La turbadora elegía de la feminista Kate Millet tras el suicidio de su amante
Un estremecedor texto autobiográfico de los años setenta a cargo de la artista y activista feminista radical Kate Millet. Una desesperada elegía que despedaza el lenguaje en torno al suicidio de la mujer con la que mantuvo una relación tan intensa como tormentosa. Amor, dolor y muerte. Uno de los logros más impactantes de ‘Elegía para Sita’ es la radicalidad que adopta cada palabra escrita por Millet para desafiar a la muerte. Kate no estaba preparada para la muerte y Sita no lo estaba para la vida. Y esa paradoja conforma un libro único.
Sin duda es sobrecogedor comprobar una y otra vez cómo algunas de las escritoras más contundentes de la Historia de la Literatura nombran en sus textos al mar. El mar como objeto, no como paisaje. Lo hizo la grandiosa Iris Murdoch, y lo convirtió en un escenario en el que los cuerpos chocaban contra la muerte como acróbatas cansados de sus facultades. Lo hizo Highsmith para llenarlo de misterios irrevocables y elegantes asesinos de ojos azules, y también lo hizo Kate Millet (San Paul, Minesota, 1943 – París, 2017) para evocarlo y presentarlo en el inicio de Elegía para Sita como ese sádico vigilante que sabe adueñarse como nadie de las horas lentas. Como la lengua áspera que le recordará siempre el lugar en el que serán eternas sus heridas:
“Otra vez las largas horas y el mar. Provincetown. Nunca llegaste a venir. Y ahora, por culpa de cuatrocientas pastillitas verdes… nunca irás”.
Millet deja mudas las latitudes emocionales previas al suicidio de su amante, de su musa, y emprende un viaje a lomos de un estremecedor e inconexo discurso en el que la desesperación vuelve irregular el lenguaje. Millet deja entrar en él la torpeza, el desorden, la opacidad y al mismo tiempo es capaz de revocar ese caos hasta convertir el texto en una diatriba honesta y transparente, porque sabe que no hay honestidad lingüística como la que fabrican el dolor y la ausencia al anexionarse:
“De muerta empiezas a vivir conmigo”.
Pero también sabe que es perentorio lograr cuanto antes la conexión con la vida después del primer impacto que causa la muerte en su memoria. Y lo hace de manera sensacional, articulando una narración clara, mecida por la respiración de un fantasma al que ella con su ritmo narrativo borra la incorporeidad. Es extraordinario cómo agrupa cada paisaje, el compartido y el soñado, sobre los ojos cerrados de su amante muerta. Una auténtica lección de generosidad y literatura con mayúsculas.
Elegía para Sita es una mezcolanza de párrafos y versos que interrelacionan lo tangible con lo imaginario. Un diario en el que la franqueza que los muertos nos roban con su ausencia queda aniquilada de manera portentosa. No falta cinismo en el aliento de Millet. La ausencia del amor no la almibara, al contrario, es sin duda un animal que corre desbocado en busca de la verdad:
“Gran dama de los sentidos, la sensualidad, el sentido común, ¿cómo has acabado muriendo sobre una sórdida moqueta por unas tristes pastillitas verdes y brillantes?”.
“La muerte se ha llevado nuestras convenciones y nuestra timidez, nos ha reconciliado, ahora somos más amigas que antes”.
Millet narra con atención y perseverancia cómo es asistir a la muerte en diferido y lo hace con una profundidad anómala, puesto que entre las páginas de esta elegía el presente y el futuro son frutas podridas, frutos que ya no podrán comerse porque la muerte de un amor cierra la boca del que ama de la misma manera con que el aleatorio capricho de un barreno cierra para siempre la entrada de una mina. La distancia premeditada de Sita para convocar a la muerte choca de pleno con la permanencia vital y amorosa de Kate. La sordidez de la pérdida inesperada provoca en la narradora una quietud extravagante para repeler la distancia impuesta:
“Objeto de amor. Víctima de adoración, venganza en fin. Todos los trucos de una escritora”.
“Qué suicida más inocente era yo. Qué sabia has sido tú”.
No busca hacer malabarismos estéticos cuando escribe, quiere que el dolor raspe en la retina del lector así como raspa la tierra seca la rodilla desnuda de un niño:
“Mi sita estaba ahí, en la última visita. Warren, cuando entró, fue menos que una arruga en la belleza de aquellos días, la última visita”.
“¿Te perdonaré más el suicidio si es por una enfermedad y no por un hombre?”.
Tiene claro que el dolor nos vuelve pensadores lúcidos, héroes sin hogar y sin normas de cortesía que seguir, perseguir o aceptar:
“Tú a mí nunca me diste la oportunidad de salvarte la vida, te has escabullido”.
“Carne, quería yo, no espíritu”.
“No puedes ‘forzar las cosas’ con los fantasmas, pero desde tu muerte has dormido conmigo. Me dejas sin recuerdos. Y yo los buscaba, recordando cómo era dormir entre tus brazos”.
Y por eso uno de los logros más estremecedores de esta elegía es la radicalidad que adopta cada palabra que es escrita por Kate Millet para desafiar a la muerte:
“Todo tiene que significar para siempre”.
“¿Cómo le dices a los muertos / que te han engañado?”.
“Qué triste, levantar barricadas en una habitación no con una sino con cien pastillitas para dormir”.
Millet es una kamikaze verbal, todas sus palabras arden, devoran lo manido, asolan con su contundencia su naturaleza generosa, altruista y libertaria:
“Deja que se vaya, me dicen
––No, la voy a devorar––”.
Elegía para Sita es un libro tan exigente como debe de ser para un hambriento degustar el bocado caliente que su boca nunca espera. Su textura es pulposa y cálida. Fluorescente, cegadora. Todo es luz en esa fosa séptica (en esa elegía parásita en que habita) en la que queda anclada la narradora.
Todo forma una contradicción rotunda. Cada página es un sudario, magistralmente traducido por Núria Molines, que se impregna con lo mejor de la autora hasta construir un sinfín de retratos a cual más llamativo y heterodoxo.
Kate no estaba preparada para la muerte y Sita no lo estaba para la vida y, sin embargo, esa paradoja conforma un libro único, de una belleza exonerada de dramatismo fútil.
No dejen de leerlo porque sus páginas ofrecen una retrospectiva impagable. Porque es un lecho incómodo, una cama de púas que marca la carne y que radiografía con inteligencia y vehemencia esos lugares incómodos en los que Dios o el demonio tarde o temprano tendrán la osadía de nombrarnos.
‘Elegía para Sita’. Kate Millet. Traducción de Núria Molines. Alpha Decay. 150 páginas.
Comentarios
Por angel coronado castillo, el 23 noviembre 2020
Certera como un disparo, Kate Miller cita la vida y la muerte juntas en el centro de su diana: “Nunca llegaste a venir […] Nunca irás”, y entre ambos asertos, la muerte. Entre un pasado truncado y un futuro cierto, la muerte.
En ese cuchillo, en su filo delgado, en ese corte que siendo nada se jacta de nombre y en el que vivo y al que llamo presente, la muerte.