“No hay una buena respuesta para la pregunta de cómo ser mujer”
“Este libro es un recorrido a través de la masacre, una celebración de la liberación y la solidaridad, la percepción y la empatía, y una investigación de los términos y herramientas con los que podemos explorar todas estas cosas”. Así resume Rebecca Solnit su último libro, ‘La madre de todas las preguntas’ (Capitán Swing, 2021). Y es que la autora de ‘Los hombres me explican cosas’ y ‘Una guía sobre el arte de perderse’ lo ha vuelto a hacer. En esta ocasión, la recopilación de 11 pequeños ensayos que forman la monografía ilustran muchas preguntas que ellas, por su condición de mujeres, parece que tienen la obligación de responder.
Solnit no se acobarda, se muestra certera y tajante, y a la hora de enfrentarse al cuestionamiento sobre si una mujer debería tener hijos, ella dice: “Los cerebros son un fenómeno individual que produce una gran variedad de productos; los úteros únicamente producen un tipo de creación”. La escritora estadounidense se adentra en la cuestión universalizando sus experiencias. Por desgracia, puede hacerlo con buen resultado. “No hay una buena respuesta para la pregunta de cómo ser mujer, el arte quizá puede residir en cómo rechazamos la pregunta”.
El silencio y su historia es uno de los principales protagonistas en La madre de todas las preguntas. El silencio como escondite, imposición, castigo, arresto, trauma y olvido. “El silencio es el océano de lo que no se ha dicho, de lo inmencionable, lo reprimido, lo erradicado, lo nunca oído. (…) El silencio ocurre de muchas formas y por muchas razones. Cada uno de nosotros tiene su propio mar de palabras no expresadas”. Solnit habla de la historia de las mujeres. Silenciada, violentada, masacrada.
Y con el silencio también vienen las palabras y la atenta escucha: “La empatía es un relato que nos contamos a nosotros mismos para que las demás personas nos resulten reales, para sentir por y con ellas, y, de esa manera, ampliarnos, expandirnos, y abrirnos a nosotros mismos. Carecer de empatía es haber apagado o aniquilado alguna parte de uno mismo y de la propia humanidad, habernos protegido de algún tipo de vulnerabilidad. Silenciar, o negarse a escuchar, rompe el contrato social de reconocer la humanidad del otro y nuestra unión”, teoriza la escritora.
Y del habla, al lenguaje. Qué términos elegimos para describir la vida, la pena, la suerte, la alegría o el miedo. Qué términos nos han enseñado para ello. Qué términos tenemos a nuestro alcance para mostrar lo que pensamos y sentimos sin salirnos de los renglones de lo que deberíamos pensar y sentir. Ella misma recuerda los versos de la poeta Muriel Rukeyser: “¿Qué sucedería si una mujer contara la verdad sobre su vida? El mundo se partiría en dos”.
El libro que acaba de publicar Capitán Swing habla del presente, del temor que inunda en las redes, y Solnit no elude el debate: “Twitter se ha convertido en el sistema mundial más eficaz para la difusión de amenazas de violación y muerte dirigidas a silenciar o a intimidar a las mujeres que no tienen pelos en la lengua”. Así es como trata la escritora la exposición a la irracionalidad violenta que muchos hombres siguen ejerciendo en esta red social. Pero ella es sabedora de hacia dónde nos debemos dirigir y, en su justa medida, se alegra de ver el cambio que se está dando también en otros muchos hombres: “Durante décadas se dio por supuesto que el feminismo era un trabajo de las mujeres, aunque las mujeres no pueden mitigar el sexismo sin involucrar a los hombres”.
Así, la autora consigue crear un corpus bien armado de ejemplos y referencias para profundizar en temas como las acusaciones falsas de violación y los chistes en torno a las propias violaciones. Romper el silencio mediante la burla, la chanza, el comentario jocoso nunca está de más. Eso sí, tal y como ya venía advirtiendo previamente en la publicación, primero hay que saber escuchar, empatizar, saber quiénes somos y a quién nos dirigimos. Porque el silencio de unas es la voz desmesurada de otros.
Solnit recupera el lenguaje como vehículo para el progreso y la comprensión, pero alerta del peligro de la categorización. Por un lado, las categorías son indispensables para transmitir cierto relato, sobre todo en “los discursos políticos y sociales, donde se debaten las tendencias generales”; por el otro, “el lenguaje es una serie de generalizaciones que, cuando llegan a expresar algo, bosquejan imágenes incompletas”. Y en ese ten con ten se mueve la escritora. Observación, reflexión, debate.
La autora de La madre de todas las preguntas tiene cuestiones para todos. Los privilegios de los hombres también van en su propia contra. Ella lo expresa con ternura, pena, incluso lástima. Ella misma acuñó un concepto, “inconsciencia de privilegios”, para describir el modo en que ser el favorecido, el representado, a menudo significa ser el que no necesita ser consciente y, de hecho, muchas veces no lo es, lo que a su manera es una forma de pérdida, parafraseando a la misma Solnit.
La premisa de que el “arte siempre es ideológico y construye el mundo en el que vivimos” orbita alrededor de otro de sus ensayos. El texto, cuyo título evoca otra de sus principales publicaciones, se denomina Los hombres me explican ‘Lolita’. Su prosa habla de ella misma, de su primera persona, y cómo su experiencia puede ser magnificada hasta sentenciar: “Tíos, la censura es cuando las autoridades reprimen una obra de arte, no cuando a alguien no le gusta”.
El volumen está plagado de disparos milimetrados que Solnit efectúa con el silenciador puesto: “Esto de prestar atención es el acto fundacional de la empatía, de escuchar, de ver, de imaginar experiencias más allá de las propias, de salir de los límites de la propia experiencia”.
Salir de nuestro marco referencial es imprescindible para aprender. Y aprender de la otredad es la asignatura pendiente para la inmensa mayoría de las personas con las que nos relacionamos en nuestro día a día. Compartir los grandes miedos infundidos ahora es el primer paso para acabar con ellos. Hagámoslo. Este último libro de Solnit completa una trilogía basada en la esperanza, pero también en la violencia y en la lucha, como un tridente inseparable. Donde hay violencia, hay lucha y resistencia; donde hay lucha y resistencia, hay esperanza.
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