Débora, el 05 octubre 2020

    Sr. Escritor coincido plenamente con ud, el dolor x la pérdida de un animal nos duele a cada uno de los q los sufrimos tan profundo como nos toque, nadie puede decirnos q nuestro dolor no vale, q no se compara con tal o cual dolor, es nuestro dolor y lo llevamos a cuestas como podemos. Pero quien no ha amado a un animal no puede entenderlo y tratar de explicarle es en vano. Xq tenemos q dar explicaciones además? Si queremos llorar y sufrir la partida de nuestra mascota, nuestros hijos como los consideramos muchos, es nuestro derecho. A quien hacemos mal? Quien puede ofenderse? Nuestro dolor es tan grande como a nosotros nos pese y nadie tiene el derecho de menospreciarlo…yo amo a mis hijos de 4 patas y cada véz q me toca despedirme de alguno una parte de mi corazón se desprende y vuela con él o ella…y a nadie le permito decirme cómo, cuándo o hasta cuándo llorarlo. Es mi dolor…es mi duelo y no hay nada ni nadie en el mundo q pueda hacerme minimizarlo. Si yo digo q mi dolor x la partida de uno de mis perros es tan grande como el dolor de una madre q pierde a un hijo estoy diciendo q mi dolor es inmenso, aterrador, infinito y devastador…me tiene q doler menos o nada solo xq algunos no estén de acuerdo? Pués no!!! Dejen q a cada uno su propio dolor le duela tanto como lo sienta!!!!

  • Milagros

    Por Milagros, el 06 octubre 2020

    Le entiendo y lo comparto, los que tenemos animales sabemos lo que son para nosotros siento quien no lo entienda, tampoco entiendo quién se siente ofendido por ello, yo también elejiria a mis perros antes que a muchas personas incluida a familia

  • María Luisa López

    Por María Luisa López, el 06 octubre 2020

    En mi corazón hay cabida para tenerle amor a todos los que me rodean y rodearon, y cuando algunas partes de ese corazón se han ido vaciando el hueco dejado ha sido y es inmenso, padres a los que no volveré a besar, amigos a los que la vida me arrebato demasiado pronto, mascotas a las que no podre estrechar más contra mi pecho y dar grandes paseos con sonrisas de satisfacción.
    No llenaran ese hueco nunca otros seres o amigos, se abrirá mi corazón para que quepan más.
    mi dolor por la perdida de mis mascotas han sido inmenso, me quisieron tanto, a cambio de nada, al igual que cualquier otra perdida
    Has definido el sentimiento con unas hermosas palabras

  • Mercedes Rozas

    Por Mercedes Rozas, el 06 octubre 2020

    Estimado Alejandro, escasas veces me decido a dejar mi opinión sobre un artículo, pero este me ha conmovido y emocionado. Entiendo bien esa pérdida porque convivo con la tribu perruna desde hace muchos años y sé lo que es despedirse de un ser que día a día te ha demostrado afecto, te ha acompañado y te ha hecho feliz cobijándose a tu lado. Mi «cadeliña», la última, hace ya el número nueve de una lista de amistad incondicional, que yo, como tú, también percibo como “una fuente de generosidad, de empatía, de inteligencia, de paciencia y de solidaridad”, y no, yo desgraciadamente tampoco me he encontrado ese altruismo ni esa bondad “en la gran mayoría de las personas con las que la vida me ha cruzado”.
    Cómo bien dices, no es cuestión de comparar muertes, menos aún dolorosas ausencias. Es cuestión de tener compasión por el prójimo que sufre, por cualquier prójimo. No se puede parcelar ni medir la tristeza. El que siente y se apena por el padecimiento o la muerte de un animal, de igual forma sufre por los que se van sin que los familiares puedan despedirse de ellos por culpa de un maldito virus. Es cuestión de sensibilidad. Gracias por tu artículo.

  • Sole Acosta García

    Por Sole Acosta García, el 06 octubre 2020

    Siento tu perdida, cómo solo lo siente quién también la ha sufrido. He tenido la suerte de vivir en una familia multiespecie desde que tengo memoria. Con cada miembro de mi familia, cómo es lógico, he establecido un vínculo diferente. He sufrido duelos, mejor dicho sufro, por miembros de mi familia ya fueran humanos, perros, aves, tortugas,… Con algunos siento el dolor aún punzante pese al paso de los años, con otros disfruto de su recuerdo con cariño y agradecimiento por lo que me aportaron. Y quien crea que no es comparable el sentimiento de perdida por un miembro de la familia no humano, es porque no sabe nada, no puede entender lo que no ha vivido y habla sin saber. La muerte de mi padre, a quien debo denominar como humano por su pertenencia a la especie y no por que demostrase ningún sentimiento humanitario, solo me produjo una única triste lágrima al pasar su cuerpo amortajado frente a mi y años de pesadillas. Sin embargo, el sentimiento de dolor profundo por la muerte de los animales de mi familia, incluyendo a humanos y no humanos, es la consecuencia de lo mucho que me quisieron y yo los quise. Prefiero sufrir el dolor de la perdida un millón de veces, antes que vaciar mi vida sin sus recuerdos.

  • Alejandro

    Por Alejandro, el 07 octubre 2020

    Me llamo Alejandro, tengo una Golden la cual el 5 de octubre cumplió 15 años. Vivo en Buenos Aires y despierto cada mañana a sabiendas que tal vez la perra ya no despierte. Por la radio dan cuenta que Argentina está por ingresar al top ten de paises con más muertes por coronavirus.
    Quiero a los humanos aunque les desconfío cantidad.
    Lo que yo no sabía y aprendí fue el sentirme abrazado en la medianía de la vida por el amor a un perro. Nunca me imaginé queriendo a un animal de la forma que lo estoy haciendo. He sido un tonto, escupiéndole al viento, no comprendiendo y juzgando ese tipo de relación.
    El amor no conoce de especies. muy bien dicho.
    Y no se trata de poner en un plano de igualdad ni de hacerse animalista, se trata para mi al menos, de conectar con ese asombro infantil que tuvimos cuando los animales eran amigos nuestros sin ningún marquetin de por medio. Sin selfies ni instagram.
    He tropezado con tu articulo y me ha dado fuerzas para acompañar este tramo sinuoso que toca atravesar.
    Sinceramente Gracias. Cuando la muerte ronda, algunas palabras bien conjugadas pueden ser de valiosa ayuda. Incluso en una despedida, incluso ante un animal.

  • Karen

    Por Karen, el 07 octubre 2020

    Nada como el amor de un perro es tan incondicional, tan puro y sanador. Solo quienes lo conocemos podemos entender la intensidad y la diferencia entre el amar a una persona y a un perro confidente y compañero de vida.

  • Macu L.

    Por Macu L., el 14 octubre 2020

    Pues si, Alejandro, así es porque así lo siento. El dolor y la pena no son un dolor y una pena ordenados por niveles dependiendo de la especie del ser ausente. En mi familia, interespecie y antiespecista, así lo vivo y lo muero con cada pérdida. Aunque no se escriba con mayúsculas, mi proyecto vital también consiste en dejar algo mejor que lo que encontré y mejorar la vida de quienes me tocan o me rozan, sean de la especie que sean.
    Gracias por no callar ni avergonzarte.

  • YOLANDA

    Por YOLANDA, el 28 octubre 2020

    Nunca he encontrado a nadie que describa la relación y perdida de su perro como tu. Me siento identificada. Ninguna ausencia es comparable…

  • Cris

    Por Cris, el 06 noviembre 2020

    Qué bonito lo que dices y cómo lo dices.
    En mi hogar somos una manada de tres, dos perritos (mapu de 14 y lukas de 13) y yo. A parte de mi familia son mis dos grandes maestros de vida, del amor; el amor hacia el otro, el amor hacia una misma que tantas veces cuesta tanto; maestros del silencio, de la resiliencia y de la paciencia infinitas; maestros de mis estados emocionales, del mirarse hacia dentro para aprenderse una misma, en vez de perderse en el otro como tantas veces ocurre. Dos regalazos que me ofreció la vida. El amor es amor; el amor, si es amor, no discrimina, no diferencia. Y el dolor y la pena por el amor perdido es territorio de cada una. Un abrazo

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