Editoriales y librerías independientes en México: supervivencia en tiempos de covid–19
‘El Asombrario’ ha cumplido ya ocho años y entre nuestros retos para seguir creciendo en 2021 está el de abrirnos más a las realidades que nos llegan desde América Latina. Como esta crónica desde México sobre los difíciles tiempos que están viviendo editoriales independientes y pequeñas librerías, que no ven mejor salida que solidarizarse, unirse, crear redes y sinergias entre unas y otras. Poner en marcha iniciativas como el Pasillo de las Independientes, en acción estas dos últimas semanas.
El 28 de noviembre abría sus puertas una nueva propuesta cultural en México. Y lo hacía de manera virtual. Se trata del Pasillo de las Independientes, un evento que ha buscado hasta el pasado miércoles “fortalecer los nexos entre proyectos librescos de naturaleza y escala semejantes”. Por ello, diversas editoriales y librerías ‘no mayoritarias’ han querido sumarse a esta idea, que se define como “una iniciativa comercial descentralizada que permitirá ofrecer al público las novedades que, en otras circunstancias, se habrían lanzado de manera física en la Feria del Libro de Guadalajara”, que este año se realiza digitalmente.
El Pasillo de las Independientes pretende, además, “generar ingresos para todos los participantes, en un año que ha debilitado gravemente el negocio literario”. “Son 11 las editoriales independientes promoviendo cinco títulos de su catálogo. Los mismos se exhibirán en 13 librerías ubicadas en diferentes regiones mexicanas”, explican los organizadores.
Aprovechando esta iniciativa, desde El Asombrario hemos querido realizar un análisis del estado de salud del sector del libro en México –uno de los más importantes en español–, a través de la situación que están viviendo editoriales y librerías independientes. Un sector que antes de la pandemia ya vivía un contexto, cuanto menos, inestable. Pero que tras la llegada de la covid–19 se ha precarizado aún más.
No en vano, se han reducido muchos de los canales de comercialización, al suspenderse ferias, cerrarse librerías y ejecutarse una adaptación a lo digital que, en algunos casos, ha sido más lenta de lo esperado. Todo ello acompañado por la respuesta tardía –o, incluso, inexistente– de las Administraciones Públicas.
“Hemos implementado todo tipo de ensayos, de promociones… Y nada. De hecho, todo el mundo pensaba que durante la pandemia, ante la vivencia de un shock tan grande, estaríamos llamados, como ciudadanos, a una reflexión profunda, acudiendo para ello a la literatura, a la filosofía o a la poesía, con el fin de sobrellevar unos momentos tan complicados. Pero no ha sido así”, indica Ana María Jaramillo, directora de Ediciones Sin Nombre.
La covid–19 ha puesto la puntilla al sector. “Estamos en una situación crítica. Venimos de pasar unas circunstancias muy complicadas durante los últimos años, que han empeorado con la pandemia”, confirma Pablo Moya, responsable de Ediciones El Milagro. “La red que constituye el mercado del libro se encuentra mucho más debilitada de lo que pensábamos”, confirma Astrid López Méndez, fundadora de Ediciones Antílope.
Con la llegada del coronavirus han desaparecido muchos de los cauces habituales de comercialización que empleaban estas iniciativas culturales. Entre ellos, las ferias del Libro, que se han suspendido o se han convertido en digitales, algo que ha afectado negativamente a la facturación. No hay que olvidar que citas como la de Guadalajara –u otras similares– son muy relevantes para la supervivencia de las editoriales independientes. Sin embargo, la pandemia ha complicado su celebración. Y el hecho de celebrarlas online no ha sido una alternativa óptima. Al no haber visitas presenciales, “las ventas han sido casi nulas”, confirma Emiliano Becerril, director de Elefanta Editorial.
Pero los problemas no finalizan aquí. Tras semanas de cierre por la pandemia, se empezó a reactivar la economía de México. También en el sector cultural, reabriéndose algunas librerías. Sin embargo, la afluencia de clientes “sigue siendo muy baja”, dice Pablo Moya, de Ediciones El Milagro. Una circunstancia que ha acabado afectando al negocio.
Y la apuesta por el comercio electrónico, ¿es complicada? Se ha tratado de una adaptación no exenta de problemas, ya que muchas editoriales y librerías independientes no cuentan con la capacidad tecnológica de las grandes cadenas. Una realidad que ha afectado negativamente a la venta de libros de los más pequeños.
Sin embargo, esta difícil coyuntura no es nueva. “La relación entre el editor y el público ya estaba rota [antes de la COVID–19], porque muchas librerías cuentan con una política de ventas muy compleja para el editor”, asegura Ana María Jaramillo. Algo que se puede comprobar en los datos ofrecidos por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Entre 2013 y 2018 se había producido un descenso de ventas de 14 millones de ejemplares, pasándose desde los 148 millones a los 134, lo que supuso casi un 10,5% de reducción. Y eso sin contar el impacto de la pandemia de 2020. Por tanto, el descalabro podría ser mayor…
El sector se enfrenta a una dificultad estructural. El problema de las editoriales más pequeñas es que tienen una “cierta vinculación a las políticas públicas del Estado” para que puedan resistir. “Nosotros somos independientes en el sentido que publicamos libremente lo que queremos, pero, de alguna manera, hemos contado con el apoyo del Gobierno”, agrega Ana María Jaramillo. Una colaboración que, con el paso del tiempo, ha ido disminuyendo, debido a los diferentes “ajustes presupuestarios”
Por ello, los profesionales de este ámbito cultural reclaman un mayor compromiso por parte de las Administraciones Públicas. “Han de promover las condiciones necesarias para que las editoriales más reducidas, que tienen necesidades muy específicas, hagan frente a su actividad, sobre todo en época de pandemia”, indican desde Ediciones Antílope.
En este sentido, los profesionales del sector proponen algunas ideas para salvar la mala coyuntura, como la coedición de obras, la aprobación de incentivos fiscales, el impulso de ayudas a la impresión y al envío de libros, así como una reforma en el IVA. Incluso algunas voces solicitan la creación de un interlocutor claro en el Gobierno Federal mexicano, que esté especializado en el libro y al que poder acudir para plantear determinados problemas.
Pero, al mismo tiempo, muchas editoriales y librerías independientes se quejan de una falta de unidad en el sector. “Carecemos de un liderazgo claro. No nos comportamos como un gremio. Los pequeños no tenemos la fuerza suficiente para presionar, mientras que los grandes no están interesados en juntarse con nosotros”, describe Ana María Jaramillo, de Ediciones Sin Nombre. “Las editoriales independientes tenemos la oportunidad de reorganizarnos y de buscar conjuntamente promociones, actividades divulgativas o ayuda de los gobiernos”, añade Astrid López, de Ediciones Antílope.
A pesar de todo, parece vislumbrarse un rayo de esperanza. “Estamos intentando armar una comunidad en la que participen editoriales, libreros, distribuidores, etc…”, asegura Pablo Moya. “Existe una buena relación entre las editoriales y los libreros independientes en México. Hemos comenzando a hacer un buen equipo”, asegura José María Camacho, director y fundador de la librería Casa Tomada, de Ciudad de México.
En cualquier caso, las sociedades editoras independientes reivindican su labor. Son conscientes de su importancia dentro del panorama cultural mexicano. Afianzan una cierta “bibliodiversidad” en el país, al abrir la puerta a ideas que las grandes compañías no se atreven a abordar. Asimismo, dan espacio a primeras ediciones de autores que están comenzando su andadura en el oficio y que, de otra manera, no podrían publicar.
Incluso se atreven con “propuestas que no caben en las editoriales académicas o en aquellas entidades más comerciales”. Asimismo, se arriesgan con géneros como la poesía, tan poco habituales en ámbitos mayoritarios. “Aseguramos que los escritores tengan donde aterrizar sus textos y que, así, se den a conocer como literatos”, explica Ana María Jaramillo.
Por tanto, “se debe entender esta industria no solo desde el punto de vista laboral, sino desde la perspectiva cultural y simbólica”, señala Emiliano Becerril, director de Elefanta Editorial. “Intentamos tejer unos lazos más estrechos entre autores y lectores, con la finalidad de mantener unos contactos más intensos entre ellos”, confirma Astrid López. Un objetivo que es compartido por las librerías independientes. “Buscamos generar comunidad, abrir espacios para charlas y acercar los escritores al público”, asegura José María Camacho, de Casa Tomada.
De esta forma, editores y librerías cumplen una labor muy relevante en la difusión de la diversidad literaria. Pero, ¿cuál es el futuro al que se enfrentan? “No tenemos salida al mercado y tampoco apoyo para la edición. Una situación que, si no se remedia, va a tener consecuencias graves a medio y largo plazo, porque muchas personas que quieren dedicarse a la escritura, lo tendrán mucho más complicado”, añade Ana María Jaramillo.
Pero queda un espacio al optimismo. “Poco a poco se ha visto la importancia que tiene la unión entre escritores y libreros, así como la búsqueda de alternativas conjuntas para crear nuevas formas de comercialización”, señala Pablo Moya. “Es muy importante la solidaridad”, concluye Emiliano Becerril, de Elefanta Editorial.
La crisis de las librerías independientes
Si la situación de las editoriales en México es mejorable, la de las librerías independientes no presenta una situación más favorable. En este país existe una serie de grandes cadenas que copan el mercado, en detrimento de los negocios de menor tamaño. “Ya veníamos de unos años complicados y en 2020 hemos estado cerrados más de seis meses a causa de la covid–19”, señala José Luis Escalera, de Profética, domiciliada en Puebla, una ciudad a dos horas de la capital mexicana. “Además, la gente no sale a la calle con tanta intensidad y frecuencia, lo que se ha acabado reflejando en nuestra actividad”.
Muchas de estas librerías acompañan la venta de libros con la programación de actos culturales. Unas propuestas que también se han paralizado. “Todo se encuentra suspendido. No hemos hecho un solo evento desde marzo y no vislumbramos el momento en que podamos retomar el calendario habitual”, aseguran desde Profética. “Nosotros, como librería, tenemos un espacio destinado a cursos y talleres, pero debido a la pandemia los tuvimos que cancelar. Estas iniciativas suponían entre el 70% y el 80% de nuestros ingresos”, señala José María Camacho, de Casa Tomada.
En cuanto a la implicación de las Administraciones Públicas, sí que ha habido algunas ayudas. Sobre todo, a nivel local –es el caso del Ayuntamiento de Puebla–. Sin embargo, en las escalas estatal y federal no se ha visto el mismo compromiso. Por ello, desde las librerías independientes solicitan al menos una colaboración desde el punto de vista fiscal.
Comentarios
Por JUAN GERARDO RODRIGUEZ, el 14 octubre 2021
BUENAS TARDES SOY AUTOR INDEPENDIENTE Y BUSCO REALIZAR UN CONVENIO O ASOCIASION PARA LA DISTRIBUCION DE MI OBRA
Por Lizbeth Ramírez, el 12 mayo 2022
Soy dibujante y pintora novata, me gustaría ayudar a diseñar y desarrollar portadas para sus escritos.