“Creo que realmente no existe la gente normal, todos somos muy extraños”
Nina Lykke, una de las escritoras noruegas con más proyección en la actualidad dentro y fuera de su país, se muestra crítica y socarrona con el Estado del Bienestar de los ricos países nórdicos en su nueva novela, ‘Estado del malestar’ (Gatopardo ediciones). Nos retrata a Elin, una doctora muy profesional, esposa y madre ejemplar, que un buen viernes se cansa de ser buena, de escuchar a pacientes que se autodiagnostican por Internet, y decide ponerlo todo patas arriba. Hablamos con la autora para preguntarle por qué, e interesarnos por Elin y el esqueleto de plástico con el que conversa sin tapujos: “A juzgar por mi experiencia, realmente no existe la gente normal. Todos estamos más o menos locos”.
Su libro comienza con una primera página que es una declaración de intenciones en toda regla, con una trasmutación a priori arriesgada. Está claro que el oficio que escoge para Elin, su protagonista, es un coladero de verdades que bajo la mirada de otro oficio no hubiesen funcionado. ¿Supo desde el primer momento que Elin debía ser médico de familia para sostener la importancia y la sustancia de todo lo que cuenta?
La idea de la doctora estuvo ahí desde el principio, sobre todo porque tenía que dar una profesión a los personajes de la novela, y necesitaba que Elin tuviera su propio espacio de trabajo. A raíz de todas las historias que descubrí mientras investigaba para la escritura del libro, el hecho de que la protagonista fuera una doctora cobró una relevancia inesperada.
La incompatibilidad de pasado y presente cuando quedan puertas abiertas entre ambos tiempos verbales es una de las piedras angulares de su novela. La relación de Elin con su madre, con Bjørn, es un rotundo agujero negro que convierte a su protagonista en una cínica que se sumerge en un proceso de reeducación vital que hace extensivo a todo aquel que la ve vivir dentro de las páginas de su libro. Me gustaría saber si la valentía de su protagonista es directamente proporcional a la demencia de su madre; si es ahora, cuando su madre ha dejado de ignorarla de manera intencionada, cuando ella ha encontrado su nueva manera de vivir.
Sí, pero sólo porque en un nivel más profundo, la demencia de la madre significa que ya no hay esperanza de reconciliación entre madre e hija. Si bien la demencia es ante todo una catástrofe para cualquiera, también puede tener un extraño efecto liberador. A este nivel, la demencia significa que se ha acabado la lucha, el tratar de comprender y acercarse a una persona que acaso siempre haya sido imposible de comprender y reacia a la intimidad. Ahora esta imposibilidad tiene una explicación cristalina y práctica: la demencia.
Otro de los objetivos de su novela es reivindicar que el Estado del Bienestar es, como lo fuera la religión en su momento, el opio del pueblo, y que lo único que acarrea es desencanto y dudas. Todos los pacientes que visitan a Elin se ahogan en sus turbulentas aguas. La consulta de su protagonista es un exquisito purgatorio en el que se estira la verdad hasta hacer huir a sus visitantes. Cuando releía, si es que lo hizo, esas partes en que Elin abre la boca con la ferocidad de un dragón que ha entrado en guerra, ¿no sintió nunca la tentación de hacer que se callara, de rendirse al buenismo narrativo que asola la literatura actual?
(Risas). No sentí la tentación de ceder al buenismo en absoluto. Como lectora también suelen gustarme los libros con carácter, con cierta furia, y creo que necesitamos ese tipo de actitud en la literatura. Dicho esto, Elin ha sido buena durante mucho tiempo, pero su crisis personal, unida a una sensación general de que ya ha soportado suficiente, le hace perder las riendas varias veces a lo largo de un viernes. Pero conviene recordar que la mayoría de las veces todo sucede dentro de su cabeza, y Elin no lo exterioriza.
Aunque imagino que no, porque mientras se avanza en la lectura se percibe que la quiere deslenguada y que la quiere por partida doble y que para eso introduce en la narración la presencia de un esqueleto llamado Tore, que la vuelve aún más destructiva…, ¿creó este personaje con la intención de amortiguar el impacto del discurso inmisericorde de su protagonista?
Creé a Tore para que Elin tuviera alguien con quien conversar en esa consulta solitaria, alguien que le lleva la contraria, tal vez un enemigo, tal vez una voz que le canta las verdades más difíciles de tragar, para hacer que su situación fuera más tridimensional, para que no se limitara a estarse sentada hablando, o pensando, consigo misma. No olvidemos que Tore no suaviza nada. Él quiere llevarla al límite. Le gusta el caos, y le encanta que Elin pierda los papeles.
Una de las partes más despiadadas de su novela es la que expone el absentismo emocional de Aksel, el marido de su protagonista. Un tipo políticamente correcto a la vista de la sociedad, pero que sin embargo es un ser despiadado a través de sus silencios, de sus carreras de esquí de fondo, de sus ausencias. ¿No temió que la inicial corrección social del cónyuge convirtiera en un esperpento a Elin, tan insaciable y desmedida en todos los aspectos?
No me preocupaba, porque Elin ha sido buena hasta el año anterior. Ha sido una doctora, una madre y una esposa bastante cumplidora, igual que Aksel. Durante los últimos años, la pareja ha ido distanciándose, cada uno se ha replegado sobre sus hobbies (esquiar o beber vino y ver la televisión), así que diría que los dos son culpables de esta insaciabilidad y desmesura. Aksel es igual de adicto al esquí que Elin a sus copas de vino. Y Aksel también ha tenido fantasías con otras mujeres, aunque no las ha llevado a cabo.
Entonces Bjørn entra en escena y todo cambia, pero incluso en esa situación Elin trata de dejar esta aventura extramatrimonial (igual que Bjørn). Como he dicho antes, hasta ese viernes en la consulta, siempre ha demostrado una gran paciencia con sus pacientes. ¡Incluso dejó la bebida! Así que en este sentido me cuesta verla como una persona insaciable o desmedida. Pero es posible que eso diga más acerca de mí misma…
Su protagonista habita en un clima de revolución constante desde la educación extrema y dice cosas como estas: “Ahora Grenda está formada por palacios casi vacíos. En Grenda pervive la idea de que las mansiones son el sistema establecido, mientras que Grenda es la oposición y la revuelta”. Un concepto paradójico que convierte su novela en un espejo capaz de ofrecer las imágenes más idóneas para replantearse el porvenir del resto del mundo. ¿Está de acuerdo conmigo en que es esa realidad la que mantiene el status quo de su país, que es la riqueza mecida por los sexys movimientos de la discreta revolución lo que aún hace posible que Noruega se sienta parte del Estado del Bienestar?
La afluencia es una parte indisoluble del Estado del Bienestar, que se ha descontrolado un poco en las últimas décadas a causa del dinero del petróleo noruego. Pero el Estado del Bienestar existía mucho antes de que llegara el petróleo. Dio sus primeros pasos justo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Noruega era uno de los países más pobres de Europa. Así que creo que la idea de “discreta revolución”, si te he entendido bien, ha sido más importante para el Estado del Bienestar, cosa que por lo demás es muy característica de los países escandinavos. Me parece muy interesante que un político de tan alto nivel como un ministro noruego a menudo insista en su normalidad, en su condición de ciudadano de a pie, minimizando su poder y su posición social. Me parece que esto se debe a la aspiración de que todos seamos iguales, que está tan arraigada en Escandinavia. Para que no haya malentendidos, yo celebro esta aspiración, al menos en su aspecto político, y soy muy favorable al Estado del Bienestar. Pero a menudo las personas no son iguales, y no quieren serlo. El pensamiento dominante en Noruega, tanto en la izquierda como en la derecha, es que todos debemos luchar por alcanzar la igualdad, y el objetivo político y económico pasa, por tanto, por blanquear todas las diferencias inherentes a nuestra tremendamente caótica humanidad. Este estado de cosas da pie a situaciones graciosísimas e hilarantes. Un material buenísimo para un escritor.
Otra de las caras más hermosas de su novela es esa persistencia de Elin por seducir al futuro. Vemos cómo usted lo va creando página a página, palabra a palabra, con precisión, pero sin miedo, para que su lucha tenga sentido y no acabe convertida en un personaje incapaz y mezquino asolado por la insatisfacción, por las heridas y por la soledad que vigilan su memoria. ¿Es ese discurso inagotable, kamikaze y atiborrado de vigor la única salida para mostrar la verdad que necesita asumir un país para sacarlo de la molicie en la que el capitalismo y el consumismo la sumergen?
Pues bien, creo en la rabia y la agresión, y creo que, en la literatura como en la vida, pueden ser una gran fuente de alivio. No estoy segura de estar de acuerdo con la idea de que el conformismo se deba al consumismo o al capitalismo. Creo que el deseo de amoldarse surge de un deseo profundo de pertenecer.
Es también apabullante la manera en que racionaliza la cotidianidad. El fracaso, la impostura, la desgana, la ambición con que nos reconstruye el progreso y nos encarcela esa sátrapa que es la tecnología implantando sin descanso las leyes dictatoriales que rigen las redes sociales. El suyo es un análisis concienzudo y analógico que la aleja de la sumisión editorial. Se nota que no ha filtrado ninguna de las emociones de su protagonista. ¿Nunca pensó que la contundencia de su discurso pudiera alejarla del beneplácito lector?
Sí, y algunos lectores se han alejado. Pero a muchos más, o al menos eso parece, les gusta Elin. Y simpatizan con ella. Con eso me conformo.
Usted recopila las pequeñas miserias de sus personajes y de sus contemporáneos en un catálogo monstruoso que define de manera letal los vicios y excentricidades emocionales de los seres humanos. Hay borrachos, suicidas, egoístas, alérgicos a la higiene, maltratadores oficiales y oficiosos. Retrata el abuso de los que torturan a través del silencio y también de los que lo hacen a través de las palabras. Se atreve incluso a señalar a Linda, la mujer de Bjørn, como una torturadora de palabra y obra. ¿No le dio miedo golpear con ese estigma a uno de sus personajes y que ese golpe pudiera poner en entredicho su compromiso absoluto con las mujeres?
En absoluto. Soy partidaria de que haya villanos que sean mujeres. Existen en la vida real, así que ¿por qué no deberían existir en un libro? No hay ningún estigma. Linda es una persona con una doble cara, es de una manera de cara al público y de una manera diferente con su familia. Todos somos un poco así, por supuesto, pero Linda ha ido mucho más lejos. Está obsesionada con las apariencias, y su familia lo sufre.
Sus párrafos son como luces de neón que primero deslumbran, pero que una vez que tus ojos se acostumbran a ellas, enseñan el camino más recto hacia la racionalidad. Me pregunto cómo ha conseguido deshilvanar la oscuridad que implica el fracaso a una determinada edad sin que quede marca alguna sobre el resultado final del libro.
Antes que nada, ¡gracias! Flannery O’Connor dijo que, si vives una infancia normal, tendrás suficiente material para ser escritor el resto de tu vida. A los 55 años he tenido las experiencias promedio de alguien de mi edad, y tengo la sensación de que tengo material suficiente para escribir 10.000 libros. Así que la respuesta es: miro al interior y al exterior. Escucho a los demás, me escucho a mí misma, y recomiendo encarecidamente escuchar nuestros propios pensamientos. Da un paso atrás y escúchate a ti mismo, lo que piensas a lo largo del día, es interesantísimo. A juzgar por mi experiencia, realmente no existe la gente normal. Todos estamos más o menos locos. Por fortuna, la mayoría estamos más cerca del menos que del más, si no fuese así, nada funcionaría, pero, en lo más profundo, todos somos muy extraños. Eso es lo que creo, y cada día que pasa me lo confirma, lo cual es una gran fuente de inspiración.
Me gustaría señalarle también cómo atrapa sentarse a observar esa forma en que usted deja claro que la infancia de un ser humano, y cómo se construye, tiene mucho que ver con cómo será el futuro de una persona. Elin es una superviviente, el lastre de un amor prohibido, una niña responsable a pesar del abandono, y es precisamente esa convicción la que le permite no negarle la verdad al resto del mundo, ¿no?
Sí, en parte. Los niños crecen en circunstancias a menudo delirantes, y esto me fascina: de qué somos capaces los seres humanos, las cosas a las que podemos sobrevivir. Cuando escribí este libro, tenía en un rincón de la mente la imagen de un niño trabajador: un niño serio, necesario, que lleva a su hermano pequeño a la espalda, y que sabe que la supervivencia de su familia depende de él. Por supuesto, no estoy a favor del trabajo infantil, pero los rostros de estos niños me dan qué pensar. Los niños ya no son realmente necesarios en nuestra parte del mundo. Están agasajados y mimados por unos padres amorosos, y aun así los índices de depresión y todo tipo de enfermedades mentales, autolesión y suicidio son más altos que nunca entre la gente joven. Puede haber muchas explicaciones para este fenómeno, lo mismo que puede haber muchas explicaciones para la epidemia de obesidad, pero, aun así, resulta muy extraño, y muy interesante, que los niños nunca hayan sido tan infelices como ahora, al menos estadísticamente, a pesar de que nunca en la historia han tenido una vida mejor.
Por último me gustaría darle la enhorabuena por la invención de Tore, un personaje perfecto para alcanzar con él y a través de sus respuestas la sátira perfecta. Su incorporación era un movimiento arriesgado porque la excentricidad de Elin ya era formidable, y sin embargo, es pura inteligencia. ¿Quién habitó primero en su cabeza para comenzar a urdir esta historia, el esqueleto o la médica?
Elin fue la primera. Pero necesitaba un compañero de juegos, ¡por lo que Tore no tardó en llegar!
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