La poeta Louise Glück, la nueva Nobel de Literatura, da miedo
La poeta neoyorkina Louise Glück, Nobel de Literatura de un año que nadie olvidará nunca, 2020, da miedo. Porque no hace concesiones. Porque es un monstruo siempre dispuesto a entregar certezas en forma de versos. Glück es necesaria. Es, sin duda, la mayor fiera emocional que ha dado la poesía en el último siglo. Es, sin duda, como diría el gran poeta Pedro Casariego Córdoba, la única escapatoria para nosotros, los débiles. “Te advierto lo que nadie me advirtió: / Nunca bastará, nunca estarás saciado. / Serás herido, quedarás marcado y querrás más”.
Las palabras son útiles si su camino no se ve enturbiado por una serie de posturas, de silencios y de lucubraciones que tienen como único objetivo satisfacer las fantasías o las carencias del lector. Quien escribe no debe ser jamás un dios convincente, bueno y colaborador, y de eso sabe mucho Louise Glück (Nueva York, 1943), sin duda la mayor fiera emocional que ha dado la poesía en el último siglo. Glück no hace ninguna concesión; sus palabras son como águilas que miran a los seres humanos hasta hacerles entender, a través de sus peligrosas, determinantes y duraderas acrobacias, su destino. Louis Glück se conoce y a través de su conocimiento ofrece la posibilidad de lo exacto. Es la dueña absoluta de la realidad, de la rutina, de la inercia. Es una madre autoritaria que educa a la verdad hasta convencerla para que sea útil:
“Enfrente, la hija de mi hermana monta en bicicleta / Como el año anterior, / Calle arriba y calle abajo. Quiere hacer / Que pase el tiempo. / Mientras tanto para nosotros, / Toda una vida se nos vuelve nada. / Un día eres un niño rubio y mellado; / Al siguiente un viejo que jadea en busca del aire” (Ararat)
Glück tiene una lupa vertiginosa dentro de los ojos para plasmar los pequeños cambios que a la vista del profano solo son nimiedades vagas y lentas, pero que al pasar delante de sus ojos, de su memoria y de su lengua, se convierten en hitos de cualquier porvenir. Glück es una roca dura que, sin embargo, mantiene un rico e inteligente diálogo con la erosión. Conoce su naturaleza y la irreversible naturaleza del viento, su baile a ratos mínimo que con su suavidad va destruyendo la verticalidad de hombres y mujeres, porque de la brisa ¿quién querría protegerse?
Glück no le teme al dolor, no le teme a sentirlo ni a provocarlo, y esa firmeza le hace inmensa y exclusiva. Es inequívoco todo lo que mira, todo lo que ofrece. En su mirada está su vida, pero también el árbol genealógico del mundo y de sus habitantes:
“Mi madre está jugando a las cartas con mi tía, / Malicia y Rencor, el pasatiempo familiar, el juego / Que mi abuela enseñó a todas sus hijas. / Mi tía no cede un palmo, no tiene en cuenta la fatiga de mi madre. / Así fueron criadas: para hacerse respetar por medio de la lucha. / Baja la guardia es un insulto al oponente” (Ararat)
Pero también en cada uno de sus versos subyace la fragilidad más extrema, su poesía es una confesión perseverante que tiene la cualidad de extrapolar lo que sirve. Sus versos no son nunca una letanía inocua y complaciente, una narración lineal; sus versos son imponentes guaridas en las que están garantizadas la herida y la sanación:
“Te advierto lo que nadie me advirtió: / Nunca bastará, nunca estarás saciado. / Serás herido, quedarás marcado y querrás más” (Las siete edades)
“¿Por qué sufro? ¿Por qué soy ignorante? / Células en una gran oscuridad. Alguna máquina nos hizo:/ Es tu turno ahora de exigirle, de volver a preguntarle: / ¿Para qué existo? ¿Para qué existo?”
“Cada uno de nosotros tenía un conjunto de deseos. / El número cambiaba. Y lo que deseábamos… / También eso cambió. Porque / Teníamos, todos, sueños muy diferentes. / Los deseos eran todos diferentes, las esperanzas eran diferentes. / Y los desastres catástrofes, siempre diferentes” (Las siete edades)
Glück ofrece totalidades, que no totalitarismos poéticos, desde la primera persona de todos los tiempos verbales. Reconoce en el paso del tiempo los perfiles de sus trampas y reivindica la necesidad de caer en ellas para completar un ciclo que nada tiene que ver ni con la vida ni con la muerte. Glück revienta las trampas estacionarias de aquellos que la acompañan en su vida. Su respiración araña con esa brutalidad con la que araña la uña de un gato que acaba de conocer la naturaleza retráctil de esta:
“Ese es el problema del silencio: / Una no puede poner a prueba sus ideas. / Porque no son ideas, son la verdad” (Las siete edades)
Sus versos atemporales, atinados, largos como lo es la noche en que recibimos el primer beso, son sin duda una prueba de vida para las generaciones presentes y para las que han de llegar. El dolor, la vida, la universalidad de la naturaleza humana sintetizada como una droga a la que un químico hostiga hasta obtener de ella la promesa de la pureza absoluta:
“Recuerdo mi infancia como el deseo de estar en / Otra parte”
“Hubo un verano / que regresó muchas veces” (Las siete edades)
Glück es una observadora irredenta, es una coleccionista obsesiva de imágenes, por eso las palabras la obedecen tanto en la quietud como en el movimiento. Es la verdugo y la bufón:
“Los extremos son fáciles. Solo / El medio es un enigma. Pleno verano: / Todo es posible” (El iris salvaje)
Conoce la prisión en la que pernocta cada persona:
“Cómo puedo ayudaros si cada uno / Quiere algo distinto: sol y sombra; / Húmeda oscuridad, ardor seco. / Escuchaos a vosotros mismos rivalizar /
Unos con otros” (El iris salvaje)
Trasmuta el cinismo hasta presentarlo como un hombre muerto que yace junto al poder de su lucidez:
“En cada vida hay un momento o dos” (El iris salvaje)
Es inhóspita como el desierto que nadie espera atravesar en un viaje que se presentía de ensueño, y al mismo tiempo le ofrece un hogar a nuestras dudas justo hasta el instante en que son transformadas en valiosas preguntas. Glück te revoluciona con su determinación, con la edificante longevidad de sus incertidumbres:
“Os he mirado suficiente, / Ahora os he hablado como siempre” (El iris salvaje)
Es un infierno dirigido por una inteligencia extrema.
Glück da miedo, es un monstruo siempre dispuesto a entregar certezas y, sin embargo, hay que leer desde el primero hasta el último de sus versos.
Glück es necesaria, es sin duda, como diría el gran Pedro Casariego Córdoba, la única escapatoria para nosotros, los débiles.
Comentarios
Por Eva Perez, el 20 octubre 2020
Brillante análisis de Gluck, pero cuánto, tal vez, hay en él de la visión de la vida del analista más que de la poeta? Algún poeta / poetisa, premiado con un Nobel al final de su vida (siempre al final de las vidas), ha analizado si obra?
Después de leer este análisis, me ha gustado más la obra de Gluck que leída por mí sin más, que se me atraganta.
Por HsM, el 20 octubre 2020
No he leído nada, absolutamente nada,, en los versos de Louise Glück, que no se haya dicho antes ya de mil maneras. Ni la forma de hacerlo es suficientemente original. No merece un Nobel.
Por Gerar, el 20 octubre 2020
Si, todo pasa….
Ya tienes tu puzzle de certezas?
Pues nada, ala! a divertirse
Por José, el 20 octubre 2020
Escribo y leo poesía. Mucha poesía. Y es pésima está poeta. Siento decirlo, pero no me entra por ningún lado.
Por Soledad Pons, el 20 octubre 2020
Un análisis brillante de poeta a poeta. Enhorabuena tanto a Sonia como a Louise.
Por Jess, el 20 octubre 2020
Señora Fides: este espigar (entresacar) versos a su voluntad de las diversas obras de esta autora me recuerda esos sermones hechos a base de versículos desperdigados de la biblia. Y da mucho juego, da siempre una buena cosecha de prosa, como sucede con ese ensayista que toma párrafos de Kafka aquí y allá para expresar su propia concepción de la vida. Pero mójese. Póngase un hito. Compárese con la obra de usted, por ejemplo, y dialogue así con esa autora delante de los lectores. Entonces creará interés suficiente para leer a las dos.
Por Ana Isabel Naya Amondarain, el 20 octubre 2020
Buenas tardes,me ha parecido muy bueno tu comentario,tanto que son haber leído nunca a Gluck ya me atrevería a decir que me ha Sido presentada,es decir ,has logrado tu propósito, sí, pero tal vez si querer has llegado a mi con tu propia sensibilidad de tal modo que ,aunque no te había conocido, hoy creo conocerte más a ti que a Gluck,y, quedé encantada. Saludos desde Uruguay, Montevideo
Por Ana Isabel Naya : correcciones por el tipeo : " ...tanto que sin ...me ha sido...pero tal vez sin querer, el 20 octubre 2020
He corregido por errores míos al tocar las letras del celular
Por Sonia Fides, el 21 octubre 2020
Te agradezco mucho, Ana Isabel, tu complicidad lectora. Te mando un gran abrazo desde Madrid
Por Alfredo Cortés Daza, el 10 mayo 2021
Louise Gluck no me impresiona. Poesía pobre en palabras y en metáforas, cero imaginación, fria y distante.
Por Octavio Jankowski, el 13 septiembre 2021
Por el momento, ¿que querés?